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Desperdicio alimentario
Desperdicio alimentario ¿aún en medio de una pandemia?
En plena pandemia, y crisis social, el desperdicio alimentario continúa siendo un problema de primera magnitud, que además se acentúa en el periodo navideño. Este despilfarro tiene un impacto muy importante sobre la huella de carbono, la huella ecológica y la huella hídrica, sin olvidarnos del componente social.
Si alguien decide iniciar una pequeña investigación sobre el desperdicio de comida, lo primero que se le viene a la cabeza es buscar en Google “desperdicio de comida” y sorprenderse con la friolera de más de cuatro millones de entradas sobre el tema. ¿Será que tiene alguna trascendencia en nuestras vidas? Veamos...
La primera cuestión es ¿realmente es algo que deba preocuparnos? ¿No es el Covid la fuente de todos nuestros problemas? La economía y el medio ambiente eran también algunas de nuestras preocupaciones, ¿cierto? Pero, sin embargo, y desgraciadamente, el despilfarro alimentario sigue siendo una lacra que, también en tiempos de pandemia, nos azota. Y no parece que se le haga mucho caso.
Para el común de los mortales, cuando se habla de sostenibilidad nunca nos vienen a la cabeza las implicaciones que tiene en nuestro entorno el que dejemos echarse a perder una mandarina, o ese trocillo de pan duro que desechamos, o ese medio tomate que aparece sorpresivamente mutado en una nueva forma de vida en un rincón de la nevera.
Nuestros comportamientos irresponsables, en relación con la alimentación, parecen ser un pecado venial en lo que a nuestras preocupaciones ecológicas se refiere, y, ni mucho menos pensamos en que desperdiciar alimentos supone, además, un gasto económico brutal “una tercera parte de la producción mundial de alimentos para consumo humano se pierde o desperdicia en la cadena de producción hasta que llega a la cocina de nuestros hogares” podemos leer en National Geographic.
Ya ha pasado el confinamiento terrible de marzo, con sus asaltos a los supermercados y sobredosis de levadura, ya han pasado meses de que el revulsivo en nuestras vidas del covid 19 nos ha puesto boca abajo y nos ha hecho replantearnos todo; día a día los cambios que ha propiciado nos han hecho ¿mejores?
Claro que nadie niega que la pandemia haya causado pérdidas económicas tan dolorosas como impactantes, y nadie puede dudar de que han vuelto las colas del hambre, para vergüenza de nuestra sociedad, pero desechar un trozo de queso sigue siendo peccata minuta.
Durante los largos días del confinamiento vimos la importancia de aprovechar las sobras, de no tirar nada porque no podíamos salir alegremente a comprar cuanto nos apetecía día a día, pero ahora, volvemos a las andadas, y aún en el actual contexto de crisis acuciante, seguimos despilfarrando alimentos.
Si bien la reducción del despilfarro de alimentos es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aún en la situación actual, seguimos actuando con indolencia en este tema. Y tener en cuenta los recursos que se necesitaron para la producción de los alimentos y la contaminación que produce su desperdicio es fundamental para tomar conciencia del problema.
¿Cómo afecta el desperdicio alimentario al Medio Ambiente?
La producción de los alimentos tiene un impacto muy importante sobre la huella de carbono, la huella ecológica y la huella hídrica, sin olvidarnos del componente social.
La huella de carbono es la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto, en el caso que nos ocupa, un 22% de los alimentos termina en la basura, y con ellos todos los recursos utilizados en el proceso. (Óscar González-Recio en The Conversation)
En lo que se refiere a la huella hídrica, este indicador hace referencia al volumen total de agua dulce usado para producir los bienes y servicios que consumimos. Según estudios de la Universidad Politécnica de Madrid, la huella hídrica de los españoles asociada al desperdicio de alimentos está estimada en más de 130 litros de agua por persona y día.
