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Monarquía
La mafia real Borbón SA
“Los españoles tenemos una deuda eterna con quien durante 40 años ha ocupado la Jefatura del Estado. España bajo el reinado de Juan Carlos I ha alcanzado las más altas cotas de paz, progreso y prosperidad. La presunción de inocencia es un derecho en toda democracia que se precie de serlo” -Felipe González, expresidente del Gobierno.
Se impuso el mito del rey que trajo democracia (restauración borbónica): “Juan Carlos es el artífice de la transición democrática”, “negar la realidad es negarnos a nosotros mismos, y hacerlo con la historia de España es negar nuestra democracia y libertad”, “fue la monarquía parlamentaria la que construyo nuestra democracia; fue la Monarquía parlamentaria la que nos entregó la soberanía al pueblo español” -Luis María Ansón, escritor monárquico. La prensa aduladora y la casta política fascista se encargaron de forjar en don Juan Carlos un halo de divinidad. Y es que el caudillo el 31 de marzo de 1947 define a España como un Estado Católico y social que se constituye en Reino. Franco como rey regente o jefe de estado vitalicio se reservaba la opción de nombrar su sucesor. Para legitimar “democráticamente” a la dictadura la Ley de Sucesión fue sometida a referéndum el 6 de julio de 1947 obteniendo el 93% de los votos.
El rey Juan Carlos al comienzo de su mandato contó con la complicidad de los poderes fácticos; banqueros, empresarios, cúpula del ejército franquista, aristócratas, el clero más reaccionario, y especialmente del falangista reconvertido en demócrata, Adolfo Suárez. Más adelante el líder del PSOE (falangista moderado) Felipe González, su gran chambelán, lo elevó a los altares. Los medios de comunicación oficiales a base de una campaña de manipulación sin precedentes impusieron el sublime dogma del rey salvador de España, el estadista ejemplar, con una reina ejemplar, con una familia ejemplar, es decir, el rey bueno, magnánimo y honesto. Qué elegante y qué porte mayestático, si es la misma imagen del Cid Campeador. Los poetas palaciegos le dedican loas épicas a tan ilustre prócer. Al pueblo español ni se le nombra, no tiene ningún protagonismo pues solo son los extras de una vulgar farsa bufonesca. Dícese que Juan Carlos I es un rey para todos los españoles sin importar clases sociales, las inclinaciones políticas o creencias religiosas. Un rey que jamás condenó la dictadura franquista, que jamás condenó sus crímenes de lesa humanidad, que jamás condenó los asesinatos y torturas, que jamás condenó las penas de muerte, que jamás condenó la represión, las desapariciones o el oprobioso destierro de millones de personas. El miedo inducido por 40 años de franquismo ha surtido el efecto deseado.
La transición tuvo tres pilares básicos: impedir la República, el federalismo y el protagonismo de la izquierda que se había distinguido por su tenaz lucha antifranquista.
Todo ello obedecía a la voluntad de los militares golpistas continuadores de una tradición que se remonta a la época de los Reyes Católicos. “La democracia viene de la legitimidad del franquismo” -Pío Moa, historiador ultra.
A don Juan Carlos I se le considera un héroe sacrosanto y por eso en la pechera de su uniforme la lleva plagada de medallas y condecoraciones que acreditan sus victorias en cruentas batallas contra los enemigos de España. El rey emérito ha prestado grandes servicios à España entre los que cabe destacar la entrega de la última colonia española del Sáhara Occidental a Marruecos y el autogolpe de estado del 23-F de 1981.
Su reinado en lo sustancial no ha sido más que un inmenso fraude, un decorado hollywoodiense diseñado por los grandes maestres de palacio en entusiasta connivencia con los legatarios del régimen que fundó su legitimidad en una rebelión militar nazi franquista y que consolidó el caudillo al nombrarlo su sucesor.
El punto más álgido de su reinado llegó con el escándalo del safari en Botswana. Ardiente aventura que se encargó de organizar -por la módica suma de 50.000 euros- su examante la serenísima princesa Corinna que trabajaba en la agencia Rann Safaris. Ella, haciendo gala de su extraordinario don de gentes, captaba a los clientes de alto standing para llevárselos de cacería a África. Don Juan Carlos todavía guardaba esperanzas de reeditar ese idilio apasionado que le partió el corazón. Aunque eligieron el peor momento pues en ese año 2008 se desató sobre el reino de España una desgarradora crisis económica.
Al terminar una cena en la que celebraba junto a nobles y acaudalados hombres de negocios, su magnífica puntería al abatir un elefante de casi 4 toneladas, un desafortunado suceso lo iba a marcar por el resto de su vida. Los excesos etílicos se le subieron a la cabeza y cuando presuroso se dirigía a sus aposentos de la mano de la serenísima princesa Corinna “accidentalmente” perdió el equilibrio y cayó al suelo cuan largo es con tan mala fortuna que se partió la cadera. Inmediatamente se dispararon las alarmas ¡Alerta! el jefe del Estado ha caído malherido en acto de servicio. ¿Cómo ocultar este escándalo tan mayúsculo y maquillar unos acontecimientos tan comprometedores? El CNI tomó cartas en el asunto pues la estabilidad de la Corona corría un alto riesgo. No iba a ser fácil engañar a los medios de comunicación. “Don Juan Carlos, preocupado por la fauna africana en peligro de extinción, viajó hasta Botswana donde tuvo un pequeño percance al intentar fotografiar a una manada de elefantes”. El rey demostraba así su pundonor y su enorme sacrificio por Dios y por España. Este suceso destapó las aventuras del rey con Corinna que prudentemente tuvo que desaparecer del mapa.
