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La vida y ya
Paraguas o chubasquero
Paraguas o chubasquero. Cucurucho o tarrina. Cruzar cuando el semáforo está en ámbar o esperar a que se ponga rojo. Calcetines cortos o largos. Películas en versión original o dobladas. Tener plantas o plástico con forma de planta. Salir un viernes por la noche o quedarte en casa. Pedir disculpas después de una discusión o esperar a que te las pidan a ti. Coche o transporte público. Verdura de la frutería del barrio o del grupo de consumo.
A veces me canso de tener que elegir. Bueno, en realidad no. Sé que tener la posibilidad de elegir es casi siempre un privilegio. Más bien estoy cansada de preguntarme si he elegido la opción correcta. Si lo he hecho bien. De preguntarme qué hubiera pasado si en vez de una opción hubiera tomado otra. A veces tengo esa sensación. La sensación de haberme equivocado al elegir. De haber tomado la opción incorrecta. De que solo existen dos posibilidades y tienes que elegir una.
Otras veces no. Otras veces pienso que hay muchos números después del dos. Y me repito que hay más opciones. Que hay muchas más opciones entre las que puedes elegir. En algún momento aprendes que no da igual qué opción tomar. Aprendes que hacer las cosas de una u otra manera tiene repercusiones para otras personas, para el planeta. Y entonces te paras. Y miras. Y tienes la convicción de saber por qué eliges lo que eliges. Sin olvidar que hay personas a las que también les gustaría elegir, pero no pueden.
Y esas pequeñas elecciones se convierten en un lugar desde el que resistir en estos tiempos convulsos. En una manera de combatir los muros altos. De comprender que las posibilidades para construir otra forma no son dicotómicas. Que hay muchas más de dos. Que se complementan. Que se entretejen. Que las posibilidades se abren mucho más de lo que parece.
Y entonces notas cómo se te desenredan de las manos muchas formas de caminar pisando suave el planeta. Y las depositas en los lugares por donde te mueves de manera cotidiana. Y sabes que junto a esas otras personas están los lugares donde cobijarse contra el viento y que, a veces, llega una ráfaga que mueve todo a otro lugar.
En realidad no cambia todo por un soplo de aire que te hace mirar hacia la izquierda. Pero, a veces, sirve. Y, entonces, te cruzas casualmente con una amiga que te ofrece ir a un concierto. Y mientras la música se te cuela adentro descubres las cosas que ocurren en primavera y que comienzan a caer gotas de unas nubes que llevaban un rato avisando.
No cambia todo por las pequeñas elecciones de cada día.
Pero hay un día que piensas que ni paraguas ni chubasquero. Quizás pensando en Gaza. Y eliges la lluvia, con todos los riesgos que conlleva empaparse.