Culturas
Yásnaya E. Aguilar Gil: “La lucha por la lengua tiene que entenderse como lucha del territorio”

La lingüista, investigadora, traductora y escritora mixe se encuentra de gira europea para presentar su libro ‘Ää: Manifiestos sobre la diversidad lingüística’. Además de Madrid, visitará en próximos días Vitoria, Valencia, Barcelona y París.
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Por sus acertadas reflexiones y análisis novedosos sobre las lenguas, por su prosa sencilla y cercana además de su trato afable y su plática llena de referencias cotidianas, Yásnaya Aguilar se ha ganado un amplio reconocimiento y es un referente a nivel mundial. Elvira Megías

Yásnaya Elena Aguilar Gil (1981, Ayutla, Oaxaca, México) es miembro del Colegio Mixe, un colectivo que realiza y difunde investigaciones sobre la lengua, historia y cultura mixes. Ha escrito infinidad de textos —principalmente ensayos— sobre derechos lingüísticos, en revistas nacionales e internacionales. Tiene publicados varios libros, entre otros: Un Estado sin nosotrxs, Lo lingüístico es político, Formas de vida más allá del Estado (todos de la editorial autónoma OnA Ediciones), y el más reciente, Ää: manifiestos sobre diversidad lingüística (Ed. Almadía 2023), que presentará en próximos días en varias ciudades del Estado español y Francia. Por sus acertadas reflexiones y análisis novedosos sobre las lenguas, por su prosa sencilla y cercana además de su trato afable y su plática llena de referencias cotidianas, Aguilar se ha ganado un amplio reconocimiento y es un referente a nivel mundial. Nos reunimos con ella en un céntrico café madrileño. Hablamos de lenguas, de mestizaje y los movimientos antirracistas, y de por qué trabaja en la reivindicación y difusión de los derechos lingüísticos.

Como persona de origen mixe, ¿cómo es que decides estudiar letras y literatura hispánicas?
En algún punto, mi abuela, que me crió, me dijo “quieres estudiar o quieres casarte, porque va a ser complicado. Si quieres casarte ese va a ser todo un proceso pero si quieres ir a estudiar no vas a poder casarte. Vamos a hacer un gran esfuerzo para que puedas estudiar”. Como tenía unos tíos en la ciudad, me fui. Tenía muchas ganas de estudiar, de ver cosas. Recuerdo que cuando estaba cursando la preparatoria, porque en esa época en mi pueblo no había, me gustaban mucho las matemáticas y como tenía un tío que había logrado llegar a la universidad y había estudiado ingeniería en agronomía y a mí me gusta el campo también, pensé: si me gustan las matemáticas y el campo pues estudio eso.

En el bachillerato me hicieron una prueba de aptitud y de las cinco carreras que me propusieron en ninguna salió la ingeniería, sino todas las que tenían que ver con el lenguaje. Una de esas era letras hispánicas, yo me pregunté, ¿a poco eso se puede estudiar? También me gustaba mucho leer, entonces pensé: es una carrera en la que solo lees. Luego vi las asignaturas y me convenció. 

Todavía no tenía conciencia de toda la carga burguesa que tiene eso. Soy la primera de mi familia en terminar la educación media, y para ellos ir a la universidad ya era superar la expectativa. Cuando llegué a la facultad me di cuenta de muchas cosas. Aprendí mucho, pero no solo de la carrera. Hasta ese momento yo pensaba que era diferente porque venía del campo y de un pueblo indígena, pensaba que todos en la ciudad eran iguales: que iban todos a la ópera. No veía las clases sociales, porque en mi contexto todos éramos más o menos iguales. En la universidad había hijas e hijos de académicos que antes de entrar habían hecho un viaje iniciático por Europa, que hablaban inglés y francés, que siempre habían tenido acceso a libros, pero también había toda la otra gente que era de la periferia, que le gustaba la literatura y había hecho un esfuerzo sobrehumano para pasar ese examen [la selectividad], que hacía dos horas, como yo, para llegar al campus. Después me di cuenta de que no tenía tanto en común con ninguno de los dos grupos porque yo no había escuchado rock urbano, ni había crecido en ese contexto, y tampoco había venido a Europa.

