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Coronavirus
Tenemos que construir nuestro relato pandémico: ocho verbos para conjugar la acción (1)
Construir un relato que cale en el imaginario colectivo presente y futuro siempre ha sido una de las estrategias y obsesiones del sistema para perpetuarse. La irrupción del coronavirus en 2020, y las posteriores medidas adoptadas por los diferentes gobiernos para afrontar la crisis, se ha convertido en el hecho vivencial más compartido por la humanidad desde la II Guerra Mundial, superándola, incluso, por su expansión.
Partiendo de esta base, puede parecer que, a priori, un hecho histórico vivido de forma simultánea por tanta gente está menos sujeto a la manipulación; sin embargo, si introducimos dentro de nuestra ecuación de análisis a quienes escriben los relatos y quienes diseñan los mensajes “mainstream”, observamos que existe una batería de ideas repetidas con el objetivo de construir un relato de presente y futuro inmediato, en el que no se relaciona la crisis sanitaria con la crisis sistémica y ecológica, o en el que se nos presenta la “antigua normalidad” como el edén.
Coronavirus
Franco Berardi ‘Bifo’: “Tenemos que entrar en sintonía con el caos”
El filósofo italiano Franco Berardi Bifo presentó su libro El umbral. Crónicas y meditaciones, donde comparte su diario durante la pandemia y analiza la situación geopolítica que cristalizó el coronavirus.
Nos presentan la aparición del virus como un hecho mitopoético, aludiendo al proverbio chino que decía que el leve aleteo de una mariposa se sentirá en la otra parte del mundo, y nos cuentan que justo desde la región sureña de este país, desde Wuhan, que alguien cocinara murciélago comprado en el mercado desencadenó nuestro particular “efecto mariposa”. Otras teorías nos relatan que el virus se escapó de un laboratorio, pero en los programas “prime time” nadie menciona que, para que mantengamos en nuestros territorios el nivel de consumo actual, es necesario que haya personas en el Congo trabajando en condiciones de semi esclavitud para extraer coltán o comunidades indígenas expulsadas de sus territorios para expoliar sus recursos a lo largo de todo Latinoamérica; ese es el otro “efecto mariposa” que no abre telediarios.
Volvemos a asistir a la construcción de mantras parecidos al del 2008 de “vivimos por encima de nuestras posibilidades” para buscar la autoculpa, construyendo un discurso que nos hace corresponsables de la crisis
Volvemos a asistir a la construcción de mantras parecidos al del 2008 de “vivimos por encima de nuestras posibilidades” para buscar la autoculpa, construyendo un discurso que nos hace corresponsables de la crisis climática por no separar el plástico de lo orgánico, por ejemplo. Y, aunque no podemos eximirnos de nuestra responsabilidad individual, también hay que señalar claramente que hay diferentes niveles de responsabilidad.
Las organizaciones sociales tenemos que hacer contrapeso a ese discurso hegemónico, a ese relato que “nos vende” la felicidad como algo personal, que conseguiremos con la vuelta a la supuesta “normalidad”, sin relacionarlo con el contexto global de cambio climático y la crisis de cuidados en su amplio sentido. Tenemos que reflexionar colectivamente, no sólo para pulsar Ctrl+Z en el discurso anterior, sino también para crear uno propio. Y si, además, somos organizaciones que le damos amplio valor a los procesos pedagógicos y participativos ―dos palabras que para nuestros colectivos van unidas―, mucho más.
El inicio de la pandemia coincidió con el inicio de un proceso colectivo que hemos desarrollado cinco organizaciones, con el que buscábamos desenmarañar el significado del concepto ecofeminista de sostenibilidad de la vida. Esto ha supuesto, paradójicamente, una oportunidad para nosotras, y nos ha permitido analizar bajo el marco de la sostenibilidad de la vida nuestras acciones, nuestras vidas de grupo y los contextos en los que las desarrollamos.
