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Llegó a recibir 500 amenazas e insultos diarios durante un mes. “Al principio no entendía por qué venían tanta cantidad de mensajes”, reconoce a El Salto la escritora Dolores Reyes. Nacida en 1978, madre de siete hijos, es una de las representantes de la narrativa argentina más conspicuas de estos años, además de haber sido docente en varias escuelas públicas en la periferia de la provincia de Buenos Aires.
En una de esas localidades del denominado conurbano bonaerense, Pablo Podestá, transcurre su primera novela, Cometierra (Sigilo, 2019), que desató hace unas semanas un vendaval de indignación y oprobio entre las huestes ultraliberales que responden al presidente argentino, Javier Milei. Esta ficción, elegida por The New York Times en 2019 como uno de los libros del año, narra la vida de una joven vidente desamparada a la que recurren sus vecinos para que descubra, por medio de la ingesta de tierra, donde están sus desaparecidos, en su mayoría niñas y mujeres.
La vicepresidenta argentina, Victoria Villarruel, se sumó a la caza de brujas con un posteo en el que aludía a esta ficción como degradante e inmoral y en el que exhortaba a que dejaran de sexualizar a los niños. Acompañaba su publicación con dos fragmentos adjudicados a la novela, pero uno de ellos era en realidad parte de otra obra atacada por el Gobierno argentino por incluir escenas de sexo explícito: Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, que en un mes recibió cuatro galardones, entre ellos el Premio Ciutat de Barcelona de Literatura en lengua castellana.
Desde su primera edición en 2019, Cometierra tuvo una gran repercusión. Al principio con el boca a boca, después como parte de la colección Identidades Bonaerenses que la gobernación de la provincia de Buenos Aires comenzó a distribuir en 2023 en bibliotecas municipales, escuelas de secundaria y de adultos para ser leídos “con acompañamiento docente”, según consignaba el catálogo.
El desagravio llegó con una lectura colectiva de Cometierra por parte de más de un centenar de autores que rebasó la capacidad del Teatro Picadero en la capital argentina
Cometierra, que ahora ha sido adaptada a una serie de televisión producida en México por el cineasta argentino Daniel Burman y protagonizada por la actriz Yalitza Aparicio, no requería de la embestida del Gobierno para atraer a un público ávido de narrativas en la que vieran reflejado su territorio, sus modos de vida y su identidad. Transitaba su decimosexta edición, y su traducción a quince idiomas, cuando la actual gestión lanzó su plan de acoso y derribo. El secretario de Cultura, Leonardo Cifelli, aludió a la obra de Reyes como “un libro degenerado para degenerados”, para reconocer a continuación que no lo había leído.
La arremetida del Gobierno, enfrascado en una batalla cultural contra los consensos progresistas asentados en la sociedad argentina, llevó a que internet se convirtiera en un vertedero donde el ensañamiento campó a sus anchas: publicaron la dirección de Reyes, solicitaron que le arrebataran la tenencia de sus hijos, y hasta la acusaron de pedofilia. Hasta una fundación vinculada al partido gobernante denunció al director de Cultura y Educación bonaerense, Alberto Sileoni, por repartir en escuelas textos “con contenido sexual explícito”.
El desagravio llegó con una lectura colectiva de Cometierra por parte de más de un centenar de autores que rebasó la capacidad del Teatro Picadero en la capital argentina y que concluyó con la lectura de un comunicado firmado por 2.400 editores, periodistas, escritores, traductores y libreros, en lo que fue un evento literario inédito por su contundencia.
Al principio no entendía por qué venían tanta cantidad de mensajes. Hay muchos youtubers y campañas de trolls que fueron brutales, con una cantidad de insultos, amenazas y acusaciones que se repetían todo el tiempo
¿Cómo se ha depositado con el paso del tiempo este vendaval que generaron los ataques del Gobierno?
