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Su nombre aparece en los créditos de algunas grabaciones de ese terremoto llamado Niño de Elche que ha sacudido los cimientos del flamenco en los últimos años, pero se antoja craso error considerar a Raúl Cantizano (Sevilla, 1973) mero escudero del cantante ilicitano. El guitarrista puede presumir de un currículum extenso en el que la academia, la dedicación a jornada completa para pagar las facturas y el campo de pruebas comparten espacio por igual.
Lo atestigua Guitar surprise: mito y geología del Canti, una exploración —“un disco que sabes que va a ser difícil explicar”, según dice su autor a El Salto— en las distintas capas que ha ido acumulando en su trayectoria, siguiendo el faro de las seis cuerdas de su guitarra.
Autoeditado en noviembre de 2017 con el apoyo de Telegrama Cultural, Cantizano contó asimismo con la complicidad de Darío del Moral y Daniel Alonso —músicos de Pony Bravo, quizá el conjunto pop más importante en España durante la última década—, quienes le acompañaron con sus teclados y cacharros en unas sesiones de improvisación y juego en el estudio de las que extrajeron cuantiosa mena.
Reconoce el guitarrista que trata de averiguar qué es el flamenco, y en esa búsqueda ha encontrado, aunque no lo diga, el único tablao en el que se aplaude con el mismo fervor a Jimi Hendrix, Frank Zappa y Rafael Riqueni.
Acabo de darme cuenta de que el título del disco dice geología y no genealogía, que para mí tenía mucho sentido. ¿Qué hay de una cosa y qué de la otra?
Para mí, geología representa los estratos, el sedimento, lo que queda, lo que te ha dejado huella para formar parte de tu estructura. Ya sea un estrato más profundo o una capa más reciente, es algo que permanece. La genealogía es más una cosa de ascendencia, de historia familiar que puede haberte marcado o no.
¿Qué has querido mostrar con este disco?
He intentado averiguar dónde estaba, qué músico era y qué necesitaba. Fundamentalmente quería presentarme y mostrarme sin estar necesariamente enmarcado, como otras veces, en un contexto flamenco. Y quería tocar la eléctrica y la flamenca, hacer un disco de guitarras. Trabajar las distintas máscaras que tengo como guitarrista. Improvisar, encontrar y sorprenderme. También quería desmontar, si lo hubiese, algún mito y a la vez, por qué no, crear otros.
¿Es un resumen de tus intereses?
Es más bien poner en marcha varias hipótesis y descubrir si había algo interesante. Después de mucho tiempo trabajando con muchos artistas y colaborando en un montón de proyectos, me parecía importante dejarme un espacio libre para descubrir hacia dónde quería tirar a nivel musical.
¿Se parece el resultado final a lo que pretendías cuando empezaste a trabajar en él?
Podía vislumbrar que sería un disco bastante ecléctico, de esos que sabes que va a ser difícil explicar porque no atiende a un cliché. Pero con las improvisaciones apareció mucho material que no sabía que iba a existir.
¿Cómo fue el proceso de creación?
Fue un proceso abierto basado en improvisaciones y en la escucha, durante seis meses sacamos las posibles líneas de trabajo, algunas terminamos de concretarlas en una residencia artística que hicimos en el campo y al poco nos metimos en el estudio. Con mucho material pero sin tener casi nada cerrado ni compuesto, excepto alguna pieza concreta. Hay temas como “Ventiladores” o “Pelotitas americanas” que se grabaron literalmente en la primera toma. De las sesiones de improvisación con Dani y Darío salieron muchas piezas que ni nos habíamos imaginado, como “Bombus” o “Walking grig”. Le dábamos al rec y nos poníamos a la deriva.
¿Has buscado más tu disfrute o el de quien lo escuche?
Yo siempre he hecho música para divertirme, no concibo eso de “pagar con sudor”, aunque eso no quita que, para conseguir según qué cosas, haya que trabajar mucho. Pero siempre desde una actitud disfrutona, intentando que los miedos y los complejos no te bloqueen. Y quien escuche, que decida desde qué actitud lo quiere hacer.
¿Qué pretendes conseguir con tu música?
Me interesa que la música esté viva, que tenga un componente interactivo. De hecho, prefiero tocar en grupo para que haya comunicación y juego. Supongo que es una dinámica que he encontrado en el flamenco, aunque cada vez más escasa. Se trata de tocar con las antenas parabólicas puestas y dispuesto a reaccionar de inmediato a los estímulos. Si le doy demasiadas vueltas, en mi caso no funciona igual. Soy muy vitalista en esto, lo que más me gusta es que la música me sorprenda y si no dejas abierta la puerta, se pierde. Esto va en contra del concepto tema, pieza, composición y obra, para mí muchas veces castrante.
¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con la música?
Mi padre ponía The wall de Pink Floyd a todo trapo los domingos. Golpeaba la guitarra de mi bisabuela. Mi primo gritaba las canciones de Ilegales montando en un tractor por medio del campo. No sé cuál fue antes.
¿Cuándo y cómo te diste cuenta de que querías dedicarte a la música?
Simplemente me dedicaba a tocar lo que pillara, nunca pensé en dedicarme a la música así como cuando te preguntan qué quieres ser de mayor. Quiero decir que la decisión de hacerlo profesionalmente fue porque tocando flamenco empezaron a pagarme. Ya había pasado por montones de proyectos, estilos y bandas... con guitarra o sin ella, y siempre pagábamos nosotros para tocar.
¿Hubo algún músico que fuese fundamental en esa decisión o algún momento concreto que recuerdes?
Llorenç Barber me invitó a su festival Nits d’Aielo i art con una instalación sonora que yo tenía. Desde ese momento, y durante los siguientes doce años, acudí a la cita para colaborar con el festival y empaparme de las músicas más locas, variadas y libres que se podían escuchar en el mundo. Eso fue para mí la verdadera escuela.
¿Puedes vivir de la música?
De momento puedo pagar el alquiler, aunque a veces más tarde de lo que le gustaría a mi casera. Digamos que puedo sobrevivir. También me salvo por el tablao, y porque me apunto a un bombardeo.
Como guitarrista tienes formación académica. ¿Hasta qué punto te sirve en tu trabajo?, ¿te apoyas o huyes de ella?
No huyo de nada, son herramientas que están al servicio de la música y me aportan un mínimo de credibilidad sobre la que apoyar mi farsa. Ese no deja de ser el “Mito Cantizano”... No tengo papeles.
¿Hay todavía hueco para experimentar tocando la guitarra?
Hay hueco para experimentar con todo.
¿Qué hilo une a Jimi Hendrix y Rafael Riqueni?
Pues no se me ocurre ninguno. Jimi Hendrix me lleva más a Diego de Morón. Riqueni me lleva a Joe Pass.
Utilizo el flamenco como una herramienta que me permite adoptar una actitud crítica con la que cuestionarme los códigos, las reglas, el lenguaje
¿Qué es para ti el flamenco?
Eso intento averiguar. Es una ilusión, un mito, una utopía... quizá una realidad paralela. Yo lo utilizo como una herramienta que me permite adoptar una actitud crítica con la que cuestionarme los códigos, las reglas, el lenguaje. También es un campo artístico muy virgen que puede seguir recorriendo su camino ampliándose, aunque a algunos le pese.
¿Qué peso tiene Sevilla en tu música?
Sevilla me permitió tener acceso cómodo a todo lo que se movía en el flamenco y sus fronteras, formando uno de los estratos de mi estructura. Seguramente sería diferente todo si fuese de otro lugar, nadie está aislado en su burbuja, el lugar determina muchas cosas.
¿Cómo fue participar en dos discos tan distintos como El niño de Rocío Márquez y Voces del extremo de Niño de Elche?
Con Rocío solo hice los directos, no participe en la grabación de su disco. Trabajar con ella siempre es un placer y estoy muy agradecido de que pusiera su confianza en mí para traducir lo grabado al directo. Con Paco llevo trabajando muchos años, ¡nueve ya! Grabar este disco con él fue muy natural. A lo que no estábamos tan acostumbrados era a que tuviera tanta repercusión.
Suelen llamarme para proyectos en el flamenco que necesitan de esa otra manera de hacer
¿Cómo afrontas tu implicación en los numerosos proyectos en los que participas?
Casi siempre moviéndome en la zona fronteriza, intentado ser honesto con mi entorno y la realidad múltiple que nos rodea. Lo híbrido, el mestizaje, la apertura, otros ángulos de visión, tomando conciencia en la contextualización de las prácticas artísticas... Casi siempre resulta que suelen llamarme para proyectos en el flamenco que necesitan de esa otra manera de hacer. O proyectos que se acercan al flamenco desde otras prácticas. Todo esto lo trabajamos ampliamente con Los Voluble en Diálogos Electro Flamencos.
¿Te interesaría poder llegar a un público amplio?
Ser popular no es en sí mi principal objetivo. Me gustaría poder seguir haciendo la música que me apetezca. Si llega a más gente será más fácil continuar con ello y podré dedicarle más tiempo. Si, además, mi música ayuda a alguien a pasar un buen rato y a preguntarse cuáles son sus límites y cuáles está dispuesto a saltarse, estupendo.
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Preciosa entrevista. Preguntas que suscitan respuestas que iluminan. Gracias.