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Coronavirus
¿Discriminación infantil? Pasaportes no
La decisión en torno a la vacunación covid-19 en menores no debería conllevar ningún estigma. Las familias y los menores deben ser apoyados en su decisión, sea ésta cual sea. Evitar la discriminación de cualquier niño por este motivo es responsabilidad de todos. Al hilo de esto, compartir algunos aspectos que nos parecen importantes. Resulta importante dejar claro que la vacunación covid-19 en infancia es controvertida. No está claro el balance beneficio riesgo de la misma. Y sigue siendo imprescindible un debate profuso al respecto, como se está dando en muchos países.
Un debate sobre su indicación y las excepciones, sobre si existe una necesidad real de la misma en niños sanos para los cuales la covid-19 es una enfermedad leve y autolimitada, un debate sobre su perfil de seguridad (las vacunas covid-19 en infancia siguen autorizadas para uso de emergencia). Por ello recabar datos en este proceso es imprescindible. Es así mismo imprescindible la notificación de posibles efectos adversos que pudieran ir apareciendo y no se detectaron en las fases iniciales del ensayo clínico, como es el caso, aunque raro y mayoritariamente leve, de miocarditis/pericarditis que se han dado en población joven, sobre todo tras segunda dosis y de las que desconocemos su pronóstico. Es directo, fácil y sencillo comunicar la sospecha de un efecto adverso. Para posteriormente estudiar la plausibilidad o no, primero hay que notificar.
Se repite que la vacunación infantil protege a los mayores ¿Es lícito justificar su vacunación en aras de una mayor protección de los mayores?
Y en todo esto, es crucial no olvidar la ética. Se repite que la vacunación infantil protege a los mayores, algo cuando menos llamativo porque estamos viendo como lamentablemente las vacunas actuales no evitan la transmisión. Pero aunque así fuera, que no parece, dicho argumento colisiona con aspectos éticos. ¿Es lícito justificar su vacunación en aras de una mayor protección de los mayores cuando a los niños la enfermedad mayoritariamente les afecta de manera leve y todavía desconocemos diversos aspectos de esta vacunación infantil?
Son más que urgentes los datos. Tenemos algunos pero no todos. Los niños (0-19) lideran la incidencia actualmente pero no la positividad. No parecen ser ellos el reservorio del virus ni la fuente principal de contagio, aunque se repita sorprendentemente. Necesitamos asímismo datos sobre el número de niños que ya ha pasado la enfermedad (las estimaciones son altas) y para ello es indispensable un estudio de seroprevalencia e inmunidad celular.
¿Podríamos estar vacunando de Covid19 a los niños sanos sin necesitarlo? La proyección a futuro que su salud tiene nos obliga a ser muy exigentes con cualquier decisión y sus implicaciones pronósticas. Noruega no vacuna a los menores de 12-15 años que han pasado la enfermedad. Finlandia y Noruega han decidido por el momento no vacunar a los niños sanos de entre 5-11 años.
La inmunidad natural producida tras haber pasado la enfermedad es aparentemente más robusta y duradera que la generada por las vacunas. Y en algunos casos, como es el caso de los 4 coronavirus endémicos que producen los catarros y de los que nos infectamos a temprana edad, dicha primoinfección ofrece inmunidad que protege de la enfermedad grave tras reinfección ocurrida en edad adulta. Expertos afirman que en el caso del SARS-Cov2 podrían hacer falta más de una infección en infancia para conseguir dicha inmunidad duradera que evitara la gravedad en edad adulta.
Los pasaportes Covid19 no tienen base científica si su finalidad es disminuir la transmisión. La evidencia de que las vacunas lamentablemente no evitan la transmisión es aplastante.
¿Podría la inmunidad natural generada tras la infección por el virus SARS-Cov2 en infancia también contribuir a la evolución de pandemia a endemia? Los pasaportes covid-19 no tienen base científica si su finalidad es disminuir la transmisión. La evidencia de que las vacunas lamentablemente no evitan la transmisión es aplastante. Empiezan a cambiarse los protocolos al respecto. Tampoco tienen base ética, pudiendo ser especialmente doloroso en el caso de la infancia.