Al principio no entendía por qué venían tanta cantidad de mensajes. Hay muchos youtubers y campañas de trolls que fueron brutales, con una cantidad de insultos, amenazas y acusaciones que se repetían todo el tiempo. Yo no entendía por qué. Luego vi vídeos súper violentos de los denominados ‘libertarios’. Siempre me pareció extraño y enorme pensar en la magnitud de las acusaciones contra Cometierra, que es un libro muy triste, porque aborda desde la ficción la problemática de los femicidios, la violencia de género y las desapariciones.
¿Cuál llegó a ser el impacto en tu vida cotidiana?
Declaraciones tan fuertes pueden tener consecuencias muy terribles en la vida y en el trabajo contra una ciudadana. Por eso se pensó en la respuesta colectiva de los escritores en El Picadero, porque nos dimos cuenta de que no habían leído Cometierra y de que era una difamación. Me han llegado muchísimos mensajes con fragmentos de la Biblia, como si fuera una cosa demoníaca. Lo digo con mucho extrañamiento porque no es un libro que vaya por ese lado, pues hay una puesta en valor y un discurso muy amoroso hacia las chicas que nos faltan y hacia un personaje que es una buscadora de esas chicas.
¿Qué te aconsejaba tu círculo más cercano?
Todos decían que iba a pasar muy rápido, pero no fue así, duró demasiado tiempo, un mes. Después de que salió en redes, hubo mucho tiempo dedicado en programas, informativos, noticieros que ven muchísima gente, y las placas [rótulos] eran terribles, cosas muy desubicadas y tremendas. Me acuerdo de una que decía: “El libro porno de Axel Kicillof” [en alusión al gobernador de la provincia de Buenos Aires, opositor al Gobierno nacional]. Después los libreros me contaban que iban a pedir el libro de esa misma forma.
¿A qué atribuyes la ofensiva contra Cometierra?
Hay un ataque a la gobernación de la provincia de Buenos Aires por parte del Gobierno nacional porque se trata de libros que tienen un largo recorrido en las escuelas. Desde 2019 que Cometierra se lee muchísimo en colegios secundarios, en terciarios, en universidades. Esta presencia tan fuerte se vio respaldada con este programa de bibliotecas de Identidades Bonaerenses, que se atacó muchísimo, pero también a mí y al contenido del libro. Pensar que la literatura es pornográfica es una idea muy retrógrada. Es terrible que hagan esto.
Cometierra ya llevaba 16 ediciones, ahora lleva 18. Siento que fue una respuesta masiva de decir: “No queremos censura”
Imagino que la embestida provoćo el efecto contrario y catapultó la obra.
Al principio pensé que nadie iba a comprar el libro, que nadie lo iba a regalar, pero hasta el día de hoy me pasa en las lecturas que vienen hijas con abuelas, nietos con abuelas, un montón de madres e hijas. Eso es lo que siempre me encontré, ni hablar en las escuelas: recibimientos súper cálidos de profesores y alumnos. No me encontré otra cosa jamás. Pero esta campaña fue muy fuerte y activa, aunque después hubo otra de apoyo enorme que sigue estando. Cuando voy a una presentación me lo hacen sentir muchísimo, y una gran cantidad de gente me escribe que se acercó ahora al libro. Cometierra ya llevaba 16 ediciones, ahora lleva 18. Siento que fue una respuesta masiva de decir: “No queremos censura”.
¿En qué paradoja se encuentra Argentina para que haya sido aupada a la administración un Gobierno que intenta censurar en el país que presume de tener la capital con más librerías del mundo?
Es muy difícil, eso. Considero que la cantidad de lectores que hay en Argentina tiene que ver con esa presencia de la literatura en las escuelas, donde se ha defendido y militado la formación de lectores. He sido docente toda mi vida y siempre he tratado de formar lectores, de compartir experiencias de lecturas gratificantes que los alumnos agradecen. Yo nací en la dictadura, pero no llegué a ver las fogatas de más de un millón y medio de libros, ni las listas de obras prohibidas. No es lo que viví en mis años de formación, sino todo lo contrario: la circulación de escrituras críticas. Empecé a escribir con profesores de colegios secundarios públicos. Siento que desde arriba, desde el Gobierno, y no desde las mismas escuelas, se está yendo hacia otro lado.
¿Desde hace cuánto se va hacia otro lado?
