Derecho a la vivienda
La crisis de la vivienda azota a la juventud gallega: “Si no podemos acceder a un piso, ¿para qué trabajamos?”

Tan solo un 15,3% de las personas menores de 30 años en Galicia están emancipadas. La subida constante de los precios de alquiler y los bajos salarios llevan a cada vez más gente joven a padecer problemas de salud mental como depresión o ansiedad.

Independizada desde los 25 años, Iris, profesora de canto en A Coruña, tuvo que volver a la casa de sus padres un año después debido a un incremento en el precio de los alquileres, al que no podía hacer frente con el trabajo inestable que tenía en aquel momento. “Me sentí una fracasada, como si hubiese hecho algo mal”, expresa. Este sentimiento de fracaso es colectivo y preocupa, y mucho, a las profesionales de la salud mental que, como Lucía Lara, psicóloga especializada en ansiedad y gestión del estrés, están convencidas de que es el detonante perfecto para que aumenten las tasas de suicidio entre la juventud, así como los diagnósticos de depresión y ansiedad con los que se encuentran cada día en consulta. “Es normal sentir frustración y fracaso, no estás pudiendo cumplir con lo que se supone que deberías a tu edad”, explica la psicóloga. 

Banca
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El último informe publicado por el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE) muestra unos resultados alarmantes. Mientras que la tasa de empleo de la juventud en Galicia subió en el último año, bajando el paro juvenil en más de un 5%, la tasa de emancipación en el mismo grupo de edad en este año bajó un 1,2%, situándose así en el 15,3%, por debajo de la media estatal. La cifra más baja desde que existe este índice.

Según el Observatorio de Emancipación, sube la tasa de empleo, pero cada vez son menos las personas menores de 30 que consiguen emanciparse

Estos datos parecen explicarse por sí solos en cuanto echamos un vistazo a los precios de los alquileres en las principales ciudades de la comunidad, especialmente A Coruña. El CJE observó en el 2023 un incremento del 8% del coste de los alquileres gallegos, al tiempo que establece que el salario medio recibido por las personas entre 19 y 30 años no supera los 1.000€ netos al mes. Alquilar un piso supondría, para la mayoría de jóvenes gallegos, según estos datos, un 93,9% de su salario, sin contar por supuesto los gastos añadidos a los que tendrían que hacer frente de vivir fuera de la casa familiar.

Carlos, jurista de formación, emancipado desde los 25 años y activista y creador de contenido en Instagram y TikTok sobre temas relacionados con las necesidades y reivindicaciones de la juventud, explica: “Hoy partimos de una condición material mucho peor que la de nuestros padres, a pesar de que estamos mucho más formados a nivel educativo, e incluso más profesionalizados”. En sus vídeos explica como el sueldo de las personas menores de 30 años es un 35% menor que la media, equiparándose alrededor de los 34 años. A esto se une un aumento exponencial de los precios de la vivienda. Según el Instituto Nacional de Estatística (INE), en los últimos 50 años en el Estado español se ha multiplicado por cinco la parte de sueldo que se destina a la vivienda. “Con el salario medio que cobramos las personas jóvenes, para poder vivir solas en una vivienda en alquiler tendríamos que dedicar incluso más del 100% del mismo… Esto es absolutamente ridículo”, recalca el activista.

“Tengo la suerte de compartir piso con mi pareja pero sí que a veces lo pienso y si nos separamos algún día tendríamos que compartir piso con otras personas. Esto es completamente absurdo teniendo en cuenta que ambos trabajamos desde muy jóvenes e incluso teniendo dos trabajos en algún momento”, cuenta Nerea, una diseñadora gráfica de 27 años que vive en A Coruña. En la otra cara de la moneda, Dani, un joven de 29 años que lleva trabajando los últimos 3 en un taller de joyería, no ve posible marchar de la casa de sus padres en un futuro próximo. “Con mi salario actual, que es básicamente el Salario Mínimo, no me da para vivir por mi cuenta. Hace poco tuve un problema con el coche y ya solo con ese gasto no habría podido pagar el piso ese mes”. Como Dani, muchas y muchos jóvenes se ven obligados a quedar en la casa familiar o compartir piso con otras personas, opción que en este caso prefiere dejar para más adelante: “La verdad prefiero esperar e irme con mi pareja cuando podamos permitírnoslo. Pero no va a ser este año tampoco”. 