El agua dulce, un recurso que no sólo es un bien cada vez más escaso, sino que ya empieza a cotizar en bolsa, una de las peores noticias del año, por cierto, otra de las víctimas del despropósito del desperdicio.En cuanto al impacto medioambiental, según este estudio de Mónica Serrano sobre el “Consumo privado de los hogares y emisiones de gases de efecto invernadero en España” en la Universitat de Barcelona, la contribución al cambio climático de la dieta en los hogares es alrededor de un 19%.
Por un lado, influye en el incremento de la agricultura intensiva que se lleva a cabo para la sobreproducción de vegetales, cereales, frutas… (para consumo humano y ganadero), contribuyendo así a disminuir la fertilidad de las tierras, lo que provoca a su vez la necesidad del uso de abonos que, a la postre, terminan contaminándolas.
Todo eso sin contar con que el gasto en combustibles fósiles se encuentran en todas las fases de producción de alimentos: desde la recogida de los productos hasta el transporte que los lleva a tu supermercado de confianza. La pesadilla que se muerde la cola.
Estos días navideños, los carros de los supermercados se tambalean, los estantes de la cocina se desbordan… o todo lo contrario. Y no parece haber términos medios.
Restaurantes, supermercados, familias… seguimos llenando la nevera hasta no saber qué tenemos en ella. Continuamos sin racionalizar nuestro consumo, y sin hacer una lista de la compra que permita llenar conscientemente la despensa sin que la huella ecológica de nuestro consumo aumente más allá de los límites lógicos.
Nos olvidamos de que nuestro malgasto de alimentos, no sólo carece de ética para con el medio ambiente sino también para con nuestros semejantes, algunos de los cuales están sufriendo situaciones de desamparo tristísimas y acuciantes, que permiten recordarnos eso que decían las abuelas “cómetelo todo, que hay muchos que no pueden”.
¿Qué podemos hacer nosotros para paliar el desperdicio alimentario?
En estas fechas navideñas, el malgasto alimentario se triplica, ¿cómo contribuir a evitarlo?
- Ten en cuenta el número de comensales. No compres para un regimiento.
- Revisa la despensa y el frigorífico antes de ir a la compra, haz una lista para evitar consumir de más.
- Cuídate del 3x2 a no ser que sea para alimentos de larga duración.
- Si eres docente abre un espacio para la educación medioambiental en tu clase, e incorpora actividades que contribuyan a evitar el despilfarro de alimentos. Tienes muchas ideas y recursos en la web de este proyecto que llevamos a cabo Síndrome de abundancia, no tires alimentos, reaprovéchalo para replicar o crear tus propias iniciativas. Puedes ver más en este blog.
- Dona a organizaciones que gestionan el reparto a Bancos de alimentos, parroquias, etc.
- Sigue de cerca iniciativas tan lúcidas como las de Yo no desperdicio, Too good to go, Red Alimenta, o Espigoladors, entre muchos otros.
La pandemia del coronavirus ha destapado muchas miserias en nuestro comportamiento, tanto de la gente de a pie como de los gobiernos. Nos quejamos continuamente de la gestión llevada a cabo, y, sin embargo, apenas podemos gestionar nuestra lista de la compra. Y en épocas de festejos navideños, el desperdicio de comida se multiplica.
Recordemos que, según los datos que ofrece la FAO en su informe Food wastage footprint – Impacts on natural resources, las cifras del desperdicio supone un montante de cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos al año. Y estas navidades, que ya son suficientemente complicadas de por sí, seamos inteligentes y pongamos nuestro granito de arena no contribuyendo al Antropoceno sino contribuyendo a un mundo más justo, ecuánime y libre de desperdicio alimentario.
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Cabe preguntarse si alternativas como "Too Good To Go" son realmente tan lúcidas, como dice el artículo, o si no son más que otra manera de capitalizar y poner de nuevo en el sistema de mercado un producto que iba a la basura. ¿No sería mejor donar todos estos productos a aquellos que lo necesiten de verdad? Al fin y al cabo, los que utilizan esta plataforma suelen ser jóvenes "alternativos" con la idea de luchar contra el desperdicio, cuando esos mal llamados desperdicios podrían llenar estómagos en vez de egos. O igual es cosa mía.