Opinión
La movilización social por Palestina sacude el panorama político en el Reino Unido

El 21 de febrero, los Miembros del Parlamento votaron a favor de un ‘alto el fuego humanitario inmediato’ en Gaza. Más allá del estruendo mediático causado por la esperpéntica sesión en Westminster, el hecho de que se presentase y aprobase la resolución es una muestra evidente de la presión ejercida por las protestas masivas en favor de Palestina.
Londres Palestina 17F - 7
Manifestación propalestina el 17 de febrero en Lóndres. Byron Maher
1 mar 2024 06:09

Hace una semana, los miembros del Parlamento británico debatieron  sobre un alto el fuego en Gaza. Tras una sesión caótica, en la que el cinismo institucional salió a relucir en todo su esplendor, se aprobó la enmienda presentada por el Partido Laborista. La postura de las instituciones británicas respecto al genocidio israelí cometido contra el pueblo palestino marcará eternamente el estado de los derechos fundamentales del Reino Unido. La gente es consciente de la importancia de esta situación. Por ello, las movilizaciones masivas en favor de Palestina ejemplifican el esfuerzo colectivo en favor de la paz y la libertad.

Los medios han tratado de manipular a las masas tratando de establecer un discurso hermético y hegemónico para crear un consenso social, como bien explica Noam Chomsky. Sin embargo, los ciudadanos han ido más allá de las líneas editoriales elaboradas desde las salas de redacción en connivencia con las élites, rechazando la narrativa impuesta desde los medios de comunicación. En ese sentido, Londres ejemplifica el choque entre los movimientos sociales que canalizan las demandas para llevar a cabo un cambio sistémico y el statu quo que buscar perpetuarse en el poder. Lo que sucede actualmente va más allá del genocidio en Palestina. El objetivo es detener el huracán autoritario que amenaza con arrasar las libertades que aun poseemos. Para ello necesitamos, como siempre, lazos férreos de solidaridad internacional.

Alto el fuego en Gaza y la debacle en el Parlamento Británico

El miércoles 21 de febrero se celebró la votación en el Parlamento de Londres sobre la decisión de llevar a cabo un alto el fuego en Gaza. Desafortunadamente, el episodio que ha copado las portadas de los medios de comunicación fue la controvertida decisión tomada por el presidente de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle. En vez de otorgar al Partido Nacionalista Escocés (SNP) la posibilidad de presentar su enmienda para un ‘alto el fuego humanitario inmediato,’ prefirió darle esa opción al Partido Laborista.

¿Qué significa esto? En un principio, el SNP quería aprovechar su ‘día de la oposición’ para impulsar un alto el fuego en Gaza. En la Cámara de los Comunes, hay 20 días asignados para que los partidos fuera del gobierno puedan elegir el tema para el debate. Pese a que tanto el Partido Laborista como el SNP abogan por un ‘alto el fuego humanitario inmediato’, el lenguaje empleado en la enmienda del Partido Laborista era más benévolo con la actitud del gobierno israelí.

Un análisis en The Guardian detalla con precisión como el líder del Partido Laborista temía una rebelión sin precedentes en sus filas en sus filas ante la enmienda que iba presentar el SNP

Es por ello que la decisión de Lindsay Hoyle provocó la ira de los Miembros del Parlamento. Muestra de ello fue que diputados del SNP y del Partido Conservador abandonaron la Cámara de los Comunes. El enfado de los militantes de ambos partidos se debió a razones diferentes. Si en el partido escocés se debió principalmente ante el cambio de enmienda y la sensación de haber sido minusvalorados, los tories, que igualmente iban a enfrentarse a un alto el fuego por cualquiera de las dos partes, vieron esto como un acto político que podría ayudar al Partido Laborista de cara a las siguientes elecciones.

La decisión de Lindsay Hoyle fue política y consensuada con Keir Starmer. Un análisis en The Guardian detalla con precisión como el líder del Partido Laborista temía una rebelión sin precedentes en sus filas en sus filas ante la enmienda que iba presentar el SNP. Para evitar que miembros de su partido votasen a favor de los escoceses, mostrando así un rechazo a su postura pro-Israel, Starmer visitó personalmente a Hoyle horas antes de la sesión. Le pidió presentar su enmienda argumentando que, si el SNP presentaba la suya, la seguridad de los miembros del Parlamento del Partido Laborista estaría en riesgo. Finalmente, Hoyle aceptó las pretensiones de Keir Starmer. Según el periodista Owen Jones, “el Partido Laborista extorsionó al presidente de la Cámara de los Comunes para romper el protocolo parlamentario y así proteger a Israel de la acusación de ‘castigo colectivo’”.

