Me duele que digan que Castilla-La Mancha es «una región inventada al abrigo del Título VIII de la Constitución»1, me duele que sea verdad.
Me duele que en Castilla-La Mancha «la enseña nacional no sólo no se [esconda], sino que se agita como parte de una identidad que en las llanuras manchegas se mezcla con un habla (moza, zagal, azaite, enantes, apechusque) exportada a todo el país gracias a Muchachada Nui y José Mota»2, me duele que sea verdad.
Me duele que «los sectores conservadores, especialmente la Iglesia, han tenido siempre mucho peso [en estas tierras], y [que] José Bono se [agarrara] a banderas medioambientales, como la defensa de las Hoces del Cabriel o Cabañeros, para utilizar el autonomismo de forma demagógica»3, me duele que sea verdad.
Me duele que «esta autonomía es una construcción política que sigue deshilachada, [que] no [haya] una opinión pública fuerte y [que] la televisión regional se [dedique] a la propaganda y al folclore»4, me duele que sea verdad.
Me duele que «Castilla-La Mancha sea autónoma pero no comunidad. [Que] no [tenga] apenas rasgos de identidad comunes»5, me duele que sea verdad.
Me duele que «nos [capasen] el debate y se centrara sólo en la petición política para asumir competencias. [Que no se haya] hecho un trabajo para identificar a la persona con su territorio. [Que sigamos] sin tener claro el concepto de región»6; me duele que sea verdad.
Me duele que Castilla-La Mancha siga siendo «una de las comunidades más desdibujadas del país y un territorio desconocido. [Que haya] dos regiones diferentes y a veces enfrentadas: una urbana [completamente banalizada] y otra rural, apegada al pasado, donde aún tienen mucho peso las tradiciones y los convencionalismos»7, me duele que sea verdad.
Me duele que nos la hayan colado con eso de Castilla-La Mancha –porque Castilla es una cosa y La Mancha otra, me duele que sea verdad.
Me duele que no nos acerquemos con fuerza a nuestra historia, rota, fragmentada, dispersa y con muchos vacíos cavados adrede, me duele que sea verdad.
Me duele que sea «como si [en nuestros espacios-tiempos] sonaran con otro timbre ecos graves de decadencia que se desparraman sobre el paisaje, y lo inundan de sombras crepusculares de espadachines vencidos»8, me duele que sea verdad.
Me duele que el devenir de la Mancha se tambalee por un tejido productivo débil basado en el centralismo, el clientelismo, el conformismo, el expolio y la inacción, me duele que sea verdad.
Me duele que una tierra de campos como la que habitamos esté –a diferencia de otras tan cercanas como, por ejemplo, Andalucía– apenas arraigada al terreno que siempre le ha dado de comer en su constante caminar –sin movimientos campesinos fuertes, sin un acercamiento firme a aquello que le ha traído hasta aquí, casi sin comunes denominadores entre las dispersas formas-de-vida a su interior, con un regionalismo desfigurado, vendida a postores que están muy lejos de ser los mejores… me duele que sea verdad.
Me duele que no explotemos lo que es nuestro –porque se lo están llevando crudo otros, nuestros recursos contaminados, nuestros humedales secos, me duele que sea verdad.
Me duele que nuestros más queridos representantes cuenten con grandes medios para ser expuestos muy allende nuestros fueros9, me duele que sea verdad.
Me duele que nos avergoncemos de lo nuestro y no lo atendamos como se merece dejándonos caer en las manos de aquello que viene de fuera –condenando a desaparecer todo cuanto tenemos, me duele que sea verdad.
Me duele que «según el INE, Castilla-La Mancha podría perder el 6,8% de su censo a lo largo de los próximos 15 años»10, que las zonas despobladas [estén] estancadas o en regresión»11, me duele que sea verdad.
Me duele que tengamos que marchar más allá de nuestro mancillado más acá porque tanto la vieja como la nueva política apenas han hecho algo por la tierra que dicen representar –pero de la que, más bien, se lucran para su promoción, me duele que sea verdad.
Me duele que sean cada vez más los pueblos llamados a desaparecer y que nuestro mundo rural corra el riesgo de sucumbir ante la metrópoli, me duele que sea verdad.
Me duele que nuestros espacios-tiempos sean considerados tierra de paso –porque apenas hay algo en ellos para resistir, me duele que se(esté convirtiendo en una) verdad.
Me duele nuestra desmemoria, nuestro derrotismo, nuestra falta de empatía, nuestro desacuerdo porque sí, nuestro miedo, nuestra forma de haber claudicado ante la sociedad del espectáculo y nuestro falso regocijo al interior de esta gran mentira que se ha impuesto en todas partes, me duele que sea verdad.
Me duele ver que estamos a la vanguardia de la pobreza, la exclusión, la intolerancia y la desigualdad social en el estado español, me duele que sea verdad.
Y, sin embargo, todavía creo que aún hay halos de posibles, que está todo por hacer… Y esto, que no me duele, también es verdad.
1 CALERO, Juan Pablo en CONDE, Raúl (2017). Castilla-La Mancha, un invento que alimenta a España, EL MUNDO
2 FRESNEDA, José María en CONDE, Raúl (2017). Castilla-La Mancha, un invento que alimenta a España, EL MUNDO
3 GONZÁLEZ-CALERO, Alfonso en CONDE, Raúl (2017). Castilla-La Mancha, un invento que alimenta a España, EL MUNDO
4 SÁNCHEZ, Isidro en CONDE, Raúl (2017). Castilla-La Mancha, un invento que alimenta a España, EL MUNDO
5 Ibid
6 Ibid
7 CONDE, Raúl (2017). Castilla-La Mancha, un invento que alimenta a España, EL MUNDO
8 DEL CAMPO, Jesús. Castilla y otras islas. Barcelona: Minúscula, 2008
9 Como son el Museo Iconográfico del Quijote de Guanajuato (México) o el Museo El Quijote en el Mundo de Tenerife
10 CONDE, Raúl (2017). Castilla-La Mancha, un invento que alimenta a España, EL MUNDO
11 MUÑOZ, José Luis en CONDE, Raúl (2017). Castilla-La Mancha, un invento que alimenta a España, EL MUNDO