El día 15 de diciembre del año que acabamos de dejar atrás, se amplió en Euskadi la aplicación del pasaporte covid-19 (hasta que la incidencia acumulada en los últimos 14 días fuera menor a 300 casos por 100.000 habitantes) a casi todo recinto cerrado o de masas, gimnasios, residencias... actos deportivos o culturales, afectando a toda la población mayor de 11 años. Esto incluye a todos los niños mayores de esa edad.
Conocemos en la situación actual lo que los medios de comunicación nos hacen llegar, pero además de debate y más datos, precisamos las voces de padres y niños en este tema. Esto nos contaban el primer día de la ampliación de dichos pasaportes algunos padres: “Queremos cita para vacunar lo antes posible a nuestros hijos (Peio y Oier, 7 años) porque no tenemos dudas”, “Nos ha escrito un mensaje el entrenador, que no puede (Miren, 13 años) jugar en el equipo si no tiene pasaporte”. “Ya hemos empezado... Me han escrito de la academia de danza. Necesita el pasaporte covid-19 para seguir yendo... que si no está vacunada no puede ir“ (Madre de Haizea, 12 años). Marcos, 19 años, tiene pasaporte covid-19 porque pasó la enfermedad en julio. El pasaporte tiene una duración de 1 año tras la vacunación y de 6 meses tras recuperación de la enfermedad. Esto tampoco se entiende.
No es fácil tomar decisiones sobre la salud de los hijos. En esta tesitura que nos ocupa, hay padres que han decidido dar a sus hijos la vacuna covid-19 y otros, muchos de ellos vacunados, o están dudando o han decidido no vacunar a sus pequeños por el momento. Es nuestro trabajo dar información rigurosa y actualizada y estar disponibles para las dudas que surjan, no juzgar ni forzar voluntades. Este tipo de decisiones a veces pueden asociar culpa, responsabilidad extrema, miedo y dudas. Intentamos acompañar. Acompañar no implica estar de acuerdo, sino tener un espacio abierto donde compartir también la incertidumbre, donde a veces las decisiones y las percepciones cambian, también las nuestras. Nadie debería sentirse empujado a ir en contra de su decisión en un tema tan delicado como éste, sea cual sea la misma.
En un artículo de la Revista Pediatría Atención Primaria se afirma ”cabe tener en cuenta que quien cuestiona la seguridad y eficacia de las vacunas no es un antivacunas, ni un negacionista ni un conspiranoico. Al contrario, es alguien consciente de su responsabilidad científica, como médico, y pide muchísima prudencia. “Primum non nocere es la máxima que debe guiar nuestros actos médicos”. Ese mismo respeto les debemos a los padres en esta decisión.
Y si para los padres puede ser complicado, para los niños no lo es menos. Los niños no deciden las medidas tomadas. Y las decisiones que han afectado sus vidas en esta pandemia no han tenido en cuenta su realidad. No son adultos pequeños. Sus síntomas, su pronóstico, la importancia de la socialización, la educación, la nutrición... en un momento de la vida en la que están en pleno desarrollo, tiene un impacto determinante no solo ahora sino para el resto de su vida. Su vulnerabilidad y fragilidad nada tienen que ver con las de la edad adulta. Ante la nueva situación algunos niños no vacunados han empezado a pedir a sus padres vacunarse “para bailar”, para ir a clase o jugar a fútbol.
Ellos no quieren y nosotros no podemos permitir que una norma más que discutible en nuestra opinión, que una decisión de los padres que debe ser respetada independientemente de si fuera o no compartida, se asocie con una limitación de sus derechos fundamentales. Podríamos estar fomentando un ambiente de discriminación, estigmatización y rechazo a infancia-adolescencia sin vacunas. En Reino Unido subrayaban la importancia de al ofrecer la vacuna covid-19 a los menores, no imponer y por supuesto proteger a familias y niños para que ningún estigma calara, independientemente de su decisión al respecto.
