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Carta desde Europa
El fin está cerca
Innumerables problemas altamente explosivos, incalculables incertidumbres sacuden la Unión Europea de este a oeste.
Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
A mediados de octubre, en el momento en que se escriben estas líneas, todavía no se ha tomado la decisión final. Sin embargo, parece más probable que nunca que los días del Reino Unido como Estado miembro de la UE están contados. Con independencia de lo que pueda proponer el irremediablemente dividido Parlamento británico —y es improbable que ello sea de algún modo constructivo—, la UE parece decidida a poner fin a este drama —o, mejor, al simulacro del mismo— y a seguir adelante.
Francia ha deseado durante mucho tiempo que los británicos abandonasen la UE para convertirse en la única potencia nuclear y el único miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de la unión de modo que esta se convierta en una extensión del Estado francés. Alemania hubiera querido que el Reino Unido permaneciese en la UE para no quedarse sola ante Francia, pero no estaba dispuesta a ofrecerle las concesiones que otros países podrían exigir. Así pues, si el Reino Unido insistía en abandonar la UE, a lo cual puede haber contribuido la política de fronteras abiertas practicada por Alemania en 2015, la salida sería tan dolorosa como fuera posible e impondría duras condiciones que podrían hacer que el país se lo pensara dos veces y decidiera finalmente permanecer en la unión.
Por otro lado, la industria alemana siempre se había mostrado temerosa ante un Brexit “duro” sin acuerdo y en cualquier caso aboga por mantener buenas relaciones con el Reino Unido, en particular en lo que se refiere a la existencia de un acuerdo comercial liberal tras la salida británica. En respuesta a ello, el gobierno de Merkel acordó un tratado de salida sustancialmente revisado. Añádase a ello que los irlandeses, por su parte, pueden ver en el tratado revisado la posibilidad de acabar con uno de los últimos vestigios del colonialismo británico mediante la apertura de una senda hacia la reunificación final de los seis condados de Irlanda del Norte con la República Irlandesa.
Con independencia de si los británicos cambian de opinión y deciden después de todo permanecer en la UE, parece existir ahora una solida mayoría en esta que quiere que se vayan y cuanto antes mejor. Los integracionistas europeo-continentales quieren reactivar urgentemente la integración, mientras que los franceses abogan por convertir a Europa en una tercera fuerza presente en la política global y dirigida por ellos, que juegue un papel equidistante respecto a China y Estados Unidos. Para Francia, si un nuevo referéndum británico revirtiese el previo, ello sería una buena noticia solo a medias.
Los resultados del mismo, por otro lado, serían muy reñidos, el Reino Unido seguiría estando profundamente dividido sobre “Europa”, y todo gobierno británico tendría que tener en cuenta los sentimientos de los ganadores de la primera consulta y perdedores de la segunda, lo cual convertiría probablemente la política británica en una práctica tan obstruccionista como lo fue la de Thatcher, hecho que supondría una perspectiva enormemente problemática también para los integracionistas alemanes.
A más corto plazo, no es difícil imaginar que un Reino Unido decidido a permanecer en la UE reclamaría su puesto en la Comisión Europea, exigiendo una cartera apropiada a una de las mayores economías europeas y a uno de los país más armados de Europa y no solo. La Comisión, conformada mediante una negociación internacional extremadamente compleja, que sin la participación el Reino Unido todavía se halla pendiente de cerrar medio año después de las elecciones al Parlamento Europeo, tendría que ser completamente reconsiderada, lo cual significaría que los países europeos deberían asignar a su hijo casi perdido responsabilidades fundamentales en una unión que la mitad de sus ciudadanos desprecia.
Incluso sin el Reino Unido, la UE ya se enfrenta a suficientes problemas dadas sus actuales dimensiones. Consideremos, por ejemplo, las tensiones franco-alemanas en torno a la candidatura de Sylvie Goulard como Comisaria francesa, después de que el Parlamento Europeo rechazara a la candidata de Macron.
Un conspirador de primera fila en el asunto fue el antiguo Spitzenkandidat alemán, Manfred Weber, que pretendía vengarse por su apeamiento decidido directamente por Macron como presidente de la Comisión Europea en favor de otra ciudadana alemana, Ursula von der Leyen. Téngase en cuenta que Goulard debía ser una figura central en el diseño de Macron de conseguir un ejército europeo bajo dirección francesa. Aunque Weber pertenece a la familia del partido de Merkel, la canciller fue incapaz de disciplinarle, razón por la cual puede que tenga que pagar un alto precio para reparar las relaciones con Francia y ayudar a Macron a restaurar su posición interna como superestadista de Europa.
Por otro lado, el sucesor o sucesora de Merkel, quienquiera que sea, tendrá que ser mucho más alemán que ella, que no concurrirá a la reelección en 2021. Otros conflictos concitan diversas fuerzas centrífugas, como sucede en Polonia, donde el gobierno nacionalista ganó aplastantemente las últimas elecciones a pesar de los continuos intentos de Bruselas de desacreditarlo ante los votantes, y en Cataluña, cuestión con la que España estará ocupada durante un largo periodo de tiempo en defensa de su integridad como Estado-nación multinacional. Y sin olvidar los Balcanes, porque Francia, obviamente como venganza ante el rechazo de Goulard, ha bloqueado el comienzo de las conversaciones de acceso a la UE con Macedonia del Norte y Albania. La región es de vital interés para Alemania como mercado, como reserva de fuerza de trabajo de bajos salarios para la inversión exterior alemana y como fuente potencial de migración para el país, mientras que Francia se halla menos interesada en los Balcanes que en África septentrional y occidental. Innumerables problemas altamente explosivos, incalculables incertidumbres.
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Efectivamente el Casino de la U€ de los mercaderes es un kaos y la situación de inestabilidad global sembrada de minas augura un fin de época que las fuerzas reaccionariasde las élites están ganando porque juegan en terrenos favorables.
PD: Lo que no tengo claro es que sea evitable, ni las consecuencias de todos los conflictos en marcha. Hay demasiadas fuerzas incontrolables destatadas. Es el colapso.