Pista de aterrizaje
Marlene Ordóñez: “En Nicaragua nos están matando”

Marlene Ordóñez es una nicaragüense de 46 años que reside en Iruñea, donde fundó Mujeres del Maíz, una red de apoyo a las migrantes centroamericanas. Denuncia que el régimen de Daniel Ortega ha secuestrado y condenado a su hija a 18 años de prisión por delitos de terrorismo y tráfico de armas entre otros.

Marlene Ordóñez
Marlene Ordóñez. Ione Arzoz
15 ene 2018 11:45

En Navarra desde 2002, esta nicaragüense de 46 años, es originaria de Cerro Colorado, un pueblo a cuatro horas de camión de la ciudad de Matagalpa. Pequeña de ocho hermanas, cursó estudios de enfermería y de contabilidad. Trabajó en una tienda de piezas para vehículos y en una maquila antes de migrar. Es madre de José Luis y de Marily, y abuela de Amelie. Apasionada e inquieta, es fundadora de Mujeres del Maíz, red de apoyo a las migrantes centroamericanas. Denuncia que el régimen de Daniel Ortega ha secuestrado a su hija y ha sido condenada a 18 años de cárcel, pese a que la Fiscalía pedía 71 años.

¿Cómo era Nicaragua cuando eras pequeña? 
Llovía mucho y nos compraban botas de goma porque todo era puro barro. Yo iba con el vestido impecable que me había hecho mi madre. Los animales andaban sueltos y lo único firme era la casa. El recuerdo más bonito son las campañas de alfabetización. Había un brigadista de Estella que vivía con nosotros. Era maestro y del FSLN. La escuela estaba en casa, venían niños de otras familias. Pero nos mandaron a la ciudad...

¿Por qué?
Vivíamos en el campo y había una guerra. Éramos campesinos humildes. Nos amenazaban, nos robaban las gallinas. Mataron a muchas vecinas y amigas. Mi madre nos escondía debajo de la cama cuando llegaban los contras, apoyados por EE UU, porque violaban a las mujeres. Pero en Matagalpa también vi perros comiendo cadáveres.

¿Y después?
Siempre he sido rebelde. Quise estudiar pero me quedé embarazada con 14 años, me fui de casa y me casé. Una mala idea. Montamos un taller de venta de repuestos para coches pero mi marido se hizo cada vez más alcohólico y acabamos perdiéndolo todo. Hasta la casa nos quitó el banco. Me gustaba la mecánica, pero no pude seguir sola con el negocio porque era la única mujer en el gremio. Todo el rato tenía que aguantar a hombres que se reían de mí y que decían vulgaridades.

¿Nadie te apoyó?
Los 15 años de matrimonio sufrí maltrato físico y psicológico. Cuando él llegaba por las noches, la niña me avisaba y yo me escondía hasta que se dormía. Una de esas veces me golpeó y nos fuimos. A la mañana siguiente, me llamó una amiga por teléfono para preguntarme si estaba bien, porque salía humo de la casa. Había hecho un montón con mis cosas y con mi ropa, y le había pegado fuego.

Sobreviviste...
Me ayudaron mi madre y mis hermanas. Estuve en una maquila china de la ciudad. Éramos 5.000 trabajando para aquellos esclavistas. Las cejas, el pelo, todo se nos ponía del color de la pelusa de la ropa. De 6h a 20h, de lunes a sábado, 84 horas a la semana. Parábamos 15 minutos a comer, nos pagaban 20 euros al mes. Yo tenía anemias y a veces me desmayaba. Nos prohibían hablar. Un día, un compañero tuvo un accidente y se le cosió una prenda al cuerpo. En medio del charco de sangre, la mayor preocupación de los vigilantes fue no dañar la tela. Intentamos montar un sindicato, pero no pudimos. Así estuve seis años.

Hasta que te fuiste.
Un hermano que ya estaba en Pamplona me ayudó. Vine y trabajé 13 años de interna en varios pueblos, por 800 euros y con seguridad social. Donde mejor me trataron fue en Alsasua: no entiendo cómo pueden hablar mal de ese sitio. Me he ido adaptando y ya hasta me gusta la franqueza y la puntualidad de aquí. Después compaginé trabajo doméstico y atención al público en salas de juego. 15 horas diarias. Ahora solo trabajo por las mañanas y tengo tiempo para ver películas, leer, escuchar rancheras y a Carlos Mejía Godoy y los Palacagüina... Voy a reuniones para ayudar a las que llegan, pero no todo el mundo lo consigue. Yo me traje a mi hijo y a mi hija, pero la pequeña se volvió.

¿No se adaptó?
Dijo que si nos íbamos todas no iba a quedar nadie. Se graduó como ingeniera agrónoma con las remesas que le enviaba. Era fotógrafa profesional hasta que la secuestraron.

¿Que pasó?
El gobierno recortó unas ayudas a las personas mayores y la gente protestó. Luego se quemó un bosque virgen, no dejaron que entrara ayuda de Costa Rica y el pueblo siguió quejándose. Hubo revueltas, cientos de muertos. Ahora hay más de 400 presos, incluidos niños de 14 y 15 años, que yo llamo secuestrados.

¿Por qué?
Si estás sacando fotos y te detienen personas encapuchadas que no te muestran la placa ni visten de uniforme, si no te leen tus derechos, ni te permiten hacer una llamada, ni le dicen a tu familia dónde estás, eso es un secuestro, ¿no? Lleva así desde el 26 de junio.

¿Qué está pasando?
Mi hija está en la cárcel condenada por terrorismo, tráfico de armas y de drogas, secuestro y alteración del orden público. Tengo hermanas sandinistas, yo misma lo fui, pero nunca he sido orteguista, no me van los caudillos. Es tan sencillo como que están matando a gente que protesta pacíficamente. En Nicaragüa nos están matando.

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