We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Memoria histórica
La expropiación como herramienta libertaria contra el capital
Saludos gente que lee. Aquí estamos de nuevo, y como siempre, raspando el final de mes para llegar a tiempo. Hoy me he puesto chulo, y en vez de hablar de tal o cual grupo, de tal o cual persona, o de tal o cual acción, me he decidido por meterme un poco más a fondo en el tipo de actuación, que por suerte o por desgracia, más realizó la guerrilla. Así que trataré de explicar, de la mejor manera que sepa, el por qué de tanto atraco, sus maneras de realizarlos, si se reivindicaban, el reguero de víctimas que a veces quedaba tras ellos, las consecuencias que traía para el movimiento libertario... en fin, que tenemos para un rato y mejor empezar ya.
Para quien siga el blog con más o menos asiduidad, y aunque no seáis las personas más observadoras del barrio, que es lo que a mí me pasa, os habréis dado cuenta que cuando nos ponemos a hablar de las acciones que desarrollaban los diversos grupos, ya fueran rurales, o urbanos, las que ganan por goleada, son los atracos, o expropiaciones, como se definen en el mundillo libertario. Las razones de esta incesante actividad expropiadora son bastante claras. La primera, de cajón, es que para vivir en este mundo capitalista que nos ha tocado, hace falta pasta. Pasta para comprar comida, para conseguir medicinas o información, para hacer un poco menos difícil la vida de las personas encarceladas y de sus familias, que durante aquellos fatídicos años 40 y 50 eran demasiadas, por desgracia. Y ya que nos ponemos, con algo de dinero, también se conseguía que un juez te pusiera una pena inferior en vez de una superior, o que aquel guardia de fronteras se tomara un cafelito en el momento adecuado, o que el policía de turno mirara para otro lado. Y todo esto, nos guste o no, se conseguía con pasta. Y como este artículo me pilla en medio de las presentaciones del libro sobre Manolo Huet, pues no puedo resistirme a dar su punto de vista sobre el tema: “Y tras la liberación de Francia, en el verano de 1944, nuestra gente no quiso darse cuenta de si debíamos seguir luchando eficazmente, hacían falta muchos recursos de los que, legalmente al menos, una organización como la nuestra no disponía. Que aquello de “pobres, pero honrados” había pasado a la historia. ¿O es que se imaginaban que la revolución se podía hacer con las cuotas de los militantes? No será la última vez que nos acerquemos a Huet en este artículo, pues sus largos años en el anarquismo de acción, y los múltiples atracos realizados, nos lo ponen fácil.
Volviendo a los grupos de acción libertarios, y centrándonos en los que pasaban de Francia, hay que decir que el MLE (Movimiento Libertario Español), les conseguía armamento adecuado, les proporcionaba papeles falsos, pero, a la hora de surtirles de dinero, ahí ya no se estiraban tanto. Así que en general, una vez llegados a Barcelona, generalmente tenían que ponerse a realizar expropiaciones, pues el dinero que llevaban se acababa a toda velocidad. ¿Qué pasaba entonces? Pues que delataban su presencia en la ciudad y la policía se ponía manos a la obra, la pescadilla que se muerde la cola.
Si hablamos de los grupos rurales, en la mayoría de las sierras del estado español, pues tres cuartos de lo mismo. Hacía falta dinero para pagar a la gente que actuaba como apoyos y enlaces, dinero para vivir, dinero para las familias, ahogadas por el franquismo y señaladas por tener gente en la sierra. Dinero para cuando ya no podías más, tratar de salir de esta ratonera enorme que era el estado franquista... dinero. Y así volvemos al atraco, la expropiación, el secuestro exprés, impuestos revolucionarios, que ni mucho menos fueron inventados por la ETA, dinero al final de todo.
Otra cosa que, por lo menos en el mundillo libertario, recibía parte de los fondos de las expropiaciones, fue la prensa anarquista. Generalmente deficitaria, pero no por ello menos importante. Donde había una persona libertaria, había un boletín, con dos o tres personas, la cosa ya daba para un periódico, y si se pasaba de cinco, estaba el periódico anteriormente citado y el de la disidencia. Así que tras tanto esfuerzo editor, ya nos parece bien que falangistas, banqueros, mundo empresarial, etc. pusieran su granito de arena, bueno, mejor dicho, pusieran pasta, y si no era por las buenas, pues a punta de pistola.