Tras recibir el alta en el hospital USP San José, su majestad, como todo un caballero español, se disculpó en público ante sus súbditos con el famoso “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Sentidas palabras que algunos medios monárquicos comentarían: “un gesto sin precedentes”, “la figura del rey se ha engrandecido”.
¿Pero acaso a su majestad le va a quitar el sueño los ataques de esa chusma izquierdista y antiespañola? Él es un titán invencible capaz de batirse a pecho descubierto contra sus enemigos más aguerridos.
¿Quién se atreve a exigirle responsabilidades al rey de España y Jerusalén, a su católica majestad, al capitán general de los ejércitos? Atacar al rey es atacar a la Constitución y los principios fundamentales de la democracia.
Abu Dabi y Dubai son ciudades artificiales y futuristas que nos deslumbran con sus grandes rascacielos y espectaculares obras de ingeniería, ciudades levantadas en medio del desierto por miles de emigrantes esclavos inmisericordemente explotados por los jeques déspotas. EAU es el paraíso del capitalismo, libre de impuestos, uno de los santuarios más seguros del capital global y guarida de advenedizos, corruptos evasores que vienen a lavar el dinero negro, capos de la delincuencia internacional, mafias de la droga o la prostitución tanto del primer mundo y del tercer mundo. Los jeques y príncipes hacen los que les viene en gana gracias a la extraordinaria riqueza generada por los pozos de petróleo o de gas. El 90% del ingreso de las reservas de petróleo y gas de los EUA es propiedad de solo el 0,2% de la población local. La riqueza personal del jeque Jalifa asciende a más de 15.000 millones de dólares.
Es una vergüenza que el fiscal suizo Bertossa obligue a la Fiscalía del Tribunal Supremo de España a investigar a Don Juan Carlos I por cobro de comisiones ilegales del contrato millonario de la construcción del AVE a La Meca. Además, de maniobras de lavado de dinero y evasión fiscal. Delitos por los cuales el rey emérito podría acabar sentado en el banquillo de los acusados.
Poder político, poder económico se alían para contribuir al éxito de esta lucrativa empresa familiar Borbón S.A.
El Real Instituto Elcano, el Ibex 35, las multinacionales, los empresarios, los banqueros, terratenientes. La camarilla palaciega más parecida a esas mafias de Al Capone, Lucky Luciano y Vito Corleone. Esto sólo el principio y si se sigue tirando de la madeja seguro que nos deparará muchas sorpresas. Ahora caemos en cuenta que la Jefatura del Estado estaba a cargo de un empresario y no de un rey.
Corinna residió durante bastantes años como invitada de honor de don Juan Carlos en la finca Angorrilla en El Pardo, muy cerca del palacio de la Zarzuela. El rey emérito le tenía tal confianza a su novia que la nombró su “administradora adjunta” para que se hiciera cargo del cobro de comisiones. Además, le encomendó la suprema misión de encontrarle un trabajo digno a su yerno Urdangarín, ya que éste no tenía una gran experiencia en el mundo de las finanzas. Podríamos afirmar que ella fue la planificadora del Instituto “sin ánimo de lucro” Noos que estaba bajo la supervisión de su majestad el rey. Corinna, en sus delirios de grandeza, exigió ser reconocida socialmente como la mujer de don Juan Carlos I.
Juan Carlos I se había tomado muy en serio su relación con Corinna y la pasión se acrecentó irrefrenablemente hasta el punto de que le prometió casarse con ella. ¡Corinna reina de España! Y así se lo comunicó el rey emérito a sus hijos en una cena en el restaurante El Landó del Rey que pretendía divorciarse, pues se había enamorado de una princesa alemana. Lo que no les dijo es que además la utilizaba como testaferro para sus negocios privados. Las comisiones reales las autorizó Franco para que se le pagara un porcentaje a don Juan Carlos por cada barril de crudo procedente de Arabia Saudita. Sus estrechas relaciones con las monarquías del Golfo permitieron sortear a España la crisis petrolífera del año 1973. Luego este acuerdo o prebenda lo siguieron respetando Suárez y Felipe González.
Según su amante (que es la que mejor lo conoce pues por algo compartió el lecho nupcial) la ambición del rey no tiene límites y padece una irrefrenable adicción al dinero más propia de un avaro y mezquino usurero. “No hay nada de amor, toda gira en torno al dinero”. Euros, dólares, lingotes de oro, perlas, diamantes, zafiros o esmeraldas. La clásica trilogía, dinero, lujo y fornicación. Si cada vez que iba al Golfo Pérsico volvía con las valijas cargadas de petrodólares que pasaban sin ningún control por la base aérea de Torrejón. ¿A ver quién se atreve a revisarle las maletas al rey en un aeropuerto? Entre las innumerables donaciones y regalos que ha recibido don Juan Carlos por parte de sus hermanos jeques, reyes y príncipes árabes hay que reseñar un yate, un palacete, dos ferraris, caballos pura sangre, joyas o maletines con premios sorpresas.
A partir de los episodios de sus infidelidades con Corinna y el caso Urdangarín provocó que en el 2014 tuviera que abdicar. Él se negaba de lleno a renunciar a tan alta investidura que había jurado ocupar hasta la muerte. Pero a sus propios consejeros y los líderes de partidos políticos constitucionalistas le advirtieron que si no lo hacia la monarquía podría naufragar.
En su discurso de abdicación don Juan Carlos se refirió a su hijo de la siguiente manera: “tiene la madurez, la preparación y el sentido de responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado y abrir una nueva etapa de esperanza”. A renglón seguido añadió: “Además contará con el apoyo incondicional de la princesa Letizia”. “Es el momento del relevo que tomará una generación más joven que traiga esperanzas en estos momentos de crisis”. Los más fundamentalistas le reclamaron: “Un Borbón sigue siendo rey hasta que muere en la cama” algo que coincide con el consejo que le dio en su día su pariente lejano la reina Isabel de Inglaterra.
