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El pasado mes de mayo tuvo lugar un primer encuentro entre diferentes organizaciones y sindicatos laborales, ecologistas, antirracistas y de vivienda. Esta jornada tenía el objetivo de pensar y debatir juntas sobre cómo nos imaginamos un espacio organizativo que supere y fortalezca las luchas sectoriales y, además, entreteja miradas, discursos y propuestas. Esta propuesta surge de organizaciones con una estructura orgánica parecida y unas prácticas políticas similares, desde la autonomía, el trabajo de base y con una afinidad evidente en el análisis de contexto, con la intención de ir ampliando el proceso a otros espacios políticos y sociales de base poco a poco.
¿Cómo sería un espacio de participación política que te haga ser parte de otras luchas sin “tener que estar en todo”? ¿Cómo construir una estructura flexible que potencie cada lucha sin diluir sus particularidades? ¿Cómo pasar de la mera coordinación a la construcción de un discurso, una propuesta organizativa y una práctica política común? ¿Cómo nos convencemos de que para ser más y llegar más lejos tenemos que estar juntas?
Sabemos, y probablemente quien lea este artículo sabe también que no es la primera vez, ni la segunda, ni la quinta, que nos sentamos a pensar en cómo sería ese espacio organizativo del que formaras parte sin tener que participar en todas las luchas y conflictos existentes. Entonces, ¿Por qué ahora?
Para contestar a esta pregunta quizás necesitamos identificar juntas las condiciones para que, desde los espacios políticos y organizativos que ya existen, esto pueda darse.
Desde nuestras luchas nos hartamos de repetir que vivimos un momento de crisis ecosocial o de policrisis. Sin embargo, el relato mediático e institucional invisibiliza esta situación y nos presenta un presente y futuro de prosperidad: tasas de desempleo mínimas desde 2019, subida del salario mínimo, inyección de dinero a través de fondos europeos, etc. Estas han sido las bazas que el Gobierno ha utilizado para posicionarse como la única vía para frenar a una extrema derecha envalentonada. Como colofón, a pesar de que se multiplican las agresiones ambientales y se acelera el cambio climático, la ministra de Transición Ecológica se ha presentado a las elecciones europeas con la imagen de máxima defensora del medio ambiente en el Estado español y la UE. Es cierto que los problemas de acceso a la vivienda, o la subida significativa de temperaturas parecen tener cierto consenso social, sin embargo, no despiertan movilizaciones masivas en la calle.
Entre tanto, el último ciclo de “asalto institucional” ha vuelto a demostrar que los procesos de transformación social requieren de una sociedad fuertemente organizada en los centros de trabajo, en los barrios, en torno a la reproducción social, en lo público. Requieren de la construcción de contrapoderes que emerjan de la organización en todos los ámbitos de lucha e impulsen una nueva hegemonía. Las luchas no se pueden subordinar al Estado, pero tampoco pueden obviarlo, ya que también constituye un frente de disputa sobre el que intensificar sus contradicciones. La opción institucional sigue absorta en sí misma, repitiendo una y otra vez su desdén por los procesos de organización de base y aspirando únicamente a reducir los efectos más perniciosos de la agenda neoliberal, pero sin ninguna capacidad de cuestionar, incidir ni transformar sus ámbitos centrales.
Pese al momento de desorientación nuestras organizaciones de base resisten con la suficiente solidez cómo para poder pensar escenarios venideros y cómo formar parte de ellos
Lo cierto es que aunque parece que nos encontramos en una calma chicha, los problemas de fondo sólo se profundizan. Mientras que el capitalismo verde y digital es incapaz de cumplir sus propios objetivos de reducción de emisiones, la inestabilidad geopolítica incrementa las guerras y genocidios y las recetas neoliberales son incapaces de generar un ciclo de acumulación estable, Europa se está posicionando fundamentalmente sobre tres pilares: defensa, fronteras y comercio. Se ha renovado la estrategia militar con el incremento de los presupuestos militares. El nuevo pacto migratorio fortalece las fronteras con más racismo institucional y propuestas que bien podrían ser de la extrema derecha, garantizándose el comercio internacional para el suministro de los minerales imprescindibles en la transición al capitalismo verde y digital. Un cóctel que sabemos va a agudizar aún más las tensiones económicas y sociales en nuestro territorio.
En este contexto, ¿es ahora el momento de hacer el esfuerzo de juntarnos y proponer más organización? ¿por qué? ¿para qué?
