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Música
Quique González: “El concepto de rock está bastante prostituido, fagocitado por la industria”
Las nuevas canciones de Quique González nacieron en una furgoneta. No en los ratos muertos de carretera entre una ciudad y otra para llegar al siguiente concierto, sino en una furgoneta aparcada en la parcela de su casa en Villacarriedo, en la comarca cántabra de los Valles Pasiegos, donde reside desde 2004. Inmóvil a la fuerza por el confinamiento, el vehículo sirvió al músico madrileño como balcón desde el que contemplar el valle y esperar, frente a la página en blanco, que la inspiración llegara. Quizá por eso Sur en el valle, su disco número 13, suena a quietud y a madurez asumida, no a estaciones, terminales de aeropuerto o bares. El ritmo de la vida en el pueblo se cuela en unas canciones también marcadas por el paso del tiempo y las pocas horas de luz. Algo inevitable, lógico, en un autor que se precia de crear a partir de lo que le rodea a diario.
Muy atrás queda la narración de las juergas con los colegas cuando eran los reyes de Madrid que un joven Quique González añoraba en su estreno, Personal. Tenía 25 años en el momento de su publicación y ya se empezaba a hablar de él como aspirante a la sucesión en el cargo de trovador urbano que durante lustros ostentó Joaquín Sabina. Un poco antes había escrito “Aunque tú no lo sepas” para su admirado Enrique Urquijo, de Los Secretos, una canción que provocó que el nombre de González sonara en las oficinas de cazatalentos y en los despachos de las discográficas que hasta entonces no le habían prestado atención.
Picando piedra, y enfrentándose a las maniobras de las multinacionales del negocio de la música, la carrera de Quique González ha discurrido en un marco cultural que funciona bien en España: la popularización de estilos que fuera son exitosos desde hace tiempo. En su caso, el músico nacido en 1973 ha sido habilidoso y ha dispuesto del talento necesario para traducir el rock americano serio y de medios tiempos que han grabado Tom Petty, Bruce Springsteen o Lucinda Williams. Así ha conseguido conectar con un público numeroso y fiel que da la espalda a propuestas más beligerantes o innovadoras pero que aprecia el discurso de sentido común rockero que escucha en sus discos.
Sur en el valle llegó a tiendas y plataformas de streaming el 1 de octubre a través de Varsovia Records, la compañía fundada por el músico para editar sus trabajos tras varios encuentros y desencuentros con las grandes multinacionales discográficas. En abril de 2003 lanzó un encendido manifiesto, Peleando a la contra, en el que mostraba su descontento con una industria caracterizada por “la falta de respeto, la comercialización salvaje y la falta de escrúpulos”, denunciaba unas condiciones “indignas o directamente esclavistas” y anunciaba su adiós a ese circuito que le había maltratado. Ese mismo año, Kamikazes enamorados, creado junto a su habitual socio en aquellos tiempos, Carlos Raya, se convirtió en el primer disco con la etiqueta de Varsovia. Aunque posteriormente volvió a flirtear con las majors, la repetición de malas experiencias colmó el vaso y le convenció de que su camino debía forjarlo el hazlo tú mismo. Que no significa estar solo.
El último disco de Quique González que escuché antes de Sur en el valle fue La noche americana. ¿Qué me he perdido en estos 16 años?
Unos cuantos discos... Si no has querido escucharlos, habrás escuchado otros. Te has perdido los míos pero habrás ganado otros. Hicimos un par de discos en Nashville, un directo también…tampoco te los voy a nombrar todos porque los tienes ahí.
Creo que lo que me he perdido es el éxito de Quique González. El acceso, quizá contra todo pronóstico, a un público mayoritario.
Tampoco te creas que la cosa ha sido un éxito masivo. No me va muchísimo mejor, ni peor, que en aquel momento. Siempre he tenido la suerte de contar con una base de seguidores muy fieles, nunca ha ido a menos. Ha habido un poquito más de gente con cada disco, y han sido un poquito más fáciles las cosas, pero el crecimiento ha ido muy poco a poco. Lo que he conseguido ha sido sobre todo por el boca a oreja de esos aficionados, fans fieles que han ido sumando a mis conciertos a sus amigos, familias,...
¿Por qué Quique González sí y José Ignacio Lapido no?
Yo también me lo pregunto. Cuando se desintegra un grupo y alguien empieza una carrera en solitario, como es su caso, no se sabe por qué pero no arrastra a todos los seguidores que tenía en su banda, es casi como que tiene que volver a empezar. Al igual que me pasa con otros, no me lo explico y me lo pregunto mucho porque creo que es el mejor letrista que hay en España y en español. Hay muy pocos que lleguen al nivel de su lírica y, además, con una trayectoria honesta al límite, sin vender ninguna moto nunca. No se sabe de qué depende. Muchas veces en la música es, sobre todo, una cuestión de suerte. Al final tienes un poco más de suerte que otra gente que se lo merece sin duda igual o más que tú.
¿Qué es el éxito para Quique González?
Seguir haciendo música. Poder llevar la banda que quiero, el equipo de técnicos que va conmigo desde hace un montón de años, poder tratarles bien, pagarles bien, y poder hacer conciertos en las mejores condiciones. Tener la suerte de tener un público que te permita seguir haciéndolo. Volver a grabar otro disco y seguir avanzando en mi camino a través de mis canciones.
¿Sueles mirar hacia atrás con respecto a tu música?