Mientras estudiaba en la universidad me di cuenta de algo que me pareció muy triste: que yo sabía cosas de la etimología del español, que estudiábamos latín, pero no sabía escribir mi propia lengua

De los dos grupos aprendí muchas cosas y fue muy interesante. Mientras estaba estudiando la carrera en la UNAM en Ciudad de México me di cuenta de algo que me pareció muy triste: que yo sabía cosas de la etimología del español, que estudiábamos latín, pero no sabía escribir mi propia lengua. Claro, allí jamás me iban a enseñar nada relacionado, había algo que se llamaba literatura prehispánica pero algo del pasado. Sí nos daban muchas cosas de lingüística y fonética, y tenía un amigo que estaba especializándose en eso, fue con él que empecé a trabajar mi lengua.

¿Encontraste en la lengua y literatura hispánica las herramientas para explicar la vida como lo estás haciendo con todo tu trabajo?
Me enseñó los contrastes, es decir: aquí hay un canon, pero ¿en este otro sitio, lo hay también?, ¿de dónde viene? En la universidad aprendí mucho de las clases sociales. Antes de eso no sabía que la división de clases era tan fuerte. Me di cuenta de que las clases no se mezclan por más que estén ahí.  Claro que también había una clase media. En general había personas de todas las clases, fue justo lo que me gustó de la UNAM de esa época, que había gente de todo tipo en un solo lugar y eso generaba dinámicas interesantes.

Aprendí mucho a leer y a escribir, lo que luego me ha servido para otras cosas. El español que yo hablaba, que viene del mixe, era muy marcado, y en aquella época yo quería hablar español muy bien. Ahora ya no, pero en esa época tenía la idea de “tengo que hacerlo muy bien”, escribir bien y saber mucho de gramática. Ahora no, porque nunca lo logré realmente, todavía hoy cuando escribo tengo problemas con las concordancias de género, porque el español es muy obsesivo en marcar el género gramatical. Por ejemplo: el caballo blanco, la generización está en el artículo, en el sustantivo y en el adjetivo. En el mixe eso no sucede, y en otras lenguas que no generizan. Cuando el referente queda lejos del pronombre, en lugar de decir: yo la vi, digo yo lo vi, me cuesta generizar. Antes eso me enojaba mucho pero ahora digo, es la marca de que no es mi lengua materna, y ya está.

Para mí, las palabras son hechos lingüísticos, yo no entiendo ese dicho de “hechos y no palabras”. Las palabras son hechos que tienen efecto sobre el mundo y sobre las personas

¿Qué son las palabras para ti?
Hay dos cosas que creo que son fundamentales, no solo de la lengua, sino del pensamiento y del pensarse como humanidad: las palabras y la forma en la que las ordenamos, es decir la sintaxis. Para mí, las palabras son hechos lingüísticos, yo no entiendo ese dicho de “hechos y no palabras”. Las palabras son hechos que tienen efecto sobre el mundo y sobre las personas. Además, pensemos cómo podríamos vivir sin palabras, incluso es un fenómeno involuntario; por ejemplo al dormir, soñamos en una lengua y la lengua en la que soñamos está explicada por hechos políticos que te atraviesan tanto que al momento de hablar también estamos pensando en esa lengua. Así que humanidad y lenguaje son inseparables, incluso la inteligencia artificial utiliza hechos lingüísticos. 

Siguiendo con la importancia de las palabras, a la tradición oral la llamas tradición “mnemónica”, ¿qué quieres decir con esto?
Para mí, lo oral es una característica de las lenguas orales, cuando nombramos algo como “oral” es porque está sucediendo un hecho físico, lingüístico. Ahora mismo mientras yo hablo estoy produciendo una serie de ondas sonoras que viajan y que bajo ciertas condiciones son percibidas por los demás, eso es un hecho acústico, un hecho físico; pero si yo estoy solo pensando, ahí no hay un hecho acústico, no sucede nada en el mundo. La oralidad es una forma que usamos para comunicarnos, pero la lengua puede existir sin la oralidad, cada vez que pensamos o soñamos hay lengua, pero no hay sonido. 