En esta pandemia les impusimos un confinamiento estricto durante 42 días sin parangón con otras edades y otros países. No pudieron tocar calle, ni amigos ni sol.
En esta pandemia les impusimos un confinamiento estricto durante 42 días sin parangón con otras edades y otros países. No pudieron tocar calle, ni amigos. ni sol. Sus parques cerrados con las terrazas abiertas, muchas de estas medidas sin ninguna evidencia que las avalara. Su deporte escolar paralizado mientras los estudios dejaban claro su menor papel en la transmisibilidad. Los protocolos que les definen como contactos estrechos casi “de cualquiera”, los cribados escolares que en muchas ocasiones se hacen en los más pequeños, les están forzando a pruebas diagnósticas y aislamientos que de facto se acercan a aquel confinamiento inicial. Sabemos del esfuerzo de todos pero los cambios impactan en los más pequeños. “Una clase entera de Primaria tras un único positivo, es invitada a dicho cribado y acaba encadenando hasta 3 semanas de aislamiento”. ¿Se estudia igualmente en entorno adulto todo esto? ¿Estamos haciendo proporcionalmente más pruebas a los niños? Los niños podrían estar soportando una presión diagnóstica y rastreadora sin parangón. La situación epidemiológica no debería cargar siempre sobre ellos, sobre todo cuando están a la cola de la positividad. Si esta positividad en los niños es mucho menor que la general, ¿cuál es, entonces, el objetivo de dichos cribados infantiles? ¿Medimos sus consecuencias?
Los datos de las medidas restrictivas en las vidas de los menores son aplastantes en términos de probable impacto severo en salud mental, obesidad, pobreza infantil y brecha académica, más en los más vulnerables.
¿Y vamos a seguir con medidas que pueden dañar más? Exigir a los niños un pasaporte covid-19 abre la puerta al estigma. No queremos que aprendan que el control, la coerción son el suelo de nuestra sociedad. Ellos aprenden lo que ven. Sabemos que la solidaridad, la ciencia y el debate, la ética, el primum non nocere, la disminución de las desigualdades son la base sobre la que queremos construir, entre todos. “Un país avanzado no es aquel en el que los pobres tienen un seguro médico privado, sino en el que los ricos usan la atención primaria pública”. Y ésta se está yendo a pique.
Los países avanzados aprenden a disminuir las brechas de desigualdad, a debatir entre diferentes sin miedo, a no discriminar ni perseguir, a cuidar de los más vulnerables. A cuidarnos entre todos.
Los niños podrían estar haciendo un sobreesfuerzo para adaptarse a las medidas impuestas que les están pudiendo llevar a desconectar de sus propias necesidades. No añadamos más exigencias sin ética ni ciencia. No sabemos de leyes, pero entendemos que ninguna ley o norma debería pedir un pasaporte a ningún niño y menos cuando lo que se impide con el mismo impacta en sus derechos y en su salud evolutiva. No a los pasaportes en general. Rotundamente no en el caso de los niños. No les hagamos más daño. Primum non nocere.
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Me parecen muy necesarios este tipo de artículos que, al menos, incitan al debate sobre el tema (y me refiero al debate real, no al que estamos acostumbradas en los grandes medios). Por esto sigo sin entender por qué desde este mismo medio se censuró hace meses un artículo muy valioso de los/as autores/as del libro : Covid 19: la respuesta autoritaria y la estrategia del miedo. He leído el libro. Y es un libro en sintonía total con el debate que se propone en este artículo, fuera de teorías negacionistas y demás.... Nunca comprendí esa censura, y no se si es que desde este medio se está cambiando de postura en el tema, y se ha decidido abrir el debate al fin, o es que el tema de la infancia es menos controvertido
... Quien sabe.... Desde luego , el debate es necesario.
Un texto estupendo y absolutamente necesario.
Lo suscribo de principio a fin.
Gracias.