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Nepal
Mosquiteras compartidas en Nepal durante el aislamiento por covid-19
El aislamiento está resultando imposible en los hogares en los que conviven de 10 a 15 personas con complicaciones para acceder a productos de básicos de higiene. Un país acostumbrado a encarar desastres humanitarios, hace frente a la crisis sanitaria con especial preocupación por las zonas rurales y por el repunte de la violencia machista.
“La mayoría de personas en Nepal viven al día”, sostiene la activista nepalí Nasreen Sheikh. Ella proviene de una pequeña aldea fronteriza con India en la región de Terai. Es un área en el que el acceso al agua potable, electricidad o productos de higiene es muy precario, como en muchas áreas rurales.
En condiciones normales esto supone grandes dificultades a la población. La situación se ha agravado desde que el pasado 24 de marzo se impuso el confinamiento por el covid-19 a todo el país, que se mantendrá hasta nuevo aviso. El número de casos es reducido en comparación con otros países. Hasta la fecha se han confirmado solo 59 casos y ninguna víctima mortal. Por ello, muchos temen más la falta de alimentos o productos de higiene que a la propia enfermedad.
Nasreen lleva años trabajando en proyectos humanitarios centrados principalmente en el empoderamiento de las mujeres de las zonas rurales. Su proyecto más consolidado es Local Women Handicrafts (LWH), una tienda de artesanía en Kathmandú, la capital, que da trabajo a más de 100 mujeres cada año.
Les dota de conocimientos de diseño y confección, además de otros aprendizajes que favorezcan su autoestima e independencia. Todas ellas escaparon de la violencia de género como el abandono de sus maridos, violencia sexual o marginalidad por los estigmas que acontecen a las mujeres dentro de la cultura patriarcal. Además, también dirige la ONG Empowerment Collective (EC) inspirada por los mismos principios.
Cuando el Gobierno anunció las medidas de distanciamiento se produjo un éxodo masivo de trabajadores de la capital a sus aldeas de origen. Los autobuses llegaban a Kathmandú vacíos
Los primeros síntomas
La mayoría de tiendas de artesanía nepalís sobreviven gracias al turismo y las exportaciones internacionales. Éstas se producen principalmente con China, Europa y EEUU. El gobierno canceló todas las solicitudes de visados a turistas a partir del 12 de marzo, reduciendo el turismo al 100%. Además, las exportaciones se han estancado, según sostienen las asociaciones de artesanos en los medios de comunicación locales.
Nasreen acudía a mediados de marzo a su tienda de artesanía como un día más cuando le informaron de que algunas trabajadoras no se encontraban bien. “Fiebre, tos y dolor de cabeza, nada más”, le dijeron. Esa misma noche empezó a notar síntomas y a temer por la salud de las cinco personas con las que convive. Por las dimensiones del hogar, el aislamiento era imposible.
El covid-19 había llegado a Nepal y empezaba a extenderse. Cuando el Gobierno anunció las medidas de distanciamiento se produjo un éxodo masivo de trabajadores de la capital a sus aldeas de origen. Los autobuses llegaban a Kathmandú vacíos. En cambio los que salían iban desbordados. Cuando Nasreen emprendió su viaje fuera de la capital a penas veía de lejos los autobuses, ocultados por la muchedumbre que luchaba por un asiento para ellos y sus familias. “Vi el sufrimiento de los ancianos y los niños y a gente viajando en el techo” relata la activista.
Durante el camino temía estar infectada e infectar a otras personas y se protegía con una mascarilla. Varios autobuses abarrotados sufrieron accidentes en el trayecto. “Nos arriesgábamos y éramos conscientes pero no teníamos otra opción” asegura.
En los hogares no es fácil garantizar el aislamiento de todos los miembros de la familia aunque presenten síntomas. Es común que en una casa vivan varias generaciones llegando a reunirse 10 o 15 personas. Además, en las áreas rurales el uso de mosquiteras resulta muchas veces imprescindible para no contraer enfermedades como la malaria. La escasez de las mismas hace que, como Nasreen, deban compartirlas y dormir varias personas en la misma cama.
