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En el primer día del año los alcornoques dejaron de sentir los efectos del cambio climático y las mujeres notaron sus cuerpos libres de violencias y las personas migrantes caminaron sin encontrar fronteras y las periferias se despoblaron de desposeídas y no hubo que luchar contra la riqueza porque no había ricos y las tareas de cuidados se valoraron como algo esencial para la vida y la palabra futuro dejó de ser el lujo de quienes se alimentan y todo el mundo comprendió que la paz sin justicia es imposible y nadie acabó el día sin pasear por un bosque o bajo la lluvia y las multinacionales fueron juzgadas por sus delitos contra la naturaleza y contra las personas y los habitantes de los países con abundantes bienes naturales dejaron de tener miedo a las guerras y dejó de haber gente sin casas y casas sin gente y se decidió que nadie saliera de los colegios sin haber aprendido a sembrar y se acordó que antes de terminar la educación secundaria obligatoria fuera imprescindible aprender a organizarse para hacer acciones colectivas y se escucharon risas amontonándose unas sobre las otras y los seres vivos no humanos tuvieron, también, derecho a vivir.
En el primer día del año ocurrieron todas estas cosas. Cosas que parecen imposibles. Inalcanzables. Improbables. Cosas que solo ocurren cuando las personas tienen la convicción, tenaz, de que en momentos de incertidumbre puede ocurrir lo que parecía que no.
En el primer día del año mucha gente pensó que lo que creemos importa. Que lo que creemos da forma al mundo.