Hay lenguas y, como en todas las tradiciones culturales, tienen mecanismos para transmitir conocimientos. Uno de ellos es la escritura, el otro es que de generación en generación quedó registrado en la memoria colectiva, por poner un ejemplo, cómo hay que escoger las semillas para sembrar, pero para que yo abreve de ese conocimiento no voy a leerlo en un manual, sino que se encuentra en una serie de prácticas. El soporte de esas prácticas, de lo que llaman tradición oral, no es visual,  ni táctil —en el caso de la escritura braille—, es la memoria y es verdad que por momentos esa tradición se oraliza, pero el soporte no es el mismo que el de la escritura. 

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Yásnaya Aguilar presenta estos días su libro último libro Ää: manifiestos sobre diversidad lingüística (Ed. Almadía 2023), en Madrid, y en próximos días en Vitoria, Valencia, Barcelona y París. Elvira Megías

Dices que escribir siempre implica cierto nivel de prestigio social. Gloria Anzaldúa, por su parte, se pregunta quién nos dio el permiso de realizar el acto de escribir. ¿Es que necesitamos permiso para escribir?
Yo pienso que se le da demasiado prestigio a la escritura. Que por supuesto que es importante, a mí me encanta escribir, me gusta mucho el hecho físico de la escritura. La materialidad del lápiz, tenerlo entre los dedos, la tinta, la disposición de los objetos para la escritura. Pero es verdad que la escritura no siempre fue demiótica, la alfabetización masiva es algo muy nuevo. En México, a principios del siglo XX el 90% de la población era analfabeta y el prestigio de la escritura va acompañado con que la palabra “analfabeta” sea un insulto, para mí no lo es, y para quien no conoce la tradición oral tampoco lo es. Eso no quiere decir que no hubiera escritura, variantes de mi lengua ya se escribían hace dos mil años, en la región Mixe hubo un gran entusiasmo por la escritura, pero era un oficio entre muchos otros.

La idea de darle más valor a la escritura viene acompañada de una idea positivista de la historia, que a su vez infravalora la tradición de la memoria. Esto se ha vuelto un marcador de clase. La escritura, en ese sentido, es funcional al capitalismo

Mi abuelo fue un escribano, las personas iban a su casa con cartas escritas en español, él las leía, las traducía al mixe, escuchaba la respuesta que querían dar y la escribía. Era un oficio, que a su vez implicaba tener buena caligrafía. Había también mujeres escribanas, que llevaban registro de sus comunidades. La idea de darle más valor a la escritura viene acompañada de una idea positivista de la historia, que a su vez infravalora la tradición de la memoria. Esto se ha vuelto un marcador de clase. La escritura, en ese sentido, es funcional al capitalismo. Además, implica transcribir la oralidad y utilizar una variante muy específica del español para hacerlo, yo no escribo como hablo en mi comunidad, o como se habla en los barrios populares. El acceso a la variante prestigiosa con la que escribes es un acceso de clase y eso es triste. 

¿Por qué la diversidad de lenguas es una amenaza para los Estado-nación?
Esto tiene una explicación relacionada con las formas de opresión. Por ejemplo, el Imperio romano no estaba obsesionado con ejercer la opresión por medio de imponer su religión, pero para el Imperio español era fundamental imponer la religión, pero no la lengua. Pero el modelo Estado-nación, para la equivalencia de que un Estado es una sola nación es primordial que solo exista una lengua, porque la existencia de múltiples lenguas le recuerdan al Estado que no es una sola nación, sino que hay muchas. Por eso es muy interesante ver a lo largo del mundo cómo se ha negado la diversidad lingüística. 

¿Es la defensa de la lengua también la defensa del territorio?
Tiene que estar ligado. Si la política es el fenómeno de lo común, de lo colectivo, qué hay más común y por tanto político, que la lengua. 