Esta estrategia tan maquiavélica se une a las declaraciones que el propio Hoyle emitió el 22 de febrero para justiciar su acción. Disculpándose por lo acontecido, explicó que su decisión se debía a que existían terribles amenazas contra los miembros del Parlamento si no se debatía sobre la enmienda del Partido Laborista.

Es evidente que la presión de Keir Starmer sobre Lindsay Hoyle va más allá de la enmienda por el ‘alto el fuego humanitario inmediato’. El deseo del líder del Partido Laborista de orquestar su propia narrativa y su paranoia ante la disidencia interna, aspecto que ha mostrado continuamente y que se ha venido consumando a través de una serie de purgas que ha acometido de manera incesante desde 2020, son una muestra de la tensión que se vive en el seno del partido.

El periodista de la BBC, Nicholas Watt, afirmó que “altos cargos del Partido Laborista le comunicaron a Lindsay Hoyle que, a menos que diese prioridad a la enmienda del Partido Laborista sobre Gaza, los propios miembros del Parlamento le expulsarían de su puesto tras las elecciones generales”. Existe una relación irrebatible entre la sesión parlamentaria del 21 de febrero y el cálculo político efectuado por los líderes del Partido Laborista, que temen perder unos comicios que parecen decantados a su favor de manera inevitable. Todas las encuestas prevén que conseguirán una victoria rotunda, y esa idea ha calado en las altas esferas del Partido Laborista. Para evitar descalabros, Starmer ha intentado no pronunciarse en temas controvertidos. Cree que no existe espacio para la sorpresa. Quizá debería aprender de las recientes elecciones generales en España y de la penalización que supone el hecho de no intervenir en momentos cruciales. La decisión de Alberto Nuñez Feijóo de evitar el debate a cuatro no fue una receta exitosa. De cualquier manera, la estrategia de Starmer de pasar desapercibido es insostenible en la coyuntura geopolítica internacional actual. El genocidio que el estado de Israel está cometiendo sobre el pueblo palestino no permite a nadie adoptar una posición neutral.

Keir Starmer Partido Laborista UK
Keir Starmer, sucesor de Jeremy Corbyn al frente del Partido Laborista. Foto: Keir Starmer

Palestina, el Partido Laborista y las elecciones generales de 2024

Aunque solo sea por intereses electoralistas, el Partido Laborista ha de mostrar su apoyo para que termine la masacre contra el pueblo palestino. En el Reino Unido, existe un apoyo mayoritario para que acabe el conflicto. Según una encuesta de YouGov llevada a cabo los días 20 y 21 de diciembre, el 71% de los residentes en el Reino Unido creen que debería haber un ‘alto el fuego inmediato’. Al mismo tiempo, únicamente un 9% aprueba la posición adoptada por el Partido Laborista en el conflicto en Oriente Medio, mientras que el 30% está en contra de su postura. Teniendo en cuenta que el Partido Laborista cuenta con el apoyo de la gente joven, que se está movilizando masivamente a favor del pueblo palestino, su postura como mucho ambivalente frente al genocidio perpetrado por Israel le puede pasar factura en las elecciones generales.

Keir Starmer y sus asesores saben todo eso y están actuando en consecuencia. El líder del partido, que siempre se ha mostrado beligerante contra Hamás pero nunca ha criticado el genocidio perpetrado por Israel, está virando su posición por diversos motivos. En primer lugar, la opinión de los líderes a nivel internacional. Pese al apoyo incondicional al gobierno israelí tomada por los gobiernos de Francia, Alemania o Estados Unidos, incluso Joe Biden recientemente declaró que la ofensiva israelí en Gaza está yendo demasiado lejos. Obviamente, esto es mera retórica, ya que, continuamente, Estados Unidos está usando su poder de veto en las Naciones Unidas para impedir un ‘alto el fuego inmediato’. La última vez fue hace tan solo hace una semana.

