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Chile
Suecia: el exilio chileno más masivo y más castigado
Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre que derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende, salieron al exilio más de 200.000 personas. La mayoría huyó por sus propios medios a países limítrofes como Argentina y Perú, pero una gran parte se asiló en embajadas. Entre las que más refugiados recibieron se encuentra la embajada sueca, que acogió hasta 1988 a cerca de 10.000 chilenos, de los que hoy quedan viviendo en Suecia prácticamente la mitad. Estas son algunas de sus historias.
El mes de septiembre les produce sentimientos encontrados. Por un lado, es el mes de Chile, el mes de la independencia y coincidía en el hemisferio sur con la llegada de la primavera. Pero desde hace 45 años, el calendario está teñido de sangre por la represión, el dolor y los oscuros años que sucedieron al golpe de estado en Chile, que significaron la ejecución y desaparición de más de 3.200 víctimas durante la dictadura de Augusto Pinochet. “¿Quién me ha robado el mes de abril?” dice una canción de Joaquín Sabina. A los chilenos también les robaron su primavera un día como hoy.
Y todos estos sentimientos salen a flote en septiembre. Se ve en las caras de chilenos y chilenas que debieron hacer del frío y distinto Estocolmo su lugar para vivir toda la vida. Los festejos patrios conviven, extraña pero cómodamente, con las conmemoraciones de un nuevo aniversario del golpe, y con actos que revindican justicia y verdadera reparación para las víctimas de esos crímenes, con responsables que siguen caminando por las calles con entera impunidad.
Todo comienza en la sede de la Asociación Víctor Jara ubicada en el centro de Estocolmo. Desde la semana pasada se han estado celebrando actos que tienen por objetivo reivindicar la memoria del gobierno de la Unidad Popular y recordar su legado. “Para todos es una fecha triste y es por eso que este año, sin olvidar los brutales crímenes, hemos querido también poner el foco en la alegría de esos mil días del gobierno de Salvador Allende, recordando los objetivos de su programa de gobierno y sus logros en materias sociales”, cuenta Roberto Muñoz, que encabeza la Federación Víctor Jara, una de las muchas agrupaciones de chilenos que existen en Suecia. En el programa de conmemoraciones se celebró una charla con el alcalde del Partido Comunista, Daniel Jadue, y este sábado está contemplada la visita desde Venezuela del médico Pablo Sepúlveda Allende, nieto del ex Presidente Salvador Allende.
Responsable de la salida y el asilo de unos 1.300 chilenos fue el embajador de Chile en Suecia en el momento del golpe, el diplomático Harald Edelstam, conocido coloquialmente como el “clavel negro” o el Oscar Schindler sueco
Distinto es el ambiente que se vive al otro día más al sur de Estocolmo, en el local del Club Lautaro, otro bastión de exiliados chilenos, que une a varias oleadas migratorias en base al folklore y al deporte. La fiesta es por los diez años de Radio Bahía, una radio comunitaria que se ha transformado en la voz del exilio chileno en Estocolmo, al frente de Luis Romero, quien militaba en las juventudes comunistas en Concepción en el momento del golpe de estado. En la celebración hay de todo: desde empanadas y vino tinto hasta canciones con grupos andinos y valses peruanos, y por supuesto, la cueca, el baile nacional chileno. Quien entrara a la fiesta y viera el jolgorio ni se imaginaría que detrás de estos rostros hay sufrimiento y lo que se llama hoy resiliencia.
Hoy más de 5.600 chilenos viven en Suecia. Muchos se volvieron con las políticas de retorno implementadas por los primeros gobiernos de la democracia, pero al ver que el país que habían dejado no tenía nada que ver con el que habitaba en su cabeza durante el tiempo de exilio, “volvieron a volver” a Suecia, iniciando un viaje ya sin retorno que dura hasta nuestros días.