Don Juan Carlos I y Corinna se conocieron en un torneo de tiro en la finca La Garganta en Ciudad Real (lugar de encuentro de poderosos para hacer negocios e intercambiar información importante) donde su majestad tenía problemas con su arma pues no disparaba y ella amablemente le explicó el correcto funcionamiento del mecanismo de percusión. Lo cautivó con su belleza, su clase e inteligencia. Fue amor a primera vista -más tarde confesaría ella. La despampanante serenísima princesa Corinna con sus malas artes hechizó a su majestad, ¿quién puede sustraerse a la tentación de esa bomba sexual con un cuerpo de ensueño y esos labios lúbricos que quitan el sentido? Don Juan Carlos, ya bien entrado en su edad madura, no podía renunciar a cobrarse este trofeo de caza mayor. Aquí se aplican muy bien los versos de esa famosa canción “Caballo Viejo”: “caballo le dan sabana porque está viejo y cansao, pero no se dan de cuenta que un corazón amarrao cuando le sueltan la rienda es caballo desbocao”. Corinna enloqueció a su majestad que perdió por completo la cabeza hasta el punto que la llamaba más de diez veces al día por teléfono. Sus consejeros inútilmente trataron de hacerlo entrar en razón, pero él estaba tan poseído por su novia (como solía presentarla entre sus conocidos) que ni el exorcismo más poderoso hubiera podido liberarlo. En máximo secreto Juan Carlos convivió con Corinna en su apartamento de Villars-sur-Ollon aunque lo encontraba un poco estrecho (tenía 300 metros cuadrados) y en el 2009 le transfirió dos millones de euros al testaferro Fasana para la compra de un dúplex de lujo en los Alpes suizos (que se convertiría en su “nidito de amor”).
A Juan Carlos y Corinna los unía la pasión por los viajes exóticos, la fina gastronomía, los costosos regalos y los negocios millonarios. La pareja se dedicó a los viajes oficiales y privados en los que visitaron enclaves como Tahití, Bora Bora, República Dominicana, Barbados, los Ángeles, Abu Dabi, Botswana o Suiza. Y a disfrutar de la dolce vita en los guateques, las fiestas y torneos de caza, estaciones de esquí, los grandes eventos gastronómicos regados por los mejores vinos y champanes. Y los fines de semana de shopping en París o Londres. Todo este tejemaneje lo sabía desde un principio la policía española (UAI) y el CNI (servicios secretos) pero callaron, lo escondieron para proteger la “honra y el honor” de la corona. La casta política ha encubierto los actos delictivos con el maquiavélico sofisma de distracción de que “es inocente mientras no se demuestre lo contrario”. Además, son acontecimientos del pasado concernientes a su vida privada, por lo tanto antes de 2014 cuando aún detentaba la Jefatura del Estado en la que primaba la inviolabilidad.
Su reinado en lo sustancial no ha sido más que un inmenso fraude, un decorado hollywoodiense diseñado por los grandes maestres de palacio en entusiasta connivencia con los legatarios del régimen que fundó su legitimidad en una rebelión militar nazi-franquista y que consolidó el caudillo Francisco Franco al nombrarlo su sucesor.
La reina Sofía siempre se mantuvo en guardia tras la pista de las amantes del rey prohibiendo que se colaran en los actos oficiales o las reuniones a la Casa Real. Corinna se dedicaba a frecuentar el selecto club de la jet set y la nobleza europea y a pesar de divorciarse en el 2005 de su esposo el príncipe alemán Casimir zu Sayn-Wittgenstein, siguió presentándose como princesa zu Sayn-Wittgenstein. De ahí que la familia zu Sayn-Wittgenstein la haya demandado por la usurpación de un título que legalmente ya no posee. En todo caso le sobraba clase y atractivos físicos para conquistar las más altas cimas del poder.
Las revistas de corazón han creado la imagen de la reina emérita víctima de un monarca mujeriego y vividor. Pero desde un principio la pareja real pactó que su relación iba a ser meramente “institucional”. Ambos duermen en habitaciones separadas desde el año 1976 tras un incidente extramarital. Su cometido no era otro que engendrar al príncipe heredero a la Corona. Doña Sofía es una santa que ha tenido que aguantar las “travesuras” de su marido. “Cómo sufre esta pobre mujer, es tan buena que se ha ganado el cielo” -comenta el beaterio de la prensa rosa. Pero la reina emérita, de rígidas convicciones morales y más próxima al ideario derechista, ha sabido disimular su dolor y su rabia ya que su augusto marido le ha puesto los cuernos en múltiples ocasiones. La procesión va por dentro. Una humillación indecorosa que está dispuesta a perdonar sí don Juan Carlos, arrepentido, se rinde a sus pies. Por conveniencia no ha querido separarse del rey adúltero pues se niega a perder los incontables privilegios que le ofrece el estatus de reina madre.
El rey emérito recibió una comisión secreta de Arabia Saudita de 100 millones de dólares (que según la tradición saudí entrega a otras monarquías en prueba de amistad) por la construcción del AVE a La Meca.
Monto que se transfirió a la fundación panameña Lucum manejada por un gestor Fasana y el abogado Canónica. Los testaferros del rey emérito intentaron blanquearla a través del sistema financiero helvético (banco suizo Mirabaud). Comisiones, por supuesto, fuera del alcance de la Hacienda española. Lo cierto es que los empresarios españoles tuvieron que desembolsar 220 millones de dólares para conseguir el contrato de la línea férrea de alta velocidad Medina-Meca.
