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Agricultura
La agroecología en Extremadura, la alternativa a la agricultura colonial
La creación de ramas “eco” de las grandes cadenas de distribución es un paso más en el distanciamiento de la AE de la soberanía alimentaria de los territorios en los que se producen estos alimentos.
La agricultura en Extremadura
El modelo agrario extremeño, como ocurre en buena parte de nuestro país, está dominado por la agricultura convencional heredada de la llamada “revolución verde” ocurrida a partir de los años 60 y agravada en Extremadura por su condición de territorio expoliado y dominado, como reflejó en 1978 el libro Extremadura Saqueada. Un modelo exportador de materias primas y energía que responde a los estándares de economía colonial.A estas cuestiones se suma la problemática del acceso a la tierra debido al proceso de acaparamiento de tierras (land grabbing) demostrado por Carles Soler y Fernando Fernández en el libro Estudio Estructura de la propiedad de tierras en España. Concentración y acaparamiento (2015), según el cual Extremadura es la región con la distribución de la propiedad de la tierra más desigual de Europa. Esto ha favorecido, sobretodo en la provincia de Badajoz, la intensificación de la agricultura y el desarrollo de grandes extensiones de monocultivos dependientes de ingentes cantidades de insumos y energía, lo que reduce la calidad del suelo y nos hace más vulnerables ante fenómenos climáticos adversos como sequías, tormentas, granizadas o nevadas.
La utilización de cultivos transgénicos como el maíz y variedades seleccionadas para la intensificación productiva ha conllevado la desaparición de especies y variedades autóctonas adaptadas al territorio, que durante siglos han resistido las condiciones extremas y las plagas en Extremadura.
Todo esto ha producido una alta dependencia de fertilizantes y pesticidas de origen químico y de la energía fósil, que aumentan la vulnerabilidad de nuestra agricultura dejándola en manos de empresas externas. Estos insumos sintéticos, además, acaban contaminando nuestros acuíferos y ríos. El caso de la contaminación por pesticidas del río Guadiana ha facilitado la proliferación de especies invasoras como el camalote o jacinto de agua (Eichhornia crassipes), que afecta muy negativamente a la flora y la fauna acuáticas.
Extremadura es la región con la distribución de la propiedad de la tierra más desigual de Europa
De hecho, la ciencia ha demostrado sobradamente que la revolución verde ha sido una estafa. Se vendía como la solución a la alimentación en el mundo, pero ha quedado sobradamente demostrado que el modelo que ha impulsado es ineficiente energéticamente. Diferentes estudios sobre la agricultura en el norte de Europa confirman que tras la revolución verde en una finca sale la misma cantidad de energía que entra, mientras que antes se obtenía 3,9 veces más energía de la que entraba. Otros estudios, como los de J.M. Naredo, demuestran que la agricultura española moderna obtiene prácticamente la misma energía que utiliza (1,27 veces), mientras que en 1950 se obtenían 6,1 veces más energía de la que entraba en una finca. Una estafa para las personas que trabajan la tierra y un gran negocio para las empresas que comercializan esa energía, pesticidas y fertilizantes. Con la agricultura ecológica (AE) ocurre lo mismo, es decir, requiere menos cantidad de energía para obtener la misma producción que la agricultura convencional. El problema del rendimiento de la AE, por tanto, es un mito que responde a los intereses de la industria de pesticidas y fertilizantes de síntesis química.
Hay alternativa
En este contexto de crisis ambiental y socioeconómica de la agricultura industrializada, surge la agroecología como un movimiento de transformación social que va más allá de la parte meramente productiva, cuestionando la propiedad y el acceso a la tierra, tema de gran importancia en Extremadura por el continuo proceso de concentración de la propiedad. Defiende, también, una alimentación saludable de la población del territorio frente al cultivo exclusivo para exportación, elemento fundamental para una región como Extremadura, con los mayores índices de riesgo de pobreza y desigualdad social del país, donde comemos miel o aceite producidas en otros continentes con menor calidad que la nuestra o donde alimentamos al ganado con materia prima cultivada en Brasil o Argentina. Practican, además, la recuperación de variedades de cultivos y razas ganaderas autóctonas, más adaptadas a las condiciones extremas y duras de nuestra región así como a plagas y enfermedades.El problema del rendimiento de la AE es un mito que responde a los intereses de la industria de pesticidas y fertilizantes de síntesis química
Una pelea por las semillas tradicionales que tiene en frente al gigante de la industria, que coacciona y reprime a las personas que se atreven a utilizar sus propias semillas en lugar de las manipuladas genéticamente. También pelean por la conservación de los saberes tradicionales sobre usos del suelo y manejos de cultivos almacenados en la memoria de las personas mayores y que se están perdiendo por la mecanización del campo, que convierte a los agricultores en meros operarios de maquinaria agrícola. Es decir, la agroecología va mucho más allá de la agricultura y la ganadería ecológicas, que ya de por sí hacen más resistentes los procesos agrarios y generan servicios ambientales en el territorio como la mejora de la calidad del suelo y del agua, la promoción de la biodiversidad, el aumento de la eficiencia energética o la captura de carbono atmosférico.
