Desahucios
“Desde que participo en el Sindicat de Llogateres, dejé de tomar ansiolíticos”

Roxana Severino tiene 55 años, migró desde Chile y es una superviviente de la violencia machista, de la precariedad laboral, de la discriminación racial y del mercado inmobiliario.
Roxana Severina
Roxana Severino, a la derecha, junto con una compañera del Sindicat de Llogateres.

“Desde que participo en el Sindicat de Llogateres, dejé de tomar ansiolíticos”, resume Roxana Severino. Su historia da sentido a aquella frase de que no necesitas un psicólogo, necesitas un sindicato, y que el lunes golpeó con fuerza a la memoria tras la noticia de que un hombre de 58 años saltó por la ventana de su casa al entrar la comitiva judicial que iba a proceder con el desahucio. Falleció en el acto. El juez que ordenó el desahucio ignoró el informe de vulnerabilidad redactado en abril por Servicios Sociales del Ayuntamiento de Barcelona, y no aplicó la moratoria de desahucios. Llevaba dos años en paro, utilizaba el servicio de comedores de Cáritas y no tenía familia en la ciudad. Su esposa reside en Ecuador, informa TotBarcelona. Desde junio no podía pagar el alquiler. 

Roxana Severino tiene 55 años, migró desde Chile y es una superviviente de la violencia machista, de la precariedad laboral, de la discriminación racial y del mercado inmobiliario. En medio de un proceso de divorcio y de una orden de desahucio, también pensó en el suicidio como posibilidad para terminar con todo, “pero no podía dejar a mi hijo solo”, añade. Así fue como acabó llamando a la puerta de la PAH de Cornellà (Barcelona), que la derivó al Sindicat de Llogateres de Barcelona.

Roxana Severino también pensó en el suicidio cuando recibió la carta de desahucio, “pero no podía dejar a mi hijo solo” y recaló en el Sindicat de Llogateres, donde empezó su proceso “vital y político”
Derecho a la vivienda
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Los Servicios Sociales pararon el primer desahucio y el Sindicat medió con la propietaria durante el segundo. La propietaria accedió al cobro con retraso de las deudas, de las que se hicieron cargo los departamentos de Servicios Sociales y Vivienda del Ayuntamiento de Barcelona. Severino había intentado mudarse previamente a otra vivienda, pero se topó con el racismo. “Soy chilena, nadie quería alquilarme un piso y eso aún te hunde más”, agrega. 

Tomaba ansiolíticos para frenar la ansiedad generada por la incertidumbre del futuro, el miedo al presente y una enorme soledad. “El maltrato psicológico te aísla del todo. Me sentía sola y estaba sola”, recuerda. En el Sindicat encontró “una familia” y empezó su proceso “vital y político”. 

“Yo, que no tenía ni idea de qué era una militancia ni de cómo se trabajaba en colectivo, me hice fuerte y vi la vida desde otro punto de vista. Siempre había sido de izquierdas y todo lo que he vivido aún me ha afianzado más: aquí luchamos por los derechos de todas las personas, porque la vivienda es un derecho y una necesidad a la vez, que no nos pueden quitar y que nos están pisoteando. Todo lo ganado en España se ha perdido con la derecha y con un Gobierno socialista virado a la derecha”, sostiene. 

“Yo, que no tenía ni idea de qué era una militancia ni de cómo se trabajaba en colectivo, me hice fuerte y vi la vida desde otro punto de vista al empezar a participar en el Sindicat de Llogateres”
Salud mental
“Usted lo que necesita no es un psicólogo sino un sindicato”

La medicina y la psicología en muchas (muchísimas) ocasiones son utilizadas como instrumentos de atomización de las respuestas colectivas, de responsabilización individual sobre problemas en los que la responsabilidad hace mucho que quedó fuera del individuo.

Su tono de voz es sereno, incluso alegre. Dice que se ha contagiado del optimismo de la gente joven y de su energía. “La edad ha quedado a un lado y rodearte de personas luchadoras y positivas es fundamental”. Lleva tiempo queriendo formar una sección del Sindicat en Cornellà, pero aún no hay suficiente militancia. “No importa, aquí estaré si surge”.

Sus intentos de desahucio ocurrieron en 2017, antes de las históricas manifestaciones del 8M. “Me manifesté con mis compañeras del Sindicat, también me empoderé como mujer”, indica. “El maltrato psicológico te deja muchas huellas y el 8M fue una revolución muy importante para mí”. 

Y dejó la medicación. “El Sindicat de Llogateres fue una terapia mucho mayor que la medicación”, resume, “la sensación de solidaridad, de que somos una piña y de que nos ayudamos unos a otros te motiva más que cualquier otra cosa. Te hace fuerte y te lleva a querer ayudar a otras personas. Pasas de no ver ninguna salida a entender que los medicamentos no sirven de nada si no están acompañados de la ayuda de la gente y de la lucha colectiva”. 

Actualmente, Roxana Severino recibe del Ayuntamiento una ayuda de 200 euros para pagar un alquiler de 600. Y tiene dos trabajos: uno le aporta unos ingresos de 600 y otro, de 200. Destina la mitad de sus salarios a pagar el alquiler (400 euros) y la otra mitad, a vivir. 

Severino entiende la decisión de Segundo, el hombre de 58 años que decidió tirarse por la ventana el 14 de junio de 2020. “Yo también lo pensé”. Justo dos años antes, el 14 de junio de 2018, un hombre de 45 años se quitó la vida en Cornellà de Llobregat cuando la Comisión Judicial y los Mossos d'Esquadra practicaban el lanzamiento del desahucio. Estas muertes no constarán en ninguna estadística oficial como violencia institucional o como vulneración del Derecho Fundamental a la Vivienda. La historia de Severino tampoco constará en ningún registro, pero a ella le gusta contarla para que otras personas sepan, y sientan, que no están solas. Que ella fue ellos y que juntos, son nosotros.

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