“Llega un momento en el que no puedes evitar plantearte si merece la pena todo lo que estás haciendo cuando ni siquiera puedes vivir dignamente: vivir sola, ahorrar para imprevistos, ir de viaje… Si trabajando no puedes permitirte un piso, ¿para qué trabajamos?”, reflexiona Nerea, pero donde coinciden Merchi, Noelia, Dani, Carlos, Iris. Todas ellas jóvenes de entre 27 y 30 años que no ven el momento en el que comenzar a vivir ese futuro prometido, en el que poder emanciparse y formar su propio hogar. “En la casa de tus padres al final lo tienes todo, y es cierto que a mi me gusta vivir en ella y estoy cómoda con mi familia. Pero siento que me estoy perdiendo algo. Cuando vives fuera puedes llegar a agobiarte por los gastos o la rutina, pero al final eso es la vida adulta en parte, ¿no? Eso es lo que se supone que tenemos que vivir…”, cuenta Merchi, auxiliar de enfermería en A Coruña que con 27 años ya tiene ganas de tener un hogar propio.

Ayudas para la emancipación: habelas hainas

Desde 2022 existe el llamado “bono alquiler joven” con el objetivo, según el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana, de facilitar el acceso a la vivienda a las personas entre 18 y 35 años. Sin embargo, los datos del último año no reflejan en modo alguno los beneficios de esta medida. 

“Las ayudas están mal formuladas. No tiene sentido que pongan límites al alquiler que puedes pagar, sobre todo si es un límite para nada realista con los precios actuales. Mi piso, el más barato que encontré, sobrepasa el límite de la ayuda así que ya no la puedo pedir”, cuenta Noelia, una trabajadora social de 27 años emancipada desde los 25. El límite al que se refiere es de 600 euros mensuales; todos los alquileres por encima de esa cifra incumplen uno de los requisitos esenciales para solicitar el bono. Teniendo en cuenta que la media de los alquileres en la actualidad ronda los 944 euros, según los datos del último informe del CJE, resulta sencillo entender la dificultad para acceder a esta ayuda que, por otro lado, es de 250 euros al mes durante un máximo de dos años. Para Nerea, diseñadora ya emancipada, está claro: “No es tanto que sean suficientes o no, es que son directamente ineficientes”.

Este bono no es la única ayuda a la que puede optar la juventud para hacer frente a los precios del alquiler, sino que lleva de la mano ayudas autonómicas. En el caso gallego, la Xunta de Galicia puede pagar desde un 30% a un 50% del alquiler a mayores del bono, siempre y cuando se cumplan una serie de requisitos, entre los que encontramos ese mismo límite de 600 euros de alquiler en las ciudades de Santiago de Compostela, A Coruña, Vigo, Pontevedra, Lugo, Ourense y Ferrol; y un límite de 425 euros en el resto de ayuntamientos gallegos.

Desde el Instituto de la Juventud (INJUVE) piden una ayuda real, adaptada a los precios del mercado actual y que llegue antes de tener que hacer frente a los gastos. “Debemos aplaudir la creación de estas medidas que hace un par de años parecían estar tan lejos, pero aún queda mucho que mejorar si de verdad el objetivo es ayudar a la juventud a formar su proyecto de vida y garantizar el derecho fundamental a la vivienda”, corrobora Dani, joyero de 29 años no emancipado. 

A la propia sensación de fracaso por no poder dar pasos que se asumen como naturales para su momento vital, se une la frustración al verse muchas veces caricaturizadas como una especie de Peter Pans con miedo a volar del nido. 

