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Cine
Mateo Cabeza: “Hago un cine del que me cuesta desprenderme emocionalmente”
Mateo Cabeza tiene voz firme, cree en lo que cuenta y así lo transmite. La situación no nos ha dejado compartir un café, pero nos encontramos por un teléfono que por instantes tiende a desaparecer para dejar paso a las historias. Mateo es cineasta, uno en continuo conocimiento de su obra, pero ante todo es un contador de historias, un observador activo de la realidad que ha encontrado en el cine el medio para transmitirlas.
Graba lo que le motiva, aunque también compagina esta labor con ser editor y docente, respuesta que da al preguntarle de qué vive entre película y película. Actualmente no para de hablar de Paraíso, su último cortometraje documental, que en apenas 20 minutos provoca un vaivén de emociones que acongoja y genera esperanza a partes iguales. Taha y Ahmed se convierten en el duro reflejo de una relación que se fortalece ante la situación que les toca vivir. Un hijo y su padre que se ven obligados a cambiar de país y que se instalan en un hospital andaluz a la espera de un trasplante que parece no llegar nunca.El cineasta sevillano es un firme ejemplo de que desde el sur se puede crear algo muy personal, pero que al mismo tiempo pueda ser reconocido. Prácticamente todas sus obras están premiadas y con Paraíso está arrasando allá por donde va. En poco menos de un mes le esperan los Goya, una cita quizás necesaria para afianzar una carrera en este mundo que ya lleva recorriendo un tiempo.
Reconoce que este filme es la obra que más está moviendo porque lo vio claro desde el principio y es un proceso que le está enseñando mucho en cuestión de producción y distribución. “Yo, que nunca se del todo de qué van mis películas hasta que pasan por lo menos dos meses, porque es cuando puedo ver todos los matices, ahora comprendo que, al presentarla en festivales, al compartirla, se genera un discurso que incluso a los propios autores aclara muchas cosas”.
En su obra podemos ver que Mateo Cabeza es un cineasta de contexto, de aquellos que se introducen durante meses en una realidad hasta elegir el momento exacto en el que poner la cámara a grabar.¿Qué debe tener una historia para que decidas filmarla?
Sin duda debo tener una pulsión personal con el personaje, con el espacio o con el entorno en el que esté pasando. Yo siento que son mecanismos emocionales que hacen que yo conecte, que me hacen querer crear algo, investigar sobre eso. Ese tipo de trabajos me revela muchos aspectos que quiero trabajar sobre mi y que me hace conocer otras vidas que nunca me había planteado que podrían ser referentes, pero que acaban siéndolo.
Consciente del mundo esperpéntico en el que vivimos no quiere que el cine se quede atrás “la vida es difícil, es complicada y me gusta que el cine esté a la misma altura”, por eso deja que cada historia le vaya diciendo el tiempo que debe dedicarle. “No nos podemos dejar guiar por la inmediatez porque se pierden muchos detalles, este ritmo frenético nos hace perder el tiempo humano, el tiempo de curación, el tiempo de forjar las relaciones y no nos deja ver pacientemente la realidad”.
Pone de ejemplo Que nadie duerma, donde se dio cuenta que realmente vio que le necesitaba compartir más con los jóvenes de Danza Mobile para llegar al nivel de profundidad, de honestidad, al que quería llegar y mostrar. Unos trabajos previos, confiesa, que le han permitido abrirse en canal en Paraíso.“Paraíso es la historia de la culpabilidad de un niño enfermo, que siente que ha separado a su padre de su verdadera vida”
Considera que con Paraíso ha logrado una intimidad que no tiene nada que ver con lo anterior. “Conseguir alguna de las secuencias que salen en Paraíso es un regalo del cine”. Aunque afirma que llegar hasta ahí es una árdua tarea, por eso no son muchos los que se dedican al cine documental. “En el documental lo que está pasando es real, se generan relaciones personales, vínculos emocionales que no terminan con el final del rodaje, este es un cine que está, que luego desprenderse de él es duro y duele”.