Y para terminar con el por qué de tanto atraco, pues también hay que añadir, que simplemente por joder aquella paz que promulgaba Franco a los cuatro vientos. Un atraco crea preocupación, crea caos, genera tensión al poder y a sus perros falderos, agita el avispero.
Bueno, pasamos ahora al “modus operandi”, o lo que es lo mismo, la preparación y realización de los atracos en si mismos. Partamos de que hubo muchísimos grupos de acción libertarios, y por lo tanto, los había más o menos “profesionales”. El mismo golpe podía ser un éxito o un fracaso según quien lo preparase y sobre todo, cuanto tiempo se invirtiera en su estudio. A todo esto hay que añadir los imponderables, es decir, el factor suerte. Pero eso ya no lo decide más que el destino, y ahí no voy a entrar.
Uno de los atracadores libertarios de renombre, el mismísimo Juan García Oliver, lo explicaba así en 1934, en un texto referido a los Comités de Defensa Confederales, organismos multidisciplinares, que tanto servían para defender un mitín o manifestación, como para realizar expropiaciones u otras acciones ofensivas, como para juntándolos a todos, parar una insurrección militar en julio de 1936. Le paso la palabra: “El grupo básico debía ser poco numeroso, no más de seis, para potenciar clandestinidad y agilidad del mismo. Cada grupo funcionaría como medio de información y combate. Se potenciaba que fueran reservados y activos, se les asignaba un radio de acción al que debían ceñirse, y no salir del mismo sin aviso expreso”. Claro está, que esto era antes de la guerra civil, cuando todos los barrios contaban con uno o varios grupos o comités de defensa. El propio Oliver explicaba las funciones de cada uno de sus miembros: “El primero era el delegado, su función radicaba en ser el enlace con otros grupos, además de formar nuevos. El segundo era el informador. El tercero era el analista de dicha información. El cuarto, una vez filtrada toda esa información, era el que elegía objetivos, rutas de escape, refugios, etc. El quinto se dedicaba a los servicios públicos, alumbrado, agua, gas, etc, qué aprovechar, qué sabotear, puntos débiles etc. Y el último era el encargado de localizar y planear como conseguir el armamento del grupo, además de la fabricación de material de guerra”... el químico, vaya. Aunque una vez ya en tiempos de guerrilla, todo esto quedó atrás. Pero había ciertas cosas que no cambiaban, había que estudiar el golpe, elegir un objetivo que fuera realizable, que diera un botín a poder ser superior a los riesgos que se corrían, tener claras cuantas personas podía haber en el lugar de la acción y donde se encontraban, número de guardias y armamento que portaban en caso de haberlos. Tener más o menos claro el tiempo con el que se contaba para entrar, coger todo lo posible y salir por patas, y tratar de hacerlo en un poco menos, ya hubiera sonado la alarma o no lo hubiera hecho. Se solían elegir los días de paga en caso de que el objetivo fueran empresas, al igual que se elegían farmacias, estancos o puestos de lotería, pues en su mayoría eran regidas por personas afines al régimen franquista.
Y una vez estudiado el golpe y elegido el objetivo, se robaba un taxi, se abandonaba al taxista en un lugar alejado, normalmente se le comunicaba donde podía encontrar su auto al día siguiente y se partía hacia allí. El conductor se quedaba en el coche con el motor en marcha, lo más cerca posible pero sin llamar la atención. Según el número de participantes, otra persona del grupo se mantenía en el exterior como vigilancia y apoyo. Y por último, quienes cometían el atraco en sí, se repartían las tareas de vigilar al personal y conseguir el dinero. Armas bien a la vista, alguna amenaza y sensación de control, siempre ayudaban a una mejor realización. Luego al coche con ligereza y una vez fuera de peligro, se dejaba este en el punto convenido con el taxista, siempre que todo hubiera ido bien.
Como os podéis imaginar, los asaltos pequeños, o los realizados en zonas rurales, no tenían nada que ver, cada cual era una historia en sí misma, dependiendo del grupo asaltante o del lugar a expropiar, ya fuera un cortijo, una tienda en una aldea, un propietario a caballo, o lo que se os pase por la cabeza imaginar a lo largo y ancho de lo que era y es el estado español. Muchos grupos atracaban enmascarados, otros no. Algunos fueron de gatillo fácil, otros no. Casi siempre se elegían a personas destacadas de derechas o con recursos, algunas veces, por desgracia, no. A veces se utilizaron “topos”, lo que viene a ser gente que trabajaba en las empresas o lugares atracados, ya fuera para informar, dejar una puerta o ventana abierta, lo que fuera. La mayor parte de las veces, estos “topos” fueron descubiertos y detenidos.
