We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Artes gráficas
“En mis dibujos siempre hay una parte luminosa y otra más oscura. Me gusta que esa dualidad aparezca”
Miedo a la enfermedad, al fascismo, a la muerte, a volver sola a casa, a ser vieja, a ser madre o a no serlo. La lista de algunos pequeños y grandes miedos que incluye María Hesse en su último libro puede ser la enumeración que hacemos mentalmente de una serie de terrores que ya verbalizamos con otras personas. De esas conversaciones con amigas, de recoger también testimonios y escuchar a otras, nace también la inspiración que ha llevado a la ilustradora sevillana a publicar El miedo (Lumen, 2024), un recorrido donde no falta el color pero tampoco la oscuridad.
Teniendo El miedo delante se puede comprobar que apela mucho a los sentidos, ya no solo en la lectura se refiere, sino como objeto en si mismo: para tocarlo, para tenerlo a la vista y observar la portada tan cuidada que incluye el título en un azul tornasolado muy bonito. ¿Cómo ha sido el proceso de elaboración de El Miedo?¿Cuál ha sido tu implicación?
Primero empecé dibujando para mí, no iba a ser un libro. Entre proyecto y proyecto siempre he dibujado cosas que sentía, que eran para mí y que no tenían por qué acabar en formato libro. Pero aquí es verdad que no se me venía solo una única imagen, sino muchas que salían por distintas partes del cuerpo y pensé que igual en el futuro podía ser una exposición. De hecho, el primer dibujo que hice fue muy grande y terminó siendo la propia portada. Lo dibujé en 50 x 70 y los hacía a partir de una necesidad propia, de desahogarme, ¿sabes? El dibujo como de desahogo, algo que he hecho desde pequeña. Hablando con mi editora identifiqué que lo que estaba pintando tenía que ver con mis miedos y ella vio la posibilidad de hacer un libro.
Es cierto que, además, yo empecé a dibujar muy pronto el cómic porque para hablar de los miedos se me venían muchas secuencias de imágenes. Finalmente, le dije a mi editora que sí, que veía una posibilidad de libro, que no sabía si iba a tener texto o no, porque todo lo que se me venía era muy visual. Empecé a escribir una historia que al principio iba a ser en tercera persona porque quise que fuera una historia de ficción, la de un personaje que va transitando unos miedos muy parecidos a los míos. Luego cambié a la primera persona y después ilustré para ese texto que estaba escribiendo.
El miedo ha tenido un proceso de creación muy diferente al de los libros anteriores. Lo que sí es muy parecido es que normalmente hago una premaqueta de mis libros; no doy las ilustraciones con el texto y la editorial hace la disposición. Estudié ilustración, aprendí a utilizar InDesign y a hacer maquetas, de forma que cuando hago un libro pienso en cómo va a quedar en ese formato. No pienso en hacer ilustraciones que vayan a la nada sin más. Siempre entrego una maqueta que, después, el departamento de diseño se encargará de encajarla bien, dejándolo todo bien cerradito porque a mí hay muchas cosas que se me han olvidado.
En los primeros libros estaba con Lumen y todo me parecía increíble porque, efectivamente, siempre han hecho un acabado impresionante. Pero creo que fue desde El Placer donde ya empecé a hacer peticiones que fueron escuchadas. A partir de ahí siempre ha habido un diálogo con mi editora para pensar si quiero que el papel en este libro sea más blanco, o en este otro más ahuesado, cómo quiero el acabado de la portada o si quiero que sea texturizado o no. Siempre planteo el diseño y por suerte siempre ha sido escuchado y materializado. Estoy muy agradecida a la editorial y sí, yo suelo plantear el acabado que quiero.
Por lo que cuentas estás cómoda trabajando con tu editora y la propia editorial, que no es poca cosa.
