Temporeros
Chadia Arab: “Luchar contra las malas condiciones de trabajo de las personas migrantes es luchar contra el racismo”

La investigadora Chadia Arab lleva años documentando la situación de las temporeras marroquíes contratadas en origen. Esta geógrafa presenta su libro Señoras de la Fresa tras una temporada marcada por la crisis del covid-19 pero también por el movimiento por la regularización y las luchas antirracistas.

Chadia Arab
Chadia Arab durante una entrevista en la televisión marroquí
21 jun 2020 06:21

La crisis sanitaria, con el cierre de fronteras y el confinamiento de la población, ha hecho evidente en este 2020 que hay trabajos que no pueden detenerse. Mientras la actividad económica se interrumpía por decreto, en el campo, la cosecha no entendía de pandemias: temporeras y temporeros seguían trabajando para que fruta y verdura llegaran a los supermercados.

Un año más, mujeres marroquíes, reclutadas directamente en su país, se han ocupado y ocupan de la cosecha de la fresa. Durante mucho tiempo, las condiciones de trabajo abusivas, la insalubridad de los espacios donde son alojadas, o el abuso sexual que muchas padecían se mantuvieron invisibilizados.

Si alguien conoce la situación de estas mujeres, y ha contribuido a su visibilización, esa es Chadia Arab. Profesora de Geografía Social y Geografía de las Migraciones en la universidad francesa de Angers, lleva años investigando la migración circular de las temporeras de la fresa, y para ello ha conversado con muchas de ellas, registrando sus experiencias, desde las violencias que enfrentan a las luchas que, a pesar de todo lo que arriesgan, dan contra los maltratos y abusos sufridos. De estas conversaciones y del estudio exhaustivo de este modelo migratorio surge su último libro Las Señoras de la Fresa (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2020).

¿Por qué en el título de tu obra te refieres a estas mujeres como “Señoras de la fresa”, en lugar de usar los términos “trabajadoras” o “temporeras”?
Para mí es importante utilizar Señoras de las fresa, porque es una manera de revalorizar a estas mujeres. Han sido discriminadas, estigmatizadas, a veces violentadas, mientras que para mí son mujeres dignas y valientes que luchan por cambiar sus vidas y su destino, y cubrir las necesidades de sus familias. Se trata de grandes señoras, y “señoras de la fresa” permite transmitir esta idea. 

¿Qué ha implicado la crisis del covid-19 para estas trabajadoras?
La crisis del covid-19 ha convulsionado el mundo y su funcionamiento. Más de la mitad del planeta se detuvo. Para las temporeras de la fresa esto ha tenido muchas implicaciones y les ha afectado de diversas maneras.

Para empezar en Marruecos, la ANAPEC (Agencia Nacional de Promoción del Empleo y de las Competencias)  había reclutado 16.600 marroquíes que debían acudir este año a España a la provincia de Huelva para cosechar la fruta. Solo 7.000 han podido partir antes del cierre de la frontera el pasado 13 de marzo. España ha sido uno de los países más tocados por la crisis sanitaria. Marruecos, aún estando menos afectado, ha tomado medidas draconianas para evitar la propagación del virus. Lo que quiere decir que casi 10.000 marroquíes que habían obtenido el contrato temporal no han podido dejar el territorio. Estás mujeres, que son mujeres precarias y humildes en Marruecos, necesitan sin embargo de ese sustento; el rendimiento financiero del oro rojo les permite cubrir las necesidades de su familia.

Casi 10.000 marroquíes que habían obtenido el contrato temporal no han podido dejar el territorio. Estás mujeres, que son mujeres precarias y humildes en Marruecos, necesitan sin embargo de ese sustento

Luego están aquellas que consiguieron pasar por la grieta y que están en España trabajando en los invernaderos. Para ellas, además de las cuestiones pre-existentes al covid-19 —es decir, las condiciones de migración que se derivan de la elección discriminante de mujeres precarias con hijos, las condiciones de trabajo y de alojamiento en el terrreno, muy desiguales, con a veces alojamientos vetustos y degradados, la expulsión abusiva de algunas de ellas, la no regularización de su situación, la inexistente cobertura social, y a veces de salud, la explotación en el trabajo, las agresiones sexuales que perduran a pesar de las denuncias...– hay hoy condiciones de trabajo en contexto covid de las que hay que preocuparse también.