Responsable de la salida y el asilo de unos 1.300 chilenos fue el embajador de Chile en Suecia en el momento del golpe, el diplomático Harald Edelstam, conocido coloquialmente como el “clavel negro” o el Oscar Schindler sueco. Edelstam refugió en las dependencias de la embajada sueca a familias completas, a quien les abrió las puertas de la delegación diplomática para vivir allí mientras eran tramitados los salvoconductos de los perseguidos políticos.
Incluso rescató de la intervenida embajada de Cuba en Chile a los refugiados que se encontraban allí y tramitó sus asilos para que también pudieran a emigrar a Finlandia, con la complicidad del único embajador europeo que le ayudó en esa hazaña. La ficción se ha encargado de hacer justicia a estas colaboraciones, a través de la cinta El clavel negro que cuenta el compromiso de Edelstam en Chile y también durante la resistencia. Una cadena de televisión chilena prepara también una serie inspirada en la colaboración del gobierno finlandés y sueco.
Pero quien se ha encargado de dar a conocer universalmente el legado y el compromiso del ex embajador sueco —fallecido en 1989— es su nieta, Caroline Edelstam, a través de la fundación que lleva su nombre. Quedamos en las afueras del parlamento sueco, un día después de las elecciones que aún mantienen al país en vilo, para hablar del legado de su abuelo “Hacemos un trabajo de homenajear la figura de mi abuelo pero, sobre todo, de respaldar a las personas que luchan por sus ideales en contextos adversos. La fundación busca premiar la resistencia y el compromiso aún en estos días complicados en el mundo”.
Exiliadas chilenas
Como en muchos procesos históricos traumáticos, la voz de las mujeres ha sido acallada durante todo el periodo que ha sucedido al fin de la dictadura. En un principio por temor, después, porque los portavoces han sido o intelectuales o sus parejas o políticos hombres. Tratando de romper ese cerco, fuimos invitados a sus casas para hablar de sus historias de vida y exilio, un exilio que inundó a todas sus familias y cuyas consecuencias se palpan a día de hoy.“Cuando se leen las cifras de víctimas e informes fríos de la represión a veces no se contabiliza el dolor de los familiares que tuvieron que soportar la trágica desaparición de sus parientes”, dice Vania Ramírez
Olinda Mena, militante comunista en el momento del golpe, fue detenida dos veces: en 1973 y en 1984. Pero eso no fue lo peor, la represión mató a su compañero en 1979 y su hermana desapareció en 1976, su hermano estuvo en los centros de tortura de Tres y Cuatro Álamos y detuvieron a su hijo mayor en 1984.
“Lo que viví en mi primera detención lo he contado a los tribunales que investigan a los derechos humanos y delante de las comisiones de verdad. Me violaron varias veces, entre torturadores y luego con perros. Fui la primera mujer que denunció este tipo de violaciones que sufrimos muchas compañeras, aunque a esto se opusieron incluso los gobiernos de la Concertación, tratando de alargar los pactos de silencio y proteger en este sentido a los torturadores. Me entristezco de pensar en que a la última persona a quien confesé mi tortura fue a mi hija, al principio no tuve valor para hacerlo”.
Vania Ramírez tenía nueve años cuando acompañó al exilio de sus padres, dos pedagogos de militancia comunista que fueron expulsados de Chile a Suecia. “Aunque era muy pequeña, tenía plena conciencia de lo que había pasado y mi madre en cuanto llegamos a Suecia, me preparó desde un principio para que nuestro activismo no muriera en la resistencia y también para la vida misma. Y digo esto, porque pareciera que ella lo hubiera sabido con antelación, ya que al cabo de dos años de exilio, murió de un derrame cerebral. Cuando se leen las cifras de víctimas e informes fríos de la represión a veces no se contabiliza el dolor de los familiares que tuvieron que soportar la trágica desaparición de sus parientes. Esto le pasó a mi madre y también a mi abuela cuyo corazón no resistió el encarcelamiento de su padre”, cuenta hoy la doctora y activista por los derechos humanos de 51 años, entusiasmada por contarle a su nieta toda la historia de sus abuelos y de cómo llegaron hasta Suecia.
