Colonia judia Har Homa
Har Homa, colonia judía en territorio palestino ocupado ubicada cerca de Belén. Álvaro Minguito

Análisis
La econormalización árabe-israelí: apartheid hídrico y colonialismo verde en Palestina

El empeoramiento de las crisis climática y energética ha provocado que países que dependían de la energía y el agua (así como la tecnología) de Israel quizá empiecen a ver la dificultad de los palestinos como algo de menor importancia que su seguridad hídrica y energética.

“No suministraré electricidad ni agua a mis enemigos”, afirmó el ex primer ministro israelí de extrema derecha, Naftali Bennett, en respuesta a la pregunta del conductor de SkyNews Kamali Melbourne, acerca de qué sucedería con los bebés en incubadoras y los pacientes que se mantenían con vida artificialmente si Israel interrumpía permanentemente el suministro de electricidad y combustible a Gaza.

Bennett, un ferviente sionista que apoya la anexión de Cisjordania a Israel, en contravención del derecho internacional, perdió los estribos cuando el periodista insistió en los estragos sufridos en el lado palestino. Bennett replicó si Londres había pensado en los civiles mientras bombardeaba la ciudad alemana de Dresden en respuesta a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En la entrevista, el ex ministro demostró una vez más su odio visceral hacia los palestinos, a los que comparó con nazis, lo que demuestra que el agua y la energía son armas tan letales como las bombas. Han sido herramientas estratégicas en la opresión y el despojo de los palestinos desde la Nakba y la fundación del Estado de Israel en 1948.

Israel ha presentado una imagen de Palestina antes de 1948 como un lugar vacío y desértico, que se convirtió en un oasis floreciente tras la creación del Estado de Israel. Israel encubre sus crímenes de guerra contra el pueblo palestino al dar la imagen de un país verde y avanzado, que se encuentra en una posición superior frente a un Oriente Medio temible y árido. Sus conocimientos sobre agronegocio, forestación, soluciones hídricas y tecnología en materia de energía renovable son utilizados como una plataforma clave para sus esfuerzos de lavado verde a nivel mundial.

Israel y los Estados árabes partidarios de la normalización han firmado una serie de memorandos de entendimiento para llevar a cabo proyectos conjuntos de energía renovable, agronegocio y agua

Desde la firma de los Acuerdos de Abraham con los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y Sudán en 2020, se ha reforzado la afirmación de la superioridad de Israel respecto de Oriente Medio (y el Norte de África). Los Acuerdos de Abraham son acuerdos de normalización celebrados con la intermediación de los Estados Unidos, que también intenta reforzar las relaciones de normalización existentes con otros países árabes que oficialmente no son parte del acuerdo, entre ellos los que aún no han formalizado sus relaciones de larga data con Israel, como Arabia Saudita y Omán, y los países que sí lo han hecho, como Egipto y Jordania. La coalición de Estados árabes creada bajo la esfera de los Acuerdos de Abraham se ha comprometido a aumentar su colaboración con Israel en cuestiones de seguridad, economía, salud, cultura y medio ambiente, entre otros. En los tres últimos años, en virtud de este acuerdo, Israel y estos Estados árabes partidarios de la normalización firmaron una serie de memorandos de entendimiento para llevar a cabo proyectos conjuntos de energía renovable, agronegocio y agua.

Los proyectos colaborativos, supuestamente respetuosos del medio ambiente, entre Israel y los Estados árabes son una forma de econormalización, es decir que utilizan el “ambientalismo” para el lavado verde y la normalización de la opresión israelí y de las injusticias ambientales que ocurren como consecuencia de ella en la región árabe y en otras partes. De hecho, la normalización de las relaciones entre Marruecos e Israel en diciembre de 2020 tuvo lugar a través de un acuerdo entre dos poderes ocupantes, facilitado por su patrón imperial (Estados Unidos bajo el Gobierno de Trump), mediante el cual Israel y los Estados Unidos también reconocieron la soberanía de Marruecos respecto del territorio disputado del Sáhara Occidental. Desde entonces, se produjo un aumento de las inversiones y los acuerdos anunciados por Israel en Marruecos en diversos ámbitos, en particular el agronegocio y la energía renovable.

