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Desastres ambientales
Fosfoyesos de por vida: el plan de Fertiberia que pretende tapar los vertidos tóxicos en Huelva
“Yo de chica iba a bañarme, era la playa de los pobres, era muy bonita, estaba llena de eucaliptos”. Antonia Rodríguez tiene 85 años, es vecina del barrio onubense de La Navidad y recuerda la vida antes del inicio de los vertidos de fosfoyesos a finales de los años sesenta. Una vida muy alejada de la experiencia de Alba Márquez, joven activista ambiental onubense del colectivo Friday For Future y vecina de la ciudad que ha vivido toda su vida acompañada por la balsa de vertidos tóxicos: “Afecta muchísimo ver en Google Maps una mancha blanca tan grande como la ciudad y ser consciente de que se tratan de residuos radiactivos”. Entre esos dos extremos temporales que representan Antonia y Alba, se encuentra Laura Limón. Ella forma parte del grupo político Mesa de la Ría, además del colectivo feminista onubense Mujeres 24 horas. “La sociedad onubense está en contra de este proyecto de tapado con una capita de tierra que presenta Fertiberia, y como mujer, madre y ecofeminista, no quiero que el futuro esté supeditado a los fosfoyesos”.
“La balsa se está hundiendo y se van a romper aunque la empresa lo niegue”, asegura José Borrego Flores
La vida de estas tres mujeres, de distintas generaciones, es el reflejo de la sociedad onubense. Una vida paralela a la mole de 120 millones de toneladas de vertido tóxico que se encuentra al lado de la ciudad. Una constante en sus vidas que viene a la consciencia en cualquier momento al mirar por la ventana, al respirar un aire denso que aparece varios días de la semana en los barrios más cercanos o al encontrar una suciedad extraña en el pelo o en la ropa. Estas tres mujeres se han encontrado en una manifestación que hasta el último momento ha pendido de un hilo debido a la negativa del Ayuntamiento de Huelva y Subdelegación a permitir al recorrido propuesto debido a las “posibles molestias” que para los ciudadanos suponía el corte de tráfico, el paso peatonal por la Plaza de las Monjas, la asistencia al mercadillo navideño, así como a la visualización del espectáculo de luces”. Sin embargo, el TSJA autorizó el pasado martes 29 de noviembre, un día antes de la marcha, el recorrido de la misma a pesar de la actitud del consistorio.
Esta movilización anual se da bajo el lema “No al proyecto Fertiberia” desde el año 2015 y congrega, además de a las vecinas de la ciudad, a distintos grupos ecologistas y de derechos humanos. Un proyecto para el tapado de las balsas de material radioactivo propuesto por la empresa responsable de los vertidos, Fertiberia, que parece más cercano que nunca. La propuesta de la compañía, el Proyecto Restore 20/30, tiene como objetivo “el encapsulamiento total de los fosfoyesos“, según relatan fuentes oficiales, para la restauración ambiental de las 720 hectáreas donde se acumulan las toneladas de desecho tóxico. La propuesta cuenta con la aprobación de Consejo de Seguridad Nuclear (CSN).
“Afecta muchísimo ver en Google Maps una mancha blanca tan grande como la ciudad y ser consciente de que se tratan de residuos radiactivos”, expresa Alba Márquez
El pasado viernes 25 de noviembre la Junta de Andalucía anunciaba la Autorización Ambiental Integrada favorable al proyecto Restore 20/30 de la empresa Fertiberia, uno de los últimos trámites administrativos para que la propuesta se pusiera en marcha. La empresa denomina a este proyecto en se refiere a este proyecto “como la restauración más ambiciosa del mundo”. Sin embargo, desde distintos colectivos ambientales y ciudadanos señalan que el proyecto no es una solución para la problemática. Para el portavoz de Mesa de la Ría, Rafael Gavilán, “dejar la basura en el lugar donde se encuentra, a pesar de haberse vertido ilegalmente, nunca podrá considerarse como una restauración medioambiental”. O como dice de un modo más prosaico Antonia Rodríguez, la vecina que recordaba sus baños en la punta del sebo, “Ya basta, taparlo no es la solución porque la caca queda por dentro”. Los concejales del ayuntamiento de Huelva de esta formación política llevarán ante la justicia la decisión de la junta de Andalucía de conceder el AAI a Fertiberia. La empresa Fertiberia fue la responsable de los vertidos de fosfoyesos que hoy suponen unas balsas de 120 millones de toneladas de residuo tóxico. Los vertidos se realizaron desde el inicio de la actividad del polo químico en las inmediaciones de la ciudad de Huelva en 1968 y no se pararon hasta el año 2010. En 2008, el Tribunal Europeo de Justicia reconocía en una sentencia que los vertidos de fosfoyesos se trataban de “el mayor caso de contaminación de Europa”, una realidad que lejos de mejorarse pretende ser borrada y tapada con tierra.
