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Música
Zenet: “En Cuba hay tantos buenos músicos por la formación que reciben allí”
Zenet cree que la música española, en general, le debe mucho a los músicos cubanos. En La guapería, su nuevo disco, el cantante y actor salda parte de esa deuda recuperando viejos boleros populares en la isla caribeña a mediados del siglo XX.
Zenet, nacido Antonio Mellado Escalona en Málaga en 1967, es cantante y actor. Ambas caras profesionales se encuentran en su nuevo disco, La guapería (El Volcán Música, 2019), en el que se pone en la piel de cantantes cubanos como Olga Guillot o Bola de Nieve para rescatar boleros de los que poca gente se acuerda.
Acompañado por un grupo de músicos cubanos que ha desarrollado parte de su carrera en España, como el trompetista Manuel Machado o el pianista Pepe Rivero, Zenet suma un nuevo capítulo a una camaleónica trayectoria en la que ha viajado desafiando las fronteras, tanto en la música como en la interpretación: de encarnar al creador del Guernica en la serie de televisión El joven Picasso, dirigida por Juan Antonio Bardem en 1994, a colocar su canción más conocida, “Soñar contigo”, en esa fábrica de ídolos catódicos que es Operación Triunfo.
En La guapería, lo que propone es un viaje a través de 7.000 kilómetros y siete décadas para encontrar algunas canciones que sonaban en la radio de nuestras abuelas.
¿Te has sentido intruso al grabar estas canciones?
Sí, un poco sí. Empecé jugando con esta historia y hubo un momento en que me di cuenta de que me había metido en una cuestión de palabras mayores, en una cuestión muy académica.
Siempre he sido intruso, pero cuando te autodefines como intruso porque has metido un pie en una frontera sonora para nutrirte de esos sonidos y hacer luego lo que te ha dado la gana, es muy fácil sentirse así. Pero cuando decides hacer un trabajo que es casi meterte en la cátedra de cómo se hacía la sonoridad en los años 30 y 40, mirar los arreglos, irte a los grandes autores de aquella época, leer enciclopedias, llenar de notas varios cuadernos,...
Hubo un momento en que pensé “vaya tela, aquí un malagueño en el estudio con todos estos músicos cubanos diciéndoles por dónde tienen que ir los tiros”. A estos músicos los veo como hermanos mayores, somos casi una familia.
¿Cómo ha sido tu acercamiento a estos boleros?
Tenía tres ideas para hacer después de Si sucede, conviene y esta era una de ellas, que venía desde muy atrás. A Machado le había comentado que tenía interés en esos sonidos. La inspiración de este disco, que es muy visual, es la radio de la abuela en la que sonaban esos arreglos que eran una mezcla de sección de metales y sección de cuerdas, con violín. Así se orquestaban muchas canciones de aquella época. Le pregunté a Machado qué escuchaba de pequeño, también a Rivero, y me dieron títulos. A partir de ellos empecé a anotar. Busqué a muchos de esos autores en internet y no los encontré, pero sí a otros que también me resultaban curiosos. Me picó la curiosidad y me puse serio, empecé a comprar enciclopedias de boleros. Hay mucha gente que piensa que yo hago boleros, pero la verdad es que hasta ahora no tenía ni puta idea de este género. Ahora puedo decir un par de cosas.
Accedí a la colección Gladys Palmera y flipé. Tiene más de 100.000 piezas de vinilo, están en El Escorial y los tiene allí Alejandra Fierro. Es alucinante. Era tan inmensa la historia que tuve que acotar por décadas: llegué allí preguntando por boleros y me dijeron que había unos 50.000, de mambo unos 35.000. A partir de 1907, con el primer bolero editado, busqué algunos de los títulos que me habían dicho Machado y Rivero.
¿No conocías antes estas canciones?
Algunas de ellas sí. Conocía los boleros que conoce la mayoría de la gente, como “Reloj no marques las horas” o “Dos gardenias para ti”, pero a mí me interesó mucho no solo el nacimiento del género, que ya es una curiosidad, sino la mezcla que se produce en Cuba con las bandas de jazz de Nueva York, hay una especie de contagio cultural en el que las fronteras no importan. Cuando los barcos con los músicos tocaban puerto, se llevaban el pop de la época, porque esto era el pop en aquella época. En Argentina le ponían una nota de tango, en México de ranchera. Me interesa muchísimo cuando Benny Moré y esta gente miran a Estados Unidos y los arreglos que se acercan al swing.
¿Qué idea quieres transmitir con este disco?