Siento que pasamos de tener políticas públicas en las que se incentivaban todas las artes, desde el cine, el teatro, la circulación de libros y la presencia de bibliotecas en escuelas, a atacar cuando esto se realiza y a no fomentar la democratización de los materiales de trabajo y de lectura en las escuelas.
Hay un disciplinamiento hacia las docentes y a las escuelas. Que te quieran denunciar por hacer tu trabajo a conciencia es muy fuerte
¿Y qué crees que reside en el fondo de estos embates?
Primero que nada, un disciplinamiento hacia las docentes y a las escuelas. Que te quieran denunciar por hacer tu trabajo a conciencia es muy fuerte. Salvo algún caso aislado, siempre la respuesta de los planes nacionales era apoyar a las docentes y a los libros en las escuelas. Me he sentido respaldada por quienes llevaron a cabo la colección de Identidades Bonaerenses, pero hubo un ataque brutal del Gobierno nacional y de todos sus secuaces. Y desde los medios también. Me parece muy peligroso que me difame una vicepresidenta con el grado de poder y representación que tiene, porque publicó dos citas y una no era de Cometierra. Ni siquiera alguien de su entorno leyó el libro para decirle: “no, mirá, aquí hubo un error”. Es muy llamativo. Y siento que quiso disciplinar con miedo a las escuelas. Que circule el miedo a la hora de la lectura me parece increíble. Hay ataques a quienes hacen cine, a cantantes como Lali Espósito, y ahora nos tocó a los libros. Siento que hay una incomodidad y un ataque evidente hacia todas las manifestaciones culturales.
Y eso que Argentina tiene un gran ímpetu cultural.
El pueblo argentino tiene ese ímpetu cultural muy marcado, pero no los ejecutivos del Gobierno, que solo hablan del mercado y de índices de macroeconomía. Siento que el ser humano, y más en formación, no es esto, y la literatura apunta a conectar con lo más humano de nuestras experiencias.
Me parece muy peligroso que me difame una vicepresidenta con el grado de poder y representación que tiene, porque publicó dos citas y una no era de ‘Cometierra’
Los ataques se producen en un momento en el que la narrativa argentina tiene una gran representación de mujeres, reconocidas en todo el mundo, con títulos como Si no fueras tan niña, de Sol Fantín; Las primas, de Aurora Venturini; Piedra papel o tijera, de Inés Garland, o Donde no hago pie, de Belén López Peiró,
El Gobierno no lee literatura, no tiene la menor idea de lo que me estás diciendo. Lo que tengo claro es que tampoco le importa. Si se llegan a enterar de que las escritoras argentinas tenemos mucha visibilidad y traducciones, no les importaría para nada.
Una fundación de ultraderecha solicitó a la justicia la retirada de tu libro y de otros títulos. ¿Es una novedad?
No, y además está llena de incorrecciones. En la presentación que se hizo a la justicia en el caso de Cometierra aparece otra autoría, un nombre que nadie sabe quién es. Sé que citaron a declarar al conjunto de escritores que hizo el trabajo de selección de los libros que iban a ir en la colección de Identidades Bonaerenses, porque es muy grande, con más de 100 libros muy pensados por edades.
Hay algo que pasó también, y es que se hacía ver que Cometierra llegaba para las escuelas primarias, para nenes de ocho o nueve años. Es totalmente falso, mentira y totalmente malicioso que digan eso, porque no es verdad, está seleccionado con anotaciones, se trabaja en el aula con mediadores de lectura y docentes especializados, no es un libro que se le tira a un nene de diez años para que se arregle. Se trabaja en el secundario. Pero no es casual que hagan eso. Hay un desprecio a los docentes y bibliotecarios, y se quiere hacer ver lo inadecuado entre el libro y las edades, pero es totalmente falso.
Este es un país cuyos Gobiernos de adultos ha llevado a que el 63,9 % de las infancias y adolescencias sean pobres. Creo que tienen una responsabilidad muy grande hacia esos jóvenes
En Cometierra pueden apreciarse dos ejes: uno, las desapariciones y la violencia, y el otro, la puesta en valor de la identidad bonaerense y de las nuevas generaciones, menospreciadas por el mundo de adultos.