Apartheid hídrico

El 8 de noviembre de 2022, durante las negociaciones de clima de las Naciones Unidas, celebradas en Sharm El Sheikh (COP27), Jordania e Israel firmaron un memorando de entendimiento, mediado por los Emiratos Árabes Unidos, para continuar un estudio de viabilidad sobre dos proyectos interrelacionados: Prosperity Blue y Prosperity Green, que juntos constituyen el Proyecto Prosperity. Según las condiciones del acuerdo, Jordania comprará 200 millones de metros cúbicos de agua al año de una planta desalinizadora israelí, que se instalará en la costa mediterránea (Prosperity Blue). La planta desalinizadora de agua utilizará electricidad producida por una planta de energía solar fotovoltaica de 600 MW, que Masdar, una empresa estatal emiratí de energía renovable, construirá en Jordania (Prosperity Green). Las partes del acuerdo tienen previsto presentar planes más concretos sobre la aplicación de los proyectos en las próximas negociaciones de cambio climático (COP18), que se celebrarán en los Emiratos Árabes Unidos en noviembre.

La retórica benevolente detrás de Prosperity Blue oculta el papel de Israel en el saqueo de agua palestina y árabe durante decenios y contribuye a negar su responsabilidad respecto de la escasez de agua en Jordania, mientras afirma que ofrece una solución y se muestra como guardián del medio ambiente y potencia regional del agua.

Mekorot, un actor fundamental en la desalinización del agua en Israel, se ha posicionado como líder en desalinización y soluciones hídricas a nivel mundial, en parte mediante la narrativa de lavado verde de Israel

Mekorot, un actor fundamental en la desalinización del agua en Israel, se ha posicionado como líder en desalinización y soluciones hídricas a nivel mundial, en parte mediante la narrativa de lavado verde de Israel. El dinero que genera a partir de estas operaciones financia su apartheid hídrico, y la del Gobierno israelí, contra el pueblo palestino. Además de usurpar el río Jordán, Mekorot desempeña un papel fundamental en construir la infraestructura del apartheid hídrico de Israel, dado que controla la mayor parte de los recursos de agua palestinos en Cisjordania y los desvía a asentamientos ilegales israelíes.

Lo mismo ocurre en el territorio bloqueado de la Franja de Gaza, donde, durante decenios, Israel ha destruido al sector agrícola. Desde 2007, el sitio de Gaza ha limitado el acceso de agricultores palestinos a su tierra agrícola y ha exacerbado la grave crisis del agua en la zona.

Colonialismo verde

Unos meses antes de la COP27, en agosto de 2022, Jordania, Marruecos, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Egipto, Bahrein y Omán firmaron un Memorando de Entendimiento con dos empresas de energía israelíes con el fin de implementar proyectos de energía renovable en estos países. Enlight Green Energy (ENLT) y NewMed Energy (en adelante ENLT-NewMed), las dos empresas israelíes involucradas en este enorme proyecto energético, iniciarán, financiarán, construirán, elaborarán y operarán centrales de energía renovable en tierras árabes. Estos proyectos de energía “verde” incluirán la producción de energía eólica y solar y el almacenamiento de energía.

Los dos proyectos de energía renovable en la agenda de econormalización, Prosperity Green y ENLT-NewMed, promueven la imagen de Israel como centro de tecnologías creativas de energía renovable. Al enaltecer a Israel en este sentido, la narrativa principal omite que sus innovaciones en el sector de la energía se basan en el colonialismo energético verde en Palestina y el Jawlan (los Altos del Golán).

El “colonialismo de la energía renovable” pueden definirse como la extensión de las relaciones coloniales de saqueo y despojo (así como la deshumanización del otro) a la era verde de energías renovables

El colonialismo energético se refiere a empresas y países extranjeros que saquean y explotan los recursos y la tierra de países y comunidades en el Sur global con el fin de generar energía para su propio uso y beneficio. El colonialismo energético también perjudica la vida y los entornos socioeconómicos de las poblaciones locales del Sur. Como hemos sostenido en nuestra publicación “Desmantelar el colonialismo verde: justicia climática y energética en la región árabe”, el “colonialismo verde” o el “colonialismo de la energía renovable” pueden definirse como la extensión de las relaciones coloniales de saqueo y despojo (así como la deshumanización del otro) a la era verde de energías renovables, que trae aparejado el desplazamiento de los costos socioambientales a los países y comunidades periféricos, priorizando las necesidades energéticas de una región del mundo con respeto a otra. Se preserva el statu quo, pero con diferentes fuentes de energía, pasando de los combustibles fósiles a la energía verde, a la vez que se mantienen los patrones de producción y consumo intensivos en energía, y las mismas estructuras políticas, económicas y sociales que generan desigualdad, pobreza y despojo permanecen intactas.