Cómic
El sueño de Salvador Allende que duró 1.000 días, en viñetas
El cómic Los años de Allende, firmado por Carlos Reyes y Rodrigo Elgueta, se adentra en la vorágine que sacudió Chile entre 1970 y 1973, desde la victoria electoral de la Unidad Popular al golpe de estado perpetrado por los militares.
Con secuelas físicas y psicológicas se quedó la activista Silvia Leiva, a quien los militares fueron a detener al campamento Nueva Habana, un experimento comunitario que se había iniciado a finales de los años sesenta en el barrio La Florida de Santiago. “Soy una superviviente, pero la dictadura no ha vencido, en tanto cuanto yo misma y a mis hijos y nietos, les he traspasado la obligación de luchar. Tengo ocho operaciones producto de las torturas que recibí y nadie me va a quitar el horror que sentí cuando mis torturadores me violaron en una camilla en presencia de mi padre”, sostiene Silvia, quien pasada la dictadura chilena continuó con su activismo en El Salvador, y lucha desde un barrio en los suburbios de Estocolmo para impedir el rebrote de los movimientos de corte nazi en Suecia.
En otras historias similares están las compañeras del exilio y militantes comunistas Elena Gutiérrez o Karina Francis, que después de idas y venidas a Chile, decidieron quedarse definitivamente en Suecia.
Elecciones en Suecia
Otro efecto colateral de la diáspora chilena en Suecia se tradujo en que los hijos del exilio hoy tienen cargos de representación política. Así se pudo comprobar en las pasadas elecciones del domingo 9 de septiembre, a las que postularon a cargos de representación parlamentaria y municipal 40 ciudadanos de origen chileno. Es el caso de Lorena Delgado, chilena nacida en el exilio argentino de sus padres y emigrada a Suecia en los años 80. En estas elecciones repostuló por el partido de Izquierda sueco, como candidata a concejala en un distrito con alta inmigración en el suroeste de Estocolmo: “Los problemas de desempleo juvenil y de vivienda en este barrio son altísimos. Me uno con la comunidad latinoamericana y las compañeras feministas que postulan igualmente a cargos en el gobierno local, porque tenemos que hacer un frente común”.También hijo de exiliados chilenos que llegó con 10 años a Suecia es Francisco Contreras, quien postula al cargo de concejal en un barrio más acomodado, en la otra punta de la capital sueca. “Aunque los niveles socioeconómicos son más altos en este barrio, también hay problemas en educación y en la regulación del coste de la vivienda. Lamentablemente también se ha sufrido un ascenso de los movimientos de ultraderecha, que defienden un discurso completamente xenófobo ante las oleadas migratorias de refugiados que ha acogido el país en los últimos años” dice Contreras —también candidato del partido de Izquierda (Vänsterpartiet)— mientras un integrante del Partido Demócrata Sueco (la ultraderecha sueca) ataviado con un oscuro chándal y gorra, reparte flyers en uno de los últimos actos de campaña.
Delgado y Contreras no han sido confirmados en sus puestos a día de hoy, debido a la incertidumbre que existe en el país tras los resultados electorales, pero para ellos ya ha sido un triunfo el heredar el activismo y compromiso político, tras el dolor del exilio.
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y ahora estan sacando a patadas a migrantes venezolanos.
Para wue no se les olvide.
todos ellos han sido unas blancas palomas y ninguno ha contado la verdad de lo qe hacian en chile durante e gobierno de allende
No entendiste nada. La barbarie que ahí se cuenta de forma muy somera no se justifica con nada. Violar mujeres no se justifica ñ con nada de lo que pudieron hacer antes. Mencionan a una niña de 9 años, de verdad crees que una niña merece ser exiliada?
(Para el autor del artículo. Si es posible, corrigir: Harald Edelstam era embajador de Suecia en Chile y no lo contrario, como aparece en texto)