Me interesa el viaje mental que puede hacer la gente con este disco. En el vinilo, entre tema y tema hemos metido sonidos de La Habana: puertas que se cierran, pasos por la calle, gaviotas en la playa del Malecón,... De algún modo, es una experiencia sonora que a mí me puede recordar a la radio de la abuela pero a ti puede recordarte a cualquier otra cosa. Es un punto de partida, nada más.
Sí, tengo en la cabeza esos botones grandes… De alguna manera, hacer este disco es conseguir un cuadro que ahora ya tengo, igual que ya hice el de Nueva Orleans. Ahora sigo para adelante y el próximo igual es de r’n’b.
¿Te preocupa sonar impostado?
No, no me preocupa porque soy bastante exigente y el punto de partida para cantar —que es el instrumento que tengo, la voz—, es hacerlo desde mí, pasarlo por el filtro de mi experiencia personal. Es un proceso muy parecido al de los actores. Si Olga Guillot cantaba en “Ansias locas” que tiene ganas de besarte la boca hasta hacerte sangrar, tiene que haber dentro de mí un personaje que saque su parte femenina y que realmente sienta eso. Igual que Bola de Nieve cuando canta eso de devuélveme aquellos días.
¿Cómo es enfrentarse a cantar una canción que cantaba Bola de Nieve?
Una pasada. Al principio no lo pensé. La suya es una obra tan inmensa y que también conocemos poco. Y su vida, tremenda. Se podría hacer una película perfectamente, es muy visual y muy dramático todo lo que le ocurrió.
Su forma de abordar los temas me parece muy interpretativa. Lo más difícil para mí no era tanto ponerme en su lugar sino cómo salvar la distancia de que era un tío que se acompañaba a sí mismo. Cantando, él frena, suelta una frase, se da cuatro acordes, se queda respirando, balancea como en un vals, lo convierte en un bolero, pasa a un swing, vuelve a Cuba.
¿Viajaste a Cuba para grabar este disco?
No, ya había viajado a Cuba antes. Para este disco, el punto de partida era una inmersión que podía hacer con mis compañeros de trabajo: vivo con cubanos, viajo con ellos, desayuno con ellos, no me acuesto con cubanos porque mi mujer es vasca, pero casi casi [risas].
¿Qué es lo que hace que Cuba sea tan musical?
Para empezar, la formación. Pepe Rivero con seis años era un niño prodigio, y como él había 50, no es que fuese especial. Hay una formación que hace que los músicos cubanos tengan una gran capacidad técnica. Como músicos de estudio son la leche. La capacidad de trabajo es impresionante.
También está esa capacidad caliente de entender la música, el Caribe, esa historia de sangre de África que llevan. La música española, en general, le debe mucho a los cubanos. En cualquier vídeo que veas de los años 80 está nuestro trompetista, Manuel Machado, ahora le han llamado para la gira de recuperación de Ketama.
El año pasado hubo mucha polémica con el segundo disco de Rosalía por el tema de la apropiación cultural. ¿Qué opinas de ello, siendo un músico que viaja por los géneros?
Imagínate, soy completamente abierto, las cosas tienen que pasar. Raúl Refree [productor de Los Ángeles, primer disco de Rosalía] no es un tocaor flamenco pero consigue con unas notas muy sencillas darte una sensación sonora. Y de Rosalía, me parece que nacen muy pocas artistas como ella, y está muy formada.
Qué vamos a decir de apropiación si el flamenco es mestizo, ¿los payos no cantan flamenco?, ¿echamos a Miguel Poveda que es un charnego? Los tópicos son malos y están para romperlos.
¿Qué facilidades ha tenido Rosalía? ¿Has ido a Granada? Quien quiere, se dedica a esto. Hoy en día el flamenco está mucho más cercano como trabajo para quien quiera dedicarse a esto que hace 40 años. El mito de trabajar para el señorito ya no funciona. Acércate a la academia Amor de Dios, allí hay mucha gente joven, japoneses, gitanos, payos, chinos, que se dedican al flamenco.
¿Has recibido alguna vez comentarios como los que recibió Rosalía, por haber cantado jazz, por ejemplo?
No, el jazz es un lenguaje flexible. Lo que me encanta del jazz es que se acerca a mi personalidad. Es muy libre.
¿Qué es esto de la arqueosofía musical de la que se habla en el disco?
Me inventé la palabra con un lexema y un morfema por esto de bucear en lo antiguo y por el amor al conocimiento. Al principio era una arqueología musical, por esto de desenterrar, pero luego me di cuenta de que era también algo más.