¿Y quién ha sido el artífice de este milagro? Nada menos y nada más que don Juan Carlos I gracias a sus contactos y buenas relaciones con los presidentes, primeros ministros, reyes y príncipes, jeques o emires. Su majestad ha fungido como exitoso lobista de la marca España obteniendo jugosos contratos en el área del gas, el petróleo, armamento, la construcción, las infraestructuras, electricidad, abastecimiento hídrico o energías renovables.
Recordemos que el primo del rey don Álvaro de Orleans se embolsó en las 2003 jugosas comisiones por la venta del banco Zaragozano al Barclays tasadas en 50.000.000 de francos suizos (desde luego tuvo un padrino que le echó una mano). El fondo de la fundación Zagatka tiene como primer beneficiario a Álvaro de Orleans-Borbón, como segundo a Andrés de Orleans-Borbón y San Martino y como tercero a Juan Carlos de Borbón y Borbón. Con estos fondos el rey emérito financiaba, por ejemplo, el alquiler de jets privados y los hoteles de lujo. También en el 2009 cobró las comisiones de la constructora OHL como intermediario de la venta de unos terrenos en Playa del Carmen en México por un monto de 4,2 millones de euros. Álvaro de Orleans ha ejercido el papel testaferro del monarca usando varias cuentas suizas a su nombre para esconder su onerosa fortuna y, claro, recoger los rentables intereses y dividendos del “mejor embajador de España en el mundo”. Da la casualidad que las cuentas de su padre, su alteza don Juan de Borbón, también estaban domiciliadas en Suiza donde sus hijos recibieron su herencia millonaria que tampoco tributó en España. El supremacismo borbónico desprecia cualquier atisbo de legalidad.
Corinna confesó que Juan Carlos I “en agradecimiento a los servicios prestados a la corona” le regaló 65 millones de euros que ella recibió en la cuenta de un banco suizo en Bahamas. “Fue por amor y gratitud -conmovedor argumento que zanja cualquier duda mal intencionada. La serenísima princesa aduce que cuidó del rey emérito en sus peores momentos cuando convalecía de una importante operación que le extirpó en el 2010 un nódulo pulmonar. Su majestad, en correspondencia por sus desvelos y para asegurar el futuro de sus hijos, le transfirió tan exorbitante cantidad de euros. Parte de esta suma la utilizó para comprarse una casa de campo señorial en el oeste de Inglaterra valorada de 6,7 millones de euros.
El peligro número uno para la estabilidad del régimen del 78 no es ETA, ni los terroristas islámicos o los separatistas vascos o catalanes sino la bella examante del rey emérito, Corinna Larsen. Ella posee secretos capaces de desestabilizar la monarquía borbónica y quién sabe si hundirla en lo más profundo del océano. De ahí que el máximo objetivo del CNI sea neutralizarla, es decir, callarle la boca para que no siga manchando el buen nombre del rey emérito y su hijo el rey Felipe VI, beneficiario de las fundaciones Lucum y Zagatka (si falleciera su padre) investigadas por blanqueo de capitales. El director del CNI (hasta julio del 2019), Sanz Roldán, general inescrupuloso de corte franquista, personalmente le “recomendó” a Corinna que rompiera con el rey pues “comprometía la seguridad nacional”. Si no obedecía su consejo, que se atuviera a las consecuencias. Traducido del lenguaje gansteril “que podría pasarle algo muy malo” a ella y a sus hijos. Acto seguido comenzó a recibir amenazas de muerte por email o por teléfono. Sanz Roldan sabe utilizar muy bien las tácticas de terrorismo de Estado que aprendió durante los años más sangrientos de la lucha contra ETA. Ella denunció que un grupo de mercenarios saquearon su apartamento de Mónaco ("Operación Mónaco”) buscando documentos comprometedores (múltiples e ilegales negocios internacionales) que al parecer obraban en su poder. Y toda esta campaña de acoso se lanzó por órdenes del despechado rey Juan Carlos I. Luego le escribiría a ella el director del CNI a modo de disculpa: “estamos completamente comprometidos con tu seguridad física”.
Los agentes secretos españoles, imbuidos en el patriótico espíritu de por Dios, la patria y el rey van tras la pista de Corinna; la persiguen y la amenazan para que cese sus ataques contra la monarquía. Incluso le advirtieron que a ella y sus hijos podía pasarles algún “inoportuno accidente” como el que le ocurrió en su día a Lady Di.
Felipe VI, en una jugada maestra –planificada por el cerebro de la Casa Real Jaime Alfonsín- aprovechando el confinamiento del coronavirus, anunció que renunciaba a su hipotética parte de la herencia de su padre y le retiraba la asignación económica que percibe de los presupuestos de la Casa Real. En un intento por capear el temporal y que las aguas vuelvan a su cauce. “En consonancia con la honestidad, rectitud e integridad que rige su actividad institucional y privada y trasparencia”. Radical medida que fue saludada con beneplácito por el PSOE, PP, VOX y Cs. “Una decisión valiente y ejemplar”. ¿Pero quién puede creerse esta comedia de que su hijo va a repudiar a su padre al que debe sumisión y respeto? ¿Acaso Felipe VI no ha encubierto sus fechorías? ¿Su amado primogénito va a traicionar al patriarca?
En el fondo el rey emérito sigue reinando. Lo paradójico del caso es que don Juan Carlos I en sus mensajes de Navidad adoctrinaba a sus súbditos con sermones sobre el espíritu de sacrificio, la austeridad y la rectitud moral por el que debían encauzar sus vidas.