La pandemia nos ha confrontado con una realidad y ha hecho que, de forma generalizada, tomemos consciencia de nuestra vulnerabilidad como especie
La pandemia nos ha confrontado con una realidad y ha hecho que, de forma generalizada, tomemos consciencia de nuestra vulnerabilidad como especie. Durante unos meses hemos tenido muy presente qué era lo esencialmente importante y desde este punto es desde donde partimos para construir ese “otro” discurso necesario. Otro discurso que, teniendo en cuenta cuestiones como la justicia social, la ecodependencia y la interdependencia, busca que transitemos de la distopía a la utopía para, en el camino, hacer cotidiano lo esencial.
Para las cinco organizaciones, este camino pasa por cuestionarnos nuestros privilegios, por un desarrollo que vaya desde lo personal a lo grupal, a lo colectivo. Y si nos centramos en nuestra acción directa, pasa por incluir en nuestras prácticas, en nuestros proyectos ocho “verbos” que consideramos esenciales para sostener las vidas desde la dignidad.
1. Visibilizar
(Poner de manifiesto aquellas cuestiones que estaban/están invisibles en los discursos generalistas).
… La cultura de la dominación que sigue calando en todas las esferas, con órdenes de arriba hacia abajo y que sigue premiando la competitividad frente a la cooperación, la subordinación frente al pensamiento crítico.
… El imperativo de los cuidados como necesidad vital y como obligación social. Esta pandemia nos ha hecho ver que todas somos vulnerables y que necesitamos de cuidados y de cariño en todas las etapas de la vida. Se ha visibilizado, aún más, la feminización de los cuidados, que no podemos naturalizar: consideramos que no se ha debatido lo suficiente sobre la división sexual del trabajo y la corresponsabilidad. Hay que seguir visibilizando las carencias en la dignificación de los cuidados (profesionalizados o no), cuidar de quiénes cuidan y continuar en una lucha por el derecho al cuidado. Se ha visto que ha habido un desborde de necesidades de cuidados y el feminismo le ha dado un empuje a todo esto, poniendo de manifiesto que tiene que haber un sistema dual, público y comunitario, para el sostén de la vida.
2. Reconocer
(Volver a conocer, volver a situarnos… repetir lo que ya conocemos para tener otra mirada).
… Que nuestro sistema es incompatible con la vida. En estos momentos se ha evidenciado y hemos reconocido que este sistema no nos vale, ni las reglas que imperan en él. Cuando hablamos de sistema, lo hacemos desde una visión global, incluyendo desde el sistema alimentario que está desestructurado y necesita un cambio, hasta el sistema sanitario.
... Que la vulnerabilidad nos atraviesa a todas. No somos “hombres champiñones” como dice Amaia Pérez Orozco, hemos reconocido nuestra interdependencia. Tenemos mucha dependencia del entorno y eso afecta a nuestra salud física, psíquica y social. La salud debe tener una perspectiva holística, haciendo también hincapié en su autogestión y la autonomía para decidir hasta dónde queremos llegar. Hay que reconocer que el autoritarismo ha avanzado en “aras de la salud” y esto hay que revisarlo.
La vulnerabilidad nos atraviesa a todas. No somos “hombres champiñones” como dice Amaia Pérez Orozco, hemos reconocido nuestra interdependencia
... Que tenemos que reconectar territorios y luchas. En nuestra dependencia del entorno, hay que reconocer y reconocernos en las luchas desde la ruralidad.
... La interdependencia del mundo, el virus no entiende de fronteras, pero aún se actúa como si vacunando a una parte de la humanidad y no dejando moverse a la “otra parte”, la cuestión tuviera solución.
… A la naturaleza como sujeto de derecho.
3. Revalorizar
(Más allá del reconocimiento, hay que volver a dar valor a una serie de cuestiones).