Por la sintomatología sospecha haber superado la infección.
En áreas rurales el uso de mosquiteras resulta muchas veces imprescindible para no contraer enfermedades como la malaria. Su escasez hace que deban compartirla y dormir varias personas en la misma cama
Confinadas con su agresor
En muchas partes del mundo se ha detectado un repunte de la violencia machista durante el confinamiento. Las denuncias de las mujeres nepalís hacia la violencia doméstica, los matrimonios forzados, la falta de libertad sexual o las prácticas como chhaupadi, que obliga a las niñas a aislarse durante la menstruación por ‘impuras’, ahora suma este aumento.
Según Women’s Reabilitation Centre (WOREC), en las últimas 3 semanas se han registrado 83 casos de violencia contra las mujeres en 13 distritos diferentes. Sin embargo de acuerdo con The Kathmandú Post, las fuentes policiales del país indican una reducción drástica de casos contrastando con los testimonios de las ONG.
Varias activistas cuentan en el periódico local que esta diferencia puede deberse a que las víctimas no confían en la protección del sistema. Por tanto, prefieren contactar antes con las organizaciones que pedir ayuda a la policía.
Un estudio del gobierno nepalí de 2016 concluyó que el 25% de mujeres han sufrido violencia en algún momento de sus vidas y más del 60% reconoció no haberlo compartido con nadie.
La cara más amarga de esta violencia la presenció Nasreen al comienzo de la emergencia. Se dirigía a una reunión para pensar soluciones para la gente que no dispondría de comida durante la cuarentena. Eran las 8.30 horas y comenzó a escuchar gritos en una casa. Un hombre estaba agrediendo a su mujer y el resto de miembros de su familia. Su cuerpo temblaba cada vez que escuchaba un grito y sentía impotencia. “Solo quería correr y decirle ¡Ya basta!, explica.
Escuchó claros signos de violencia física pero se rompió cuando el marido la amenazó con matarla esa misma noche por intentar defenderse. Después se dejaron de escuchar gritos. “Colapsé totalmente, especialmente porque trabajo por el empoderamiento de las mujeres y niñas” asegura. Sabía que en ese momento no podía hacer nada, pero confía en los resultados del trabajo de todas las organizaciones, incluida la que ella lidera, para reducir las alarmantes cifras de violencia en Nepal.
Terremoto, inundaciones y pandemia
No es la primera vez que el país se ve envuelto en un desastre humanitario que afecta a gran parte de la población. El terremoto de 2015 devastó el país y dejó alrededor de 9000 víctimas mortales. Millones de personas sufrieron sus consecuencias por la pérdida de familiares, hogares o negocios con grandes dificultades para reconstruirlos. Cuando apenas se habían recuperado, llegaron sucesivas inundaciones y ahora la propagación del covid-19.
Nasreen, concienciada con las medidas de higiene personal necesarias para afrontar el virus, se siente impotente ante la situación de gran parte de la población. “Cuando falta la comida, no hay dinero para jabón, desinfectantes ni mascarillas”, sostiene.
Las organizaciones en las que trabaja se están movilizando para repartir packs de ayuda como hicieron tras el terremoto y las inundaciones. Se enfrentan a un momento duro, especialmente pensando en las mujeres que trabajan para el proyecto. “Cuando cerramos la tienda, enseguida nos quedamos sin ahorros” asegura. Por eso ahora se mantienen mediante donaciones privadas.
La activista ve una parte positiva en la grave situación que atraviesa el mundo. “Es el momento de elegir el amor frente al miedo”, sentencia. Su prioridad es cuidar a las personas más vulnerables ante la crisis y poner todos sus esfuerzos en erradicar las desigualdades. Esa es su lección durante la pandemia que atraviesa todos los rincones del planeta.