Creo que justo porque se sienten violentados y bastardeados por el mundo de los adultos se aferran tanto a Cometierra. Sienten que alguien los miró de otra manera. Hay un discurso creativo, vitalista, amoroso, porque se valora su vida, no se la está despreciando. Este es un país cuyos Gobiernos de adultos ha llevado a que el 63,9 % de las infancias y adolescencias sean pobres. Creo que tienen una responsabilidad muy grande hacia esos jóvenes, y no lo que se hace históricamente todo el tiempo de decir que “no quieren estudiar, no quieren leer, hablan así, componen así su música o sus letras”. En esa mirada se junta el clasismo, el desprecio, la misoginia muchísimas veces, y en Cometierra encuentran otra cosa.
Tu libro ha tenido su recibida de acuerdo al lugar en el que fue leído. En Colombia fue encuadrado dentro del realismo mágico y en España fue categorizado como novela negra. Por cierto, ¿cómo fue su acogida en este último país?
Sorprendentemente buena para mí, que nunca había ido a España antes de Cometierra. Pude acompañarla ni bien salió, y ahora vuelvo todos los años. La circulación de Cometierra y Miseria [su segunda novela, publicada en 2023] no deja de sorprenderme. Recibo mensajes todos los días, y con esta campaña, muchísimo apoyo y solidaridad, porque la cantidad de réplicas que tuvo, algo que nosotros no habíamos imaginado que iba a suceder, fue hermosa, y con España eso pasó muchísimo.
Dentro de España, ¿a qué lugares te llevó Cometierra?
La primera vez, en 2020, fui a Barcelona Negra y a Madrid. Después fui a la Feria de Vallecas, a hacer presentaciones de Madrid de nuevo, a Barcelona, a un festival en Córdoba que se llenó de gente. Todas las veces que fui a España las devoluciones y la convocatoria fueron muy buenas. Creo que allá va por la séptima edición.
También fue finalista en la Semana Negra de Gijón y no pude ir por la pandemia. Hubo videoconferencias tratando de suplir la presencia, pero después volví a ir un par de veces más.
El libro está dedicado a dos mujeres que fueron víctimas de feminicidios.
Sí, Araceli Ramos y Melina Romero, que están enterradas a 150 metros de donde yo trabajé toda mi vida, en la escuela 41 de Pablo Podestá. Fueron dos femicidios muy mediáticos. El caso de Melina es brutalmente cruel. Era una chica de 17 años que fue violentadísima por un grupo de adultos, de los cuales solo uno está preso, el menor de edad. El resto, que eran cuatro, aparentemente, están impunes hasta el día de hoy. Fue golpeada, violada, arrojada viva en un bolso a un arroyo contaminado, y la prensa, en vez de hacer foco en eso, continuaba ultrajándola a ella y a su familia después de muerta. Señalaban que había dejado la escuela, como si eso hubiera sido la causa de que esa chica hubiera sido asesinada. He leído entrevistas a la mamá en las que contaba: “Sí, es verdad, Melina había dejado la escuela porque teníamos problemas económicos. Ella tenía dos trabajos para ayudarme”. Eso no lo decía la televisión, que la presentaba como la “fanática de los boliches, vestida así, peinada así”, algo absolutamente clasista y misógino.
El libro tiene como columna vertebral las desapariciones, un término que en Argentina tiene una gran resonancia.
Absolutamente. En Argentina no se puede hablar de desapariciones sin pensar en nuestros 30.000 desaparecidos [que causó la última dictadura cívico-militar (1976-1983)]. Fue muy fuerte, por eso hubo los juicios que hubo, con sus sentencias, y por eso algunos de los responsables están hoy presos.
Es gravísimo el estado de la cultura y educación, con las universidades salvajemente desfinanciadas. Se sostienen por el empuje de quienes habitamos y hemos sido formados y crecido en las aulas
Y tú retomas estas otras desapariciones a veces vinculadas con los feminicidios; en otros casos no, pero sí aparecen como algo muy identitario de Argentina.