Políticas públicas de la Junta de Extremadura
En Extremadura, podemos hablar de AE desde la publicación de la normativa europea en 1992, que no comenzó aplicarse aquí hasta el año 1996. La mínima respuesta inicial, debida principalmente al desconocimiento de este modelo, fue seguida rápidamente por la explosión ocurrida en los seis años posteriores, en los que se alcanzó -según los últimos datos publicados por el Ministerio, año 2017- el máximo histórico en el año 2001, con un total de 172.958 hectáreas dedicadas a la agricultura ecológica en nuestra región.
Agroecología
Embudos verdes (I)
¿Por qué no está despegando el sector de agricultura ecológica en Extremadura?
Desde ese momento, la superficie total inscrita en Extremadura ha caído en picado todos los años, hasta llegar a las 81.788,23 hectáreas en el año 2016. La excepción a esa tendencia la observamos en los años 2007 y 2017, probablemente debido a la aplicación de las ayudas agroambientales. De esta forma, el peso de Extremadura ha pasado de suponer el 24% de toda la superficie ecológica cultivada en España a principios siglo a aportar poco más del 4% en el año 2017.
En el año 2016, se publicaron dos decretos que recogen las bases para acceder a las ayudas establecidas en el Programa de Desarrollo Rural (PDR) 2014-2020, aprobado el 18 de noviembre de 2015. En él, se recogen ayudas para la implantación y mantenimiento de producción ecológica de olivar, viñedo para vinificación, frutales de hueso, frutales de pepita, frutales de secano, herbáceos de secano, ganadería ecológica y apicultura ecológica.
El peso de Extremadura ha pasado de suponer el 24% de toda la superficie ecológica cultivada en España a principios siglo a aportar poco más del 4% en el año 2017
Analizando los resultados de los primeros años de aplicación de la última normativa extremeña sobre AE, podemos observar cómo el número de operadores (productores + elaboradores) en ecológico ha caído hasta los 2.937, alcanzando el mínimo histórico, muy alejado de los 7.404 operadores productores presentes en el año 2000 en Extremadura.
En lo cualitativo, se puede observar también cómo el sector está basado principalmente en la producción, mientras que la parte de transformación, importación o comercialización de estos productos es muy escasa, lo que conlleva que el valor añadido y el empleo se generen fuera de Extremadura. Sin duda es uno de los grandes déficits en nuestra región, tanto para la AE como para la agricultura convencional.
La superficie en ecológico sigue dominada por la dehesa y el olivar, si bien han sufrido un ligero descenso en su extensión total desde la aprobación del PDR, a pesar de que el olivar recibe ayudas específicas. Otros cultivos subvencionados, como la vid para vinificación y los frutales, han seguido tendencias muy diferentes. El aumento de la superficie de frutales (orientada principalmente a la exportación) ha protagonizado un aumento del 14,5% en el periodo 2015-2017 mientras que los viñedos han seguido una tendencia inversa, pasando de 2.051,14 hectáreas en 2015 a 1.519,63 has en 2017, es decir, una reducción del 25% de la superficie cultivada.
Sorprende la escasa superficie dedicada a cereales y leguminosas, estas últimas prácticamente inexistentes hasta 2017, con la dificultad que ello añade para poder alimentar a nuestra cabaña ganadera aumentando la dependencia de importaciones.