¿Cuáles son estas condiciones de trabajo?
En los invernaderos hace calor, la distancia física es casi imposible durante el trabajo. ¿Las herramientas de protección (mascarillas, guantes, distancia) se respetan? Nos ha resultado difícil tener una idea clara sobre las medidas preventivas y las precauciones tomadas para proteger a las mujeres del contagio por coronavirus. Algunos empleadores reparten kits de protección, pero la gran mayoría no hacen nada. Por ejemplo, en Marruecos, en la provincia de Kenitra, se detectó un foco de contagio de 65 trabajadores en las explotaciones de la fresa. 

Para las mujeres que están aquí, se plantea además la cuestión de su vuelta a Marruecos. Estas mujeres han dejado atrás su familia, hijas e hijos, a veces sin tutores que los protejan y sin medios económicos. En España sus contratos han sido alargados para afrontar la falta de mano de obra. En algunos meses, ¿cómo volverán estas mujeres a sus hogares? Marruecos aún no ha retomado los vuelos internacionales ni conexiones marítimas, ¿qué será de estas mujeres una vez finalice su contrato? ¿Qué prioridad se les dará entre las miles de personas marroquíes bloqueadas en el extranjero? La unión de pequeños agricultores y ganaderos de Huelva (UPA) propone habilitar un corredor humanitario para que estas mujeres puedan volver, similar a las repatriaciones ya logradas de los trabajadores rumanos y búlgaros.

Temporeros
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Como nos muestras en tus investigaciones, el régimen de contrato en el país de origen disocia el trabajo de los derechos de las personas.
Desafortunadamente hasta hoy, la gobernanza mundial de las migraciones se orienta hacia una Europa fortaleza y securitaria, que protege sus fronteras externas de la llegada “masiva” de personas migrantes. Pero esta política migratoria ha mostrado sus límites, y sobre todo ha puesto en evidencia  las consecuencias dramáticas de esta visión del mundo que mata cada año a miles de migrantes en nuestras fronteras. Esta gobernanza global limita la movilidad y los derechos de las personas migrantes.

La migración circular en la que se inscribe la llegada de estas mujeres marroquíes cada año a España permite a este país tener a estas mujeres durante el tiempo de la temporada y responde a una necesidad económica al tiempo que se lucha contra la inmigración clandestina. Estas mujeres vueven a Marruecos en seguida, y todo eso se permite por esta selección discriminatoria de mujeres marroquíes pobres, principalmente analfabetas, y todas con hijos, condiciones requeridas para su contratación.

No se les reconoce ningún derecho. La cuestión de la regularización es importante, porque esta debería efectuarse tras su cuarta temporada en España. Sin embargo, en los hechos, ninguna ha podido obtener papeles de su empleador. Salvo aquellas que se han quedado, sin papeles, y que han debido luchar por obtener su regularización, soportando a veces situaciones trágicas de explotación y dominación.

¿Piensas que disociar el trabajo de los derechos es el horizonte al que nos dirigimos? ¿cómo una crisis como la actual, que afecta a la movilidad internacional, puede reconfigurar este horizonte?
Soy generalmente optimista, pero aquí tengo miedo sobre lo que esta crisis pueda revelarnos y sobre el futuro. El mundo de después que querríamos más justo e igualitario, aún no está listo. Hemos visto, al contrario, que la crisis ha exhacerbado ciertas desigualdades que ya existían. Lo que los europeos han mal llamado “crisis de migración”, es revelador de una crisis más profunda de Europa, de su democracia, de sus libertades, una crisis de la solidaridad.

