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Coronavirus
Tres de cada cuatro trabajadores del sector gráfico quedarán por debajo del salario mínimo tras la pandemia
La Plataforma SOS Sector Gráfico alerta del calamitoso estado de las condiciones laborales en el mundo del cómic, la fotografía o la ilustración. Ya era malo antes del covid-19, pero los trabajadores estiman que seis de cada diez podrían quedar por debajo del umbral de la pobreza y reclaman al Gobierno medidas específicas ajustadas a las realidades del sector.
La Plataforma SOS Sector Gráfico, conformada por asociaciones y colectivos del mundo del cómic, la fotografía, la ilustración, la animación o la gestión de eventos, publicó a mediados de abril una encuesta realizada entre más de mil profesionales del sector para medir el impacto que sufrirán a causa de la crisis de la pandemia del covid-19.
En los resultados de la encuesta —difíciles de digerir, muy crudos y poco alentadores, según la plataforma— se evidencia la precariedad ya instalada en el día a día de estos creadores antes de la actual crisis y se perfila un futuro totalmente incierto después de ella.
Entre quienes contestaron, la inmensa mayoría —nueve de cada diez— se declara afectada económicamente por la pandemia, debido a las cancelaciones y el aplazamiento de proyectos en marcha o a punto de arrancar, sin que esta situación suponga que se vaya a recibir compensación alguna por el lucro cesante provocado por la caída en la previsión de ingresos.
Tres de cada cuatro trabajadores del sector prevén que sus ingresos en 2020 se irán por debajo del SMI y hasta seis de cada diez podrían quedar por debajo del umbral de la pobreza (8.871 euros anuales)
“Sin ayudas concretas ajustadas al sector gráfico, al que se le reconocen sus especificidades dentro de las propuestas del Estatuto del Artista (actualmente paralizado), la vulnerabilidad y la precariedad, ya existentes antes de la pandemia, no harán más que crecer y expandirse”, advierten desde la plataforma. Tres de cada cuatro trabajadores del sector prevén que sus ingresos en 2020 se irán por debajo del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y hasta seis de cada diez podrían quedar por debajo del umbral de la pobreza (8.871 euros anuales).
Pero la crisis ya había entrado antes que el virus en sus despachos, estudios y oficinas, situados en el domicilio familiar en muchos casos: muchos señalaron que la media de sus ingresos en 2019 ya se situó por debajo del SMI. Además, para el segundo trimestre de 2020 estiman pérdidas que van de 2.000 a 8.000 euros.
“Es bastante representativa de cómo está el sector, miles y miles de trabajadores generalmente autoempleados o en empresas muy pequeñitas, bastante precarias”, confirma a El Salto Marta Castro Dehesa, abogada, ilustradora y portavoz de la plataforma SOS Sector Gráfico.
Ella lamenta que, tras la publicación de la encuesta, no ha habido ninguna respuesta oficial por parte del Ministerio de Cultura: “Nos consta que el Secretario General de Cultura, Javier García Fernández, ha recibido la encuesta y se nos trasladó su agradecimiento por esta herramienta que habla tan claramente sobre cómo está el sector en estos momentos”. Pero no se les invitó a participar en la ronda de contactos que el ministro, José Manuel Rodríguez Uribes, llevó a cabo el 17 de abril tras las numerosas críticas recibidas desde el sector cultural por la inacción del gabinete ante la crisis. Y esperan con escepticismo el paquete de medidas que probablemente presentará el Gobierno hoy, 5 de mayo.
El 82,5% de los encuestados declara que no ha podido acceder a ninguna de las ayudas propuestas por el Gobierno, ya que los requisitos para recibirlas no se ajustan en casi ningún caso a su realidad.
Del total de participantes en la encuesta, tan solo 165 personas han solicitado alguna ayuda o van a recibir algún tipo de ingreso de las instituciones. Un 21,4% de quienes han solicitado la ayuda estatal de prestación por desempleo para autónomos aún no tienen confirmación de que les corresponda o vayan a recibir algún tipo de ingreso.
Desde el 14 de marzo, con la declaración del estado de alarma, la mayoría de proyectos y encargos del sector gráfico se han cancelado (59%) o se han pospuesto (61%), según la encuesta de la Plataforma SOS Sector Gráfico. Más de la mitad de los encuestados afirma haber dejado de recibir los encargos propios de esta época del año, y casi uno de cada dos afirma que no va a recibir ningún encargo en los próximos meses.
Seis de cada diez trabajadores del sector lo son por cuenta propia, dados de alta en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos, y solo uno de cada diez lo es por cuenta ajena; los tres restantes hacen equilibrismo
La encuesta también dibuja el perfil de las relaciones laborales que se establecen en el sector gráfico: seis de cada diez trabajadores lo son por cuenta propia, dados de alta en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA), y solo uno de cada diez lo es por cuenta ajena, en plantilla de empresas vinculadas a la animación, la creación de videojuegos o como fotoperiodistas. Los tres restantes hacen equilibrismo y se mueven en la alegalidad: recurren a buscar soluciones fiscales con varias altas y bajas en el RETA a lo largo del año, facturar solo a través del Impuesto de Actividades Económicas (IAE), a través de cooperativas u operar en negro.
