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Carta desde Europa
¿Intereses nacionales, soluciones europeas?
Sobre el papel, la política de fronteras de Alemania garantiza los derechos humanos. Es ahí donde aparece la necesidad de mantener alejada la reclamada “solución europea”.
Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
La situación verificable en la isla griega de Lesbos tras el incendio acaecido en el campo de Moria se considera un escándalo europeo. Pero, ¿quién es “Europa”? El hecho de que los migrantes esperen ser admitidos en Alemania una vez que han atravesado el Mediterráneo tiene su origen en lo sucedido en 2015, esto es, la apertura unilateral de las fronteras por el gobierno de Merkel sin consulta previa del resto de socios europeos, lo cual presumiblemente contribuyó, por otro lado, a inclinar la balanza a favor del Brexit unos meses después. Casi todos los migrantes, aquellos que ya se hallan en Grecia y quienes esperan llegar allí, quieren proseguir su viaje hasta alcanzar Alemania, no Hungría, Francia o Dinamarca donde saben que no serán bienvenidos; eventualmente, si fueran enviados, de acuerdo con el régimen migratorio europeo, a Lituania o Bulgaria (países que nunca han mostrado su conformidad con este régimen), lograrían llegar a Alemania en unas pocas semanas.
Fronteras
Alemania planea acoger a 1.500 personas tras el incendio de Moria
La Unión Europea sigue siendo reacia a plantear una reubicación de las más de 13.000 personas que siguen en Lesbos tras el incendio del campo de Moria. Alemania ha dado un primer paso.
¿Y por qué no? Sectores importantes de la sociedad alemana entre los que se cuentan sus empresas, están encantados en recibirlos. El mercado de trabajo alemán parece tener una interminable capacidad de absorber migrantes, sean estos trabajadores especializados o no. A las iglesias, políticamente poderosas y financieramente bien dotadas, les gustaría probar su utilidad; las comunidades locales quieren llenar las viviendas destinadas a ellos que construyeron en 2015 y obtener el subsidio per cápita que el gobierno federal paga por ellas; por no mencionar los centros de enseñanza de lengua alemana e instituciones similares, que ahora carecen de clientes e ingresos. Los políticos alemanes, siempre atentos al electorado de centro-izquierda y conociendo su sentido de culpa respecto a la prosperidad alemana y su deseo de que su país sea un modelo de virtud para el conjunto de Europa, han propuesto que miles de migrantes de Moria, si no la totalidad de ellos, sean dirigidos inmediatamente a Alemania.
¿Por qué el gobierno federal, todavía dirigido por Merkel, no abre las fronteras de nuevo? Aquí es donde “Europa” entra en el cuadro o, más precisamente, la “solución europea”, la misma que en 2015 no fue considerada necesaria. Todo el mundo sabe que no dispondremos de esa “solución” a corto plazo, entonces, ¿por qué esperarla?
Abrir fronteras polariza. Los políticos alemanas recuerdan cómo en 2015 Merkel salvó a Alternative für Deutschland del declive que estaba experimentando en esos momentos y contribuyó a convertir a esta fuerza en el principal partido de la oposición. Existe un límite para el numero de inmigrantes que un país puede aceptar más allá del cual la xenofilia transmuta en xenofobia, como demuestran los casos de Dinamarca, Suecia, Italia y las propias islas griegas: ¿no fue Lesbos celebrada a escala mundial por la bienvenida que ofreció a los primeros refugios que llegaban cruzando el mar? En noviembre de 2015 Merkel ya había iniciado conversaciones secretas con Erdogan para fraguar un acuerdo a tenor del cual Turquía impediría que los refugiados sirios llegaran a Europa y “Europa” le pagaría por ello miles de millones de euros en concepto de los gastos incurridos por efectuar las correspondientes tareas de policía de las fronteras europeas –o, más precisamente, de las fronteras extraterritoriales de Alemania– realizadas esta vez desde el exterior de las mismas.
Sin embargo, si los refugiados son bienvenidos, siempre que su número sea limitado, ¿por qué no permitir que lleguen tantos como la gente está dispuesta a aceptar mientras al mismo tiempo se limita su número? La ley de inmigración alemana, confeccionada en una época diferente, hace prácticamente imposible rechazar a alguien que haya entrado en el país, legalmente o no, simplemente si esta persona ha solicitado el derecho de asilo. Por otro lado, si es rechazada, normalmente tras un año largo de proceso legal, casi todo el mundo puede encontrar un modo de evitar la deportación. Dado que el gobierno alemán se muestra de veras temeroso políticamente de introducir cambios en la normativa nacional reguladora de la inmigración, suma a “Europa” y a Turquía para mantener alejados de Alemania a los migrantes encerrándolos en Moria y en otros lugares similares.
Hay una lógica extraña detrás de todo esto. La humanidad y los derechos humanos –y los Verdes en particular– postulan que no podemos imponer un límite máximo a la inmigración ni en Alemania ni en Europa. Pero sin un límite máximo la inmigración no puede ser regulada; no cuotas, no prioridades, etcétera. La inmigración no regulada, sin embargo, provoca, más pronto o más tarde, reacciones políticas indeseadas de modo que no podemos optar por ambas perspectivas. Dado que no podemos impedir la inmigración no regulada, “Europa” debe impedirla por nosotros, Grecia e Italia en particular, con Austria, Hungría y otros países conteniendo a los migrantes en el primer país mencionado, mientras, amablemente, se bloquea una “solución europea” compatible con la ley alemana. En la medida en que “Europa” mantiene alejados a los migrantes de la frontera alemana, la situación es perfecta: Alemania puede mantener su normativa legal y reprender públicamente a Hungría, Austria, Polonia y otros países por hacerle el favor de rechazar las cuotas fijadas nacionalmente carentes de un límite máximo.
Esto no impide los “gestos humanitarios” o, dicho en el lenguaje de Merkel, la “presentación de una cara amistosa”. Inmediatamente después del incendio de Moria, el gobierno alemán anunció que admitiría a ciento cincuenta (¡!) menores no acompañados del campo. Pocos días más tarde exactamente mil quinientos cincuenta y tres migrantes, miembros de exactamente cuatrocientas ocho familias, ni uno más ni uno menos, fueron autorizados a entrar en el país. En realidad, ninguno de ellos provenía del campo de Moria y su totalidad ya disfrutaba del estatus legal de refugiado concedido por las autoridades griegas.
El gobierno griego había insistido en que no se transmitiese la impresión de que el desencadenamiento de un incendio en un campo de refugiados griego brindaba la posibilidad de llegar a Alemania o de que si llegas a Grecia puedes esperar llegar a territorio alemán en vez de tener que esperar allí la elusiva “solución europea”. Siendo Grecia la responsable de efectuar la selección y de conservar a los migrantes no seleccionados, Alemania podía preservar la pureza moral de su ley migratoria: inexistencia de límites máximos, carencia de cuotas, prácticamente ausencia de deportaciones. El día después de tomar tal decisión, la opinión pública alemana ya había olvidado a los doce mil internos del antiguo campo de Moria, por no mencionar al innumerable mayor contingente de migrantes atrapados en el resto de campos similares existentes en Grecia e Italia atraídos por la cara amistosa alemana y, sobre el papel, por sus fronteras abiertas.
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