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Sidecar
Más allá del Partido Laborista
En 1964 Tom Nairn lanzó un desafío a una izquierda británica aislada y apática. Frente a un Partido Laborista que domina la escena política, «y que ha hundido sus raíces en ella tan profundamente que cualquier cambio radical en la misma parece impensable [...] ¿qué crítica podría afectar a un leviatán como éste?». Casi cincuenta años después, el principal partido de la oposición británica ha vuelto a las andadas tras un breve e irrepetible paréntesis entre 2015 y 2019. El programa actual del partido combina alabanzas a las «reglas fiscales inflexibles» y el apoyo a la deflación salarial enunciada con la retórica de la ley y el orden y la promesa de detener los barcos de refugiados que cruzan el canal de La Mancha. Su anterior líder, Jeremy Corbyn, está sujeto a damnatio memoriae, y no puede presentarse como candidato laborista a las elecciones generales del año que viene. Los miembros disidentes están siendo expulsados sumariamente, mientras incluso The Guardian y el Financial Times empiezan a cuestionar la intensidad de la represión de Keir Starmer contra la izquierda del Partido Laborista. Así las cosas, es poco probable que se produzcan críticas efectivas contra el leviatán en el seno de sus mermadas filas en un futuro próximo.
Pero, ¿qué sucede fuera del Partido Laborista? El mes pasado, Tower Hamlets –el municipio más pobre del área metropolitana de Londres, situado al este de la ciudad y con una población de 320.000 habitantes– puso de manifiesto su negativa marcar el paso con la tendencia derechista predominante en el Reino Unido. Su ayuntamiento socialdemócrata cumplió un año en el cargo el pasado mes de mayo ampliando las comidas escolares gratuitas a todos los alumnos de enseñanza primaria y secundaria. Este ejemplo, dado por la zona que registra la mayor tasa de pobreza infantil del país, animó a otros actores a actuar. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, y el primer ministro galés, Mark Drakeford, anunciaron políticas similares, aunque más limitadas, para hacer frente a la «crisis del coste de la vida». Al menos algunas partes de Ukania, al parecer, se resisten a la dirección marcada por el Partido Laborista.
En mayo de 2022 el electorado de Tower Hamlets rechazó el centrismo cada vez más duro imperante en Gran Bretaña, eligiendo en su lugar un ambicioso programa de reformas de corte socialdemócrata, lo que supuso el mayor vuelco contra el Partido Laborista que se recuerda en la historia del país. El alcalde vencedor, Lutfur Rahman, obtuvo 11.000 votos más que el titular, John Biggs, que había impuesto una serie de presupuestos de austeridad y una variante de despido y recontratación a cuatro mil trabajadores del ayuntamiento. El partido de Rahman, Aspire, obtuvo la mayoría absoluta de los escaños, mientras que los laboristas perdieron ventitrés.
Como socialista musulmán sustentado por una base comprometida y dotado de un perfil nacional, Rahman es una de las figuras más distintivas de la política urbana europea
Rahman, abogado nacido en Bangladesh y antiguo político laborista, ganó la alcaldía por primera vez en 2010. Aunque inicialmente fue elegido en las listas laboristas, se vio obligado a presentarse como independiente después de que sus rivales políticos le acusaran de «corrupción electoral» y de «vínculos con grupos islamistas». Durante su primer mandato aprobó una serie de políticas destinadas a proteger los servicios públicos básicos de los recortes presupuestarios, además de construir miles de nuevas viviendas y de aumentar significativamente los salarios municipales. Fue reelegido en 2014, pero el resultado fue impugnado ante los tribunales civiles por el Partido Laborista y el UKIP, que redoblaron sus acusaciones de clientelismo. Por orden de un solo juez se invalidó la votación y se prohibió a Rahman presentarse a las elecciones durante cinco años.
Como socialista musulmán sustentado por una base comprometida y dotado de un perfil nacional, Rahman es una de las figuras más distintivas de la política urbana europea. Uno de cada seis miembros de la comunidad bengalí británica vive en Tower Hamlets y sus votos fueron cruciales para su regreso político el año pasado. Desde entonces, los medios de comunicación han seguido presentándolo como un delincuente, un demagogo o un populista peligroso. En The New Statesman, Paul Mason descalificó a sus seguidores como «esencialmente una facción dentro de la política local de la comunidad musulmana». Otros atribuyeron su éxito a la demografía «no representativa» del distrito. Los rasgos estructurales que Tower Hamlets comparte con otras zonas urbanas han sido menos destacados. La desindustrialización de los muelles, las fábricas y los almacenes, el creciente poder de los promotores inmobiliarios en la remodelación de los Docklands, la mastodóntica presencia del capital financiero desregulado en Canary Wharf y el aumento del precio de los alquileres al hilo de la gentrificación de Brick Lane, Bethnal Green y Bow son procesos todos ellos que resuenan y traen reminiscencias obvias de situaciones muy similares producto de procesos paralelos registrados en Manchester, Liverpool, Glasgow y otros lugares.
Aun así, no es de extrañar que Tower Hamlets se haya convertido en el trampolín del desafío más serio al consenso reinante en Westminster. Este pequeño rincón del este de Londres lleva mucho tiempo incubando la disidencia política, que constituye una pauta de comportamiento anterior a la llegada de la comunidad bengalí. Su historia de resistencia y desafío a la autoridad incluye la rebelión municipal de George Lansbury, líder del Partido Laborista (1932-1935) en Poplar, su ciudad natal, durante la década de 1920; la trascendental manifestación antifascista de Cable Street en la de 1930; la victoria de Phil Piratin en Limehouse y Bow como uno de los pocos diputados comunistas en la de 1940; la revuelta provocada por el asesinato racista del trabajador textil Altab Ali y el movimiento okupa en la de 1970; y la victoria de George Galloway con su programa de oposición a la guerra en Bethnal Green a principios de la década de 2000. En Tower Hamlets, una combativa cultura obrera, vigorizada por movimientos liderados por irlandeses, judíos y bengalíes, desplegada da lo largo del siglo XX, no se ha roto de forma decisiva como ha sucedido en otras partes del país. Este peculiar clima micropolítico –una tradición histórica de militancia obrera sostenida por las oleadas migratorias– ha creado un ambiente hostil para las tendencias moderadoras del Partido Laborista.