Claro, estoy muy feliz con mi editorial y con mi editora porque, por un lado, ella confía mucho en mí desde el principio. Yo nunca me hubiera atrevido a priori a hacer El miedo. Empecé a escribirlo y me preguntaba a mí misma por qué estaba haciéndolo. A ella le gustaba y me animaba a seguir. Ella edita, me ayuda, me sugiere, hace la labor de lo que tiene que ser una editora. A veces me da la sensación de que cuando hablamos de editoriales grandes se piensa que ese trabajo de edición que sí tienen las editoras más pequeñas no existe. No sé en cada caso particular, pero en mi caso la editora lo hace y estoy muy contenta.
Me interesa conocer cómo ha sido el tránsito entre dos obras que hablan desde ti ¿Cómo ha sido el tránsito entre El placer y El miedo?
En El placer no tenía pensado hablar desde mí misma. Lo que pasa es que bueno, fue surgiendo así, iba escribiendo y documentándome. Al principio, El placer iba a ser un libro erótico y todavía no me sentía con la capacidad de escribir libros así; no era lo mismo hacer una biografía ilustrada que de repente hacer algo así. En ese proceso hubo una censura de imágenes mías en Instagram y vi como el placer femenino no estaba normalizado y ni bien tratado. Ahí pensé que quería hacer algo reivindicativo; no tenía la necesidad de hablar desde mí, ya tenía la necesidad de reivindicar.
En principio iba a ser una obra más coral. Quería entrevistar a distintas mujeres para que cada una de ellas fuera contando su propia vivencia, abordando la diferencia generacional o las distintas sexualidades. Leí a Caitlin Moran o a Virginie Despentes, y todas partían de su experiencia. Me di cuenta de que al escuchar la experiencia de ellas, aunque no me sintiera identificada en su totalidad, me aportaba una verdad y me gustaba leerlas. Había partes en las que me podía sentir identificada, claro, porque todas hemos crecido dentro de una educación patriarcal, pero también me gustaba leer las diferencias que podemos tener porque no somos un ente único, no somos “la mujer”, somos diversas. A veces tienes una idea original, luego empiezas a escribir y el libro te lleva por otro camino. Metí la diversidad desde la lectura que había hecho en otras mujeres. El libro fue variando y creo que eso también es normal: hay un momento en el que la escritura te va llevando a otro lugar.
Y con Malas mujeres tampoco tenía pensado escribir sobre mí y al final lo hice. El libro iba a hablar solamente de la ficción y de cómo nos condiciona, pero también tenía la necesidad de hablar de mujeres reales y de cómo esa ficción también las había condicionado. Así que para cerrarlo me parecía interesante plantear cómo esa misma ficción me había condicionado también a mí.
El miedo no iba a ser un libro, iba a ser una exposición. Quizás el siguiente libro sea totalmente ficción, no lo sé. No me pienso tanto las cosas.
A veces queremos encontrar siempre las motivaciones, los porqués, queremos saber más sobre por qué te planteas escribirlo desde una tercera persona y pasas a la primera.
Paso a la primera persona pero El miedo es autoficción, la historia que narro es una historia de ficción que se basa en mis miedos. Hay mezcladas cosas que he vivido, cosas que no he vivido y que me he inventado, también cosas que me han contado; al final todo esto es algo que se hace habitualmente cuando alguien escribe.
Hay muchas autoras en las que se ve cierto agotamiento, no sé si es tu caso, por tener que estar explicando que la autoficción es ficción.
Muchas veces me preguntan “no sé si esto te pasó a ti”. Pues da igual. No hace falta saber si me pasó o no me pasó. Pero sí que parte de los miedos propios.
Se parte del miedo como concepto pero después podemos ir transitando por diferentes miedos: los infantiles, aparece la angustia, la violencia machista estructural y silenciosa. Conforme ibas dibujando y trabajando, ¿surgían nuevos o sea surgían nuevos miedos que ir plasmando? ¿Cómo ha sido ese proceso de ir encontrándote con los diferentes miedos?
Hay miedos que tenía claro que iba a contar y otros que iban surgiendo conforme iba trabajando. El proceso de creación no es lineal. Muchas veces uno empieza, va para adelante y vuelve hacia atrás. De hecho, el orden final en el que está compuesto El miedo no es el orden con el que yo empecé a trabajar. Comencé con el miedo a la maternidad, ese fue el primero que empecé a plantear, el primer capítulo sobre la duda de ser o no ser madre.