… La recuperación de las redes vecinales y comunales. Uno de los objetivos es el mantenimiento y sostenimiento de esas redes vecinales y comunales en el tiempo. En algunos casos se han ido transformando en cajas de resistencia e iniciativas de solidaridad y han encontrado puntos en común entre sí, como ha sido el propio consumo conectándose con el comercio local; es cierto, que hay que reflexionar paralelamente sobre cómo superar el asistencialismo de algunas redes para convertirlas en acciones transformadoras reales. Por otra parte, también hay otras redes que se han disuelto, pero no hay que olvidar ni su experiencia, ni la propia latencia de su estado. Por último, a esto se debe unir la exploración de las redes virtuales que se han ido creando.
Coronavirus
La crisis del coronavirus es política
Durante la crisis financiera se dijo que esta no debía ser politizada, a lo que siguió una década de políticas de austeridad. Está claro que la crisis del coronavirus traerá consigo efectos inesperados en la economía, por lo que ahora más que nunca es importante intentar darle una respuesta social.
… Los servicios públicos como bien social y necesario. Hay que aprovechar la revalorización y la importancia que se le ha dado a los servicios públicos desde la ciudadanía para su blindaje y sacarlos del uso partidista, aunque siga habiendo retos que superar, como las diferencias abismales de accesos de servicios públicos entre una ciudad y un pequeño pueblo, la dotación de recursos o las atenciones personalizadas.
… La defensa colectiva de los territorios locales desde la cooperación y la unidad de esfuerzos.
4. Cuestionar
(Hay muchas cuestiones que hay poner en duda, sobre todo aquellas “verdades categóricas”. Debemos iniciar y participar en debates para cuestionar).
… La necesidad de la afectividad versus el miedo a la socialización. Será difícil recuperarnos después de las barreras que nos hemos impuesto y hay que evaluar qué huella está dejando esta crisis para nuestras relaciones.
… La ruralidad como “solución”. Tanto a nivel personal, con “exilios” que habría que ver cómo se integran con la vida local, como social, con la presentación de lo “rural” como espacios “vacíos” ideales para macroproyectos (granjas, parques eólicos, minería…) donde hay poca población/resistencia que cuestionen su implantación o con las fracturas sociales en aquellos lugares donde la discusión sólo se limita al empleo, sin cuestionar el modelo para alimentar un modo insostenible de consumo, ajeno al decrecimiento y a la soberanía alimentaria y energética.
Será difícil recuperarnos después de las barreras que nos hemos impuesto y hay que evaluar qué huella está dejando esta crisis para nuestras relaciones
... La digitalización versus la relocalización. Hemos incrementado nuestra presencia en lo digital y esto ha facilitado que algunas pequeñas iniciativas se hayan visibilizado y que muchas personas puedan adoptar un compromiso de compra ética, pero también tiene una serie de peligros importantes sobre los que estar atentas: los modelos de producción y distribución implícitos, la dependencia económica, la división internacional del trabajo… En definitiva, la nueva fase del capitalismo.
… La normalización de la militarización del espacio público con todo lo que conlleva como son las propias formas de gestionar conflictos.
… El ombliguismo. La pandemia nos ha hecho centrarnos en nuestros territorios y hemos perdido la perspectiva global y, ante una situación mundial, tenemos que activar la solidaridad internacional.
5. Educar(nos)
(Como colectivos vinculados a la pedagogía popular, educar y educarnos).
… En una perspectiva intergeneracional como una necesidad para hacer una reflexión honda y colectiva de todo lo que está aconteciendo
… Sobre cómo funciona el sistema de producción. Hubo un momento en que a las personas les generó más confianza la producción local con respecto a la que no sabía de dónde venía. Además hubo reflexiones interesantes como la propia incapacidad en nuestros territorios para fabricar elementos sencillos como las mascarillas, o más complejos como los respiradores, que nos pueden ayudar a entender la necesidad de relocalización de la economía. Ha habido una conciencia sobre lo que es esencial para la vida y estas cuestiones se pueden aprovechar para cuestionar el hiperconsumismo, a pesar de que la reducción del consumo hubiera venido impuesta por la situación y también pese a que la digitalidad se ha colado en nuestros hábitos de consumo. Hay que seguir educándonos en la dimensión ética de nuestro consumo.