El proyecto de Aspire demuestra que la creación de un electorado activo de trabajadores y trabajadoras exige algo más que grupos centralizados de tecnócratas y personas influyentes en las redes sociales
El programa del actual ayuntamiento es posiblemente el más radical de Gran Bretaña. Las 22.000 viviendas del municipio volverán a ser de propiedad pública, al igual que varias instalaciones públicas, y los trabajadores municipales tendrán derecho a un salario digno. Aspire ha puesto en marcha becas para estudiantes universitarios y un subsidio de manutención para jóvenes de entre 16 y 18 años. Se ha destinado un total de 12 millones de libras a servicios para la juventud, junto con 4,7 millones de libras destinados al sector del voluntariado y la comunidad. Se ofrecerá asistencia gratuita a domicilio a las personas mayores y se suprimirán las tarifas de asistencia a los discapacitados. La ampliación de las viviendas sociales coincidirá con una importante subida de impuestos para las propiedades desocupadas, mientras un «Plan Maestro» para Spitalfields y Banglatown tratará de combatir la gentrificación. Los detractores acusan a Rahman de agotar las cuantiosas reservas del ayuntamiento y de arriesgarse a incumplir sus obligaciones. Sus partidarios replican que la existencia de una serie de ayuntamientos conservadores y laboristas insolventes sugiere que la austeridad no garantiza la estabilidad financiera.
El proyecto de Aspire demuestra que la creación de un electorado activo de trabajadores y trabajadoras exige algo más que grupos centralizados de tecnócratas y personas influyentes en las redes sociales. Mientras los populistas de izquierda de ambos lados del Atlántico se enfrentan a los límites de las estrategias de comunicación cesaristas, Rahman ha adoptado un planteamiento diferente, dando prioridad a la organización gradual y presencial y evitando, en general, las campañas online. No obstante, el partido sigue careciendo de una estructura formal, de miembros y de mecanismos claros de movilización. Su equipo de concejales, exclusivamente masculino, plantea problemas para desarrollar y diversificar su base. A largo plazo será necesaria una síntesis más eficaz de propuestas políticas y mediación política para promover los intereses de la clase trabajadora en los ámbitos de la educación, la asistencia social y la vivienda. Históricamente, los experimentos de mayor éxito en la reforma municipal a escala europea demuestran que las coaliciones de clase duraderas dependen de organizaciones de masas capaces de articular y promulgar las demandas populares. Si no se crea una institución de este tipo, es difícil que el ejemplo de Aspire pueda repetirse en otros lugares. En la actualidad, las ambiciones políticas del partido parecen detenerse en los límites del municipio y su horizonte de expectativas sigue centrado en las próximas elecciones locales de 2026.
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Estas alianzas de la clase trabajadora se han basado normalmente en la reconciliación de fracciones con intereses a corto plazo aparentemente divergentes. En Tower Hamlets, la hostilidad mostrada hacia los «barrios de bajo tráfico» [Low Traffic Neighbourhood] entre la base de Aspire, dado que muchos de ellos y ellas dependen de Uber o de empresas de logística para su subsistencia, tendrá que armonizarse con las demandas de reducción del tráfico y la regeneración medioambiental. Hasta ahora, el Ayuntamiento ha intentado conseguir esta amornización oponiéndose a las redes de transporte a baja velocidad e instalando puntos de recarga para vehículos eléctricos, introduciendo nuevas furgonetas eléctricas de recogida de basuras y ofreciendo suministro de combustible ecológico, así como instalando paneles solares en los edificios municipales. Pero está por ver si su agenda medioambiental logrará disimular estas posibles divisiones. Y lo que quizá sea más apremiante, cualquier programa de construcción de viviendas socializadas debe resistir la tentación de colaborar con promotores corporativos y asociaciones para la vivienda [housing associations], evitando las soluciones rápidas en favor de un alojamiento auténticamente desmercantilizados.
También habrá que defender los espacios públicos frente a las campañas financiadas por intereses corporativos, que pretenden representar los intereses locales. La tarea de reconectar las instituciones políticas con los trabajadores y trabajadoras urbanos atomizados del siglo XXI requiere algo más que un líder conocido o políticas populares, ya sea en Nueva York, París, Madrid, Berlín o Londres. Un prerrequisito para cualquier movimiento sostenible de transformación social es la anticipación y la sublimación de las contradicciones existentes entre los estratos subalternos.
Al observar la aplicación del programa de Aspire, la izquierda laborista debe elegir entre tres posibles caminos: esperar su momento y confiar en que suceda lo mejor dentro del partido, mientras permanece paralizada por la nueva cultura interna impuesta por Keir Starmer; reducir la prioridad del trabajo en el partido en pro de la participación en campañas extraparlamentarias para cambiar el equilibrio de poder en otros lugares; o liberarse por completo de la camisa de fuerza del Partido Laborista y construir una formación alternativa. Decidan lo que decidan, en el este de Londres hay indicios de que la resignación a la austeridad política no tiene por qué estar a la orden del día. Los socialistas británicos determinarán su propio destino, bien sometiéndose a una inercia penosa o redescubriendo su capacidad para la crítica.