Lo que los europeos han mal llamado “crisis de migración”, es revelador de una crisis más profunda de Europa, de su democracia, de sus libertades, una crisis de la solidaridad

El Pacto Mundial de las Migraciones llamadas Seguras, Ordenadas y Regulares adoptado en Marrakech en 2018, iba también en el sentido en el que lo esencial de las políticas migratorias es lo securitario —externalización de las fronteras de Europa en los países del sur, construcción de muros, centros de detención, devoluciones y expulsiones, todo ello mientras se incentiva la migración circular— con una regresión en numerosos derechos.

Afortunadamente, frente a esta situación, la sociedad civil se organiza para luchar contra estas violencias. Esta sociedad civil, durante la crisis del covid-19 ha estado presenta para apoyar a las personas migrantes, exigir su regularización, denunciar las consecuencias del confinamiento, particularmente en los centros de internamiento, y mostrar el trabajo esencial de quienes trabajan sea en los cuidados, en la educación, en la manufactura, en la agricultura.

Además del proceso regulatorio de Portugal durante la crisis sanitaria, en Italia un decreto ha permitido también regular a trabajadoras y trabajadores de estos empleos esenciales. ¿Por qué piensas que España no ha seguido este camino?
En Europa, la crisis sanitaria ha redundando en una crisis económica, especialmente agrícola, poniendo el mercado de trabajo en una gran tensión. En Francia, el gobierno ha llamado a las personas en desempleo para que tomaran parte del esfuerzo agrícola y responder a la escasez de mano de obra a traves de la plataforma Des bras pour ton assiette [brazos para tu plato]. En Inglaterra son cerca de 200 rumanos los que han ido a trabajar a los campos, en Italia, dos enlaces aéreos se organizaron el 19 y 20 de mayo para llevar a 250 temporeros marroquíes a trabajar en la provincia de Pescara. 

Esta crisis sanitaria revela la importancia de la mano de obra extranjera que está en el centro de los circuitos alimentarios hoy mundializados. Las fresas de Huelva se inscriben en esta globalización de la economía, a la que contribuyen en gran medida las obreras agrícolas marroquíes. España ha elegido prorrogar los contratos temporales de las temporeras porque como su número era menor (en 2019 había casi 20.000 marroquíes para recoger la fresa en Huelva), necesitaban contratar a más de ellas, y durante más tiempo para terminar la cosecha. Portugal e Italia han tomado la decisión de regularizar migrantes, mientras que España y Francia, dos países agrícolas importantes, no han tomado esta vía. Esto plantea una vez más la armonización de las políticas migratorias europeas.

¿Una eventual regularización extraordinaria en España habría tenido efectos sobre la contratación en origen y particularmente sobre las temporeras?
Seguramente los efectos habrían sido diferentes. Son muchas las señoras de la fresa que se han quedado en España y se encuentran sin papeles. Si hubiesen sido regularizadas tras su cuarta temporada como debería ser el caso, podrían trabajar hoy en los campos de la fresa en Huelva. La mano de obra ya estaría aquí y España no tendría que pedir a Marruecos tantas mujeres cada año. Aunque algunas de las que se quedan encuentran trabajo en otros sectores como el de los cuidados muchas de ellas siguen trabajando en la agricultura. Hablo de mujeres, pero sería igual en el caso de que los hombres fuesen regularizados. Sería más fácil para los empleadores españoles contratarles sin tener la presión de las sanciones o desarrollar un mercado negro de trabajo agrícola que va a fomentar la explotación y la malas condiciones de trabajo.

¿Cómo afecta a estas mujeres la migración? 
Los efectos sobre su estatus son múltiples. El programa de gestión ética de la inmigración temporal entre Marruecos (ANAPEC) y la provincia de Huelva (ayuntamiento de Cartaya), ha permitido a miles de marroquíes venir a España para trabajar durante algunos meses en la recolección de las fresa. Estas señoras de la fresa han salido transformadas por esta migración circular inesperada e imprevista. Pues poco antes de que vinieran a buscarlas, ellas nunca habían pensado en migrar. Se las ha elegido porque se suponía que ellas volverían enseguida.

