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El 17 de abril de 2013 los cines Renoir Majadahonda cerraron sus puertas tras veinticuatro años de funcionamiento continuado y catorce de proyección de películas en versión original subtitulada. La movilización de un grupo de vecinas impulsó el nacimiento de la plataforma que, gracias al aporte de más de un millar de personas asociadas, asumió el desafío de reabrir sus puertas y mantener un cine “de proximidad”.
Cinco años después, el espacio es un referente de autoorganización, con la idea de tener un cine adaptado a los gustos de un público fiel y, sobre todo, de su masa social. Con precios que lo hacen de los más baratos de Madrid y abierto a todo tipo de propuestas. Los cines Zoco Majadahonda son un enclave cultural en el pequeño centro comercial que le da nombre. Rodeados de algunas tiendas y bares que los fines de semana lucen atiborrados de jóvenes, son una referencia para la zona noroeste, a apenas 15 minutos de Madrid. Sus cuatro salas con una capacidad total de casi 500 butacas ofrecen una forma distinta de vivir la gran pantalla.
“No vas a ver la película al uso, sino más bien cine europeo y español, de autor. Un cine que a nivel temático o de ideas propone algo. No hablamos de festivales, sino que pasas por ciertos filtros y lo que ponemos es lo que la distribuidora ha comprado, pero intentamos tener una línea”, explica el presidente de la junta directiva y socio número 1, Gabriel Rodríguez Juárez.
Su cartelera comercial rara vez exhibe las superproducciones norteamericanas de acción que revientan taquillas en todo el mundo. Por citar solo dos ejemplos, Blade Runner 2049 tiene de las taquillas menores en lo que va del año, y Las 50 sombras más oscuras y su antecesora 50 sombras de Grey han sido de las peores recaudaciones en el historial de estas salas. Por el contrario, en 2017 la película más vista fue La librería, de Isabel Coixet, con 3.155 espectadores, seguida por La La Land con 3.102. Completa el podio la española Perfectos desconocidos, con 2.382 asistencias. En el top 10 encontramos otras ocho producciones europeas. Toda una señal. “Los jueves hemos puesto muchas pelis que no se han estrenado, o han tenido un paso discreto en taquilla. Aprovechamos para poner aquellas que la gente no ha tenido la posibilidad de ver en el circuito comercial”, cuenta Gabriel.
Encuentros semanales con directores y directoras, actrices y actores, guionistas son uno de sus puntos distintivos. También la intención de crecer como espacio de inclusión social. “Estamos abiertos a cualquier propuesta que nos llegue. Hace unos días estuvo Javier Fesser presentando su película Campeones y vinieron chavales de la Fundación Trébol, que trabaja con personas con discapacidad intelectual”, ejemplifica el presidente. Cuenta con una comisión de educación creada para acercar el mundo audiovisual a la comunidad educativa. A la oferta específica para cada una de los ciclos, añade la posibilidad de hacer una programación a la carta, según las necesidades que planteen los centros.
La asociación Pórtico de la Cultura ha encontrado allí su espacio para organizar proyecciones los domingos. Y una vez al mes, un grupo de madres lactantes elige su película para la “sesión teta”, en donde el sonido se adecúa a la sensibilidad del oído de los bebés. Hay luces encendidas, carritos y una madre puede pararse y andar mientras amamanta.
Hace un año fueron los pioneros en Madrid en hacer la “sesión azul” para personas con trastorno del espectro autista (TEA). Con la Fundación Quinta lanzaron el programa “Vente al cine”. Sesiones abiertas a todas las familias, pero adaptándose a las necesidades requeridas para estos niños: volumen más bajo, algunas luces encendidas y la posibilidad de entrar y salir durante la proyección.
Aquí no se cierra
“Cuando se enteraron de que podían cerrarse, un grupo de vecinas empezó a recabar firmas. Llegaron a reunir más de 2.000 que entregaron al propietario pidiendo que se mantuvieran abiertos. Pero dejaron de funcionar”, recuerda el titular de la junta directiva.El cese de actividad de este espacio no tomó por sorpresa a nadie. El entonces presidente de la Academia Nacional de Cine, y propietario de la distribuidora Alta Films y de los Cines Renoir, Enrique González Macho, llevaba varios meses de cierre progresivo de las casi 200 salas que regentaba en distintas ciudades. El caso de los cines Ciutat, de Palma de Mallorca, fue el faro que sirvió de inspiración para que en Majadahonda siguieran soñando con una reapertura. Tras un acuerdo con González Macho, el público mallorquín les había dado continuidad con el aporte de 1.500 socios que permitían asumir el alquiler del local. Marcaron un camino.
“En abril y mayo se montaron varias reuniones a modo de comunidad de vecinos. ¡Imagínate aquello! Me iba pensando que de allí era imposible que saliera algo. Para que te hagas una idea, en la primera estuvimos 25 o 30, a la segunda 20, cada vez menos”, relata Gabriel. Pero el faro mallorquín seguía encendido.
“Nos ayudaron mucho en cuanto a todo lo que es el tema de estatutos. Un poco replicando su experiencia armamos el plan de negocios. Los primeros tiempos me tiraba dos horas diarias hablando por teléfono con ellos”, detalla agradecido. Con los números del funcionamiento del cine en los dos últimos años, el grupo motor hizo los suyos y llegó a la conclusión de que necesitarían entre 1.200 y 1.400 personas dispuestas a pagar una cuota anual de 100 euros. Difundieron la idea en mercadillos, calles comerciales y allá donde iban. El boca a boca fue más necesario que nunca.