A partir de ahora vivirá de sus ahorros pues no tiene derecho a subsidio de jubilación por sus años como príncipe o monarca ya que nunca ha cotizado a la seguridad social y no está cubierto por la sanidad pública al no contar con tarjeta sanitaria. ¿Cómo es posible que se atente contra la dignidad de un venerable anciano en una clara violación a los derechos humanos?
El día 3 de agosto del 2020 el rey emérito le envió a su hijo Felipe VI la siguiente carta: “ante la repercusión pública que están causando algunos asuntos del pasado relacionados de mi vida privada deseo manifestarte mi más absoluta disponibilidad para contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad mi legado y mi propia dignidad como persona, así me lo exigen. Ahora guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles y a sus instituciones y a ti como rey, te comunico mi meditada decisión de trasladarme, en estos momentos, fuera de España”. “La institución monárquica está por encima de las personas que la encarnan” -expresó el ministro de Justicia Juan Carlos Campo. El rey Felipe VI es una persona serena, tranquila, recatada y equidistante al comportamiento de su augusto padre y más próximo al de su madre la reina Sofía que es ejemplo de castidad, prudencia y discreción.
Es increíble que grupos republicanos, o anarquistas no hayan salido a celebrar la huida del cobarde monarca y reclamar en las plazas públicas la caída del régimen. Pero la desmovilización a causa de la pandemia del coronavirus y el fantasma de la bancarrota económica jugó a favor de las huestes realistas. Cuando su abuelo el rey Alfonso XIII, llorando como Boabdil, se escapó de España el día 14 de abril de 1931 tras el triunfo en las candidaturas republicanas en las elecciones municipales (plebiscitarias), el pueblo, presa de una indescriptible algarabía, se echó a las calles a celebrar el advenimiento de la República. El 26 de noviembre de 1931 el rey fue depuesto y acusado de alta traición por las Cortes republicanas. El soberano corrupto y corruptor abandonó deprisa y corriendo España con un millonario botín de oro, piedras preciosas y valiosísimas obras de arte. Aunque en los bancos extranjeros, igual que su nieto, puso a buen recaudo una fortuna valorada en más de 140 millones de euros (que habría que multiplicar por cinco para actualizarla).
Corinna, que hoy reside en Londres, se encuentra bajo el foco de atención mediática y vive asediada no solo por los servicios secretos españoles sino también por los medios periodísticos ingleses. Tanto la BBC, Daily Telegraph, Daily Mail investigan a fondo y pugnan por una exclusiva sobre la trama que ha estremecido los cimientos de la monarquía borbónica. La prensa española, por el contrario, salvo contadas excepciones, sigue adulando al rey emérito y blanqueando sus tropelías. Es una reacción de orgullo patrio ante los maliciosos ataques de los “enemigos de España”. Don Juan Carlos I es una figura histórica que ha dejado un valioso legado para las futuras generaciones. Ética y moralmente el rey es un techado de virtudes. Los poetas palaciegos entonan loas épicas en homenaje al supremo Capitán General de los ejércitos que aún conserva su porte de guerrero indómito contra el que quiso atentar ETA. El culto a la personalidad, tradición más propia de los regímenes dictatoriales, ha sido la seña de identidad de la monarquía. Como homenaje a los soberanos por decreto ley deben exhibirse sus retratos en los edificios públicos, ministerios, alcaldías y embajadas y para que no quede la más mínima duda de su santidad se han de bautizar con sus benditos nombres hospitales, estadios, calles, avenidas o plazas. Y como si fuera poco, los billetes, monedas o sellos de correos grabados con la esfinge del monarca les recuerdan a sus súbditos a quien deben rendirle pleitesía.
Juan Carlos I anunció su decisión de abandonar España para “preservar la institución monárquica”. Una decisión pactada con su hijo para exiliarse en Abu Dabi, un país que conoce muy bien y donde es recibido con los brazos abiertos por sus hermanos árabes. Allí estuvo en varias ocasiones junto a Corinna, que es bastante famosa entre la prensa árabe pues se creían que era su segunda esposa. EAU es el único sitio en el mundo que le puede garantizar privacidad y discreción pues cuenta con servicios de seguridad muy sofisticados y herméticos. El rey Juan Carlos es invitado de honor de la familia real emiratí, eternamente agradecida por sus servicios prestados al país que presenta como un paradigma del desarrollo y el crecimiento económico. Sus hermanos del Golfo Pérsico, con la proverbial generosidad que los distingue, están decididos a complacerlo y le han reservado una suite real de super lujo en el Emirate Palace (cuyo precio es de 11.000 euros la noche) donde solo se alojan grandes magnates y miembros de la realeza.
Estamos hablando de monarquías absolutas donde ni por asomo existe una pizca de democracia, ni oposición ni instituciones independientes. Hasta tal punto llega la injerencia de EE.UU. que con la intermediación de Donald Trump al príncipe heredero de Abu Mohamed bin Zayed de EAU el pasado 22 de agosto, reconoció diplomáticamente a Israel.
El palacio de Marivent en Palma de Mallorca es la residencia de verano de los reyes. Con sus 9.155 metros cuadrados de extensión y en medio de esplendorosos jardines, la Familia Real tradicionalmente pasa sus “merecidas vacaciones tras un año de duro trabajo y entrega”. Pero este año 2020 el ambiente no es ni sombra de lo fue y por eso la reina Sofía se siente muy sola pues su “Juanito” ha partido al exilio y ella guardaba aún esperanzas de una posible reconciliación. Porque el rey emérito en el ocaso de su existencia estaba resuelto a regresar con la tierna princesa con la que se casó por conveniencia en el año 1962. El premio de consolación para este viejo decrépito y achacoso que se apoya en un bastón para no caer de bruces. Menos mal que para sobrellevar sus cuitas sentimentales tiene a su disposición más de 50 pajes, criadas y mayordomos, limusinas, yates, veleros, helicópteros o aviones privados. Pero lo que realmente le importa a la reina emérita no son los huerfanitos o niños hambrientos del mundo sino salir de compras a exclusivos centros comerciales que es algo que la relaja y le devuelve el alma al cuerpo. Doña Sofía se niega a hablar español ya que es una lengua chabacana a la que le tiene mucha fobia y prefiere utilizar el inglés que es más glamuroso.
