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Urbanismo
Los protagonistas en San Miguel
Rafa Fuentes Soldevilla, geógrafo urbanista, gestor social del hábitat y vecino del Albaicín: “la solución permitiría que las cuevas sigan habitadas, regulando su uso y cuidado para que no haya problemas de seguridad, estableciendo usos respetuosos con el espacio que se habita y la ciudad; y bajo ningún concepto se tendrían que permitir construcciones con impacto visual desde el otro cerro o la Alhambra”.
Pepe Bigorra, arquitecto, miembro de la Junta directiva de la Asociación de Vecinos del Albaicín y vocal de la Junta Municipal de Distrito Albaicín: la asociación celebra la elaboración de este plan especial que regulará cómo llevar a cabo lo que vienen “peleando” desde hace años: un parque público periurbano declarado como zona de protección ecológica “donde se ha de regenerar la vegetación y demás, esperamos que este plan dicte las normas para todo este suelo y hacer de esto un espacio de uso y disfrute público, de todos los granadinos, que no se privatice.”
Juan, vecino de San Miguel: Juan es actor en distintas compañías granadinas. Viven en una cueva en el cerro de San Miguel de la que es propietario. Vivienda que cuenta con referencia catastral y por la que paga impuestos de contribución, luz, agua, basura; “tenemos suministros como cualquier otra vivienda”. Recientemente ha aportado prueba gráfica de su cueva, “porque hemos visto que en los planos urbanísticos del Ayuntamiento no venía la prueba gráfica de nuestra propiedad”. Juan señala que parece no ser el único caso en este sentido, “con lo cual, el problema es que la información que están manejando para elaborar el plan de regulación de esta zona no se corresponde para nada con la realidad de este barrio de San Miguel, en el que no aparecen ni una décima parte de las cuevas que hay”.
Alex, vecino de San Miguel: Alex es profesor, doctor e investigador de estadística en la Universidad de Granada, hijo de los propietarios de una cueva en San Miguel: El cerro confiere a Granada un interés particular, por la orografía y otras circunstancias, supone una singularidad que es apreciada por el turismo y muchos de los granadinos. Compara esta situación con la de otros países que, cuando detectan una zona donde se habita de manera singular, el gobierno trata de buscar leyes que rijan esa casuística; como ocurre con Christiania en Copenhague, Dinamarca, que se rige por otras leyes diferentes porque sus gobernantes han decidido adecuarlas a esa singularidad social: “No entiendo por qué aquí hay una mentalidad tan obtusa para ceñirse únicamente a una única forma de legislar, cómo el Ayuntamiento no tiene la capacidad para mirar a este cerro y llegar a un acuerdo con sus habitantes para crear una legislación particular que preserve esta singularidad, creo no se hace porque no hay voluntad política.”
David, psicólogo y antropólogo, vive en una cueva del cerro desde hace 15 años, su hija de 13 nació aquí y vive con él. “Mi caso no es un caso especial. Hay más niñas que han nacido aquí. Otras familias que no se han ido nunca, incluso en el 63 cuando el Ayuntamiento expulsó a tantas familias en un desalojo masivo dispersando a la gente al polígono”. Estima que ahora mismo puede haber unas 60 cuevas abiertas, “aunque ahora el cerro es la ruina de lo que fue en el pasado, donde se llegaron a registrar hasta 185 casas cuevas en 1950 con 1000 personas viviendo aquí. El barrio actualmente se está recuperando.”
Jose Manuel Padial es profesor de zoología en la Universidad de Granada y vecino del Sacromonte; conoce esta zona desde que era niño: “Como naturalista que soy, siempre me ha gustado la periferia de Granada, sus bosques y ecosistemas diferentes. Aquí venía a la zona de la Abadía y del Cerro de San Miguel a ver algunas especies de aves como el rabilargo, que no se veían en otras zonas de la ciudad. Este era un espacio muy rico en diversidad biológica que, por desgracia, no se ha tratado demasiado bien. Podía ser muchísimo mejor, pero algo de ello queda.”
Angustias Ruíz Navarro, ‘La Mona’, Bailaora y profesora, vecina de San Miguel y sabia: “Yo soy Patrimonio de la Humanidad, para que te vayas enterando”, así le contestó Angustias Ruiz Navarro, La Mona, a uno de los policías que le impedía la entrada a su casa cueva en el cerro de San Miguel, durante la última actuación policial del Ayuntamiento de Granada. “Me rompieron la escayola y el muro de mi cocina, me pusieron la mano en el pecho diciéndome que no podía pasar. Yo soy bailaora con título de profesora de flamenco, que es Patrimonio de la Humanidad, y yo también lo soy.”
Ana, vecina de San Miguel y educadora (‘Escuevita’): “La idea es que vengan aquí para liberarse de las pantallas, a salirse de los cánones que estamos estableciendo en el sistema para que se den cuenta que pueden tomar sus propias decisiones, gestionar los espacios y hacer lo que sientan.”
Elena es una de las mamás que apoya la 'Escuevita', lleva viviendo desde hace 6 años en las cuevas donde está empadronada con su familia, “Aquí se vive muy bien, teniendo amigos cerca y referentes”. Llegó con sus dos hijos, “a un sitio perfecto para los niños, porque hay bastantes que viven en las cuevas. La única carencia que tienen es el estigma social que sufren por vivir aquí. Mi hija cuando llegó le dijeron en el colegio que los niños de las cuevas tenían piojos y eran niños pobres. Yo le respondí, pobres son ellos, nosotros somos muy ricos.”
Sergio, vecino del Albaycín y usuario de la Escuevita: Sergio comparte la idea de que las cuevas deben mantenerse como patrimonio intangible y explorar la forma de uso compartido de la vivienda como un bien sobre el que no se especule, en un sentido más interesante que las viviendas sociales, como una solución al problema diferente a otras “que han resultado especulativas en sí mismas, con grandes construcciones que han destruido el territorio con más ladrillo y cemento, generando hipotecas que en muchos casos han destruido la vida de la gente.”