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Opinión
Casa verde, marea azul, giro de Sánchez
Se dice que cuando miramos al cielo vemos el reflejo de estrellas que ya están muertas. Las elecciones generales en Madrid son el espectro de una estrella que iluminó un nuevo ciclo político en 2021. Una parte importante de los medios de comunicación progresistas y, sin duda, muchas encuestadoras, quisieron entender las elecciones autonómicas de 2021 como un acontecimiento aislado y no como la primera expresión de este nuevo ciclo. Tampoco lo quisieron ver con las elecciones andaluzas. El resultado de ayer indica hasta qué punto estaban equivocados esos planteamientos que pretendían aislar en el espacio Madrid y en el tiempo 2021, postpandemia, etc. Una ola doble de desafección e impugnación al sanchismo unida a la descomposición del espacio llamado “a su izquierda”.
Si atendemos al ejemplo de la ciudad de Madrid encontramos que los resultados son prácticamente calcados en el conjunto de las fuerzas políticas (con la excepción de la bajada de Podemos) a lo que pasó en el 2021. El Partido Popular tuvo 807.189 votos y ha tenido 729.302. Más Madrid tuvo 318.437 y ha tenido 313.205. El PSOE tuvo 286.290 en 2021 y ha tenido 274.000. Vox tuvo 144.043 y ha tenido 148.658. Esas elecciones configuraban el mapa político madrileño. Almeida y Ayuso solo tenían que repetir la jugada y ser capaces de definir las elecciones en torno a ese plebiscito sobre el sanchismo para tener un resultado muy similar. Así ha sido.
Cómo Vox enfocó los debates ya daba cuenta de esa cámara de eco que les permite tener una cantidad suficiente de votos sin tener que interactuar con otras fuerzas políticas
Cualquier intento de incorporar una dinámica estrictamente madrileña a lo sucedido ha sido paradójico. Es difícil no leer en los resultados de Más Madrid ese deseo de “traer a casa la campaña”, pero en lo que también es un signo del momento, no ha habido una campaña, como no hay ya una opinión pública, sino al menos dos e incluso tres. Las esferas de atención e intereses y la desconexión de los temas de importancia entre los distintos bloques era absoluta. La forma en la que Vox enfocó los debates electorales ya daba cuenta de esa cámara de eco que les permite tener una cantidad suficiente de votos sin tener que interactuar con otras fuerzas políticas.
Ese hilo entre desafección e impugnación es el que amenaza el conjunto del voto progresista. El problema político no es tanto cuáles son los sujetos que ganan más o pierden menos en esta contienda sino las dificultades del conjunto del bloque para desarmarla de manera conjunta. De hecho, la propia idea de bloque ya no es especialmente útil. El PSOE ha planteado las elecciones como una pelea por el segundo puesto, Podemos por su propia supervivencia en el límite del 5%. Ninguno de los dos lo ha conseguido. La idea de un bloque conservador en el que los papeles se reparten de manera más o menos virtuosa (aun cuando Ciudadanos ha desaparecido) sigue siendo realista. Esto no pasa por la izquierda.
El caso de Podemos lo explica también. Su no entrada reparte escaños en otras fuerzas del bloque y de la derecha pero no hay una transferencia de voto clara a pesar de su bajada. La campaña de Podemos ha tenido algo de doble alma. Por un lado, orientada al voto útil con el lema “Tenemos la llave”, y por otro lado con un aliento muy similar a la campaña de Pablo Iglesias en Madrid de 2021, en clave de confrontación directa con los poderes económicos y mediáticos, y con Ayuso a través de la figura de su hermano.
El resultado de Más Madrid es también la consolidación del sujeto madrileño en esta consolidación del nuevo ciclo. Es el único espacio nacido de lo que llamamos fuerzas del cambio que se mantiene por encima del PSOE
El PSOE tenía un escenario, a priori, positivo, un poco independientemente de los candidatos que pusiera. La condición plebiscitaria llamaba a agrupar voto en torno a ellos como defensa del sanchismo y las elecciones municipales suponían una aparente diferencia ya que en 2021 los acaldes socialistas dejaron hacer y no se implicaron en la campaña, cosa que ahora era imposible. En el Ayuntamiento, además, tenían la ventaja de que Manuela Carmena no era candidata y parecía lógico que recuperaran voto. Pero ninguna de esas cosas ha sido suficiente.