Cuando escribí el principio supe que iba a ser el inicio del libro y cuando escribí el final dije “¡este va a ser el final'”, pero no dije: voy a escribir el final. De repente dije “vale. El libro tiene que acabar aquí”. No es que luego no siguiera escribiendo, sino que sabía que eso era lo que iba a ir ahí, al final del libro.
Hablas de la maternidad y mencionas a Cronos, también a Climenestra con un texto de Raquel Cusk. Quería preguntante por el trabajo que haces aunando lo mítico y mitológico con tu propia voz
Hay muchas referencias en general, hay poemas, hay canciones. Aparece la mitología pero también aparecen los cuentos populares y otras muchas referencias culturales. Lo de Cronos lo vi claro porque quería trabajar el concepto de que el hijo acababa comiéndose a la madre y me acordé del cuadro de Goya, que es al revés: El padre comiéndose a los hijos. Hay ahí una diferencia entre el concepto de maternidad y paternidad. En este caso el padre se come a los hijos (risas) Me pareció bonita hacer la referencia en el sentido inverso, Cronos fue padre y fue hijo también. Hago referencias también a películas o a David Lynch. Al final lo que hay es muchas referencias culturales, a veces buscadas para el libro y otras no. Hay cosas que tengo en mi cabeza guardadas y otras que voy leyendo de forma paralela. De repente lo veo y pienso que puede encajar con lo que estoy haciendo.
A nivel cultural, ¿qué es lo que más te influye? ¿el cine, la literatura? ¿de dónde crees que bebes más a la hora de crear?
Al final creo que hago más referencias literarias que de otro tipo, igual porque trabajo con libros. Pero la música, fíjate, también la meto mucho. En El Placer aparece la canción Tú que vienes a rondarme (canción de Marcel Bagés y María Arnal*). En Malas mujeres aparece Canción del eco de Christina Rosenvinge. Creo que todo está todo un poco compensado.
En tus ilustraciones hay algo también muy desgarrador, hay una parte muy corporal, muy física: heridas, corazones, sangre, y al mismo tiempo existe una parte muy envolvente y que es además tu sello personal, lo que tiene que ver con la naturaleza. Siempre hay algo creciendo y que vive a pesar del dolor y de lo desgarrador.
Desde el principio siempre he utilizado mucho la naturaleza como metáfora de muchas cosas y lo que aparece siempre simboliza algo. Para mí tiene un sentido, pero no me gusta mucho explicar la simbología. No es por nada en concreto, pero me parece más interesante que cuando lo vea la persona que lo tenga delante se lo lleve a su terreno y lo haga suyo. Si yo lo explico ya está contaminado como por mi propia explicación. Algunas veces lo cuento pero, claro, todo tiene una simbología.
Es curioso porque hasta el libro de El miedo, todo el mundo decía que eran dibujos muy naif y yo decía: “¡pero si hay sangre!”. Ahora, con este libro, se ha dado un proceso inverso. Hay gente que dice ”oye, lo he abierto y es que me ha dado miedo, me ha dado respeto, no lo quería coger“. Y ahora digo yo: “¡Pero hay naturaleza que es lo que había antes también!”. Creo que en mis dibujos siempre ha habido una parte luminosa y una parte más oscura porque, en general, todo en la vida tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Hay luz y hay oscuridad. Me gusta entender esa dualidad y que aparezca en lo que estoy contando.
Aparecen textos de diferentes escritoras, desde Lara Moreno hasta Adrienne Rich ¿Cómo ha sido la elección de textos? ¿Hiciste antes las ilustraciones?