Ello se pone de manifiesto en proyectos orientados a la exportación, como Desertec, Xlinks, TuNur y proyectos de hidrógeno verde previstos en el Norte de África, y se ve más claramente en las centrales solares y los parques eólicos construidos en el territorio del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos.

Al mismo tiempo, en Palestina y el Jawlan, el colonialismo energético, incluido mediante fuentes de energía verde, es una faceta más del colonialismo de asentamiento de Israel. Este país lo utiliza como un modo de despojar y segregar a la población palestina y del Jawlan (los 26 000 sirios que actualmente viven en los Altos del Golán, ocupados por Israel) en enclaves muy pequeños, mientras expande la supremacía judeo-israelí en sus territorios. Tanto Prosperity Green como ENLT-NewMed pueden considerarse instancias de colonialismo de energía (verde) que permiten a Israel continuar su proyecto de colonialismo de asentamientos y aumentar su poder geopolítico en Oriente Medio y el Norte de África, oculto bajo la narrativa asesina del lavado verde. Israel niega la soberanía de la población colonizada de Palestina y de los Altos del Golán respecto de sus recursos energéticos y perpetúa su dependencia del mercado energético. Mientras tanto, la Franja de Gaza, no muy lejos de los yacimientos de gas de Leviatán y Tamar, ha estado en la oscuridad durante años debido a que Israel ha denegado a los gazatíes pleno acceso a electricidad.

La econormalización permite a Israel reconfigurar su posición en los sectores del agua y la energía a nivel regional y mundial, reforzando así su poder político y diplomático en la región y el mundo. El empeoramiento de las crisis climática y energética ha provocado que países que dependían de la energía y el agua (así como la tecnología) de Israel quizá empiecen a ver la dificultad de los palestinos como algo de menor importancia que su seguridad hídrica y energética. La econormalización refuerza el papel del lavado verde israelí como máquina de hacer dinero para empresas israelíes, mientras que socava la democracia energética y la soberanía alimentaria de Palestina, inextricablemente vinculadas con la lucha palestina por la autodeterminación.

Palestina
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En poco más de una década Israel se ha convertido en un exportador de energía. El plan de Netanyahu es convertir a su país en una potencia gasística mundial. Para ello cuenta con los pozos palestinos ya usurpados y con lo que falta por perforar.

Hay un vínculo permanente entre el lavado verde israelí, que es reforzado mediante la econormalización, y la consolidación del apartheid y el colonialismo de asentamientos en Palestina y el Jawlan. Como consecuencia del aumento de la violencia israelí y la expansión de los asentamientos de colonos en los territorios palestinos ocupados, la lucha anticolonial palestina está en un momento crítico. El túnel oscuro que es la vida de los palestinos bajo la opresión israelí se está oscureciendo cada vez más. Sin embargo, hay un rayo de luz que ilumina el largo camino de los palestinos hacia la liberación: esa luz es la creciente resistencia del pueblo palestino, que se niega a ser aislado, deshumanizado y destruido. La lucha para derrocar al régimen israelí opresivo también forma parte de una lucha más amplia por la autodeterminación y emancipación de otros pueblos del mundo. El poder colectivo de los pueblos árabes y de otros pueblos es capaz de impedir los intentos coloniales para seguir aislando a Palestina del resto del mundo (árabe) a través de la (eco)normalización. Con este fin, movimientos sociales, grupos ambientalistas, sindicatos, asociaciones estudiantiles y organizaciones de la sociedad civil de la región árabe y de otras partes deben intensificar las protestas contra sus gobiernos para que estos pongan fin a la normalización de los vínculos con Israel. Por último, los movimientos de base internacionales deberían aumentar su apoyo al boicot, la desinversión y las sanciones contra Israel.


Manal Shqair es una activista climática e investigadora palestina. Actualmente cursa un doctorado en sociología en la Universidad Queen Margaret de Escocia.
Hamza Hamouchene es un investigador y activista argelino radicado en Londres. Actualmente es coordinador del Programa del Norte de África en el Transnational Institute (TNI). Ha coeditado la publicación “Desmantelar el colonialismo verde: energía y justicia climática en la región árabe”.
Hafawa Rabhi es un periodista independiente tunecino que se especializa en temas ambientales.
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