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Culturas
El Instituto Francés de València cierra sus puertas tras más de un siglo como punto de encuentro cultural
Se respira un ambiente extraño al atravesar la puerta del emblemático edificio que alberga el Instituto Francés de València (IFV), en el casco histórico de la ciudad. Los ánimos se perciben decaídos y no es para menos: apenas queda un mes de trabajo para la inmensa mayoría de empleados. Solo 3 de las 28 personas directamente empleadas por el Instituto seguirán trabajando ahí a partir del 1 de julio. El resto serán despedidos. Y el portón de madera que la ciudadanía valenciana, de origen galo o no, ha cruzado durante más de un siglo para acercarse a la cultura francesa dejará de estar abierto.
En la entrada, uno de los trabajadores comenta cómo ha cambiado el centro en los últimos años. Recuerda la gran cantidad de eventos culturales que se organizaron bajo otras direcciones generales y lo animado que solía estar el espacio. Bruno Laurent, bibliotecario en el Instituto Francés y representante del personal, apoya el testimonio de su compañero. “Últimamente se hacía difícil poner en marcha actividades, pero hemos tenido responsables que estaban abiertos a todo tipo de proyectos, que conseguían hacer una gran programación cultural aunque el presupuesto fuera escaso”. Él mismo tenía una propuesta vinculada con la fonoteca que gestiona. No pudo llegar a proponerlo: el 30 de abril fueron avisados de que se iniciaría el proceso de 'reorganización' del centro.
Laboral
Laboral Trabajadores del Instituto Francés de València se plantan contra su cierre
Primar la rentabilidad económica
Laurent se remonta a mitad de abril: en ese momento, cuenta, el Ministerio envió a la embajada de Francia y a la dirección general del Instituto Francés de España un correo exponiendo que quería 'reorganizar' el IFV siguiendo tres caminos: suprimiendo las clases de francés, manteniendo los exámenes oficiales y desarrollando la “cooperación cultural, universitaria y educativa”. “Me imagino que no les dieron instrucciones claras, pero desde la embajada y la dirección general decidieron ejecutar un despido colectivo, de lo cual fuimos avisados el 30 de abril, justo antes del Día del Trabajador”, lamenta el bibliotecario. Los primeros siete días, denuncia, reinó la desinformación; más tarde se abrió el expediente y durante dos semanas se mantuvieron reuniones para abordar el despido colectivo.
“Parece que tenían la idea de despedir a 25 personas sí o sí con un sobre de dinero preparado”, denuncia Bruno Laurent, representante del personal del IFV
Laurent cuenta que hicieron todo lo que pudieron por salvar el máximo número de puestos posibles, pero fue difícil y apenas encontraron documentación legal a la que poder aferrarse para paralizar una decisión que justificaron por razones de rentabilidad. “Parece que tenían la idea de despedir a 25 personas sí o sí con un sobre de dinero preparado”, denuncia. “Hemos negociado directamente las indemnizaciones, que han sido buenas para la mayoría; estuvimos estudiando la posibilidad de denunciar que el despido era improcedente, pero en tan poco tiempo era difícil demostrarlo”, lamenta.
En paralelo a las negociaciones, se apresuraron a montar la Plataforma Salvem IFV “para intentar que reflexionaran sobre la decisión”. Aunque valora muy positivamente la implicación de la ciudadanía e incluso algunos actores políticos como el alcalde de la ciudad, Joan Ribó, Laurent critica con ahínco la forma en la que se ha gestionado la 'reorganización' del centro: “No han dicho nada a los alumnos ni a mis compañeros, hemos sido nosotros quienes hemos avisado a los trabajadores, a otros institutos, a la prensa... Me parece una falta de respeto”.
“El problema es que no lo ven como una institución que da un valor a la ciudad, que ayuda a familias binacionales que no pueden meter a sus hijos en el Liceo francés, que ofrece clases o acceso a material... El gran perdedor es el público y eso no lo han valorado”
Dos semanas después del anuncio, la tristeza ha ganado terreno a la rabia. Laurent lleva diez años trabajando en el IFV y tiene su vida en València. “Para trabajar aquí pedían ser nativo con diplomas franceses, así que ahora nos encontramos un mercado de trabajo extranjero porque la mayoría tenemos nuestra vida aquí y hemos de homologar nuestros títulos”. Eso no es lo que más le preocupa, cree que algo encontrará: para él lo peor, asegura, es que se vaya a cerrar al público lo que considera un espacio de acogida e intercambio que nació con una vocación pública: “El problema de esa política de rentabilidad es que no ven al Instituto como una institución que da un valor a la ciudad, que ayuda a familias binacionales que no pueden meter a sus hijos en el Liceo francés, que ofrece clases en francés o acceso a material... El gran perdedor, además de nosotros, es el público, y eso no lo han valorado”.
Futuro incierto del edificio
Las tres personas cuyos puestos permanecerán activos —asistente de dirección y dos encargados de las certificaciones—, asegura el bibliotecario, todavía no tienen claro cómo será su trabajo ni si permanecerán en el mismo centro: a partir del 1 de julio el edificio se devuelve al Estado francés. “No sabemos qué harán con él, pero tenemos la intuición de que van a venderlo y van a buscar otro sitio para esas tres personas. Hay quien apunta que quizás lo utilicen como anexo al Liceo Francés de Paterna. En cualquier caso, el edificio que acoge a público general va a dejar de hacerlo, por eso a esto lo llamo un cierre”.
“No sabemos qué harán con el edificio, pero tenemos la intuición de que van a venderlo y van a buscar otro sitio para esas tres personas”, exponen desde Salvem IFV
En este sentido, Laurent se remite a los antecedentes. “Tenemos el ejemplo del Instituto Francés de Sevilla, pasó igual hace 15 años, la misma 'reorganización', y creo que aquí pasará algo parecido: la colaboración cultural se reducirá a cosas muy puntuales y el centro se quedará para hacer exámenes”. Los trabajadores vienen denunciando que en los últimos años se ha producido una especie de “sabotaje voluntario” para vaciar de contenido al Instituto y justificar su cierre. Tampoco ayudó que se encarecieran los cursos ni que utilizaran el balance económico del año de pandemia para subrayar las pérdidas del centro y proceder a la 'reorganización'.
En cualquier caso, la Plataforma Salvem IFV defiende que el gran error es asumir que el Instituto tiene que ser rentable. “Estamos en una época de fuertes nacionalismos donde no se mira alrededor, y para mí esta política sigue esta tendencia”, lamenta el bibliotecario. “Creo que la cultura se comparte, que tenemos que ser instituciones humanas y humanistas, intercambiar ideas, y al monetizar todo esto se pierde toda la esencia de lo que es una lengua y una cultura; cargarse toda una red así es terrible para el público aquí instalado, tanto valenciano como francófono”.
Al atravesar la biblioteca en la que Bruno Laurent ha pasado tantas horas durante los diez años que ha trabajado en el centro, un mural del artista Paco Roca reposa en el patio interior del edificio. El diseño inmortaliza a los combatientes españoles que participaron en la Liberación de París de 1944. Los trabajadores no saben qué pasará con el mural de 'La Nueve'. Tampoco existe todavía un destino claro para el fondo documental de la biblioteca, y si lo hay, lamenta Laurent, no se lo han comunicado. De momento le siguen dejando hacer préstamos.