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Opinión
Vacío y censura en el colonialismo del interior
Colectivo Ciencia y Derechos Humanos de la Universitat de València (CiDeMUV)
Voces por Palestina (Valencia)
Red Universitaria por Palestina - RUxP. Universidad de Valencia
“Le sorprendía que lo más característico de la vida moderna no fuera su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido”
“1984”, George Orwell
En Palestina, las décadas de masacre, expulsión de su población y de violencia genocida se solidifican como trauma intergeneracional. Al expolio de sus tierras y la destrucción masiva de la vida, las distintas generaciones de palestinos y palestinas han de sumarles el ataque a la salud mental de su población.
El deterioro de la salud mental se transmite desde los sobrevivientes a sus descendientes. Después de la operación Plomo Fundido del 2008 y 2009 sobre la Franja de Gaza, la revista científica británica The Lancet publicó un informe en el que estimaba que el 60% de la infancia de Gaza había perdido las ganas de vivir. Organizaciones como la Palestine Children's Relief Fund (PCRF), establecida en el año 1992, trabaja para proporcionar asistencia a quienes enfrentan estos traumas.
Los niños y las niñas en Palestina son una población especialmente vulnerable a estos traumas. Muchas sufren trastornos de estrés postraumático, ansiedad o depresión. Carecen de acceso a servicios de salud adecuados. El campo de la psicología occidental enfrenta importantes retos en este contexto, ya que los análisis psicológicos actuales no abordan la realidad de los menores palestinos. Resulta crucial adoptar enfoques médicos globales que reconozcan su historia colectiva, fomenten la resiliencia y el empoderamiento, para poder ampliar las definiciones del trauma y del estado de shock colectivo.
El silencio en EEUU y en Europa se impone como vaciado y borrado de las conciencias personales y nuestra capacidad para sentir y responder ante el shock
El colonialismo de nuestro interior
La resistencia Palestina, en su lucha contra el proyecto colonial de asentamiento de Israel y EEUU, nunca cerrará sus ojos ante el borrado a su existencia. Pero el proyecto colonial actúa de forma multidimensional, en su capa genocida sobre la colonia, y más sofisticadamente sobre el pueblo en la metrópoli. El silencio en EEUU y en Europa se impone como vaciado y borrado de las conciencias personales y nuestra capacidad para sentir y responder ante el shock.
En su último libro, DOPPELGANGER. Un viaje al mundo del espejo, la periodista y escritora de origen judío Naomi Klein afirma que “ante los hechos más graves de la historia, aquellos que desencadenan estados de shock colectivos, se abren espacios que contienen un vacío de significado”. Son momentos donde el sentido y los significantes que aplicamos de forma automática en nuestro día a día, esos que obedecemos por inercia, quedan suspendidos y cuestionados.
El poder suele originar o aprovechar estas situaciones de crisis y de excepcionalidad para producir transformaciones de gran calado a través de la conocida doctrina del shock. “Los horrores indescriptibles que están ocurriendo en la franja de Gaza son parte de una estrategia israelí cuidadosamente calculada, conocida como el ‘Plan de los Generales’”, cuyo objetivo final consiste en el exterminio y expulsión de toda la población gazatí seguida por la invasión y el asentamiento de colonos israelís.
Con el objetivo de debilitar la ejecución genocida y colonial, durante los mismos momentos de horror y de shock hemos de preguntarnos: ¿qué significa esa condena a la inexistencia, al vacío, perpetrada como asesinato en masa contra Palestina? ¿cómo soportaremos el silencio que queda al hacer desaparecer un pueblo mediante la violencia colonial más extrema? ¿qué precio paga el resto del mundo que observa en silencio ante el genocidio? ¿cuántos vacíos existen en el genocidio y qué dice cada uno de sus silencios?