En cuanto a la ganadería ecológica en Extremadura, centrada casi exclusivamente en la producción de carne en detrimento de la leche, hemos pasado de 758 explotaciones en el año 1999 a 291 en el año 2017, dejando claro, una vez más, que las políticas públicas no están dando sus frutos. Mientras que el porcino y la avicultura para huevo están siguiendo un proceso de ligera intensificación, ocurre que la apicultura, que recibe ayudas específicas del PDR y realiza un papel imprescindible en la polinización de cultivos, ha visto reducida el número de colmenas en un 60% en solo dos años, pasando de 1.593 a 645.
La Junta de Extremadura ha rechazado la propuesta de incluir productos de cercanía en el menú de los comedores escolares, en una de las acciones más antiextremeñas de toda esta legislatura
Mientras todo esto ocurre, la Junta de Extremadura ha rechazado la propuesta de incluir productos de cercanía en el menú de los comedores escolares, en una de las acciones más antiextremeñas, que no la única, de toda esta legislatura, que supone otro hachazo a la pequeña agricultura y ganadería extremeñas apostando por traer los alimentos de otras Comunidades Autónomas.
No hay futuro sin agroecología
Queda cada vez más claro que la AE en muchos casos está siguiendo un proceso de intensificación de la producción, tanto a nivel de producción vegetal como animal. Esto está siendo reforzado por unas ayudas públicas que además no van dirigidas a fortalecer nuestras producciones ni a reducir la dependencia del exterior, sino que resta importancia, por ejemplo, a la producción de alimento para nuestra ganadería o son ineficientes para frenar la caída de un sector fundamental en la polinización de nuestros ecosistemas, como la apicultura.Las deficiencias en la transformación, importación o comercialización de nuestros productos ecológicos es otra cuestión importante que las políticas públicas no están sabiendo resolver, a pesar de su importancia para la generación de empleo y fijación de una población rural cada vez más escasa y protagonista de una emigración incesante.
Por todo ello, se puede afirmar que la AE extremeña está sufriendo un proceso de convencionalización, es decir, está siguiendo los mismos patrones que la agricultura convencional, solo que con una mínima sustitución de insumos por fertilizantes y pesticidas menos contaminantes. La creación de ramas “eco” de las grandes cadenas de distribución es un paso más en el distanciamiento de la AE de la soberanía alimentaria de los territorios en los que se producen estos alimentos. Es lo que ocurre en Extremadura con el caso de Haciendas Bio y que Ángel Calle ha denominado el “modelo Carrefour Bio”. Todo regado con dinero público. Similar a lo que la Junta ha venido haciendo toda la legislatura en materia energética. En lugar de fomentar la producción y distribución de energía renovable en el ámbito familiar, apuesta por las macroplantas de renovables alejando la capacidad de decisión de las familias, pretendiendo así pasar del oligopolio de energía fósil al oligopolio de energía renovable. Y en agricultura, en lugar de apostar por un modelo familiar, apuesta por la intensificación tanto en ecológico como en convencional, alejando la capacidad de decisión de la población extremeña tanto en materia energética como alimentaria.
Mientras que millones de campesinos y campesinas en todo el mundo usando el 25% de la tierra agrícola producen el 50-75% del alimento que consume la población mundial, utilizando solo el 30% del agua que se usa en la agricultura y el 20% de los combustibles de uso agrícola, millones de euros de dinero público acaban en los bolsillos de los grandes terratenientes, que malgastan recursos naturales y económicos de toda la población.
La movilización social en torno a la problemática de la tierra está agrupando a millones de personas en todo el planeta, impulsando otra forma de relacionarnos con las personas y el territorio que nos rodea. Como dice la profesora Clara Nicholls, “no se puede hablar de agroecología sin hablar de reforma agraria”, y el pueblo extremeño ya demostró en su momento lo que es capaz de hacer para conseguirlo.
La agroecología se presenta como una potente herramienta que debe facilitar la democratización del acceso a la tierra así como la máxima autonomía, tanto de nuestras producciones agropecuarias como de nuestros pueblos, para conseguir una sociedad más justa ya que, como dice el profesor González de Molina, la desigualdad social en una población agraria es señal de la insostenibilidad de su modelo agrario.
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La cuestión de la propiedad de la tierra y la agricultura es fundamental en un territorio como Extremadura, algo que hace muy necesaria una reflexión y propuesta como ésta