Muchos poemas aparecieron incluso antes que el propio texto. Cuando estaba pensando en dibujar y de repente escuchaba a Lorena Álvarez con El bosque tenebroso de mi mente pensaba que era algo que tenía que dibujar para la exposición o para lo que quiera que sea porque representa lo que estoy haciendo ahora. Lara Moreno es amiga mía e hicimos un espectáculo con Tulsa en el que ella cantaba y tocaba, Lara recitaba y yo pintaba. Ahí escuché el poema que aparece de Lara. Ese espectáculo se llamaba Chica pelícano sobrevolando el miedo por un poema de Adrienne Rich y también vi claro que tenía que aparecer en el libro. Los textos van apareciendo; hay algunos que se buscan porque a lo mejor te das cuenta de que hay capítulos en los que no hay texto y entonces investigas porque no han aparecido de casualidad; pero hay otros que surgen. Algunas te llegan porque en ese momento estás más receptiva a ciertas cosas o porque estás trabajando en ellas. Otras las buscas porque de repente ves que hay un vacío. Y ahí es cuando ilustro para el poema o para la canción.
¿Hay algún miedo que te hayas dejado fuera de la obra? ¿alguno que te haya dolido no incluir?
En los libros siempre se quedan muchas cosas fuera pero no me ha dolido ninguna. Hablo de los miedos de los que quería hablar a hablar, no me quedo con la sensación de decir “ay, hubiera metido…”. Ya está. Cuando se acababa un libro me gusta cerrar capítulo, no pienso en segundas partes, la verdad. Sí me quedé como con la espina de hacer una exposición y de pintar en [formato] grande; si pinto grande igual algún miedo que se haya quedado fuera trataría, pero no te creas que me he parado a pensarlo en profundidad, sabes. No soy de revisar mucho. Quizás el libro que más me pueda cuestionar es El Placer porque he ido evolucionando y hay cosas que retocaría y modificaría porque es un libro que se sigue leyendo con una intención diferente e igual cambiaría algunas cosas. Pero en general nada, ya está: libro acabado y entregado, libro cerrado.
No le das vueltas a lo que te has dejado fuera
No creo que me sirva de nada y tampoco me gusta hacer segundas partes. Me canso. Por ejemplo, yo sé que en Instagram las publicaciones que hacía de El placer funcionaban muy bien y podía seguir haber seguido hablando de sexo. Pero es que no soy sexóloga ni mi intención es serlo. Ya hice un libro, hablé un poco para promocionarlo pero ya se acabó. Algunas veces rescato pero decidí no seguir.
Hay algo muy recurrente en las entrevistas y es preguntar, mientras se está de promoción, sobre lo próximo que vas a sacar o sobre si hay algo que te ronda, respondiendo también a la hiperproductividad a la que estamos sometidas
No me ronda nada. Me lo preguntan tanto que a veces me preocupo y me pregunto: ¿será que no lo estoy haciendo bien? El placer, por ejemplo, salió en septiembre y creo que fue en febrero o marzo cuando hablé con mi editora para decirle que estaba empezando a dibujar sobre el miedo. No fue algo inmediato pero, además, no sabía si iba a hacer un libro u otra cosa. Salió la idea de hacer Marilyn, la biografía, que siempre es algo más liviano. He ido intercalando cosas a veces. En ese momento no salió El miedo, antes metí a Malas Mujeres y pensaba que no iba mal de tiempo. No tengo ni idea, la verdad (risas). Me preguntáis tanto que digo “ostras, ¿cuánto tiempo me llevo yo entre un libro y otro?", y tengo que hacer un poco de retrospectiva para sentirme bien y decir “ay, no soy una persona a la que se la haya acabado la creatividad”.
Los autores deberíamos a empezar a decir: “Esta pregunta deberíais de dejar de hacerla” y que se publique la respuesta. Porque a veces es un agobio, es en plan “¡venga, venga, que se te ocurra algo!”. Y no soy una máquina.
Es interesante esa reivindicación que parece que la hacemos poco o, como tú dices, se publica poco. Por eso quería saber qué pensabas sobre la pregunta de la productividad que siempre aparece.
La pregunta me parece terrible. Además, te digo algo: cuando nos hacéis esa pregunta y decimos que todavía no hay nada pensado, no se publica la pregunta ni la respuesta porque no se responde lo que se espera, que es “estoy trabajando en tal”. Igual falta la contestación que damos: todavía es muy pronto. No somos máquinas.