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Ocupación israelí
‘Dejando a un lado’ el derecho internacional: por qué los demócratas son tan peligrosos como los republicanos para una paz justa en Palestina
Motivados por su justificable aversión al expresidente estadounidense Donald Trump, muchos analistas han dibujado precipitadamente un panorama esperanzador de cómo los demócratas podrían borrar rápidamente la desoladora trayectoria del gobierno previo republicano. Esta ingenuidad es particularmente pronunciada en la versión actual sobre el discurso palestino-israelí, que está promoviendo, de nuevo, la ilusión de que los demócratas tendrán éxito donde sus rivales políticos han fallado.
Hay obvias diferencias en el enfoque de los demócratas del conflicto palestino-israelí, pero solo en la semántica y el patrioterismo político, no en la política. Esta afirmación puede justificarse si se examina el lenguaje oficial del Gobierno demócrata sobre Palestina e Israel, y se considera este lenguaje dentro del contexto de las políticas prácticas sobre el terreno.
Tomemos los comentarios recientes realizados por el nuevo secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, durante una entrevista en la CNN el 8 de febrero. Los comentarios de Blinken nos recuerdan la inteligente —aunque falsa— política exterior de EE UU bajo anteriores gobiernos demócratas. Las palabras que eligió pueden parecer una total separación del enfoque beligerante, pero directo, del exsecretario de Estado estadounidense Mike Pompeo.
“Miren, dejando a un lado los aspectos legales de esa cuestión (en referencia a la ocupación ilegal israelí de los Altos del Golán sirios), como asunto práctico, el Golán es muy importante para la seguridad de Israel”, dijo Blinken. Más adelante pasó a, de nuevo, reconocer, pero al mismo tiempo dejar de lado, la cuestión de los ‘aspectos legales’. “Las cuestiones legales son otra cosa”, dijo, antes de seguir hablando vagamente y sin comprometerse sobre el futuro de Siria.
El actual Gobierno de Joe Biden está siguiendo el mismo programa que permite a Washington ofrecerse como parte neutral —un ‘intermediario honesto para la paz’— a la vez que ayuda a Israel a conseguir sus metas estratégicas a expensas de los pueblos palestino y árabe
Yuxtapongamos la postura de Blinken sobre la ocupación ilegal israelí de los Altos del Golán con las declaraciones realizadas por Pompeo en noviembre, justo antes del fin de la presidencia de Trump. “Esto es una parte de Israel y parte central de Israel”, dijo Pompeo, acompañado por el ministro de Exteriores israelí, Gabi Ashkenazi, hablando desde los Altos del Golán ocupados.
La postura de Pompeo, una clara violación del derecho internacional, fue debidamente condenada por palestinos y árabes y criticada por varios gobiernos y organismos internacionales. La postura de Blinken, sin embargo, generó poca atención mediática, e insignificantes, si es que hubo alguna, reprimendas serias a nivel regional o internacionalmente. No debería haber sido así.
Al reconocer la relevancia del asunto de la legalidad, y luego “dejándola de lado”, a favor de la al parecer más acuciante cuestión de la seguridad israelí, Blinken simplemente defendió el statu quo, la de la perpetua ocupación militar israelí, que también es defendido de manera entusiasta por los republicanos.
De forma sucinta, esta es la doctrina demócrata sobre Palestina e Israel, en gran parte en vigor desde la era de Bill Clinton. El actual Gobierno de Joe Biden está, sin duda, siguiendo el mismo programa que permite a Washington ofrecerse como parte neutral —un ‘intermediario honesto para la paz’— a la vez que ayuda a Israel a conseguir sus metas estratégicas a expensas de los pueblos palestino y árabe.
La clara diferencia entre los discursos demócrata y republicano sobre Palestina e Israel es un fenómeno relativamente nuevo. Resulta interesante que fuera el Gobierno republicano de George H. W. Bush el que, en 1991, estableció el actual relato demócrata sobre Palestina. A finales de la Primera Guerra del Golfo, Bush defendió las conversaciones multilaterales entre Israel y los Estados árabes en Madrid. En unos pocos años, estaba formulado un discurso estadounidense totalmente nuevo.
Los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra EE UU suplantaron el discurso del proceso de paz en la literatura republicana sobre política exterior con uno nuevo, que está abiertamente dedicado a luchar contra el ‘terrorismo islámico’. Israel utilizó de forma inteligente el nuevo lenguaje y comportamiento estadounidenses en Oriente Medio para presentarse como un socio directo en la ‘guerra contra el terrorismo’ global liderada por EE UU.
