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Música
Fatoumata Diawara quiso ser la primera mujer africana en tocar la guitarra eléctrica
La cantante maliense Fatoumata Diawara desplegó en su concierto en Madrid sonidos cercanos al wah wah de Jimi Hendrix y un final de fiesta total con “Bonya”, una de las canciones que mejor describe lo que es el pop en 2019. Asimismo se presentó como embajadora de todo el continente africano, una posición controvertida para un músico.
No están siendo días fáciles para la artista Fatoumata Diawara. A finales de la semana pasada perdió a su padre y viajó a Mali para pasar unos días con la familia. Con un embarazo muy avanzado, un principio de anemia ha hecho acto de presencia acompañado por la recomendación médica de que descanse y suspenda los próximos conciertos. Algo que también le ha aconsejado por activa y por pasiva su mánager. Pero Diawara es dura, resistente, y mantuvo contra viento y marea la fecha de su primera actuación en Madrid, celebrada en la tarde noche del 25 de junio en el Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez. Un concierto que inaugura el primer festival Músicas del Mundo Madrid.
Más que como una figura de la world music —ese significante vacío que, en realidad, oculta desdén y confina a los músicos a una segunda categoría: la de los otros, los que no hacen música sin apellido, la etiqueta que nunca se aplica a las estrellas occidentales—, Diawara ofreció en Madrid un recital que la consagra como nombre relevante en la música popular que actualmente se hace en todo el planeta. Una garganta dura y versátil, educada pero indómita, como la propia Diawara, que tan pronto pasa de las letanías atávicas a unos irresistibles juegos vocales de fantasía pop en idioma bambara.
“Quise ser la primera mujer africana en tocar la guitarra eléctrica y aprendí por mí misma, poco a poco, con un montón de trabajo y práctica. Hay muchas grandes voces en el continente así que yo quise dar otro paso”, recordaba a El Salto un par de días antes del concierto. Una frase poderosa, un titular regalado, una afirmación que admite muchas lecturas. Como la propia música que hace Diawara, combinado de lo viejo y lo nuevo, lo de Bamako y lo de París, la kora y la guitarra eléctrica.
Fatoumata Diawara se presentó en Madrid como embajadora de todo el continente africano, una posición un tanto excesiva para un músico, lo que le puede acarrear pasos en falso y situaciones comprometedoras —la tan temida distancia entre teoría y praxis—, y lanzó un mensaje a favor de la paz universal, la apertura de fronteras y el empoderamiento de las mujeres africanas que, por momentos, emocionó y convenció. Aunque también, justo es reconocerlo, en otros sonó a souvenir, a atrezo quizá innecesario —dicho desde el lugar de privilegio de un periodista blanco europeo— para una artista a la que se vio mucho más suelta y creíble cuando se desmelenó y puso a bailar a una audiencia entregada. Porque el rico discurso musical de Diawara dejó menos dudas. Arrolló, de hecho, especialmente en el último tramo, una vez roto definitivamente el hielo.
Nacida en Abiyán en 1982 cuando su familia estaba instalada en la capital de Costa de Marfil, Diawara creció rodeada por un amplio y sugerente entorno artístico en la casa paterna y en la de su tía en Bamako, de donde salió siendo apenas una adolescente con billete de ida destino a Europa, París en concreto. Allí desarrolló su carrera como actriz, que ya había comenzado en Mali en teatros en los que aprendió los gajes de la actuación.
Después llegaría la música, con Fatou, un primer disco publicado en 2011, y colaboraciones con nombres ilustres como Herbie Hancock, Bobby Womack o Damon Albarn. Fenfo, su continuación, despegó en 2018 y la llevó a nuevos escenarios, como la actuación en la ceremonia de entrega de los Premios Grammy o la playlist personal de Barack Obama con los mejores discos del año según el criterio del expresidente de Estados Unidos. “La música es mi forma de expresión personal y artística. Para mí es la mejor manera de comunicar lo que hay en mi alma. Tengo un montón de cosas que decir, en mi nuevo disco he elegido hablar sobre migración, amor, igualdad y la atracción entre todas estas situaciones”, reconoce la artista, quien sobre el escenario aseguró que África no es solo violencia, pobreza, expolio y guerra sino también otras muchas cosas bonitas. Aunque ella se ha atrevido a cantar sobre la mutilación genital femenina.
La vida partida de Diawara entre la raíz y el domicilio postal —“Mali es mi país y donde vive mi familia, así que está siempre en mi corazón, viajo varias veces al año para pasar tiempo con los míos”— se filtra en sus canciones y en su manera de acercarse a la música: “No quiero perder mi cultura pero al mismo tiempo estoy totalmente abierta a nuevos colores, nuevas experiencias. Fenfo es mi segundo disco y yo, el resultado de todo lo que he aprendido desde el primero. Fenfo está hecho sobre ritmos africanos, funk, afrobeat, upbeat,... Me siento más cerca de la música africana pero realmente me siento cerca de toda la música: escucho desde Nina Simone a Angelique Kidjo o Sade”. Una apertura de miras que se pudo escuchar en el concierto en Madrid, con sonidos cercanos al wah wah de Jimi Hendrix y un final de fiesta total con “Bonya”, una de las canciones que mejor describe lo que es el pop en 2019.
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Hay que prestar más atención. El titular es muy importante. Sale repetida una palabra. Se ve de lejos.
"...quiso ser ser..." Suerte.