Mientras esas mujeres partan, podrán enviar dinero a su familia en Marruecos. Pero no tienen ninguna garantía de volver el año después.

Las señoras de la fresa acumulan rasgos de fragilidad: precarias, analfabetas, pobres, rurales. Están marcadas por vidas difíciles —divorcio, viudez, la obligación de trabajar—, a veces de vidas múltiples: antes de los 35 años muchas han sido bonnes [empleadas domésticas internas], maltratadas, marcadas por la pobreza, casadas y después divorciadas, a veces prostituidas.

Para la mayor parte de ellas, la migración ha sido más bien beneficiosa sobre sus condiciones de vida y ha constituido una cierta forma de ascenso social. Les ha cambiado para siempre en lo más profundo de sí mismas. El primer elemento de evolución es de orden financiero y económico. Permite mejorar las condiciones de vida rápidamente, pero de manera puntual y temporal. Mientras esas mujeres partan, podrán enviar dinero a su familia en Marruecos. Pero no tienen ninguna garantía de volver el año después. Es también por esto que algunas toman la decisión de quedarse en España, aunque deban enfrentarse a otras dificultades.

Este beneficio económico tiene efectos en el mantemiento social de la familia. Es dinero que se utiliza para la educación de los hijos, mejoras en los hogares, la compra de bienes, algunas han podido incluso comprar un bien inmobilario. En definitiva, este ingreso es importante para ellas, y ganan también en emancipación, en confianza en ellas mismas y hasta en libertad.

Cual es el balance de las denuncias por violencia sexual presentadas en 2018. El hecho de que en muchos casos las denuncias no hayan prosperado, ¿ha tenido un efecto disuasorio?
Las mujeres que se atrevierona denunciar en 2018 fueron muy valientes. Primero había que romper el silencio sobre los abusos sexuales. Eso existió desde siempre pero estaba escondido. Ellas tenían miedo de hablar, porque temían que no les permitiesen volver el año siguiente, pues para las señoras de la fresa, más que una migración circular, se trata de una migración realmente de supervivencia.

Y para regresar el año siguiente, deben trabajar de la manera más concienzuda, dócil y sumisa posible permaneciendo silenciosas. Callar sobre sus condiciones de trabajo, callar sus reivindicaciones sindicales, callar el dolor de la separación de sus hijos, y callar también y sobre todo sobre los abusos sexuales de los que algunas han sido víctimas.

Las mujeres tienen miedo de hablar, miedo de volver, tienen vergüenza y quizás miedo por las reacciones de su familia. Las violencias sexuales se imbrican con la violencia del no derecho a la libre circulación

Hoy esos hechos salen a la luz, cuatro mujeres han denunciaron ya en 2019, y hay casos que han salido en los medios este año también. Pero quién nos dice que ellas no serán de nuevo doblemente maltratadas. Maltratadas porque la menor rebelión es sinónimo de expulsión y de retorno al país de origen, sin ninguna certeza de volver el año siguiente.

En España, en cuanto surge un conflicto, se retorna a la migrante a su país, expulsable y desechable en todo momento. Así es la migración circular, una migración elegida, elegida desde el país de origen, pero elegida también en España. Se quedan solo las “mejores”, las más rentables, las más dóciles, las menos reivindicativas, las más obedientes. Las mujeres tienen miedo de hablar, miedo de volver, tienen vergüenza y quizás miedo por las reacciones de su familia, miedo de no volver al año siguiente. Las violencias sexuales se imbrican con la violencia del no derecho a la libre circulación.