Todo el tiempo nos atraviesa el lenguaje, no es como un hecho cultural artístico, desde que despertamos usamos la lengua, es un territorio cognitivo y hay que defenderlo. En el caso de México más, porque para el Estado solo quien habla una lengua indígena es indígena y eso te resta agencia política porque hay ciertas fórmulas como las consultas sobre el uso del territorio que solo se hacen en comunidades indígenas, entonces el Estado dice: si no hablas una lengua no eres indígena y por lo tanto no puedes participar de la toma de decisiones. 

La lucha por la lengua tiene que entenderse como lucha del territorio, si la tierra es el hecho concreto, si pensamos la tierra como un significante y el territorio como un significado es la lengua la que produce ese significado. 

En 1820 el 70% de la población mexicana hablaba una lengua indígena, ahora somos el 6,1%. Si miramos este porcentaje con el conocimiento de que el 70% de la población es morena, pues es a esa población a la que le arrebataron su lengua

¿Qué hacer para revitalizar la diversidad lingüística?
Depende en dónde estés situada. En México lo mestizo implica que hay que reconocer que hubo una violencia que te amestizó y que para llegar ahí fue fundamental quitarte la lengua. Reclamar esa violencia es muy importante, desvelarla, decir que nuestras abuelas, nuestras bisabuelas, hablaban una lengua indígena y ha tenido que haber mucha violencia para que nosotras no tengamos esa lengua. Hay que hacer mucho trabajo con esa mayoría que ahora habla español, que además es muy reciente, porque en 1820 el 70% de la población mexicana hablaba una lengua indígena, ahora somos el 6,1%. Si miramos este porcentaje con el conocimiento de que el 70% de la población es morena, pues es a esa población a la que le arrebataron su lengua. Hay que visibilizar ese proceso de violencia. 

Por otro lado, hay que enfrentarse con el Estado, porque es el principal violentador de derechos lingüísticos. No hay intérpretes en dependencias institucionales, no hay intérpretes en las cárceles, en los juzgados, entonces hay que desarrollar una serie de mecanismos para enfrentar esto. Hay quienes se dedican a eso y esa es su lucha, los derechos lingüísticos dentro del Estado. Ahora mismo el presidente López Obrador, que se dice de izquierda, ha enviado al senado una propuesta para desaparecer el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. El activismo ya no es ni tan siquiera pedirle al Estado que revitalice tu lengua, sino que deje de ahorcarte. 

Es necesario hacer mucho trabajo, intentar desarrollar un sistema educativo propio, producir materiales didácticos, garantizar los derechos lingüísticos

Desde las redes estoy haciendo también activismo, con este libro, Ää: Manifiestos sobre la diversidad lingüística, estoy tratando de interpelar también a la población que habla español y también trabajando con las comunidades de habla indígena. Es necesario hacer mucho trabajo, intentar desarrollar un sistema educativo propio, producir materiales didácticos, garantizar los derechos lingüísticos. 

Siendo el mestizaje actualmente un término problemático, ¿es válido seguir utilizándolo como concepto para referirnos a la interacción de identidades culturales o queremos hablar de la diversidad de una sociedad?
Ay, ese tema... no me toquen ese botón. Trataré de ser breve. La realidad es diversa, esa es una obviedad, negar eso implica mucho esfuerzo. Un régimen totalitario tiene que negarlo, en un Estado nación como podría ser el español hay que hacer mucho esfuerzo para eso.

No hay culturas que sean puras, lo natural de las sociedades humanas es la mezcla, la interacción. Las culturas no son cajas cerradas, tampoco las identidades. Es muy importante no utilizar mestizo o mestizaje como sinónimo de mezcla, son cosas muy distintas. La mezcla es una condición humana básica dado que no hay razas en el mundo como entidades biológicas, pero sí como entidades sociales. Eso significa que mezcladas genéticamente estamos todas las personas del mundo. Una cosa es tu fenotipo, pero genéticamente todo mundo está mezclado, entonces si usáramos mestizo como sinónimo de mezcla, todo el mundo sería mestizo. 