Opinión
Genocidio Fanon y la psicología de la opresión y la liberación
Frantz Fanon, en su dimensión de experto psiquiatra, explica que “la colonización, en esencia, suponía un gran generador de locura”. Podemos entender el proceso colonizador como activador de biopolíticas contra la salud pública. El proceso de colonización de nuestro interior supone el asentamiento de una locura colectiva, transmitida como bio-propagada cuerpo a cuerpo y normalizada como modo de vida occidental. Un vaciado mental que se activa a través de las estrategias de marketing en el capitalismo libidinal, aquel en el que la explotación se produce apelando a nuestros deseos y aspiraciones personales. Mahmoud Darwish relataba: “La ocupación no solo se encuentra en las tierras, también se encuentra en nuestras mentes y corazones. Debemos liberarnos de ella primero desde adentro”.
El artista y comisario Nicolás Combarro es impulsor del proyecto “Tadafuq/Fluir: artistas palestinos en movimiento”, dedicado a la formación y mentoría de creadoras palestinas de la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén. En una reciente entrevista, Combarro declara que en Gaza “hay una nueva generación de artistas que necesitan hablar no solo de la ocupación física, o incluso la violencia, sino sobre la ocupación mental, en cómo afecta a la salud mental. La idea es, ¿cómo puedo sobrevivir mentalmente a este sistema de opresión?”.
Ante este otro gran horror que supone la colonización del interior, desde la resistencia se nos invita a practicar un reconfortante salto al vacío. Negarnos, como escribía la pintora y artista franco-libanesa Etel Adnan, a que nuestros ojos occidentales sean permanentemente cerrados. Resistirnos a la locura que deviene del silencio y la censura colonial. La invitación de la resistencia ofrece un salto cálido y sólido, humano, que permite reencontrarnos en plenitud con la posibilidad del equilibrio y del sentido. La lucha por Palestina es una lucha por la recuperación de sentido.
Silencio burocrático y vacío político
El vacío del genocidio se expande en Occidente como borrado de cualquier sentido colectivo. Nuestras vidas han sido vaciadas de significado. Nuestras acciones solo responden a estímulos automatizados. Nuestro tiempo de ocio se coloniza con ofertas vacías, con cruceros sin destino, con salida y llegada al mismo puerto, sin escalas en su trayecto. O mucho peor, como macabros cruceros ofrecidos a los colonos israelíes para observar desde el mar el genocidio en la franja de Gaza, mientras sueñan con ocupar esas tierras y formar nuevos asentamientos ilegales. Ya solo somos vacío porque hemos vendido todo nuestro ser y significado.
En este proceso de venta global y personal todas nuestras instituciones han sido también vendidas y vaciadas. La vivienda y la educación son espacios financiarizados como partes de un mercado que no solo vende lo material, sino que nos agarra desde nuestras entrañas, instalando el deseo por ser vendiendo. La gentrificación y la turistificación como ocupación y expulsión en los vecindarios de las ciudades de Occidente se relaciona íntimamente con la ocupación, el apartheid y el genocidio al pueblo palestino.
Nos sentimos desbordados por el ruido, los bulos, las mentiras, las falacias y los fraudes que atacan a cualquier mínima idea de verdad compartida, más allá de su inherente complejidad multifacética
En el ser vacío, nuestra productividad occidental se llena de nada. Remedios Zafra, en su libro El informe relata cómo la actividad productiva de la universidad y la academia actuales quedan cada vez más guiadas por procesos de violencia burocrática, que activan toda una serie acciones de “hacer vacío”. Esta productividad vacía, en la locura del colonialismo del interior, nos ocupa hasta la extenuación con procesos de pérdida de sentido: “se sentía desbordado, pero al mismo tiempo vacío” (El Informe, Remedios Zafra). Nos sentimos desbordadas porque la acción de borrar nuestras capacidades humanas consume la energía que finalmente genera ese vacío. Nos sentimos desbordados por el ruido, los bulos, las mentiras, las falacias y los fraudes que atacan a cualquier mínima idea de verdad compartida, más allá de su inherente complejidad multifacética.
Es tal la crisis de sentido que desde las propias instituciones de la ciencia moderna y colonial se comienza a alertar sobre la necesidad de recuperar un silencio que calme este borrado de sentido, ruidoso y acelerado. Lo sintetiza el joven filósofo Leo Espluga: “En mi opinión, lo primero que debería ser el pensamiento crítico es silencio”.
Borra el vacío, ¡Actúa ya!
