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En el año 2015 se incorporó al sistema penal español la llamada Prisión Permanente Revisable (PPR). Hay que ocultar su verdadero nombre, aunque no del todo, para contentar a ese público ávido de venganza y animado por la indignación ante casos graves y dolorosos, convenientemente propagados por los medios de comunicación del pensamiento único, pero muy ocasionales.
PPR. También podría significar Populismo Punitivo Repugnante. Aunque, ahora que está tan de moda llamar populista a todo lo que no gusta al Orden, tendremos que dejar de usar este concepto que tanto tiempo llevamos aplicando a la política criminal española, hecha a base de alarmas mediáticas y en busca de réditos electorales más que de prevenir delitos o reparar daños.
De cualquier manera, la cadena perpetua ya estaba entre nosotras. En 2014 ya había en nuestras prisiones cientos de personas cumpliendo penas de más de 30 años. En los países de nuestro entorno difícilmente se superan los 20 años, a pesar de que muchos incorporen una pena llamada perpetua.
Hay quien piensa que aquí las personas condenadas entran por un puerta y salen por otra; que el sistema es blando, las penas cortas y la criminalidad enorme. Y dicen los medios que piden más dureza. Dadles la información correcta: qué criminalidad tenemos, cuánto duran nuestras penas, cómo son las condiciones de los centros penitenciarios, cuánto cuesta una persona en prisión, qué consecuencias tiene para la persona encerrada y para sus familias. Tal vez cambien de opinión.
Parece que buscamos objetivos incompatibles: ser demócratas, eliminar el delito, que las personas condenadas cumplan muchos años y en condiciones lo más penosas posible, que no tengan contactos con el exterior,pero que, si tienen que salir, no sean un peligro y, por supuesto, que las víctimas sean reparadas en su daño y su dolor. Si sumáis todas estas peticiones probablemente el resultado sea HTTP 404 Not Found.