La familia real borbónica es el sumun de la hipocresía, de la doble faz, las apariencias y las sonrisas forzadas que fingen simpatía y amabilidad. El carácter soberbio y ególatra de don Juan Carlos se manifiesta en una depravada vida privada, dedicado a las corruptelas, coleccionando amantes y traicionando la lealtad de sus súbditos. Las queridas y meretrices, por supuesto, pagadas con fondos reservados. “Una monarquía se mantiene en la medida en que sus monarcas son personas ejemplares, y tienen que serlo”.
La reina Sofía, princesa de Grecia y Dinamarca (casa de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glucksburg), ha sido una destacada miembro del club Bilderberg en el que participan las élites financieras, los poderes políticos y económicos. Sus directrices son velar por el nuevo orden mundial y su irrevocable compromiso con el neoliberalismo triunfante. Ahora la reina Letizia reemplazará a doña Sofía en el club Bilderberg y asumirá la responsabilidad de representar al reino de España en esta exclusiva secta de multimillonarios.
La reina doña Sofía es una filántropa consumada pues en ella prevalece ese espíritu de cristiana caridad y entrega desinteresada a los demás. Defensora a ultranza de la infanta Cristina y de Iñaki Urdangarín, cerebros de la mafia corrupta del Instituto sin ánimo de lucro Noos. Ella tiene una fe inquebrantable en que la infanta y el duque de Palma son inocentes. “Han sido engañados por los que eran sus socios”.
Tras el levantamiento militar mejor conocido como “el Golpe de los Coroneles” en 1967, el rey Constantino de Grecia que reinaba en ese entonces se mostró complaciente y se negó a condenarlo. Una actitud que le acarreó perder el trono al quedarse sin la protección de EE.UU. La familia real griega “apóstata y traidora” tuvo que asilarse en Londres. Los Borbones los protegieron brindándoles ayuda humanitaria en forma de cuantiosas transferencias bancarias. Las casas reales europeas tienen un pacto de sangre en el que se cubren las espaldas en los momentos más álgidos. ¿Alguien se ha preguntado por el patrimonio de la reina Sofía? Este es otro tabú, un asunto imposible de investigar. Seguro que el capital que comparte con su amado hermano Constantino y su serenísima hermana la princesa Irene (patrona junto a su cuñado de florecientes negocios inmobiliarios) lo tiene a buen recaudo en cuentas secretas manejadas igualmente por testaferros en algún paraíso fiscal. Definitivamente, han aprendido muy bien la lección del padrino don Juan Carlos I. La familia real griega y la casa real española son siamesas.
Don Juan Carlos se ha tomado un paréntesis pues ha sido sometido a un inclemente linchamiento por parte de los medios de comunicación y las redes sociales. Su círculo más cercano dice que está muy agobiado por el estrés que le provoca el vulgar chismorreo de sus súbditos. ¿Dónde queda la presunción de inocencia? Todas estas tensiones han puesto en peligro su salud física y mental. No es posible que cuando disfrutaba de una jubilación dorada, el merecido descanso del guerrero, ahora tenga que lidiar con una confabulación bolchevique igual a lo que aconteciera con el zar de Rusia. Don Juan Carlos sencillamente está cumpliendo con sus funciones de representación de la marca España en EAU, misión diplomática que asume desinteresadamente y de la que con toda seguridad saldrán grandes contratos que beneficiarán a un sinfín empresas españolas. “Siempre he querido lo mejor para España y los españoles” -alegato de los editorialistas del diario pro monárquico ABC.
Las causas contra el rey emérito las tienen que decidir los jueces y esto es algo que de antemano jamás sucederá pues vamos a ver quién se atreve -por lo menos en España- a sentarlo en el banquillo de los acusados.
Por ahora ni siquiera está imputado y el Tribunal Supremo ha rechazado tomar medidas cautelares en su contra. Es inimputable por actos acaecidos antes de su abdicación. La sangre azul cuenta. Seguramente todas las causas se archivarán por falta de pruebas ya que en ningún papel sale su nombre o su firma y la declaración de los testigos no tienen la más mínima credibilidad. 75 altos cargos del PP y el PSOE, exdelegados de Gobierno, fiscales y otros personajes del mundo de la política, la economía y la justicia han publicado una carta defendiendo la “presunción de inocencia” de don Juan Carlos I, “pilar básico de nuestra democracia y valedor de la unidad de España”. El rey jamás dará explicaciones por sus actos del pasado, del presente ni del futuro. Las tradiciones más vernáculas obligan a los súbditos y lacayos a honrar la jerarquía, respeto a la autoridad y obediencia incondicional a un líder infalible. Se ha puesto en marcha a toda la maquinaria de propaganda mediática para limpiar su buen nombre y censurar la más mínima critica. El lobista y comisionista Juan Carlos I está por encima del bien y del mal. Aun no se ha roto el vínculo de servidumbre y sigue vigente el lema de ¡Vivan las Caenas! Faltar el respeto al rey, la patria, el himno y la bandera constituye un delito tipificado en el artículo 491 del Código Penal español. Las injurias a la corona se pagan con multas y cárcel.