Pero la preocupación creciente entre las élites de occidente ha influenciado a la cúpula del Partido Laborista. Cuando el pasado 16 de febrero, los laboristas Keir Starmer, David Lammy y John Healey se reunieron en la Conferencia de Seguridad de Múnich con líderes internacionales, comprendieron que la opinión internacional empezaba a virar. La amenaza israelí de atacar Rafah, que finalmente se ha llevado a cabo, propició un cambio de actitud en los políticos de occidente. El gobierno del Reino Unido, por ejemplo, consideró que, si la ofensiva en Rafah tenía lugar, suspendería la exportación de armas a Israel. Pese a que es difícil creer que cumplirán su promesa, los mensajes internacionales muestran un cambio de paradigma.

Además, el 15 de febrero, Australia, Canadá y Nueva Zelanda publicaron una declaración conjunta instando a un ‘alto el fuego humanitario inmediato’. Esas mismas palabras han sido utilizadas por Keir Starmer en el Parlamento Británico. Según reconoció un funcionario del Partido Laborista, la declaración de estos países es fundamental en el cambio de estrategia. Ciertamente, Keir Starmer y sus acérrimos aliados dentro del Partido Laborista no criticarán abiertamente el genocidio cometido por Israel. Pese a que existen militantes que están en contra de su líder, destacando Zarah Sultana, miembro del Parlamento por Coventry South, Starmer seguirá los designios de Estados Unidos.

La postura adoptada por el gobierno británico va más allá de Keir Starmer o Rishi Sunak. Es difícil esperar que un líder del Reino Unido imite a Gustavo Petro, Lula da Silva, Luis Arce o Gabriel Boric en criticar abiertamente la ofensiva de Israel. Ni siquiera la postura más leve tomada por los gobiernos de España, la República de Irlanda, Bélgica o Luxemburgo en Europa. La opinión de los gobernantes del Reino Unido siempre estará ligadas a los designios de Estados Unidos. Hay que recordar que estos dos países fueron los últimos en dejar de apoyar el Apartheid en Sudáfrica. Precisamente, fueron los abogados de ese país los que llevaron a Israel al Tribunal  Internacional de Justicia, acusando de genocidio las acciones cometidas contra el pueblo palestino.

Porque la historia es importante, y la lucha incesante contra el racismo y el supremacismo blanco, llevada a cabo con la inestimable cooperación de Cuba, ha marcado la identidad de los sudafricanos. Es por ello que Nelson Mandela agradeció enormemente a Fidel Castro su apoyo en la lucha contra el imperialismo anglo-sajón y el Apartheid en Sudáfrica. Pero Mandela veía más allá de los intereses nacionales. En una de tantas muestras de solidaridad internacional ofrecidas por el líder comunista sudafricano, añadió que “nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos.” La lucha anticolonial de Palestina frente al imperialismo resuena estruendosamente en el continente africano, como se observa en las manifestaciones multitudinarias que está teniendo lugar en muchos países.

Pese a la imposibilidad de que el Reino Unido adopte una postura antiimperialista, pues sería renunciar a su pasado colonial, la nueva postura adoptada por el Partido Laborista ejemplifica un cambio de paradigma. Y en ese sentido, todo ello se ha dado gracias a los movimientos sociales. Desde que comenzó el genocidio cometido por Israel, las protestas en el Reino Unido no han dejado de sucederse.

Protestas y apoyo masivo por Palestina

Karl Marx escribió que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época.” Para imponer una hegemonía cultural, el control de los medios de producción y el domino del relato son esenciales. En los últimos meses, los medios de comunicación occidentales se han esforzado sobremanera para ofrecer un relato sesgado de la invasión israelí en Gaza. Sin embargo, la premisa de que todo es culpa de Hamás y de que el conflicto empezó el 7 de octubre no ha engañado a la gente. En la época de la información casi ilimitada, que obviamente ofrece aspectos perversos, también permite que millones de personas se informen minuciosamente sobre historia. La gente observa un horizonte en el que se atisba la Nakba de 1948. Los medios de comunicación han tratado de cegar la visión de unos ciudadanos que comprenden la geopolítica mejor de lo que las élites desearían. Además, el primer genocidio televisado en directo de la historia raramente iba a dejar impasible a los ciudadanos. Bombas destruyendo edificios, masacrando niños, mujeres y hombres, hospitales colapsados y gritos de dolor, rabia y sufrimiento se perciben a través de los sentidos.