Para evitar el colapso del liderazgo político global estadounidense como resultado de la invasión de Iraq de 2003, el Gobierno de Barack Obama restauró rápidamente la tradicional posición estadounidense, ofreciendo de nuevo los servicios de EE UU como benefactor de la paz en Oriente Medio. Cierto, Obama trabajó para restaurar la relevancia de Estados Unidos como ‘pacificador’. Su Gobierno, sin embargo, utilizaba el lenguaje falso del pasado, un lenguaje que constantemente sitúa la responsabilidad sobre los palestinos, mientras recuerda amablemente a Israel sus responsabilidades hacia la población civil de Palestina.
Obama insistió, con poca compasión o contexto, en que “los palestinos deben abandonar la violencia”, retratando así a los palestinos y su resistencia legítima como el verdadero obstáculo para cualquier paz justa en Palestina
El discurso de Obama en El Cairo en 2009 sigue siendo el documento más potente, aunque acusador, sobre los numerosos lapsus morales y puntos ciegos legales de la política exterior estadounidense, concretamente bajo gobiernos demócratas. El discurso, que tenía la intención de servir como punto de inflexión en el enfoque estadounidense hacia la región de Oriente Medio, expuso totalmente las excepciones del sesgo de EE UU hacia Israel, predicado principalmente sobre manipulación emocional y tergiversaciones históricas.
Obama fluctuó deliberadamente entre la persecución de las comunidades judías durante la historia y el ‘derecho’ de Israel de asegurar su seguridad a expensas de los palestinos oprimidos, como si la sistemática violencia israelí fuera llevada a cabo como intentos genuinos de impedir la persecución ulterior de los judíos del mundo.
En contraste, Obama insistió, con poca compasión o contexto, en que “los palestinos deben abandonar la violencia”, retratando así a los palestinos y su resistencia legítima como el verdadero obstáculo para cualquier paz justa en Palestina. Respecto a Palestina e Israel, culpar a la víctima ha sido un pilar central de la política exterior estadounidense, compartido por igual por demócratas y republicanos.
Sin embargo, aunque los republicanos cada vez ignoran más los derechos y, a veces, la misma existencia de los palestinos, los demócratas, que siguen apoyando a Israel con igual pasión, usan un lenguaje más moderado, aunque sin consecuencias.
Para los demócratas, los palestinos son los instigadores de la violencia, aunque Israel puede, a veces, haber usado ‘fuerza desproporcionada’ en su respuesta a la violencia palestina; para ellos, el derecho internacional existe, pero se puede ‘dejar de lado’ fácilmente para adaptarse a la seguridad israelí; para ellos, hay algo como las fronteras reconocidas internacionalmente, pero estas fronteras son flexibles para adaptarse a los miedos demográficos, intereses estratégicos y la ‘superioridad militar’ de Israel.
Por lo tanto, es más fácil desacreditar la agenda de la política exterior de Trump, Pompeo y otros republicanos ya que su lenguaje y acción agresiva y despectiva son inequívocamente cuestionables. El discurso demócrata, sin embargo, no se puede censurar tan fácilmente, ya que utiliza una mezcla de lenguaje superficial, tópicos políticos y clichés históricos, expresados meticulosamente con la intención de que EE UU vuelva a tomar las riendas del proceso político que sea.
Mientras el discurso demócrata sigue comprometido con el armamento y la defensa de Israel, no proporciona a palestinos y árabes ningún cambio significativo, porque el cambio sustantivo solo puede producirse cuando se respete el derecho internacional. Desgraciadamente, según la lógica de Biden, estos asuntos por lo visto triviales deberían, por ahora, ‘dejarse de lado’.
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Las cosas de familia son importantes, y se me ocurren dos:
una expuesta por un documentalista americano que se dio cuenta que gobernasen Demócr. o Republ. EEUU siempre funcionaba igual. Y los presidentes unos y otros tenían todo tipo de sociedades y chanchullos para no pagar impuestos y un deseo desmesurado para acumular grandes fortunas sin distinción.
La segunda es que los yernos de los presidentes son casi siempre judíos, más o menos sionistas. Según sean demócratas o republicanos tal cómo indica el artículo. Y lo son habiendo tan pocos en EEUU porqué dinero y poder no tienen ideología. Todo influye.