Esto es algo que él mismo tiempo reconoce como un inconveniente a la hora comprometerse con un proyecto. “A veces me preguntan cómo consigo esa intimidad y es que bueno, estoy yo solo —dice riendo—, aunque también lo hago porque me apasionan todos los campos”. Aclara que es difícil exigir que alguien te acompañe en un proyecto “con un guión abierto al día a día, con muchos muchos cambios y donde nunca se sabe realmente cuándo va a terminar”.La creación de Paraíso
Mateo estuvo ocho meses de voluntario en el Hospital Infantil Virgen del Rocío hasta encontrar la historia que realmente quería contar. “Yo tenía un impulso, que era hablar del dolor, luego me interesó comprender cómo se trabajaba en un hospital pediátrico por dentro, qué ocurre con los niños hospitalizados, qué les pasa cuando son adultos o cómo les ha transformado la vivencia, pero no suelo tener una idea concreta de lo que quiero filmar, va viniendo durante el proceso, mientras me voy involucrando”.
Explica que ser voluntario fue la mejor manera de acercarse a esta realidad: “Yo entendí muchas cosas que no acaban saliendo en la película pero que forman parte de la atmósfera que se ve plasmada”. Empieza a contar algunas anécdotas “tengo marcados algunos sonidos, las relaciones entre las enfermeras y los niños, como por ejemplo que allí el juego por excelencia es el UNO”.“Al principio, Taha no me cayó bien” relata entre risas recordando cómo se acercó a las vidas de los protagonistas. “Era un niño complicado y muy cerrado, hasta que un día me cogió la mano y entendí su dulzura, en realidad esa dureza es una actitud más que comprensible para alguien que lleva cuatro años viviendo en un hospital”.
A raíz de su contacto con Taha conoció a su padre, Ahmed, “un señor que siempre estaba solo en la habitación y que no hablaba español, pero que siempre decía ‘gracias, muchas gracias’”. Cuenta que poco a poco se fue produciendo un encuentro de saberes: “Ahmed me enseñaba árabe, yo me llevaba la guitarra, se estaba construyendo el amor a querer filmar algo y la necesidad de que su historia fuera contada”.
“Yo tenía que estar muy seguro de cuándo tenía que poner la cámara, lo que tenía muy presente es que no podía jugar con sus emociones”. Una vez ocurrió, Paraíso se filmó en poco más de un mes y medio hasta que decidió que historia estaba bien contada hasta ahí. “Yo no quería que nada distrajera, cada plano, cada segundo está muy cuidado, yo no creo mucho en los planos recursos, por ejemplo, considero que el cine es algo muy serio y me lo tomo así”.
Mateo explica que la historia de Taha y Ahmed es, entre otras cosas, “la historia de la culpabilidad de un niño enfermo, que siente que ha separado a su padre de su verdadera vida y que es culpa de un problema que tiene él”. Esta relación, el vínculo entre ellos y la oportunidad que tuvo de estar cerca de ambos se convirtió en lo que él como artista buscaba crear.
Además, Mateo habla de lo particular de una relación así entre un padre y un hijo: “Creo que con Paraíso se rompe el estereotipo de una masculinidad fuerte y clara”. Cuenta que es algo que habló mucho con la traductora de la película: “Mila, que es de origen saharaui, me decía durante las traducciones que le sorprendía ver a un hombre musulmán abriéndose así delante de su hijo”.
Después de terminar el rodaje, Mateo le escribió una carta a Ahmed donde le daba las “gracias, muchas gracias” y le pidió que deje de darlas tanto que ya las ha dado suficiente. “Creo que una de las cosas que puede aportar Paraíso es dignidad a una historia desconocida, pero sin duda real”.
Mateo Cabeza se sigue emocionando cada vez que asiste a una proyección del cortometraje, donde siempre descubre nuevas apreciaciones. Confía en que a Paraíso le queda todavía recorrido y que se quiere comprar una camiseta que ponga “Estoy en mi mejor momento”, aunque se corrige rápido: “Bueno, cada momento es el mejor, ¿no?”.