En el contrato en origen se articulan género, clase y raza. ¿Qué revela esta manera de organizar el trabajo en el mercado laboral global?
Esta política migratoria circular es doblemente discriminante, porque para empezar es principalmente sexuada. No se dirige a los hombres. Se limita a las mujeres y les obliga a tener cargas familiares, condiciones que imponen —desde el punto de vista del programa— el retorno de estas mujeres a Marruecos.

Se trata muy a menudo de mujeres entre las más frágiles del país, viudas y divorciadas. Estas temporeras en España están sometidas a numerosas relaciones de poder que se inscriben en un continuum desde el país de origen al país de migración. 

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400 jornaleras de Huelva y Almería denuncian que se incumplen las medidas frente al covid19

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Desde Marruecos, los hombres del entorno de estas mujeres son en general considerados como dominantes en una sociedad marcada por un sexismo cotidiano. En España los jefes de las explotaciones son en gran mayoría hombres “blancos”, de nacionalidad española. Una triple dominación interviene y favorece la explotación de estas temporeras: la nacionalidad (marroquíes con empleadores españoles), el sexo (mujeres temporeras y hombres empleadores), la clase (obreras agrícolas y empresarios agrícolas) y un contexto poscolonial que no hay que desestimar entre los dos países, habiendo colonizado España parte de Marruecos.

Esta imbricación de relaciones de dominación minimiza la palabra de las principales afectadas, que son sometidas a la mundialización económica que implica a su país y sus relaciones con Europa. Se pone en duda su palabra. Se las amenaza con la expulsión si se atreven a hablar, resistirse o luchar contra la violencia que sufren, en un contexto de silencio ensordecedor por parte de los estados, que son sin embargo los causantes de su movimiento. 

Estas condiciones de reclutamiento de las mujeres, marroquíes, y pobres, son claramente reveladoras de un reparto del trabajo desigual, discriminador, con relaciones de dominación y explotación de un trabajo mundializado y capitalista a ultranza.

¿Piensas que las movilizaciones antirracistas que se desarrollan en el mundo, principlamente frente a la violencia policial, pueden servir así mismo para luchar por las condiciones laborales de las personas migrantes?
La convergencia de luchas es importante, luchar contra el sexismo, la homofobia, el racismo son luchas tan importantes como imbricadas. Por lo tanto, evidentemente, lo que pasa estos días con las movilizaciones antirracistas iluminan en un cierto modo, lo que pasa en las fronteras de Europa, como un espejo de aumento. Defender a las personas de los barrios populares, a menudo precarios, con condiciones sociales desfavorecidas, a menudo racializadas, contra el racismo apunta en la misma dirección que la defensa de los derechos de trabajadoras y trabajadores migrantes.

Cada vez más, miembros de la sociedad civil, asociaciones, academia, sindicatos, denuncian las muertes en las fronteras, resisten como pueden a las desigualdades sociales, defienden las condiciones de trabajo de las personas migrantes.

En mi opinión, tanto las muertes causadas por la violencial policial, como las muertes de las personas migrantes en el Mediterráneo, son el resultado de una política donde los más pobres son puestos “bajo arresto domiciliario”, sean habitantes de los barrios empobrecidos, o migrantes del sur, por osar a hacer esta comparación. Las discriminaciones golpean a menudo a las personas más vulnerables, sobretodo cuando estas acumulan diferentes estatus: el color de la piel, el sexo, las condiciones sociales, la orientación social. Las luchas no deben dividirse, deben solidarizarse y unirse. Luchar contra las malas condiciones de trabajo de los migrantes es luchar contra el racismo, y viceversa.

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#63766
22/6/2020 5:50

eso no es racismo, es odio al pobre porque cuando va un árabe con mucho dinero a invertir le sonríen, le dan la mano y lo invitan a quedarse en el país

0
2
#63784
22/6/2020 12:41

Es racismo, es aporofobia, es machismo, es misoginia. Es todo a la vez. Las opresiones funcionan en conjunto. Y al árabe rico, no le dejan quedarse por árabe, sino por rico, como dices tú, pero por dentro le odian igualmente.

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