Hubo reflexiones interesantes como la propia incapacidad en nuestros territorios para fabricar elementos sencillos como las mascarillas, o más complejos como los respiradores, que nos pueden ayudar a entender la necesidad de relocalización de la economía
… Para canalizar las ganas de hacer que se han despertado en gran parte de la sociedad, debemos conectarlo con la implicación social, con el activismo.
… Para explorar nuevas formas de educación virtual. Ser conscientes de que lo “online” ha venido para quedarse. El activismo se puede beneficiar por tener mucho más contacto con otros territorios y tener una relación más frecuente, lo que ha supuesto un salto para algunas redes y movimientos sociales. No se trata de ver si apostamos o no por la educación online, sino más bien como llevamos nuestras ideas pedagógicas a través de ese medio, tal vez no como sustituto exclusivo, pero sí como una fórmula híbrida comparada con lo actual.
6. Denunciar
(Nuestra labor debe seguir el camino de denunciar).
… Que estamos en un sistema que es incompatible con la vida. Hay que estar atentas porque el propio sistema es inteligente y aprovecha todo para absorberlo y cambiarlo, incluso apropiándose de los propios discursos de resistencia para desactivarlos o ridiculizarlos. Todo está montado con la idea de que, a pesar de esta crisis, todo siga igual, que tengamos una rápida y “linda” amnesia.
… Que muchas normativas se redactan sin interés real de beneficio comunitario, pero por otro lado, aprovechar los resquicios que estas mismas normas nos deja para aprovecharlas a nuestro favor.
Hemos mirado a espacios que no solíamos mirar, como las residencias, para los que se hace imprescindible buscar y crear alternativas
… Que se pueden ver cambios en los discursos, pero no políticas públicas reales que desarrollen las acciones necesarias para esos cambios. Aunque la reflexión es un primer paso, hay que aspirar a más, a cambiar formas y contenidos.
… Que las políticas de cooperación siguen respondiendo a voluntades estratégicas más que a criterios de justicia social. Además de que la burocracia lo sigue complicando todo.
… Que la gestión de la pandemia se ha hecho y se sigue haciendo desde un punto de vista adultocentrista, urbanocentrista y capacitista.
7. Buscar/crear
(No nos podemos quedar sólo con la insustituible labor de denuncia, sino que también hay que seguir buscando y creando).
… Nuevos escenarios de libertad y un nuevo contrato social con referencia a los cuidados. Hemos mirado a espacios que no solíamos mirar, como las residencias, para los que se hace imprescindible buscar y crear alternativas.
… Espacios de diálogo y acogida, desde los que atender a los retos demográficos y de integración, y conectarnos con las personas que vienen.
… Espacios relacionados con las alternativas al sistema y al activismo, desde la base y en comunidad.
Coronavirus
Las libertades civiles, grandes perjudicadas de la gestión gubernamental del coronavirus en todo el mundo
En un año ha aumentado un 4% el porcentaje de población que vive en sociedades “represivas”. Ocho de cada diez ciudadanos del mundo tiene sus libertades coartadas por la acción de su Gobierno.
8. Autogestionar/participar
(Un terreno que siempre se abre para explorar en momentos de crisis es la autogestión y la participación colectiva y comunitaria).
… Siendo parte de y apoyando a las redes vecinales desde una perspectiva transformadora y no sólo asistencialista.
… Facilitando una reflexión sobre cómo canalizar las ganas de hacer y participar de mucha gente que ha sido testigo de cómo la pandemia, en algunos casos, ha acelerado una desestructuración de parte de los movimientos sociales.
… Rescatando los conocimientos y prácticas de autogestión de otros territorios, aprendiendo de ellos y trabajándonos el miedo y con el miedo.
Este artículo ha sido realizado por los siguientes colectivos: Colectivo Cala, Fundación Entretantos, Mugarik Gabe, El Colletero y Rurex. Se ha desarrollado dentro del Proyecto de EpCG “Mudalmundo Patas Arriba” desarrollado por el Colectivo CALA y financiado por la AEXCID.