En el Reino Unido, la opinión popular está en contra del genocidio israelí y defiende al pueblo palestino. Como ya ocurriese con la invasión estadounidense en Vietnam e Irak, Londres está siendo testigo de manifestaciones masivas de manera asidua. En lo que llevamos de 2024, ha habido tres manifestaciones en la ciudad a la que han asistido cientos de miles de personas.

Los días 3 y 17 de febrero fueron otra muestra del ímpetu ciudadano por detener el genocidio. La primera comenzó en la sede de la BBC, atravesando lugares icónicos como Picadilly Circus y Trafalgar Square. Caminando por Whitehall hasta el Big Ben, se veían miles de personas, pancartas y banderas. Gritábamos en favor del pueblo palestino mientras escuchábamos a representantes de Palestine Solidarity Campaign, a Zarah Sultana, Jeremy Corbyn o Mick Lynch hablar desde el escenario. Se escucharon aplausos ensordecedores cuando se agradecía a los abogados sudafricanos por llevar a Israel al Tribunal Internacional de Justicia.

Palestina
Ocupación israelí El colonialismo israelí está desnudo
La “victoria” genocida del sionismo sobre el pueblo nativo de Palestina o un horizonte de descolonización con una Palestina libre del río al mar parecen ser los dos únicos finales posibles a una herida colonial que nunca acaba de cerrarse.


Dos semanas más tarde, cientos de miles de personas volvimos a congregarnos en favor del pueblo palestino. Comenzando en Marble Arch y caminando al lado de Hyde Park, terminamos frente a la Embajada de Israel. Banderas de Palestina, Sudáfrica, la República de Irlanda o el Líbano ondeaban al viento. Se leían pancartas pidiendo un alto el fuego y solidaridad con Gaza, sostenidas por personas de distintas etnias, edades y credos. Las manifestaciones en Londres, una vez, mostraron aspectos destacados de la ciudad como la solidaridad internacional, la multiculturalidad y el apoyo mutuo. La siguiente manifestación en Londres ya está convocada para el 9 de marzo.

Los movimientos sociales siguen demostrando ser los elementos del cambio. No se trata solamente de acabar con el genocidio en Gaza. Las protestas propugnan por un cambio estructural de la sociedad

Ni los políticos más cínicos han podido evitar el efecto que han causado todas estas manifestaciones masivas. Hay algunos que ya no siguen en la política institucional, como Suella Braverman, destituida del Partido Conservador por sus críticas a los activistas por Palestina. Su frase es una muestra de la tergiversación más perversa acerca de los movimientos pacifistas que demandan el fin del genocidio israelí: “Los manifestantes nacionalistas y de derechas que cometen agresiones reciben, con razón, una respuesta severa, mientras que las turbas pro-palestinas que muestran un comportamiento casi idéntico son ignoradas.” Braverman quiso imponer un relato de que éramos terroristas al servicio de Hamás. Pero prácticamente nadie se cree esa mentira. El pacifismo de los activistas contrasta de manera abismal con los crímenes televisados de los israelís en Palestina. Cualquier narrativa acerca de una supuesta violencia llevada a cabo por los manifestantes resulta tan inverosímil que ya ni los grandes medios tratan de elaborar un relato siguiendo esa premisa para distorsionar la realidad.

Los movimientos sociales siguen demostrando ser los elementos del cambio. No se trata solamente de acabar con el genocidio en Gaza. Las protestas propugnan por un cambio estructural de una sociedad en la que la desigualdad está creciendo y los niveles de pobreza aumentan, todo ello a costa del gasto militar. La guerra y la disminución de los estándares de vida de la gente están íntimamente ligados. Emma Goldman, Alexander Berkman o Enrico Malatesta, entre muchos otros anarquistas que firmaron el manifiesto contra la guerra publicado en 1915, entendieron claramente que la Gran Guerra era una consecuencia de la necesidad imperiosa de las élites capitalistas para enriquecerse a costa de la mayoría: “La guerra se incuba permanentemente en el seno de la estructura social existente, y los conflictos armados… son la consecuencia natural y el destino necesario e ineludible de un régimen fundado en la desigualdad económica de sus ciudadanos”.