El sionismo es ya incapaz de confundirnos. Su identidad ultranacionalista y supremacista ha dado lugar a un sistema de apartheid antidemocrático, caracterizado por violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Israel es el estado que más ha violado la ley internacional, incumpliendo 78 resoluciones de la ONU, y con ello sumando más resoluciones incumplidas que el resto de los 192 países del planeta juntos.
Bajo este contexto, la sociedad israelí normaliza el discurso xenófobo y deshumanizante hacia los palestinos, alimentando un ciclo de violencia que desencadena y pretende justificar las aspiraciones genocidas. Los presentadores Naor Meningher y Eytan Weinstein, en su podcast Two Nice Jewish Boys, personifican esta normalización y deseo por el horror: “La mayoría de los israelíes si pudieran pulsar un botón que borrara a Gaza y que cada ser vivo de allí no viviera mañana, lo pulsarían en segundos. No nos importa si un bebé palestino contrae polio, disfrutamos con su sufrimiento“.
En esa misma dirección, Galit Distel Atbaryan, diputada sionista del partido de Netanyahu, para justificar el bombardeo indiscriminado a la población, ha declarado recientemente: “No hay gente inocente en Gaza, no existe tal cosa. Los palestinos toman a una niña de cuatro años y la convierten en una asesina, están criando a una generación entera de nazis, toman a millones de niños y los convierten en asesinos y nazis”. El sionismo se desvela como motor colosal de limpieza étnica, que basa su capacidad de destrucción en la impunidad y la complicidad otorgada por Occidente.
Opinión
Opinión El principio del fin de Israel
En el resto del mundo el sionismo opera como una máquina de censura criminal, limitando la difusión de narrativas críticas sobre su impacto en la región, construyendo silencio cómplice y colaborador con su ideología supremacista. En un reciente artículo, el fotoperiodista Bilal Salem relata como en la franja de Gaza “los periodistas son objetivos de guerra”, lo que podríamos etiquetar como acto de informacidio, censura genocida. Al periodismo se le considera “enemigo porque revela al mundo lo que está pasando en realidad”.
La censura no solo silencia voces disidentes, también promueve un discurso unidimensional que minimiza o ignora el sufrimiento del pueblo palestino. Al controlar los relatos que se pueden compartir en foros culturales, académicos, en los medios de comunicación y en los espacios de ocio, el sionismo refuerza su propia narrativa, perpetuando la desigualdad y el borrado de los palestinos.
Irene Khan, Relatora Especial sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión, alerta que “la crisis de Gaza es ya es una crisis para la libertad de expresión y la protesta”. Una crisis que impacta fuertemente sobre todo el tejido cultural Occidental. La actriz norteamericana Susan Sarandon explica cómo su apoyo a Palestina ha sido censurado y castigado con su expulsión por su agencia de representación. Un caso que pretende advertir a cualquiera que quiera seguir trabajando en la industria cinematográfica del país. La industria de las plataformas digitales también colabora con este tipo de censura. Recientemente, la compañía de streaming Netflix ha cedido al lobby sionista eliminando el contenido palestino de su plataforma, perpetuando el silencio mediático y borrando la narrativa palestina de su oferta de ocio.
En el Estado español la censura sionista también ejerce una gran influencia. Desde el contexto universitario, el equipo de gobierno de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) bloqueó la proyección del documental “Tierra negada”. Un documental que explora la historia y la situación actual del pueblo palestino. Esta decisión, resultado de presiones externas, plantea graves interrogantes sobre la libertad de expresión en las instituciones académicas en España.
La censura académica contribuye a la invisibilidad del sufrimiento palestino, impidiendo la obligada reflexión sobre el papel de las universidades en el fomento del debate crítico
Los actos de censura universitaria, alineados a tantos otros casos en universidades alemanas, británicas o estadounidenses, niegan la participación de académicos o rechazan la publicación de artículos que condenen el genocidio perpetrado por Israel. La censura académica contribuye a la invisibilidad del sufrimiento palestino, impidiendo la obligada reflexión sobre el papel de las universidades en el fomento del debate crítico.