Las 2.000 firmas conseguidas por las vecinas y la ilusión que recibían de la gente hacían ver que el horizonte era posible. A principios de julio abrieron una cuenta bancaria y cuatro meses después ya tenían a 900 personas que habían ingresado su cuota. En paralelo a aquella efervescencia, un grupo llevaba adelante las arduas negociaciones con los propietarios del cine. El primer borrador para el alquiler de las salas excedía con creces las posibilidades reales. Muchas reuniones después y la predisposición de González Macho a bajar las pretensiones casi a la mitad, posibilitaron que las cuentas cuadraran. Era el momento de tomar la decisión.
La reapertura se hizo realidad el 20 de diciembre de 2013 con la premier mundial de Vivir es fácil con los ojos cerrados, la película dirigida por David Trueba y con la actuación protagonista de Javier Cámara. “Fue una fiesta, estábamos como en el cielo”, recuerda Gabriel. Lo habían logrado sin bancos detrás ni ayudas institucionales. La gente, para la gente. Por amor al arte.
Y ustedes, ¿quiénes son?
Un problema importante fue convencer a las distribuidoras de que vendieran sus películas a una asociación de vecinos y vecinas. Hace pocos días han firmado el último contrato que les quedaba, con Walt Disney. Multinacionales como Sony o Hispano Fox tardaron tiempo en dejarles sus películas, con Warner llegaron a un acuerdo en 2017, pero sometidos a sus condiciones de precios. Las únicas que apoyaron desde el inicio fueron las productoras independientes. Javier Asenjo, socio y primer programador del cine reabierto fue fundamental para ello. Venía de trabajar en una distribuidora y pidió un voto de confianza al nuevo proyecto.“Luego está el aspecto cultural. Desde la misma semana de abrir, todos los jueves viene un director, directora, actores, actrices, guionistas, a presentar su película. Y eso en lo que es el sector te hace un hueco, y estos profesionales quieren venir”, explica el presidente sobre los motivos de que se haya ampliado la confianza, aunque con quien haya que negociar sea siempre la distribuidora. Con el tiempo, el compromiso en los pagos, el histórico en las taquillas y la consolidación del proyecto han ido allanando el camino en todas las negociaciones. Pese a que nunca faltan las anécdotas. “La última de Pedro Almodóvar, Julieta, no nos la dieron. Como se estrenó aquí en los Equinoccio, ellos tienen que priorizar, y se la dieron a Cinesa. Y tienes que guardarte tu orgullo y entrar en esa rueda. En este caso nos ha dolido bastante”, destaca. En la otra vereda, la obsesión de Universal porque proyectaran 50 sombras más oscuras, pese a que estaban advertidos de que no era una película para su público. No funcionó.
También tuvieron que asumir el proceso de digitalización. El mundo del cine estaba diciendo adiós a las bobinas y empezaba a trabajar con copias digitales. “El tipo de película de pequeña distribuidora o indie, tiró un año más con BluRay. Pero, llegados a ese punto, las distribuidoras nos dijeron que iba a ser todo archivo digital. Por cada sala había que hacer una inversión de por lo menos 50.000 euros. Fuimos comprando cada año una máquina y al final de este 2018 terminaremos de pagar las cuatro máquinas”, respira aliviado.
Desafíos por venir
En los Cines Zoco Majadahonda son conscientes de las épocas especialmente difíciles, la posibilidad de ver películas en cualquier ordenador o incluso de montarse un micro cine en casa. El gran desafío es cómo renovar el millar de socios actual, que se caracteriza por ser adulto, “más bien mayor”, con un nivel cultural alto y de renta media alta. Las cuotas anuales siguen siendo vitales para ello. “Cada persona socia está viniendo al cine pagando entre 3 y 3,5 euros, y los fines de semana 4 y 4,5, con calidad máxima de proyección”, destaca Gabriel Rodríguez Juárez, pero centra el desafío en “valorar lo que es tener un cine de proximidad, de barrio, que la gente pueda venir al cine paseando”.Solo el 25% de su público está asociado, y hay una especial dificultad en captar un público joven, que está ahí al alcance de la mano, llenando los bares del centro comercial, pero que, sin embargo, cuesta lo imposible atraer a la sala. “Hay que garantizar que el hecho cultural no se pierda. Es un orgullo saber que con tu aporte estas posibilitando que algo no se pierda en tu comunidad”, concluye Gabriel Rodríguez Juárez. El orgullo de pertenecer, de eso se trata. ¿Vamos al cine?
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felicitaciones por lo logrado con los cines Zoco Majadahonda desde Santiago de Chile siento que es un aporte a la cultura y la Paz de los seres humanos de la zona noroeste de Madrid
¿Era una asociación "vecinal", de "vecinas" o de "vecinos y vecinas"? La redacción es un poco extraña, ¿si era vecinal por qué luego sólo dice "vecinas"? ¿Realmente hace falta decir "vecinos y vecinas" cuando "vecinal" o "vecinos" es la forma de incluir a todos?
la O es una letra machista y debemos eliminarla del sistema lingüístico para imponer el futuro de libertad sin impresión por parte de heteropatriarcados. Para demostrar que no somos fascistas, debemos hablar y hacer hablar a los demás acabanda todas las palabras an a
"El caso de los cines Ciutat, de Palma de Mallorca, fue el faro que sirvió de inspiración para que en Majadahonda siguieran soñando con una reapertura." Lo sólo lo pone, es que hasta se nombra como inspiración de ésto. ;)
Qué poderosas las mujeres de Majadahonda! Ellas solas rescataron un cine? Increíble