Un informe científico contra la propuesta de Fertiberia
El Ayuntamiento de Huelva pidió a un grupo de expertos de distintas universidades una valoración del proyecto restore 20/30 y de la situación de los fosfoyesos. Sin embargo, una ver culminado decidió no hacerlo público. El informe se muestra crítico con el proyecto de la multinacional y señala, entre otras indicaciones, que las habitantes próximas a los fosfoyesos presentan en sus organismos altas tasas de metales perjudiciales para la salud como zinc o arsénico. José Borrego Flores, uno de los autores del informe, es experto en geología del subsuelo de la Universidad de Huelva y lleva más de 30 años de investigando el subsuelo de la balsa y sus alrededores. “Pudimos comprobar a partir de la sobreelevación de los piezómetros que la balsa se está hundiendo y se van a romper aunque la empresa lo niegue”, explica.
Este hundimiento aumentaría las filtraciones al agua del estuario del tinto que ya se dan en la actualidad. Rafael Pérez López, experto en hidrogeología y calidad del agua, ha estudiado durante años las filtraciones que la balsa de fosfoyesos. “En una de los primeros muestreos recogimos unas 60 filtraciones con un caudal medio de 0,2 litros por segundo implica un volumen de agua equivalente a 150 piscinas olímpicas al año, un agua que tiene un pH muy ácido y elevadas concentraciones de metales como fósforo, flúor y amonio, arsénico y uranio”.
El informe, respecto al plan Restore 20-30, reitera el reconocimiento de los efectos cancerígenos y tóxicos de los fosfoyesos a la ciudadanía de Huelva realizado en 2018 por EPTISA. En el estudio más reciente se reconoce que “Los datos de mortalidad agregados a nivel provincial son del todo inadecuados, puesto que provocan una dilución de efecto que enmascararía cualquier exceso de enfermedad”. Una denuncia que también llevan años realizando desde la plataforma No a los fosfoyesos, desde la que critican a la Junta de Andalucía por “la ocultación de datos sobre la relación entre la alta incidencia del cáncer en Huelva y los fosfoyesos”. El experto José Borrego Flores, además, señala a la empresa Fertiberia a la hora de entorpecer los estudios para redactar el informe: “La empresa nunca nos permitió el acceso a las propias balsas para desarrollar los ensayos que hemos tenido que hacer en el entorno perimetral de las balsas”.
Fertiberia, un modelo obsoleto
Fertiberia es una empresa creada a principio de los sesenta, en pleno auge económico del franquismo, dedicada a la elaboración de fertilizantes y amoníaco, presente en el Polo Químico de Huelva desde su creación en 1964. En 1995 fue adquirida por el grupo Villa Mir, conglomerado de empresas industriales e inmobiliarias, propiedad del exministro franquista Juan Miguel Villar Mir. En 2020, el empresario vendió la empresa al fondo de capital riesgo Triton Partners. Ese mismo año la compañía tuvo unos ingresos de 672 millones de euros. Actualmente, es el mayor fabricante de fertilizantes de España.
El negocio es el gran representante del modelo de industria que representa el polo químico de Huelva, un modelo “extractivista que usa el territorio para el beneficio de una oligarquía que elude su responsabilidad ambiental y social”, según la plataforma No al Proyecto de Fertiberia. La entrada de esta empresa junto a las otras compañías que componen el polo químico onubense han ligado a la población a depender casi exclusivamente de la industria química y la refinería del petróleo y el gas natural.
Más de 50 décadas de dependencia a una industria que tiene consecuencias ambientales y sociales enquistadas en la sociedad onubense, que mañana acumulará otro día más de convivencia con la gran balsa de material radiactivo.