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En una reciente entrevista con la presentadora Mercedes Milá, el actor Imanol Arias expuso cómo “ha descubierto” dónde supuestamente se habla mejor castellano. Allí dijo “que es entre Burgos y Castro Urdiales. Ahí se genera una franja de castellano. Ahí están todos los antiguos poetas”. Y amplió límites: “Se habla bien en León, en Palencia, en Burgos. Ese es el rango. Y luego tiras hasta Huesca, que tiene un gran castellano, e incluso el castellano de Lérida, que es muy castellano. Mucho mejor que el madrileño o que otros”.
Como profesor de Lingüística General de la Universidad Autónoma de Madrid y coordinador de la Comisión de Discurso y Justicia Social de EDiSo (Asociación de Estudios de Discurso y Sociedad, que integra a dos centenares de profesorxs universitarixs de Sociolingüística, Antropología, Psicología Social, entre otras áreas), es mi obligación decir que, en contra de lo que ¡opina! este actor, no hay franjas geográficas donde se hable mejor. También es mi obligación denunciar que dar voz a estos discursos a estas alturas pone de relieve la fuerza que tiene hoy la glotofobia (raciolingüismo) contra variedades lingüísticas no dominantes y pueblos subalternizados en el Estado español.
He de resaltar que el hecho de que sigan circulando estos discursos tiene una repercusión gravísima sobre sus víctimas, producto de una ideología excluyente (racista, clasista y patriarcal) construida históricamente y sustentada políticamente.
¡No hay zonas donde se hable mejor! ¿Entonces cómo hemos interiorizado semejante patraña? Un bulo histórico de los más grandes de la historia. La hegemonía castellana, producto de la conquista (nunca reconquista: otro bulo, pues el término fue acuñado en el siglo XIX y muy conveniente promovido por el regeneracionismo español y el franquismo), generó el privilegio castellano frente a la subalternidad andaluza, su otra cara de la moneda. Mediante su hegemonía y, por tanto, a través del uso de los medios de producción y circulación de los discursos, como los discursos académicos, el sistema escolar, la producción editorial, medios de comunicación, amén de leyes y normas explícitamente glotofóbicas, a lo largo de los siguientes siglos hasta hoy, han llegado a convencerse a sí mismxs y convencer a lxs demás de que su forma de estar en el mundo lingüística y culturalmente es la mejor, la correcta, la culta, la reina del mambo, la de los viejos poetas, como dice Imanol Arias, desconociendo por completo la rica e ingente producción literaria (y científica) del sur peninsular, no importa en qué lengua (aunque también en la romance andalusí).
Concluyamos que además de falso es ignorante. Digámoslo sin tapujos, porque tapujos no tuvieron aquellos que se han dedicado a repartir carnés de buenos y malos hablantes (con o sin competencia acreditada), insultando a quienes humillaron y siguen humillando con teorías pseudolingüísticas. Como la de este actor ahora, la de decenas de filólogos ayer (¿hoy ya no?).
En mi libro de reciente publicación ‘La lógica de inferiorización de las variedades lingüísticas no dominantes’ trato sobre estos temas:https://www.peterlang.com/document/1221237. Y en el que me hallo escribiendo ahora (El privilegio lingüístico), también (saldrá en 2023).
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De tan omnipresente en nuestras vidas, la cultura y el discurso dominante se asume con tal naturalidad que se confunde con la verdad, resistirse es una tarea a veces titánica. Leer artículos como éste son como un soplo de aire puro.
Gracias por este artículo.