We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Crisis climática
Sople aquí, control de emisiones: crónica de la última borrachera de la era fósil
Puede parecer anecdótico ver los impactos del cambio climático a través de un vaso de cerveza. Esto es justamente lo que vamos a tratar de hacer
El precio de la cerveza va a subir y, en este caso, no es culpa de la gentrificación. Según el estudio publicado en Nature plants del que se hacía eco un artículo de El País, las consecuencias del cambio climático afectarán a la elaboración de cerveza. Periodos de sequía, olas de calor extremo y descenso de los rendimientos agrícolas tendrán un impacto sobre el cultivo de cebada. En consecuencia, es probable que la producción se reduzca y el precio aumente.
Puede parecer anecdótico, incluso cínico, ver los impactos del cambio climático a través de un vaso de cerveza. Eso es justamente de lo que este artículo va a tratar.
Hace unas semanas, se publicó el último informe del IPCC, el Panel de Cambio Climático de la ONU. Éste hace una revisión y actualización de las consecuencias del incremento de temperatura, así como previsiones futuras según varios escenarios. En líneas generales, viene a indicar que limitar el calentamiento global a 1.5ºC es vital. Actualmente, se ha comprobado un aumento de la temperatura media del planeta de 1ºC. Por lo tanto, nos encontramos en una situación en la que nos queda un margen de medio grado para realizar aquellos cambios sociales y sistémicos necesarios para evitar escenarios mucho peores. La diferencia entre limitar el calentamiento a 1.5 en lugar de alcanzar los 2ºC no se reduce a la temperatura, sino que en ese margen se podrían desencadenar una serie de fenómenos climáticos de graves consecuencias.
Pero olvidémonos de los grados centígrados, hemos dicho que vamos a hablar de cerveza. A partir de aquí hablaremos de la tasa máxima de alcohol en sangre para conducir un vehículo (digamos una bici) en el Estado Español, es decir, 0.5 gr/l. Por lo tanto, hablaremos de aquellas cervezas que todavía nos podemos tomar antes de sobrepasar aquel límite de seguridad.
La cifra de 0.5 sería el margen que tenemos para lograr superar satisfactoriamente la noche, la juerga de la era industrial, de los combustibles fósiles. Sobrepasar esa cifra tendría una serie de consecuencias que van más allá de una multa, y que desde luego no se resuelven con dinero. Superar este margen, en regiones como la mediterránea, se traduciría en episodios de temperaturas extremas cada vez más frecuentes, sequías y aumento de la desertificación. Se traduciría en tener un verano sin hielo ártico cada 10 años, en episodios de escasez de comida (¡y de cebada! No lo olvidemos). En términos de aumento del nivel del mar, la diferencia entre respetar ese margen o superarlo sería de 10 cm, lo cual implica 10 millones más de personas afectadas.
Aquí estamos, en el punto álgido de la noche, nos conocemos el barrio, están poniendo temazos en el bar de siempre y encontramos una persona conocida en cada acera. Tenemos que elegir un camino, una ruta en la que invertir nuestro margen de 0.5. Pues, básicamente, se trata de eso, de elegir la mejor ruta. El informe del IPCC plantea cuatro posibles escenarios, cuatro posibles caminos a recorrer.
Las alternativas no son muchas, pero dan juego para diferentes combinaciones. El pico del petróleo, gas y carbón está demostrado que ocurrirá progresivamente en las próximas décadas.
Hace falta cambiar el mix energético hacia las renovables. Sin embargo, hay cuatro factores que merece la pena resaltar:
Energía nuclear, ese maldito chupito de jagger. De los diferentes escenarios planteados en el informe, todos ellos incluyen un aumento de la energía nuclear. Con vistas a 2050, considera un incremento de entre el doble y quíntuple del nivel actual. Esto implicaría aumentar el riesgo de accidente nuclear, con terribles consecuencias. Además, mantendría una dependencia con el uranio como combustible no renovable. En nuestros términos, vendría a ser como aquel chupito de Jäggermeister que te ofrecen en mitad de la noche. Pero resulta que tenemos una edad, tenemos un pasado, nos hemos enfrentado a la nuclear y lo volveremos a hacer. No, lo sentimos, pero no nos vamos a tomar ese chupito, aunque sea (falsamente) “CO2 free”.
Tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, ¿de verdad el chicle de menta baja el pedo? Tres de los cuatro escenarios del informe incluyen las llamadas tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CCS). Su función es evitar que el CO2 generado en la combustión de ciertos recursos se emita a la atmósfera, capturarlo para después transformarlo y almacenarlo en emplazamientos concretos. Estamos hablando de emplazamientos geológicos, localizaciones con una porosidad y estabilidad adecuados, donde inyectar el dióxido de carbono. Más allá de los riesgos que esto tiene (posibilidad de fuga de una gran cantidad de CO2 por pequeños seísmos u otras causas), cabe preguntarse su efectividad. Y, desde luego que el informe se lo plantea. Si bien incluyen estas tecnologías en los escenarios, se expresan de forma reiterada las dudas de si una tecnología que ni siquiera ha sido probada adecuadamente pueda ser una solución. El cuarto escenario, de hecho, plantea que se produzca un incremento temporal por encima del límite de 1.5ºC para más adelante descender gracias a un uso exhaustivo de este tipo de tecnologías. ¡Nada de grados centígrados! disculpen. Lo que vendría a plantear sería parecido a aquel chicle de menta que te ofrece tu amigo: “No te preocupes! Tu puedes seguir bebiendo, toma este chicle de menta, que luego te baja el pedo”. Vendría a afirmar que no pasa nada por sobrepasar momentáneamente aquel límite de seguridad, que más tarde volverás a bajar gracias a su mágico chicle de menta.