Mestizo como concepto cultural es como pensar que cuando llegaron los españoles comenzó la mezcla cultural y no fue así, antes ya había mezclas, es decir, los españoles no la inauguraron ni en lo genético, ni en lo cultural. Además, quienes llegaron de acá no eran una cosa pura castiza. Aquí hubo ocupación árabe, judía, los godos, es decir, una mezcla. Entonces, ¿qué es mestizo si no es mezcla?

La mezcla se da antes, durante el mestizaje y después; lo que sucede es que a veces se utiliza mestizaje como una categoría política. Por ejemplo, en Estados Unidos con la población afrodescendiente esclavizada hubo mezcla genética en condiciones de mucha violencia, de violación. Hubo muchos niños que nacieron de padre blanco y madre afro, pero con esos niños no se creó la categoría mestizo por la regla del one drop, o sea, con una sola gota de sangre afro ya podía ser esclavizado. Ese niño estaba mezclado genéticamente, sí, como todos los niños del mundo, pero para la lectura racial era negro. Así, no basta la mezcla si no se crea políticamente la categoría.

No es que el mestizaje sea la anulación de las razas, es la creación de una categoría racial que tiende hacia lo blanco

Por poner otro ejemplo, hay zapotecos que se casan con mixes, ¿son mezcla genética? Sí, como todo el mundo, incluso cultural, pero ¿son mestizos?, no. Siguen siendo indígenas, e indígena es una categoría racial creada por el Estado mexicano, que borra lo afrodescendiente y crea una identidad política. Al tener ciertos rasgos fenotípicos te van a leer como tal. ¿Puede haber mezclas genéticas y no mestizaje? Sí, como en EE UU y además se crea como raza. En México se hablaba en el siglo XIX de raza india, raza blanca y raza mestiza. No es que el mestizaje sea la anulación de las razas, es la creación de una categoría racial que tiende hacia lo blanco, apela a que si no puedes ser blanco, tampoco seas indio, sino que te quedes ahí. Me interesa mucho cómo se crea, porque se crea políticamente. 

En Canadá hay un pueblo, los Métis, que son hombres blancos de una compañía que vinieron a trabajar con mujeres indígenas. Ellos son considerados como mezclados. Pero tengo otro amigo que es Cree, su mamá es blanca y su papá Cree pero él no es Méti, no es considerado mestizo. Políticamente él es considerado 100% indígena. ¿Quién decide cómo se crea lo mestizo? Es un proyecto político. En el caso de México, muy utilizado para desindigenizar. En un momento dijeron: tenemos que desaparecer lo indio, cómo le hacemos. Hubo propuestas de genocidios pero al final ganó la propuesta del etnocidio, es decir, desidentificarlo como indígena.

Una persona puede tener su mamá de tal pueblo indígena, o su papá, y si va a la escuela, aprende el español y no reproduce las prácticas culturales indígenas ya es mestizo, pero para EE UU sí lo sería por la cuota de sangre, allí no se creó la categoría mestizo. Que no se haya creado esta categoría ahí no significa que no estén mezclados. Por eso hay que tener mucho cuidado en no usar mestizo como mezcla. No es lo mismo.

En algún texto tuyo también cuentas qué tú te diste cuenta que eras indígena cuando ya fuiste a la escuela, que te reconoces como mixe pero que no tenías en cuenta la categoría indígena.
Ajá, sobre todo en la ciudad, porque como todos éramos iguales en mi pueblo, digamos, pues no pensábamos en que somos indígenas. Es el contraste con lo otro, la categoría. Varias escritoras de África que se han ido a EE UU dicen: ahí me enteré que era negra. Yo utilizo un ejemplo que describe el punto, y más cuando el contraste es opresivo: aquí nosotras tres, y todas las personas en este café, somos terrícolas, es decir, nacimos y fuimos socializadas en este planeta. Eso es un hecho indiscutible, pero no forma parte de nuestra identidad. Sin embargo, si viene una invasión marciana empezará a hablarse de la medicina terrícola, las lenguas terrícolas, la resistencia terrícola… De pronto resulta que un rasgo que está ahí se vuelve muy relevante. Para mí, el rasgo indígena se volvió relevante cuando estuve en contacto con los otros.