Dehesa considera que lo más necesario para el sector es que sea considerado fundamental, uno de aquellos cuya actividad repercute en el interés público “y nunca ha de hacerse en precario”. Como medidas concretas, desde la plataforma solicitan la creación de la renta básica universal, la exención del pago de la tasa de autónomos, la inversión empresarial con retorno social o la aplicación del Estatuto del Artista, “que nos puede ayudar a salir de esta moribundos y no muertos”.
Renta básica
Más de un millar de profesionales de la cultura reclaman una renta básica universal como “la mejor política cultural posible”
Un manifiesto firmado por más de mil trabajadores del sector cultural pide la implantación de una renta básica universal, que sería “la mejor política cultural posible”.
Y la portavoz destaca otras tres: la actualización del IAE “para que exista un censo de todas las personas que trabajamos en el mundo de la cultura”; una regulación que posibilite la existencia de representación legal de estos trabajadores, “para que tengamos asociaciones profesionales con legitimidad real para negociar, poder hacer sindicatos de autónomos por sectores culturales”, y una modificación excepcional de la Ley de Contratación Pública para que se abone lo previsto en el presupuesto de aquellos pequeños eventos sin escenario —festivales de cómic, exposiciones de fotografía— que se han cancelado.
mejores condiciones y menos retweets
A Vanesa Duque, que define su trabajo como artista plástica e ilustradora, la situación ocasionada por la expansión del covid-19 le ha truncado un año que sonaba prometedor. O, al menos, parecía despuntar algún brote verde, ahora segado. Dada de alta en el RETA desde hace algo más de año y medio, no había conseguido aún algo que se pudiera llamar sueldo, pero las perspectivas en enero eran halagüeñas: más encargos y proyectos con los que su situación laboral podría remontar en el corto plazo.
Ahora, reconoce a El Salto, ha tenido que parar “por completo” las ventas de productos físicos porque no era posible producirlos ni enviarlos y también ha cancelado algún pedido en marcha devolviendo el importe. “Tampoco entra ningún encargo nuevo de editorial o de grafismo, y alguno que tenía apalabrado se ha pospuesto”, lamenta.
El resultado de todo ello es que se ha visto obligada a cesar la actividad y solicitar la ayuda del Gobierno a trabajadores autónomos, que le ha sido concedida. Un balón de oxígeno que no alivia la precariedad estructural en la que viven quienes se dedican profesionalmente a la ilustración en el sector gráfico: “Como me han concedido la ayuda mínima puedo seguir intentándolo un tiempo cuando esto pase, en principio al menos podré pagar la cuota de autónomos algún mes más pero veo muy complicado poder seguir después”.
Duque reconoce que la idea de abandonar esta profesión y dedicarse a otra cosa ya era recurrente antes del covid-19, pero ahora se ha convertido en el primer pensamiento al despegar la cabeza de la almohada. Ella acumula experiencia de casi una década como diseñadora y entiende que la pintura es su lenguaje, algo vocacional, ese anzuelo que hace apostarlo todo a una vía que suele revelarse como una trampa, tarde o temprano.
“Es lo que creo que mejor sé hacer, para lo que tengo capacidad, donde puedo aportar algo y lo que mejor me hace sentir conmigo misma pese a lo frustrante que es intentar vivir de ello”, afirma esta ilustradora, que también subraya las consecuencias materiales de esa consideración: “Al ser un trabajo de naturaleza vocacional se asume que cualquier precio es más bien simbólico en vez del intercambio por un bien o servicio, como si no hubiera un sacrificio real que justifique pagar. Lo resumiría en desterrar de una vez el ‘de qué te quejas, ¡haces lo que te gusta y encima algo te pagan!’ cuando, ojo, que la pintura nos apasione no quiere decir que producir lo que otros nos piden bajo las condiciones que nos exigen sea lo que nos gusta, a eso se le llama trabajo y el trabajo hay que cobrarlo dignamente para vivir”.
Culturas
La clase obrera de la cultura en la era Amazon
En el acto de entrega de la cartera, el ministro de Cultura saliente, José Guirao, le dijo a su sucesor en el cargo, José Manuel Rodríguez Uribes, que “los ministros, los concejales y los consejeros no hacemos la cultura, la hacen los creadores y los ciudadanos”. El problema es en qué condiciones se realiza en un mundo dominado por corporaciones gigantes que imponen sus normas, como Amazon y Google.
Según su experiencia, Duque apunta que una vía de mejora en el trabajo como ilustradora sería cambiar las cuotas que abonan como trabajadores autónomos. “Otro sistema de cuotas ayudaría mucho: pagamos mensualmente lo mismo facturemos o no facturemos y es un trabajo con mucha eventualidad”.
Y también señala a las condiciones que ofrecen las editoriales y las plataformas de venta online: “Suelen ser precarias y, además, no suele ser posible negociar ni el derecho de propiedad ni el porcentaje de beneficios ni las condiciones de producción de tu creación. Que apuesten más por ilustradoras nuevas con diferentes estilos y formas de ver el mundo también sería interesante, hace falta diversidad en lo que se representa y cómo se representa, que se fijen más en lo que creamos y menos en followers y retweets. ¡Nos han llegado a decir que solo miran tu trabajo si tienes miles de seguidores!”, concluye con rabia.