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Cuando volvamos a encontrarnos
Vivir en las ciudades más afectadas por el coronavirus
Esperanza Balaguer y Javier Abella residen en dos de las ciudades más golpeadas por la pandemia. Desde Nueva York y San Pablo, comparten su experiencia como emigrantes en medio de la crisis del covid-19.
Estados Unidos y Brasil son los dos países más castigados por el coronavirus. Las imágenes de las fosas comunes conmocionaron al mundo entero y a día de hoy, en medio de la desescalada, quienes viven allí siguen sumidos entre la incertidumbre, la necesidad económica de amplias capas de la población, un aumento inusitado del desempleo, y el miedo a nuevos contagios y muertes. Esperanza Balaguer es una periodista de Vila-real, Castellón, que lleva tres años y medio residiendo en Nueva York, la ciudad norteamericana en la que mayor cantidad de muertes y contagios se han producido, con 400.000 personas afectadas y más de 30.000 fallecimientos. Cuenta que si bien la ciudad lleva dos semanas de desescalada, el aumento de casos en otras regiones ha puesto el freno.
“En este momento el positivismo está un poco atajado por el aumento de casos en los estados del sur como Texas, Florida o California. De hecho, desde esta semana cualquier persona que venga de esos estados tiene que cumplir 14 días de cuarentena que las autoridades están controlando a través de los móviles bajo una posible multa de mil dólares. Las cosas están muy cautas”, afirma.
Sobre la experiencia. Sigue asombrada de haber visto Manhattan “vacía”, con los residentes dejándolo todo y huyendo de la ciudad. “Hubo mucha gente que se fue, paseas por Manhattan y los edificios de apartamentos están vacíos. Aquí cuando se muda dejan los muebles en la calle para que otros lo recojan, y estos últimos meses ha sido un fenómeno ver las calles llenas de muebles”, ilustra Balaguer, que en un principio pensó en volver a España, pero el cierre de fronteras y la imposibilidad de regresar al lugar donde reside y trabaja, la llevó a no dar ese paso.
Javier Abella, pasa por una realidad similar en Sao Paulo, Brasil, donde se han superado los 15.000 fallecimientos y los contagios han pasado la barrera de las 300.000 personas. Llegó desde Ponferrada hace 15 meses y aún no ha podido regularizar su situación. “Estoy ilegal”, confiesa, una circunstancia a la que —como sucede en el Estado español a miles de personas migrantes— se ve obligado por estar “toda la administración paralizada”.
“Se decía que nada de esto iba a trascender más que de unos pocos muertos. ¡Joder! Cómo se banaliza el tema de la muerte y qué poca importancia tiene que en un pueblo que es extremadamente pobre, con una división de clases sociales muy marcada, no se lleven a cabo unas medidas más a favor de la sociedad”, lamenta. Esperanza y Javier tiene la sensación de que esto “recién empieza” y desconfían en unas desescaladas que valoran como “apresuradas”, después de los momentos de incertidumbre y angustia que se han vivido en todo el mundo y viendo los rebrotes que se van produciendo “en todas partes”.
“Esto solo acaba de empezar. Nueva York está mejor de cifras, lo que muestra que el confinamiento funciona, pero vamos a seguir así por mucho tiempo. Aquí no se habla de una segunda ola, seguimos en la primera y ya no solo es una meseta, sino que va para arriba. Desde aquí lo que está pasando en España se ve un poco como una realidad que no es real”, afirma Balaguer.
“A mí me llama mucho la atención es frase de la “nueva normalidad” ¡me encanta! Parece sacado de un stand comedy”, agrega Abella, quien cuestiona las salidas a aplaudir a los sanitarios “y a la primera de cambio, sentados en la terracita de un bar nos olvidamos de todo. He perdido la fe en el ser humano, viviendo aquí en Sao Paulo”, confiesa.