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Obituario
Mikela, la interseccionalidad imprescindible
La marcha de una persona querida, como es el caso de Mikel Martin Conde “Mikela”, suele prestarse a obituarios llenos de anécdotas significativas y de espacios comunes que nos ayudan a recordar y compartir cómo era. Aun siendo elementos emocionales imprescindibles en todo duelo, suelen presentar limitaciones a la hora de hacer construcciones políticas. Y en el caso de nuestro compañero de militancias esa omisión sería imperdonable.
Como en toda partida, nos queda un gran vacío, pero en este caso también un gran patrimonio de aprendizajes que lejos de retratar un pasado, nos animan a trabajar un presente y a imaginar un futuro compartido.
Si algo podemos destacar de su acción social y comunitaria es precisamente ser la encarnación de la interseccionalidad. En un momento en el que este término está de moda y en no pocas ocasiones como una excusa para un identitarismo indvidualista, Mikel ha sido y será el ejercicio de la forma más noble de entender este concepto: la interseccionalidad como oportunidad para conectar vivencias, dolores, sueños, personas y colectivos diversos.
“Valoremos lo colectivo, prescindamos de los personalismos, colaboremos y pongamos delicadeza, amor y cuidado en las relaciones personales”
En su afán por construir puentes entre sujetos y luchas, planteó de un modo muy personal y con lucidez la interconexión de las opresiones del heterosexismo, el patriarcado, el racismo o la desigualdad social. Era frecuente verle en una marcha del 28J o en una actividad sobre el VIH un 1 de diciembre, pero eso era una parte de un todo más amplio en el que el feminismo, el ecologismo, la normalización lingüística, la profundización democrática o el anticapitalismo eran una constante.
Este hijo de inmigrantes, militante antifranquista y contracultural, superviviente del VIH y alumno de euskaltegi a sus 68 años nos ofrece pistas valiosas para los movimientos sociales del hoy y del mañana. Y en particular, al movimiento LGTBI que vive un momento —como hubo otros antes— de transformación. En esta ocasión marcada —no exclusivamente, pero sí de un modo significativo— por la atomización, la falta de diálogo, la exacerbación de la diferencia más que de lo compartido, de priorización de lo lúdico frente a lo reivindicativo y de compromisos militantes líquidos.
“Nuestra Marsha P. Johnson local supo leer en el asesinato de un travesti de Errenteria, Francis, el inicio de un compromiso que duró casi medio siglo”
Frente a esta realidad que a veces pensamos inevitable, podemos aprender a valorar lo necesario que es lo colectivo, a prescindir de los personalismos sin dejar de lado nuestra singularidad, a naturalizar la colaboración con otros colectivos —él apoyo el nacimiento de Gehitu siendo de Ehgam—, a poner delicadeza, amor y un cuidado exquisitos en las relaciones personales o a saber leer las relaciones de poder que atraviesan categorías como la racialización, el sexo, la identidad de género o la clase social.
Pero sobre todo a dar la cara por la libertad y la igualdad. Salió del armario cuando aún regía la ley de peligrosidad social. Habló de su VIH cuando el estigma social arreciaba. Mostró una expresión de género disidente ligada a la fragilidad de su cuerpo sin que ello le inhibiese de defender públicamente sus ideas. Y se ha involucrado hasta su último aliento en el apoyo a los derechos de las personas trans cuando la ultraderecha brama. Una ultraderecha que precisamente le rompió la cara y los huesos en 2005 en una brutal paliza. Imposible no leer en esa agresión el contexto de la violencia de intencionalidad política o la homofobia.
Hoy que no pocas de nosotras —seamos LGTBI, feministas o antiracistas— encontramos referencias de activistas históricas en documentales de plataformas, es imprescindible tomar conciencia de que hemos tenido el privilegio de compartir manifestaciones, debates, espacios y txosna —su querida Txomin Barullo— con nuestra propia, particularísima y local Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera, ACT UP o Lesbians and Gays Support the Miners. Él supo leer en el asesinato de un travesti de su pueblo, Francis, el inicio de un compromiso que duró casi medio siglo, sepamos leer hoy nosotras los casos de Samuel, de Ekai, de las mujeres violentadas por el machismo o de quienes se ahogan en el Bidasoa cruzando la frontera a nado. Mikela, zure eredua betirako dantzan gure lumatzan.
“Mikela, zure eredua betirako dantzan gure lumatzan”