Derechos reproductivos
Trabajadoras de clínicas abortistas: “Hemos aprendido a vivir con el acoso”

Trabajadoras de centros que practican abortos denuncian el acoso que sufren a las puertas de su centro de trabajo. Huevos podridos, pintadas y cristales rotos forman parte de la cotidianidad en algunos centros. Unas 8.000 mujeres han pasado alguna vez por esta situación que, para algunas trabajadoras, forma parte de su día a día.

Los restos de unos polvos blancos rodean la clínica Dator, en Madrid, donde esta mañana han limpiado los cristales. Otra vez, la fachada ha amanecido estrellada de huevos. El círculo blanco podría ser de sal o azúcar. “No sabemos qué es ni por qué lo hacen”, dice Sonia Lamas, responsable de relaciones externas de esta clínica, que fue el primer centro privado con permiso para realizar interrupciones voluntarias del embarazo.

365 es el número de días al año que los grupos antielección hacen su presencia a las puertas, en grupos de entre cinco y ocho personas, con diferentes estrategias. “Los jueves es un acoso informativo, donde les dan folletos a las mujeres; los sábados es un acoso más directo y llegan a convencer a algunas mujeres para ir a desayunar, con la perversidad que eso implica, porque saben que si la mujer se toma un café, ya no va a poder realizarse la intervención ese día”, dice Lamas.

Lamas tiene 47 años y lleva cuatro en Dator. En su primer día de trabajo, uno de estos acosadores la siguió a la salida y la abordó cuando iba a meterse en el metro. “Después de ficharnos como trabajadoras ya nos suelen dejar en paz, aunque de vez en cuando nos dicen que si estamos aquí por dinero, nos pueden conseguir otros trabajos”, cuenta. Pero “en esto no se trabaja por dinero, sino por convencimiento”, explica.

El personal de la clínica está concienciado de que pueden entrar en cualquier momento. Hay doble puerta de acceso, cristales de seguridad y personal de vigilancia privada. “Nos hemos acostumbrado a vivir con el acoso, pero no por ello vamos a dejar de luchar”, explica.

Unas 8.000 mujeres han tenido que vivir una situación de acoso al acudir a una clínica para interrumpir su embarazo, como ha denunciado la Plataforma Pro Derechos esta semana. Para estas 8.000 mujeres, este acoso fue puntual. Para las trabajadoras de muchas clínicas, forma parte de su paisaje a diario. La Plataforma Pro Derechos, que agrupa a 62 organizaciones para denunciar esta situación —que no es nueva—, ha pedido la creación de un tipo penal específico para abordar estas situaciones.

asesina, asesina, asesina

En la clínica Ginesur de Algeciras, las trabajadoras que salen a desayunar o comprar cualquier cosa durante su jornada se cruzan con estos militantes antielección. “Mis compañeras cuentan que en algunas ocasiones les gritan ‘asesina, asesina, asesina’, y van subiendo el volumen”, cuenta Eva Rodríguez, directora de la clínica que esta empresa tiene en Sevilla y vicepresidenta de la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI).

En sus 30 años de experiencia, asegura que hubo una época más dura, en los años 90, después de la aprobación de la primera ley del aborto, la ley de supuestos de 1985 —que permitía el aborto en tres casos: violación, malformaciones del feto o riesgo para la madre—. Rodríguez dice haber visto “de todo”: “Pintadas, coronas el 1 de noviembre, incluso una vez recibimos un disparo al edificio”. El disparo, dice, impactó contra los cristales de seguridad que tenía el edificio donde trabajaba entonces.

Vigilias Clinica Dator Concentracion proaborto IV
Eva Rodríguez, directora de una clínica sevillana, lleva treinta años trabajando por el derecho al aborto. Álvaro Minguito

Ahora, el edificio que alberga la clínica cuenta con una zona delantera privada, lo que dificulta el acoso, que sí se sigue produciendo en las clínicas de Córdoba y Algeciras. Desde 2010, cuando se aprobó la Ley de Salud Sexual y Reproductiva que permite el aborto libre en las primeras catorce semanas de gestación, el ambiente se ha recrudecido, aunque sin novedades: “Esto lo llevamos sufriendo muchos años”, dice, insistiendo en que su mayor preocupación son las mujeres que acuden a practicarse una interrupción voluntaria del en los centros para quienes estas situaciones aumentan el estrés: “Algunas incluso necesitan tranquilizantes químicos”.

“Se vive bastante mal que todos los días cuando accedes a tu puesto te encuentres personas que intentan convencerte con exageraciones o mentiras, o te dicen asesina cada vez que entras o sales; eso supone una situación de estrés bastante indeseable”, asegura esta médica, militante feminista por los derechos reproductivos desde la facultad, que indica que las denuncias que han interpuesto han sido siempre archivadas. Por eso apoya la creación de un tipo de delito específico para este acoso y sugiere otras medidas como la creación de un perímetro de seguridad alrededor de las clínicas, algo que existe en otros países como Irlanda, que ha aprobado recientemente legalizar el aborto.

Para Paloma Rivero, la concentración que los grupos antielección iniciaron el 25 de septiembre con la consigna de “40 días por la vida” suena a cuento conocido. En Málaga, donde se encuentra la clínica Ginecenter en la que ella es trabajadora social, estas convocatorias se vienen realizando desde hace al menos tres años durante la Cuaresma.

Vigilias Clinica Dator Concentracion proaborto III
Paloma Rivero es trabajadora social en una clínica de Málaga. Álvaro Minguito

El problema dice, “no es tanto para nosotros sino para las mujeres que acuden”. Rivero llama la atención sobre el hecho de que las trabajadoras conocen la situación desde antes de empezar a trabajar, pero las mujeres “suelen acudir una sola vez y no están preparadas para afrontarlo”. Pese a las acciones de acoso a las que “desgraciadamente” se ha tenido que acostumbrar con el paso del tiempo, asegura que nunca se ha planteado dejar su trabajo por este motivo. 

En la concentración convocada por la Plataforma Pro Derechos el pasado miércoles frente a la clínica Dator de Madrid, ella y otras compañeras pedían a las administraciones que dejen de mirar para otro lado. “El aborto es una prestación pública, reconocida en una ley, entonces creo que las instituciones tienen que asumir que, independientemente de que las clínicas que lo hagamos seamos privadas y tengamos el servicio concertado con los centros de salud, la prestación es pública y tienen que tomar medidas para que las mujeres puedan ejercer este derecho”, dice Cristina Iglesias, gerente Clínica Belladona de Gijón y vocal de ACAI por Asturias.

Enfrente de la clínica Dator, donde poco a poco se disuelve la concentración, un grupo de seis personas lleva varias horas en apoyo a la “campaña de oración” de “40 días por la vida”. Cada día, dice Lamas, se encuentran en ese mismo lugar grupúsculos de entre cinco y ocho personas con diferentes estrategias. Lamas explica que los asistentes a esta oración que convoca una organización religiosa internacional —porque estos grupos se han organizado internacionalmente en los últimos años y funcionan al calor de las donaciones privadas— se cuidarán de ser pacíficos, cosa que no siempre ocurre con los grupos antielección que se movilizan a diario frente a las clínicas. Lamas espera que la campaña #abortosinacoso de la Plataforma sirva para que las administraciones ya no puedan mirar a otro lado. 

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