A lo largo del estado, fueron varios los grupos que politizaban sus atracos, dándoles la verdadera extensión de lo que eran, siendo posiblemente Quico Sabaté, el mas conocido entre ellos. “No somos atracadores, somos resistentes libertarios. Eso que nos llevamos servirá para dar de comer a los hijos de los antifascistas que han fusilado, que se encuentran abandonados y sufren hambre. Somos los que no hemos claudicado, ni claudicaremos y seguiremos luchando por la libertad mientras tengamos un soplo de vida”. Esto dejaron en una nota tras cometer alguno de sus golpes.
Por su parte el estado, ya desde 1945, tuvo claro que tenía que despolitizar a la guerrilla, y prohibió, tanto a medios de información, como a las propias fuerzas bajo su mando, el denominar a la insurgencia de cualquier otra manera que no fuera la de “bandoleros” o “atracadores”. El franquismo tenía muy claritas sus cosas.
Vamos ahora con un tema espinoso. Las víctimas de los atracos. Cierto es, que cuando llevas un arma, y la muestras y amenazas con ella a alguien, la mayor parte de la gente obedece. Pero otra parte, aunque sea pequeña en proporción, no obedece. Además, si todo esto pasa después de una guerra, o de dos, con una parte de la población aterrada, y la otra totalmente embrutecida, pues por desgracia al final una buena lista de asaltos y expropiaciones acababan en sangre. No es corta la lista de falangistas, terratenientes y otras gentes de derechas, que ante la amenaza de la pistola y la petición de dinero, montaban en cólera y atacaban a sus asaltantes. El resultado normalmente era el que se puede esperar ante dicha situación, empezaban los golpes, y si el atracador se ponía nervioso o la pelea no iba bien, sonaba un disparo, y el atracado acababa herido, o en el peor de los casos, muerto.
No es menos cierto, que cuando llegaban policías o guardias civiles a algún asalto, ellos siempre disparaban primero y siempre cargaban todas las víctimas al bando contrario. ¿Siete civiles heridos en un tiroteo entre la policía y bandoleros? Pues oye, daba la casualidad que siempre eran los otros los que tenían mala puntería, aunque si hubiera tiroteos hoy, eso seguiría pasando, ley de vida. Tampoco negaremos que dentro de las filas expropiadoras había gente igual de embrutecida o con sed de venganza, aunque otras veces fue simple mala suerte, y cuando en ocasiones los tiroteos se salían de madre, esto causaba mucho más daño a la organización que el bien que pudieran causar los fondos obtenidos. Como ejemplo de atraco negativo para el MLE, el famoso atraco de Lyon de 1951. Tras un golpe fallido a un furgón postal, el resultado fue fatídico. Dos policías y un peatón muertos, otro policía herido grave y nueve peatones heridos más. Una vez se descubrió que habían sido anarquistas españoles, la represión sobre los mismos en el país vecino fue brutal, cientos de personas detenidas, muchas de ellas torturadas sin miramientos, y la posibilidad de ilegalizar la CNT en Francia, fue más real que nunca. El apoyo del MLE a los grupos de acción tanto en el país galo, como en el estado español, desapareció casi por completo a partir de entonces.
Al respecto de como afectaban algunos de los atracos al movimiento libertario, hubo épocas en Barcelona, sobre todo en los años 40, que la propia gente de los grupos de acción, tenían cargos orgánicos sobre todo en CNT. La detención de los activistas venía acompañada de la detención de los sindicalistas. No solo eso, muchas veces, los grupos que pasaban del exilio, tras actuar, volvían a la relativa seguridad francesa, pero, la policía que se había puesto en movimiento tras atracos y sabotajes, no paraba por que los guerrilleros se hubieran marchado. Las detenciones y torturas masivas que a veces provocaban los grupos guerrilleros, sobre enlaces y organizaciones sindicales del interior, es otro de los temas espinosos.
Como no tengo ganas de acabar el artículo con muertes de civiles y mal sabor de boca, os dejo aquí el relato de uno que sí acaba bien.