Su majestad el rey estaba muy obsesionado con Corinna y tras su distanciamiento -según fuentes de la Zarzuela “esta aventura romántica de amor platónico estaba cancelada”- insistía en verla y le rogó que volviera a su regazo. Pero ella, soberbia, lo desobedeció pues supo que la había engañado con otra damisela de alta alcurnia. Don Juan Carlos, rabioso por la negativa de Corinna de recomenzar el idilio, le exigió que le devolviera los 65 millones de euros (de la comisión por el AVE a La Meca que le donó el rey de Arabia Saudita). Pero ella no obedeció aduciendo que seguramente la iban a acusar de delitos financieros. “Él me los dio por gratitud y por amor”. Juan Carlos contraatacó acusándola de habérselos robado. “Corinna descaradamente se quedó con parte de la jugosa herencia aunque se nos haga creer lo contrario”.
Tras la publicación de una carta remitida por Corinna a Felipe VI en la que le advertía que entre 2008 y 2012 había figurado como segundo beneficiario de una cuenta en Suiza por un monto de 100 millones de dólares, don Juan Carlos I se trasladó en secreto a Londres en marzo del 2019 para intentar firmar con Corinna un pacto de no agresión. Pero no se llegó a ningún acuerdo entre ambas partes porque el rey emérito no quiso reconocer la campaña de abusos instigada por la Corona, ni mucho menos se tomaron medidas para remediarla. Durante el tiempo en que los dos convivieron, Corinna acumuló abundante información comprometedora sobre las empresas, fundaciones, cuentas secretas y testaferros que esconden su patrimonio millonario.
La Conferencia Episcopal española ni siquiera se ha pronunciado sobre el pecaminoso comportamiento de su “católica majestad” (título que aún conserva). Un rey adúltero que se ha dejado arrastrar por los siete pecados capitales y que hipócritamente comulgaba con la hostia santa.
Históricamente la dinastía borbónica se ha distinguido por su carácter patriarcal y misógino, pero ahora con la derogación de la ley Sálica les permite sacarse un as de la manga al presentar en sociedad a la princesa Leonor que se proyecta como una reina “revolucionaria” capaz de devolverle su esplendor perdido.
Como en la época de la Inquisición la culpable de todo este embrollo no es otro que una arpía pérfida y libidinosa, símbolo de la tentación y la lujuria. Corinna, según sus detractores, corresponde al clásico prototipo de la mujer aprovechada que gracias a sus atributos físicos va provocando a los hombres hasta que inocentemente caen en sus garras.
Podemos, el PNV, Bildu JXCAT, ERC o Mas País pretendía abrir una comisión de investigación en las Cortes pero los partidos monárquicos el PSOE, PP, Vox o Cs se han negado a investigar las presuntas irregularidades cometidas por don Juan Carlos I. Argumentan que es una oprobiosa ofensa contra el soberano poner en duda su legado. Las facciones reaccionarias neofranquistas jamás van a permitir que se humille al adalid de la transición democrática. De ahí que la Agencia Tributaria no haya investigado absolutamente nada sobre sus cuentas personales donde solo consta los emolumentos que percibe de la Casa Real. ¿Quiénes son los que se levantan a las seis de la mañana a laborar para que el rey don Juan Carlos I disfrute de aventuras amorosas y viajes a paraísos perdidos? Ha mentido y defraudado su juramento de “desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas”.
¿Cuál es el origen de su fortuna? La Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, ante las contundentes pruebas presentadas por la fiscalía Suiza por las comisiones del AVE a La Meca, no le ha quedado más remedio que analizar las cuentas de Juan Carlos I. ¿Quizás pudo cometer fraude fiscal y blanqueo de capitales al haber ocultado presuntamente una importante fortuna al fisco español? Pero esto no es más que puro teatro porque el rey sigue protegido por el aparato del Estado, desde los jueces, el antiguo CESID, las fuerzas de orden público (Policía, Guardia Civil, FF. AA. o el CNI).
Durante sus 40 años de reinado no solo han sido las comisiones por millonarios contratos sino también los fondos reservados, fideicomisos, negocios inmobiliarios, inversiones financieras, subastas eléctricas, subvenciones cruzadas, fondos excepcionales de la Casa Real, ayudas europeas etc. Demasiado éxtasis y frenesí en esta pestilente ciénaga de corruptelas y desfalcos. Seguramente hay más cuentas secretas y dinero negro repartidas por los paraísos fiscales de medio mundo. Mientras la Agencia Tributaria advierte a los ciudadanos del común que si evaden impuestos les pueden caer penas de 1 a 5 años y multas que oscilan entre el 50% o el 150% de la cantidad no declarada. El coro tardío de los arrepentidos empieza a entonar sus lamentos de perdón por el silencio cómplice que jaleaba la campechanía de su majestad.
Los partidos políticos de la izquierda radical, antisistema y separatista (Frente Popular) reclaman desde hace años que se convoque un referéndum entre monarquía o república. Aducen que es un anacronismo medieval el que en pleno siglo XXI exista una monarquía hereditaria que elige al jefe de estado mediante un acto sexual. ¿Acaso la soberanía no recae en el pueblo español? Por el momento la Constitución del 78 es un dogma de fe intocable e imposible de reformarla hasta que no se cuente con la mayoría de votos suficientes. “Para la Ley de Memoria Histórica la monarquía es ilegítima. Y ese decreto lo rubricó de puño y letra el mismísimo Juan Carlos I. Una decisión completamente autodestructiva pues no hace más que deslegitimar el proceso que le llevó al trono y aniquilar así el nuevo orden de libertades pactado en la Constitución del 78”- Pío Moa, escritor neofranquista.