Noelia está cansada de escuchar que la gente joven no quiere emanciparse porque les gusta demasiado “vivir del cuento” a costa de sus padres. Esta trabajadora social tuvo que irse de casa por motivos laborales, pero al tener un sueldo variable necesita ayuda económica de la familia de vez en cuando, tanto para el propio alquiler como para otros gastos del día a día a los que no puede hacer frente: “Para llegar a fin de mes, no puedo ni tomar un café con amigas. No se trata solo de pagar un alquiler, queremos tener calidad de vida”. A esta situación se une la sensación constante de no estar haciendo bien las cosas, de no ser suficientemente adulta. “Me gustaría que la gente fuese consciente de que lo estamos teniendo muchísimo más difícil a la hora de cumplir con las expectativas adultas de independencia económica”, reclama.

“No es justo vivir con la presión de que no marchamos de casa hasta los 30 y pico porque ‘no queremos’. Igual no nos independizamos porque tenemos que agarrar tres trabajos a jornada partida porque no nos quieren hacer contratos de ocho horas diarias por ser jóvenes. Y aún cuando por fin consigues un contrato de ocho horas diarias descubres que con el salario mínimo sigues sin poder permitirte marchar de casa”, afirma Dani.

Un espacio en el que crear futuro

Para Carlos, jurista y activista, la solución pasa por dos medidas clave: la vivienda pública de alquiler, ya que actualmente en España tan solo existe un 2,5% y de ellas solo el 3% se destina al alquiler; y la regulación del alquiler de larga temporada y limitaciones al vacacional. “Las experiencias de ciudades como Viena, muestran la importancia de la vivienda pública de alquiler para el control de precios, y como medida de justicia social, que permita que las personas puedan desarrollarse”, explica. Y añade que no estaría de más que “ese alquiler de vivienda pública tenga un porcentaje reservado para menores de 30, cuyas condiciones de acceso sean aún más favorables”, para fomentar la independencia de la juventud, y que puedan comenzar sus proyectos vitales.

Así, las claves recogidas en los Diálogos con la Juventud del INJUVE y el CJE son, en esencia, estas mismas peticiones: la regulación de las condiciones de los alquileres, tanto limitando los precios como las mensualidades de adelanto o la duración de los contratos; además del desarrollo de un parque público de vivienda en alquiler con especial atención a las personas más jóvenes. “Esto posibilitaría su emancipación efectiva y el desarrollo de sus proyectos vitales”, afirma el activista.

Y no son las únicas reivindicaciones por parte de la juventud. Para Noelia, trabajadora social, resulta esencial una limitación a los grandes tenientes. “He vivido en pisos que eran propiedad de personas que tenían otros tantos pisos. Lo convierten en un negocio, antes era tu vivienda heredada la que ponías en venta. Ahora compran edificios enteros solo para marcar ellos los precios del mercado”. La gentrificación de algunas ciudades, así como el aumento exponencial de alquileres vacacionales es algo que también preocupa y afecta a esta generación. “Las ciudades tienen que ser de sus habitantes. Cada año marchan miles de jóvenes de Galicia o incluso de España muy formadas y perfectamente capaces, y con el paso del tiempo las ciudades están siendo habitadas por turistas. ¿Esto es riqueza y progreso? ¿Para quién?”, pregunta Nerea.

La conocida como “generación del futuro”, una generación que desde la escuela ha aprendido que iba a tener que hacer frente a las grandes crisis como la emergencia climática, los conflictos bélicos o la polarización social, tiene ahora la edad a la que se supone que debería cambiar el mundo. Pero, sin un hogar al que volver después de salvar el planeta, ni Clark Kent sería Superman, ni las y los jóvenes gallegas pueden desarrollarse como los adultos que el mundo necesita. Y, así, la rueda sigue girando. “Se está gestando una generación de chicas y chicos sin expectativas de futuro ni razón para hacer las cosas”, concluye la diseñadora gráfica.

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