Laureano Cerrada necesitaba efectivo, así que empezó a preparar un golpe en París que le dejara suficiente crédito. Estudió el asunto, eligió el blanco, sus formas de transportar la pasta y en el equipo para llevarlo a cabo, del que se encargaría Manolo Huet ¿El objetivo elegido? Un furgón del Credit Lyonnais.
Siempre que se podía, se contaba con militantes que no vivieran en el lugar elegido para el golpe, pues por un lado no podían ser reconocidos por la gente de la zona, y por otro, que una vez realizado, estos pudieran volver sin contratiempos a su “vida normal”.
Una vez “el Murciano” recibió el aviso, volvió rápidamente a París y quedó con Laureano. Según Huet, Cerrada lo tenía muy bien planeado, pero aún así le pidió una semana para comprobarlo todo. Así que tras pasar una semana estudiando el golpe, volvieron a reunirse.
C-“¿Qué, ya lo tienes todo claro?”
H-“Casi, mira, en vez de dos coches necesitaré tres, dos para el atraco y otro, solo con el chófer, me esperará en una calle cercana. Y después de cargar los saquitos, el chófer del tercer coche se irá con los compañeros y yo me haré cargo, sólo, del mismo, de forma que nadie más que yo sabrá a donde hemos llevado el dinero. En lugar de cuatro hombres necesitaré seis. Y me tienes que preparar no sólo seis metralletas sino otras tantas bombas de gas lacrimógeno. ¿Vale? Luego haremos el reparto, el 75 por ciento para la organización y el 25 restante para nosotros.”
C-“Según la costumbre, la organización se queda el 90 por ciento.”
H-“Eso era en España. Aquí tenemos muchos más gastos. Hay que darles suficiente dinero a los compañeros para que se larguen de París cuanto antes y que traten de rehacer sus vidas lo mejor que puedan.”
C-“Oye… ¿y se puede saber para qué tanto coche, tanto personal y tanto armamento?”
H-“Pues es muy sencillo, Cerrada. Voy a preparar la cosa de manera que impresione mucho a la gente, para no tener que hacer ni un solo disparo. Quiero que sea un atraco limpio por todos lados…”
Huet apartó del golpe al compañero escogido como chófer, por padecer exceso de nerviosismo, y después a otros dos. A todos se les gratificó debidamente. A los demás se les advirtió: “Este asunto ha sido estudiado a fondo para que salga bien. Y si alguien mete la pata se las tendrá que ver conmigo y debéis saber que en estas cosas yo no bromeo. De forma que si alguno de vosotros no quiere participar en el atraco todavía está a tiempo de retirarse.”
El golpe salió a la perfección. Una vez llegó el vehículo, se neutralizó a los guardias de cabina, chófer y acompañante, y se hizo los mismo con los de atrás una vez abrieron las puertas. Dos hombres trasladaron las sacas a los coches aparcados enfrente, todo con calma, sin gritos. En tres minutos todo terminó. Posteriormente, se cambiaron los coches y Huet se llevó el dinero en el último de los vehículos. Con parte del dinero de este golpe, compró Cerrada la avioneta Norecrin que sirvió para tratar de atentar contra Franco en San Sebastián en 1948, mientras se desarrollaba la competición de traineras en La Concha donostiarra.
Y no podía despedirme sin una aportación femenina, que algo vamos aprendiendo con el tiempo. Durante unas jornadas guerrilleras en el Empordá, se le hizo un más que merecido homenaje a Joaquina Dorado. Ella, que tantas historias podía habernos contado, siempre decía que “aún no es el momento de hablar”, y al final se nos murió, y se llevó todas sus vivencias. Por suerte, una de las compañeras que participó en el acto, que la conocía bien, contaba como Joaquina, a veces, cuando veía a alguna de sus amigas pasar por tantas necesidades, se encabronaba. Entonces marchaba a buscar su “cacharra” y se iba a dar una vuelta. Cuando volvía, lo que había conseguido acababa en manos de la amiga necesitada. Salud y memoria compas.
Fuentes: Sabaté. Guerrilla urbana en España.1945-1960. (Antonio Téllez), Tiempos de plomo. Grupos de acción y defensa confederal (Juan J. Alcalde), El ángulo muerto. Manuel Huet y la clandestinidad libertaria en Francia (Ni cautivos ni desarmadas), Hemeroteca de La Vanguardia, Hemeroteca Diario de Barcelona y archivo propio.