Los grandes apóstoles de la derecha predican a los cuatro vientos las bondades del régimen del 78: “La monarquía constitucional es una forma moderna de gobierno como lo demuestra el hecho de que los países más avanzados del mundo se rigen por este exitoso sistema. Es imposible regresar a un modelo de república que desgraciadamente fracasó tras el estallido de la guerra civil en 1936. Una república no garantiza que no haya corrupción sino todo lo contrario. La sociedad española no está madura para afrontar los retos del futuro y necesita tutores que la guíen por el camino recto”.
Faltan pruebas para imputar al rey emérito, es preciso demostrar que tiene esas cuentas con ese dinero y, por supuesto, los bancos en paraísos fiscales negarán la existencia de dichas cuentas y sociedades fachada. Las únicas pruebas que existen son las de una amante despechada y del policía delincuente Villarejo. ¿Qué credibilidad pueden tener estos dos caraduras? “Verdaderamente estamos asistiendo a un magnicidio mediático”-portavoz de Vox, Espinosa de los Monteros.
El palacio de la Zarzuela es como un castillo medieval protegido por un foso por el que solo se puede acceder a través de puente levadizo. En esa fortaleza inexpugnable moran sus majestades los reyes protegidos celosamente por una compañía de la Guardia Real que les garantiza su seguridad y tranquilidad. Desde luego que sus vidas valen más que la de 46 millones de españoles. Hay que reconocer que aún estamos sumidos en el oscurantismo del medievo dominados por un sistema de castas y de privilegios en el que la cúspide de la pirámide la ocupa la aristocracia, los grandes de España, la burguesía y los ilustres cortesanos de rancio abolengo, la casta endogámica, mientras que en los arrabales se hacina la chusma de plebeyos, súbditos, lacayos y vasallos siempre tan fieles y leales. La Familia Real es una carga parasitaria que el estado debe asumir sin dilaciones, y para complacer todos sus caprichos y vanidades se ha destinado un presupuesto de 7.887.150 euros (cifra que se refiere a la asignación directa luego existen otras partidas desde diferentes Ministerios que la elevan a 561.654.350 euros).
En la historia líquida de la actual sociedad postmoderna ya no tienen cabida esos cuentos de hadas de reyes y príncipes de origen divino. Las cosas no son fijas, ni eternas pues estamos inmersos en un mundo vertiginoso de la revolución tecnológica en la que todo cambia de un día para otro. No es casualidad que el mito del monarca decente y campechano se haya derrumbado con dos imágenes: un elefante abatido en un recóndito paraje de la selva africana y una vulgar máquina de contar dinero (en la que Juan Carlos I contaba las sacas dinero negro que le remitían sus hermanos árabes desde el Golfo Pérsico) La revista Forbes, especializada en negocios y finanzas, calcula que el patrimonio de la familia real española o mejor dicho, la empresa familiar Borbón SA, asciende a unos de 2.000 millones de dólares.
¿Es posible comprobarlo? Sus acólitos de la prensa servil y los cipayos del poder siempre lo negarán; son mentiras de los enemigos, falsos rumores, especulaciones que no tienen el más mínimo fundamento. La lacra de la impunidad sigue reinando desde hace siglos y no hay manera de combatirla con eficacia. El pueblo español cautivo y desarmado sufre de amnesia crónica, la alienación digital televisiva, los computadores, teléfonos móviles, o las redes sociales lo tiene completamente esclavizado. Solo un golpe de suerte podrá redimirnos así que a apostar a los cupones de la ONCE, la lotería de Navidad, casinos online, los Euromillones, las quinielas o la lotería primitiva.
El rey emérito estuvo cenando con sus amigos de regatas de Sanxenxo en la víspera de abordar un avión privado que lo trasladaría desde el aeropuerto de Vigo hasta al Golfo Pérsico. “Nos vemos en septiembre” -fueron sus últimas palabras. Y es que el caso Corinna se había convertido en una verdadera pesadilla y no le quedó más remedio que exiliarse para calmar la ira del populacho indignado con sus tropelías. Es un sin sentido que cuando la recesión económica arrecia con mayor enjundia el rey emérito se vaya de vacaciones al Golfo Pérsico a disfrutar de las mil y una noches en compañía de un harén de odaliscas y concubinas.
Muchos piensan que todos estos casos de corrupción que ha salido a la luz pública serán la tumba de la monarquía. Pero desgraciadamente si hoy se hiciera un referéndum entre monarquía o república, con toda seguridad ganaría la monarquía (con excepción del País Vasco y Cataluña) porque sus valedores el PSOE, PP, Cs o Vox, representan el 80% de los votos. Una victoria de la corona borbónica significaría legitimarla para los próximos 500 años. Y si por si acaso existiera algún conato de insurrección popular actuarían de inmediato las Fuerzas Armadas que son las garantes del orden constitucional y el estado de derecho.
Tal y como lo expresara el ex vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra: “España es más bien una república coronada. El rey es la garantía de paz, estabilidad, bienestar y unidad”.
Hay que concluir que será el relevo generacional quien tumbe la monarquía, no una revolución o una proclama mesiánica de un grupo de ilustrados o un anhelo utópico o vanguardia iluminada de los desheredados. La breva caerá por su propio peso.
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La presunción de inocencia, respondiendo a la cita de Gonzalez, es requisito imprescindible para una investigación con respecto a posibles delitos. Si no hay investigación, entonces no es presunción de inocencia, sino simplemente asunción de inocencia, fé frente a una realidad que no concuerda con ella, y entonces ya no se trata de ser precavido e imparcial, sino de ser parcial a los prevaricadores.