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Migración
Los “países seguros” de Trump
En un nuevo alarde de poder, Trump busca convertir Centroamérica en una sala de espera para los migrantes que buscan asilo en EE.UU.
La violencia generalizada, la profunda desigualdad y los devastadores efectos del cambio climático son las principales causas por las que Centroamérica lleva tiempo convirtiéndose en una región de migrantes que conciben la entrada en suelo estadounidense como la única oportunidad para reconstruir sus vidas.
La respuesta de la administración Trump ante este fenómeno, se traduce en la aplicación de políticas antimigratorias de marcado carácter racista y en forma de una clara injerencia sobre la soberanía de los estados que forman el Triángulo Norte para así convertirlos en “estados tapón”, a través de la firma de convenios de Tercer País Seguro. En términos simples, un país seguro es aquel país que no es de origen ni es al que se dirigen, y que se utiliza para mantener a los refugiados o migrantes a la espera de que se resuelva su solicitud de ingreso a un país, espera que puede llegar a durar años.
Guatemala primero, El Salvador después y por último Honduras, han accedido a firmar estos acuerdos con Estados Unidos, comprometiéndose a recibir a aquéllos solicitantes de asilo que el gobierno estadounidense no quiere en su propio territorio, a pesar de carecer de las condiciones necesarias para constituirse como tercer país seguro, sino todo lo contrario, ya que actualmente estos países son incapaces de ofrecer garantías suficientes para proteger la vida, libertad e integridad personal de las personas solicitantes de asilo, ni la de sus propios habitantes, obligando así a los centroamericanos a buscar refugio en aquéllos países de los que huyen.
Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), estos tres países son los que más solicitudes de asilo presentaron en Estados Unidos en 2018, sumando entre los tres más de la tercera parte (35%) del total de las solicitudes presentadas en dicho país.
Entre la complicidad y la coacción, no sorprende que ninguno de los tres presidentes mostrase objeción alguna a firmar estos acuerdos, en tanto Trump aprovechó para mostrar, de nuevo, su poder en el patio trasero de América amenazando con la imposición de aranceles en el flujo de remesas, que representan un porcentaje muy importante en el PIB de estos países.
Cabe añadir que, lejos de oponerse, los líderes centroamericanos continúan construyendo sus modelos económicos siguiendo las líneas neoliberales más drásticas y perversas dictadas por el Norte y por sus intereses, fomentando así la construcción de megaproyectos, la minería extractivista, la industria hidroeléctrica, las maquilas del textil y los agrocultivos extensivos. Todo ello facilita el acaparamiento de agua y suelo, empobreciendo y poniendo en peligro la subsistencia de la población originaria que no tiene más opción que optar por la migración.
Si estos acuerdos siguen adelante, la situación puede devenir crítica, resultando una catástrofe humanitaria. Estamos hablando de que tres de los estados más violentos del mundo1 , cooptados por las pandillas, el narcotráfico y los paramilitares, albergarán durante años a miles de personas y familias en situación vulnerable, sin tener los medios ni la infraestructura adecuada para ello, asumiendo el riesgo de convertirse en bodegas humanas.
1 Según InSightCrime, en el 2018 en El Salvador hubo 51 homicidios por 100.000 habitantes, 40 en Honduras y 22 en Guatemala. https://es.insightcrime.org/noticias/analisis/balance-de-insight-crime-sobre-los-homicidios-en-2018/