El genocidio cometido por Israel ante el pueblo palestino, apoyado por las élites occidentales, frente al apoyo masivo de la gente que aboga por la paz y un cambio sistémico es una muestra de ello. Un combate entre utilizar los recursos en armamento bélico para beneficiar a los lobbies de la guerra, o distribuir la riqueza por el bien común. Los países aumentando el porcentaje de su Producto Interior Bruto en armamento bélico, y al mismo tiempo, reduciendo el gasto en servicios sanitarios y educación. Todo eso y más está en juego.

Las manifestaciones contra la guerra como catalizadores sociales

El movimiento pacifista siempre ha estado relacionado con demandas por un cambio social. En ese sentido, hemos de retrotraernos a los años de la Primera Guerra Mundial, cuando gran parte de la clase trabajadora se posicionó en contra de una guerra imperialista que no les iba a beneficiar en absoluto. Precisamente, la Revolución de octubre en 1917 tenía como lema “pan, paz y tierra”, y por ello, los bolcheviques abogaron por la retirada de Rusia del conflicto.

En la década de 1960, las protestas contra la Guerra de Vietnam se aglutinaron con el Movimiento por los Derechos Civiles, la nueva ola del feminismo y la Nueva Izquierda, que quería alejarse de la dicotomía de bloques establecida durante la Guerra Fría. Históricamente, el pacifismo siempre ha incluido demandas para realizar cambios profundos en el sistema. Precisamente, Martín Luther King relacionó de manera prístina el antirracismo con el belicismo. En su discurso titulado ‘Beyond Vietnam -- A Time to Break Silence’ pronunciado en Nueva York en 1967, King criticó duramente a Estados Unidos por la guerra de Vietnam y por sus políticas segregacionistas y racistas. Afirmó que “mi gobierno es, hoy en día, el mayor proveedor de violencia a escala global.” En ese discurso, estableció una relación clara entre militarismo, imperialismo y racismo: “Nuestra única esperanza reside en nuestra capacidad para recuperar el espíritu revolucionario y enfrentar un mundo en ocasiones hostil, declarando hostilidad eterna a la pobreza, el racismo y el militarismo. Con este poderoso compromiso desafiaremos con valentía el statu quo y las tradiciones injustas".

En la Guerra de Vietnam o en la invasión estadounidense de Iraq, millones de personas salieron a las calles. Por la causa Palestina, la respuesta de la sociedad está siendo apabullante

Estas palabras pronunciadas por uno de los símbolos del Movimiento por los Derechos Civiles cobran una relevancia mayestática en nuestro tiempo. Si la Guerra de Vietnam canalizó el descontento social y movilizó a toda una generación, el genocidio cometido por Israel está actuando como galvanizador de las protestas a escala global. De manera asidua, millones de personas se manifiestan en países tan diversos como Yemen, Indonesia, Turquía, Corea del Sur, Sudáfrica, Egipto, Reino Unido, España, Estados Unidos, Australia o Uruguay, entre muchos otros.

Las protestas por el pueblo palestino están siendo un movimiento movilizador que marcará a una generación entera, un aspecto angular para fortalecer los lazos de solidaridad internacional. Lula da Silva afirmó recientemente que el genocidio cometido por Israel tiene un precedente: el holocausto perpetrado por los nazis contra el pueblo judío. En esta ocasión, estamos asistiendo al primer genocidio televisado en directo. Es imposible retraerse, esconderse o no elegir un bando. Porque como afirmó la organización ‘Clergy and Laymen Concerned About Vietnam’ y más tarde repitió Martin Luther King, “llega un momento en el que permanecer en silencio supone una traición.” El pueblo palestino masacrado necesita de la cooperación entre las personas del planeta. Solo a través de los movimientos podemos cambiar la actitud de los gobernantes, que son efectivamente aquellos que pueden legislar para que haya un alto el fuego inmediato.

En el caso particular del Reino Unido, los movimientos masivos han vuelto a poner de relieve la importancia de las protestas. Londres es una ciudad que siempre se ha movilizado contra los conflictos. En la Guerra de Vietnam o en la invasión estadounidense de Iraq, millones de personas salieron a las calles. Por la causa Palestina, la respuesta de la sociedad está siendo apabullante. Nuestra misión es seguir protestando, participar en campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel y comunicar nuestro mensaje para convencer a más personas de que se unan a la causa del pueblo palestino. Eventualmente, los políticos deberán hacer concesiones si desean evitar que la ola de malestar social se lleve por delante sus gobiernos.

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