El resultado de Más Madrid es también la consolidación del sujeto madrileño en esta consolidación del nuevo ciclo. Es el único espacio nacido de lo que llamamos fuerzas del cambio que se mantiene por encima del PSOE. Ha mantenido un porcentaje de voto de en torno al 18% en unas elecciones de retroceso generalizado de las opciones progresistas. Ha incorporado nuevos liderazgos tras la marcha de Iñigo Errejón al Congreso con Más País y de Manuela Carmena. Ha roto con los sectores más reaccionario del carmenismo sin sufrir por ello más que una perdida de en torno a 6.000 votos en el Ayuntamiento, y tiene implantación territorial en toda la Comunidad de Madrid, garantizando gobiernos en varios de los Ayuntamientos grandes y mantiene buen músculo organizativo en el municipio de Madrid (un dato simbólico pero útil son el millar de interventores que presentó a las elecciones)
El problema político de fondo y calado es cómo conseguir que esa “casa verde” articule mayorías que no solo lideren el espacio progresista, sino que puedan amenazar a la gran ola azul del Ayusismo. Y ahí la campaña electoral no da buenas noticias precisamente por esta idea de comunidades inconexas y disociadas. Ejemplos de esa desconexión y disociación es el papel de la sanidad en las elecciones, preocupación de orden transversal que no cambia un solo voto cuando se le opone al ciclo político anti-Sánchez.
La pregunta más importante cuando se asiente el polvo y el ruido para Más Madrid es qué uso dar a ese poder institucional, cómo ampliar la organización y su capacidad de incidencia en un contexto con dos mayorías absolutas y gobiernos populares en plazas fuertes, con una organización razonablemente fuerte y un pueblo madrileño (vamos a llamarle así) débil.
Sánchez actúa como una app de un móvil que te manda notificaciones constantes para que le hagas caso o todo saltará por los aires
¿Cómo de lejos puede llegar la hipótesis Más Madrid abierto en ciclo 2021: Organización vs Guerra Relámpago, politización de la vida cotidiana, el tiempo como eje fundamental de las conquistas políticas, la cuestión climática y el sujeto territorial madrileño?
Pero esa discusión tendrá que postergarse porque Pedro Sánchez ha decidido dotar de su propia descarga de electroshock a un pueblo agotado y entristecido por la campaña y los resultados, operando una suerte de secuestro emocional. “Si queréis que el gobierno siga —parece decir— no tenéis la opción de esperar y recuperaros emocionalmente, tenéis que activaros ya”. En ese sentido Sánchez actuá como una app de un movil que te manda notificaciones constantes para que le hagas caso o todo saltará por los aires.
La convocatoria anticipada se hace cargo del carácter de plebiscito que ha tenido esta campaña y también se conjura para intentar ensayar la vuelta del bipartidismo, sea con victoria socialista, sea con victoria popular. Intenta compactar con ello a fuerza de doctrina del shock el espacio de Sumar y evita también un despliegue progresivo del mismo. Hace algo similar con un parlamento que se le volvía incómodo después del resultado electoral del espacio a su izquierda. Elige, pues, el menor de dos males para sus propios intereses.
Una vez más un ruido nacional borra Madrid a la vez que parece colocarlo en el centro. Quizás merece la pena pensar de cara a Sumar no tanto, o no solo, sobre cómo armar juntas las piezas del puzle, sino sobre qué hipótesis políticas han podido resistir mejor este ciclo y desarrollarlas dentro de la premura de unos acontecimientos diseñados para trasladar la energía del proyecto que lidera Yolanda Díaz al campo del sanchismo.
El 24 de julio todo lo que ha pasado esta noche seguirá ahí. Todo lo malo, y lo poco bueno. Pero sobre todo, seguirán flotando las preguntas.