Go electric! Como solución a todos nuestros males, o aquel guiri que no se entera de mucho. Tanto en el caso de las energías renovables como en el caso de la nuclear, lo que obtenemos es electricidad. En la actualidad, el 80% de la energía total no se consume en forma de electricidad, sino como combustibles fósiles. Los cambios estructurales en las infraestructuras, transporte, industria y agricultura son de una magnitud que todavía no estamos concibiendo. Para lograr cumplir los objetivos de cero emisiones en 2050 debemos electrificar nuestras sociedades. Las inversiones de capital necesarias para esto se asemejan bastante a lo que conocemos como una economía de guerra. Los recursos minerales requeridos en esta ardua tarea quizás excedan las actuales reservas y ritmos de explotación. Presentar esto como un reto menor que no merece la pena contemplar hace que actuemos como aquel guiri perdido del último bar.
La conveniencia o no de rechazar la cerveza de abadía a las 2 de la mañana, o por qué es necesario reducir el consumo neto de energía. La historia continúa por el consumo total de energía, no podía ser de otra forma. Aquí está gran parte del melón. Sin bien el primer escenario planteado por el informe del IPCC contempla un descenso del 32% en el consumo de energía primaria, el resto experimentan incrementos de entre 2 y 44%. Hace ya tiempo que sabemos que el capitalismo necesita un crecimiento continuado para conservar sus tasas de beneficio y así mantenerse. Intentaron colarnos aquello de la desmaterialización de la economía a partir de la era electrónica, pero hemos mirado debajo de la alfombra y va a ser que no. Si las tecnologías CCS vendrían a ser algo así como la última bala del capitalismo ante el colapso eco-climático, el necesario incremento de energía sería el móvil del crimen. Desde luego, este incremento continuo (incluso mantener el nivel actual) se encuentra con diversos límites termodinámicos y de recursos. La única opción es aceptar que tenemos que consumir menos energía. Debemos aceptar que pasar de la caña a la cerveza de abadía de 9 grados no es una buena idea.
Estas son las advertencias, estos son los datos, pero el camino lo tenemos que recorrer por nuestra cuenta. El terreno en el que se debaten las decisiones de esta noche de juerga es nuestra batalla política. De hecho, es realmente nuestro terreno. Es en Salamanca donde han querido abrir una mina a cielo abierto de Uranio, es la lucha de los movimientos quien la ha paralizado. Es en el oeste de Alemania donde hay una mina de carbón que va añadiendo grados a nuestra cerveza, es la movilización internacional la que reunirá a miles de activistas los próximos días en Ende Gelände. Las luchas de defensa de territorio son la primera línea de batalla que hace frente al cambio climático.
El artículo a inicio mencionado cierra con la siguiente cita:
“Los países desarrollados tienen más poder de compra, así que la producción de cerveza que haya irá a satisfacer la demanda de los que tengan más dinero, puesto que es un producto básico de un mercado libre. Con el cambio climático, los pobres de China, India, Brasil o los países africanos tendrán que preocupase más por su seguridad alimentaria (tener suficiente comida) que del consumo suntuario como el de la cerveza”
Pues, este es un panorama muy desigual. El 10% más enriquecido de la población mundial ha emitido el 49% de los gases responsables del cambio climático, el 50% más empobrecido únicamente el 10% de estas emisiones. Las consecuencias del cambio climático también se sufrirán de forma diferenciada en los países enriquecidos frente al sur global. Por este motivo en el sur global las luchas de defensa del territorio se desarrollan con una crudeza y violencia mucho mayor. Recordemos a Berta Cáceres, entre muchas otras.
Asumir la magnitud del desafío nos debe llevar a no dudar en defender la magnitud de nuestra estrategia. Impugnar las falsas soluciones del capitalismo verde, defender un sistema bancario público que dirija los recursos a las transiciones necesarias frente a la especulación y financiación de sectores inútiles, decidir colectivamente cómo asumir el descenso energético, tomar el control democrático de los sectores energéticos, reducir drásticamente el transporte, propiciar cambios en la dieta hacia un bajo o nulo consumo de carne, avanzar hacia un modelo agroecológico que nos saque de la brutal dependencia de petróleo y fosfatos actual. Esos serían solo algunos de los pasos hacia los que dirigir nuestra acción política. No como un añadido, no como el capítulo final de medioambiente y ecología, sino como estrategia central.
Estamos en el punto álgido de la noche, planificar bien qué cervezas aceptar y cuáles rechazar es nuestra batalla. Desde luego, serán muchas las voces que se pronuncien en el sentido de lo que dijo Aznar: “Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente”. O incluso el “Viva el vino” de Rajoy. Rechazar falsas soluciones (vengan de donde venga) que no tengan en cuenta los márgenes en los que nos movemos es fundamental.
Nos conocemos el barrio, hagamos un buen uso de ese margen de 0.5 y lleguemos a casa. A una casa más austera y quizás más pequeña, pero desde luego más democrática, más justa y en la que cabemos todas.