La desaparición es una palabra política porque justamente hubo un Estado que desaparecía. Con el caso de las chicas muertas, mujeres víctimas de femicidios, hubo un Estado muy indiferente que lo posibilitaba. Y hay infinidad de víctimas que han sido violentadas con muchísima complicidad de las policías. Natalia Melmann fue una chica de 15 años que se la regalaron a un comisario, como si fuera una cosa, para violarla y descartarla. La quemaron con cigarrillos, la torturaron policías. Es inevitable pensar en la responsabilidad del Estado en el caso de los femicidios en democracia.
¿Hasta dónde crees que la actual gestión puede avanzar también contra la cultura y la educación, áreas que fueron degradadas de ministerios a secretarías?
Es gravísimo el estado de la cultura y educación, con las universidades salvajemente desfinanciadas. Se sostienen por el empuje de quienes habitamos y hemos sido formados y crecido en las aulas. Me lo marcabas como una paradoja, y no es casualidad que detone la resistencia en las aulas. Pensamos en las marchas educativas de los últimos tiempos ante el intento de cerrar las universidades con su desfinanciamiento, y han sido masivas. Lo mismo pasó con los libros. La acción en el Teatro Picadero fue tapa o tuvo presencia en la mayoría de los diarios de Argentina justamente porque es muy identitario lo que tiene que ver con la educación y los libros. No es raro que justamente la resistencia se manifieste tan fuerte en estas áreas. Tiene que ver con una identidad cultural muy fuerte que se está tratando de socavar.
A su vez, el voto a Milei está asociado a una representación cultural depositada en los jóvenes, como si fueran ellos los que han buscado borrar con lo anterior.
Te voy a contar una cosa más para que te des cuenta de lo que pasa en las aulas. Yo le dedico el libro a Melina Romero, de quien ya hablamos, y a Araceli Ramos, una chica de Podestá que fue a Caseros [localidad cercana] a su primera entrevista laboral a los 17 años. Era la hermana más grande de un grupo de hermanitos que vivían con su mamá en una situación económica muy precaria, y su último mensaje fue: “Mamá, conseguí un trabajo, ahora vamos a estar mejor”. Cuando esta chica llega a lugar donde la habían citado, se encuentra con un femicida que ya había matado y que se había adueñado de la casa de la mujer que había asesinado y desaparecido. Obviamente, la termina matando, sin entrar en detalles morbosos, porque es realmente horrible. Yo sabía que la familia de Araceli se había mudado, porque la mamá no soportaba seguir en el mismo barrio donde había criado a su hija y había muerto, y les perdí el rastro.
[Los libros] tienen que llegar al destinatario que tienen que llegar, y eso les resulta molesto, porque niegan la violencia de género y desfinanciaron todos los programas nacionales que trataban de revertir esas violencias y darles herramienta a las víctimas
Hace un año, la mamá contó por redes que en una de las clases de literatura de una de sus hijas, que había crecido e iba a la secundaria en Flores [barrio de la capital argentina], comenzaron a leer Cometierra. La nena no sabía que había un libro dedicado a su hermana, y como todos, abrió el libro, se puso a leer y se encontró con eso. Muy conmovida, la mamá pedía que si alguien conocía a la autora me agradeciera por mantener viva la memoria de Araceli. Fue muy conmovedor. Esa es la circulación de libros en Argentina. Tienen que llegar al destinatario que tienen que llegar, y eso les resulta molesto, porque niegan la violencia de género y desfinanciaron todos los programas nacionales que trataban de revertir esas violencias y darles herramienta a las víctimas. Siento que la literatura es el camino de la verdadera libertad, y no el que ellos proponen. No quieren regular el acceso de los chicos al verdadero porno, ni a los casinos. Había una propuesta de controlar que los casinos online no estuvieran en manos de chicos desde los 12 años y ellos se han opuesto ferozmente. La única libertad que conocen es ésa. A los libros, censura.
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Magnífica entrevista, muchas gracias! No conocía a la autora ni el libro “cometierra” pero ya estoy yendo a mi librería de guardia a por un ejemplar!