La censura llega incluso hasta los aspectos más próximo en nuestro día a día, como los paisajes urbanos. En la localidad valenciana de Rocafort, la Policía Local ha notificado una sanción de 200 euros a siete personas que participaron en la creación de un mural de apoyo a Palestina en un paseo del municipio, conocido por albergar múltiples murales de libre expresión. Esta obra es la única, entre más de veinte existentes en el paseo, que ha sido interrumpida y denunciada por una infracción a la ordenanza de convivencia.
Buena parte de todos estos actos de censura vienen acompañados por acusaciones de un antisemitismo instrumentalizado. Sin embargo, la acusación por antisemitismo solo puede estar contenida dentro de una denuncia antirracista global. En el documento “En Defensa de Palestina. Argumentos para deshacer los mitos y falacias del sionismo” redactado por la Red Universitaria por Palestina, su epígrafe 10 “El antisionismo NO es antisemitismo SINO defensa de los Derechos Humanos”, se enuncia:
“Antisemitismo significa prejuicio u odio hacia los “semitas”, personas que hablan hebreo, árabe u otras lenguas antiguas del Mediterráneo oriental. El Estado sionista y sus cómplices ignoran deliberadamente que los palestinos también son semitas, señalando como antisemita todo gesto de apoyo a la causa palestina y toda denuncia de los crímenes del estado sionista.
En el plano ideológico, el sionismo es esencialmente antisemita. Considera infrahumanos a los palestinos ... Defienden la eliminación física de los palestinos y consideran enemigos a todos los países que les rodean. En la práctica, el sionismo no defiende al pueblo judío, sino que emplea un discurso supremacista y xenófobo, predicando su superioridad por encima de cualquier otro pueblo, para luego practicar múltiples discriminaciones sobre ‘según qué judíos’”.
La inacción de la comunidad internacional frente al genocidio, la complicidad de los países occidentales y la indiferencia de una parte de su población y sus instituciones ante la evidencia del sufrimiento de los palestinos agiliza y acelera el borrado de todo un pueblo. Cada día que pasa sin una respuesta efectiva y un compromiso serio para abordar las injusticias que enfrentan los palestinos, se perpetúa un ciclo de violencia y deshumanización que ahoga sus esperanzas, pero con ellas también se ahogan las nuestras. Como explica el historiador Ilan Pappé, “es preciso que se conecten las luchas que tenemos en nuestros propios países con las luchas en Palestina, porque están relacionadas, están vinculadas”.
La falta de acción desde Occidente no solo ignora el dolor inmediato de millones de personas, sino que también socava los principios de justicia y derechos humanos en el múltiple y complejo escenario local-global. El médico y escritor judío Gabor Maté, declara: “Una de las razones por las que creo que Occidente apoya a Israel tan vehementemente es porque supone una lección para el resto del mundo”.
La historia está siendo escrita con un silencio cómplice con el genocidio y mediante la censura a su condena. El silencio implica un precio terrible, pues consolida el borrado impune de la existencia, la cultura y el futuro del pueblo palestino. El mismo pueblo que, sin embargo, continuará resistiendo a su vaciado, enfrentándose al abandono de un sistema occidental que solo sabe precipitarse al abismo de su propio vacío.
“Habéis vaciado de significado la palabra antisemitismo para silenciar la crítica a Israel”. Yuval Abraham, director judío israelí premiado en la Berlinale.
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Magnífico artículo, pero no comparto lo que se dice sobre el silencio. Para mí el silencio ha significado la anulación de lo humano, Hannah Arendt en su obra LA CONDICIÓN HUMANA, señala “es precisamente el discurso lo que hace del hombre un ser único”. Este artículo es un discurso, no es silencio.
Buenos días. Gracias por tus comentarios. Sí, tienes razón. En esa parte lo que tratábamos de señalar es que existen distintas formas de acallar y silenciar. La perdida de sentido ejercida a través de ruido, mentiras, bulos, ... es una forma de silenciar el pensamiento, que necesita otra forma de hacer discursos. Esa esa es otra forma "silencio" que nos afecta muy intensamente. Tenemos preparados otros textos que lo desarrollan más. Un saludo, gracias por la lectura y el comentario muy pertinente.