¿Cómo ves el creciente movimiento que reivindica el orgullo prieto y marrón en buena parte de América Latina, incluso aquí en Europa, con un fuerte movimiento antirracista?
Los movimientos antirracistas son bien peculiares y hay una gran diversidad. Hay algunos que ven literalmente el color de la piel, que no voy a decir que no es importante, pero implica una lectura que, como dice Rita Segato, haga una lectura de cuerpos. Yo, que en mi pueblo soy güera, si voy a Los Ángeles me tratan como latina que no sabía yo que es otra identidad desbloqueada. En algún momento hasta me ofendí cuando me llamaron así porque ¿cómo que yo soy latina si mi lengua materna no viene del latín? En ese momento estaba conmigo una amiga que es de Roma y yo les dije: “Pues ella sí es latina, nada más latino que el italiano”. Ahí juegan otras claves.

Hace unos días hubo una discusión en los medios porque una actriz, que para mí es blanca, Karla Souza, habló de la discriminación laboral a la PoC (people of colour), porque claro, a ella, por más blanca que sea, no va a ser leída como WASP (white anglo saxon protestant), tenemos que ver eso, que es un asunto de la blanquitud. Ya lo dijo Fanon además. Es algo que está muy dicho pero parece que todavía no lo tenemos muy claro.

Recordemos que los sistemas de opresión no juegan separados, eso es solo una ilusión metodológica

Sobre los movimientos antirracistas hay diferentes tipos. Los hay que reifican mucho el color de la piel, eso puede tener sus discusiones; otros que luchan por la representatividad, los que quieren aparecer en la portada del Vogue, la inclusión; y otros que no pueden ver el antirracismo fuera de la lucha anticapitalista y la lucha antipatriarcal. Porque recordemos que los sistemas de opresión no juegan separados, eso es solo una ilusión metodológica. Yo no puedo decir en la vida real “aquí empieza el patriarcado y aquí termina el capitalismo”. Sin colonialismo no hay capitalismo, y sin patriarcado no hay colonialismo, porque este no es un proyecto de las mujeres europeas, es un proyecto patriarcal.

Si haces lucha antipatriarcal pero no una lucha anticapitalista y lucha anticolonial, eres Hillary Clinton, lo que quieres es ser presidenta de un país opresor, colonialista, racista. Si haces lucha anticapitalista pero no lucha antipatriarcal ni lucha anticolonial, eres el Che Guevara, quien hacía unos comentarios horribles sobre la población africana y era homófobo. Y luego, si haces lucha anticolonialista o antirracista pero no anticapitalista y antipatriarcal pues lo que quieres es aparecer en la portada de Vogue. Y no está mal, pero hay que hacer algunas autocríticas ahí.

Ahora, toda lucha antirracista vemos que es necesaria por el odio que despierta, incluso la lucha antirracista que quiere aparecer en Vogue. Y aquí quiero hacer un poco de autocrítica: yo apoyo toda lucha antirracista, aunque veo que no estamos mirando con el mismo horizonte. Yo también tengo muchas contradicciones porque así son los sistemas, pero trato de ver por qué, en qué momento estoy haciendo concesiones al patriarcado, en qué momento al capitalismo o al racismo, y es muy difícil. 

No me gusta tanto la palabra interseccional, porque no son secciones, no hay manera de seccionarlo, es como una sopa. Cuando hacemos un gazpacho sabemos que allí hay jitomate, pimiento, cebolla, pero, a ver separa y di “en este gazpacho aquí está esto, lo otro aquí”. No lo puedes separar. Así son los sistemas de opresión, metodológicamente los separamos, pero en la vida cotidiana no podemos. ¿Cuál sección? ¿De qué secciones hablamos? No hay sección que se intersecta, todo está junto. Y si no somos conscientes de eso, o eres Hilary Clinton o Che Guevara o quieres ganar un Óscar. 

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