En primer lugar, porque tenemos la certeza de que si no estamos organizadas, no puede haber transformación radical. Cualquier avance social que podamos imaginar tiene como base comunidades políticas con un fuerte tejido social organizado. Estamos en un momento de repliegue y baja conflictividad social en el que la ley mordaza imposibilita aún más cualquier forma de protesta. Además, nuestras organizaciones tienen dificultad para incorporar y movilizar a más gente. Y el momento de policrisis nos abre tantos frentes que no damos abasto. Pese al momento de desorientación nuestras organizaciones de base resisten con la suficiente solidez cómo para poder pensar escenarios venideros y cómo formar parte de ellos. Es un buen momento para buscar formas en las que organizarnos más y mejor.
Estamos trabajando en una propuesta que nos dé la oportunidad de compartir recursos, espacios de formación política conjuntos, y, a largo plazo, que genere instituciones populares colectivas
En segundo lugar, creemos que este espacio nos puede aportar un análisis de la realidad más complejo que nos permita entretejer discursos y propuestas de futuro. Los conflictos sindicales, desde una perspectiva social y de base, están necesariamente entrelazados entre sí. Las luchas del movimiento de vivienda están imbricadas con las luchas en el ámbito del trabajo pues el alquiler es un extractor de renta ineludible en el poder adquisitivo de la población. Además, estas están a su vez entretejidas con las luchas antirracistas, pues mientras sean inmobiliarias y rentistas quienes decidan los “perfiles” que son favorables para alquilar una vivienda, las personas racializadas estarán aún más en una situación de empobrecimiento y precariedad. Los procesos de autoorganización colectiva de mujeres y disidencias para garantizar sus condiciones materiales, entendidas en sentido amplio y más allá de lo laboral, están ensanchando y enriqueciendo las luchas sindicales y los conflictos colectivos. Las luchas ecologistas y sindicales están entrecruzadas pues sólo tiene sentido pelear por una transición ecosocial, en la que se eliminen los trabajos que siguen profundizando el extractivismo y el agotamiento de recursos y sumideros, apostando por un horizonte de justicia social que ponga la vida en el centro y que garantice la subsistencia de las trabajadoras de esos sectores. De la misma manera que renaturalizar nuestras ciudades o aclimatar nuestros edificios no puede pasar por crear nuevas burbujas de alquiler ni gentrificación verde.
Además, los análisis críticos feministas ponen el foco en la dimensión de la reproducción social como eje vertebrador del sistema capitalista, racista y patriarcal, y apuesta por la necesidad de articular políticamente todo lo relativo a las condiciones para una vida digna para todes. En definitiva, un espacio para el análisis que nos permita complejizar y desarrollar propuestas políticas comunes que no desplacen los costes de la crisis de unas luchas a otras.
Estamos pensando en un espacio organizativo que asegure que nuestros conflictos y luchas escalen. Una propuesta que nos dé la oportunidad de compartir recursos, espacios de formación política conjuntos, y, a largo plazo, que genere instituciones populares colectivas y espacios de autonomía económica en común. Nos permitiría tener la sensación de que no necesitamos estar en todo para sentirnos parte de las luchas y los conflictos que, aunque no nos estén atravesando en ese momento, son de todas. Ser más, estar mejor organizadas y llegar a más gente para lograr cambios profundos y radicales. Generar vínculos para trabajar políticamente mejor, con más motivación e ilusión, en una identidad colectiva diversa y cohesionada al mismo tiempo. Pero sobre todo, esta propuesta nos posibilita la oportunidad de generar una estrategia común y articulada que nos permita desplegar horizontes de lucha conjuntos con más fuerza desde distintos ámbitos. Porque sólo así podremos hacer una transición postcapitalista real.
Sabemos, y también de nuevo quien lee este artículo, que el reto político y organizativo de construir algo así es gigante. Requiere cambiar la cultura política y militante de las organizaciones para que propuestas de este calado sean acogidas y tengan desarrollo hasta que se consoliden. Salir un poco de lo que cada una hace para incorporar aún más otros enfoques y prácticas. Frenar inercias, cambiar paradigmas y modos de hacer dentro de cada organización.
Efectivamente es mucho esfuerzo y un cambio de subjetividad y práctica militante, entonces ¿por qué ahora?
Porque por primera vez en mucho tiempo las que nos hemos juntado, con la firme apuesta de ser cada vez más organizaciones, estamos viendo más ventajas de un espacio como este que inconvenientes. Porque nos parece casi lo lógico. Porque estamos agotadas pero cuando nos juntamos con otras nos ilusionamos. Porque aunque estemos en un momento de espera, cuando algo estalle, queremos estar preparadas. Y juntas.