No excesivamente. Solo vuelvo a escuchar los discos cuando tengo que armar el nuevo repertorio de la gira siguiente. Ahí sí vuelvo a escuchar y a revisarme un poco, pero no soy especialmente amigo de la nostalgia pese a lo que pueda parecer.
Sur en el valle me ha recordado a Kamikazes enamorados.
Sí que hay algo: el minimalismo, la austeridad en cuanto a la instrumentación… Kamikazes tiraba más al folk que este, pero al ser un disco más introspectivo sí que está conectado con aquel.
Me gusta mover otras cosas antes que mover el culo de la gente
Echo de menos algún calambrazo, algún golpe que me sobresalte.
Puede ser, lo entiendo, pero uno juega con las cartas que le tocan. Puedes tener la intención de hacer un disco súper rockero, pero si las canciones no tienen esa naturaleza lo que vas a conseguir es hacer algo desnaturalizado, impostado. El concepto de los discos que hago viene siempre condicionado por el tipo de canciones que tengo. Estas eran un poco más intimistas, supongo que la edad también hace que levantes un poco el pie del acelerador.
¿Cómo afecta lo físico a la hora de hacer música, se relaciona con la música que haces, de joven más ruidosa y más calmada de mayor?
Puede ser, pero no descarto la posibilidad de que la siguiente tanda de canciones tenga otro carácter. En mi caso, siempre digo que las canciones van en paralelo a lo que estoy viviendo, a mi día a día, a lo que tengo hoy. Por eso supongo que este disco es un poco más tranquilo. Pero yo creo que el rock no está en el tempo de una canción. Considero que Johnny Cash es el más rocker de toda la historia y los discos suyos que más molan, o los que más me gustan a mí, son los discos acústicos con Rick Rubin. Tienen una energía bestial. Depende del concepto de rock que tiene cada uno en su cabeza, y a estas alturas del partido, el concepto de rock está bastante prostituido, fagocitado por la industria. En cualquier caso, me gusta mover otras cosas antes que mover el culo de la gente.
Las canciones no tienen un impacto cultural tan grande como lo tenían en los años 60 o 70, pero creo que sigue habiendo gente haciendo rock con discurso, incluso en los grupos llamados emergentes
¿Qué papel tiene el rock en 2021, si tiene alguno?
Es una buena pregunta… No lo sé. ¿Qué papel tienen las canciones en el siglo XXI? Está claro que las canciones no tienen un impacto cultural tan grande como lo tenían en los años 60 o 70, pero creo que sigue habiendo gente haciendo rock con discurso, incluso en los grupos llamados emergentes. La Maravillosa Orquesta del Alcohol hacen rock, son muy jóvenes y tienen un discurso coherente y no precisamente fácil para gente de 20 años con la que conectan de una forma brutal.
La letra de “La tripulación” es quizá la más sugerente del disco en cuanto a una reclamación política. ¿Quiénes tienen las armas, los teléfonos, las drogas, la información, un plan, el dinero?
La gente que manda sobre lo que vemos en los telediarios, los que están por encima de los políticos, las grandes corporaciones. En España, concretamente, la Iglesia Católica tiene un poder brutal desde los tiempos del franquismo, antes también, por supuesto. Igual que la mafia decidió en un momento no salir en las fotos para perpetuarse en el poder, creo que hay una gente que toma decisiones sobre quienes mandan, sobre el poder político y las instituciones, y no les vemos las caras, se protegen de esa manera.
Tras adaptar poemas de Luis García Montero en el disco anterior y uno de Kirmen Uribe en este, ¿qué has querido cantar en Sur en el valle?
Mi situación personal, mi visión del mundo desde el sitio donde vivo, mis emociones… A través de las canciones intento explicarme un poco, hacer un retrato a veces borroso a veces más claro de quién soy.
Con 45 años seguir hablando de chicas y drogas y peleas en bares no me parece que sea coherente porque tu vida cambia y tus canciones tienen que cambiar también
¿Se ha abusado de la épica canallita, de machitos, en el rock en España?
Ha habido gente que sí lo ha dejado, otra que sigue en ese discurso… Con 45 años seguir hablando de chicas y drogas y peleas en bares no me parece que sea coherente porque tu vida cambia y tus canciones tienen que cambiar también.
“Quiero intentar vivir al estilo mediterráneo” cantas en “Puede que me mueva”. Se interpreta como una despedida al valle pasiego en el que has vivido los últimos 17 años.
Sí, estoy enamorado de este sitio y va a ser mi lugar en el mundo, nunca lo voy a abandonar completamente. Pero es cierto que a veces necesito un poco más de luz, de días de sol, porque me afecta cada vez más al ánimo. He vivido en Mallorca durante un año, me gusta mucho lo que me aporta cuando voy allí, en cuanto a energía vital, por eso digo eso en esa canción.
¿De qué manera dirías que vivir allí, en Villacarriedo, ha afectado a tu música?
Me afecta mucho el entorno. Vivo en un ambiente muy rural. El sentido de comunidad —es un tópico pero no deja de ser cierto— es mucho más potente en este tipo de entornos que en la urbe. Siempre intento incorporar elementos, escenarios, paisajes, de lo que veo. Creo que en este disco más todavía porque los viajes, estar en movimiento, te abre la mirada a lo que no conoces, entra en tus canciones. Y como este disco lo he escrito parado aquí, supongo que ha influido más en mis canciones.
¿Qué has aprendido al hacer este disco?
Lo que acabas aprendiendo siempre que terminas un disco: que sin trabajo no hay atajo, como dicen aquí. Tienes que luchar contra tus inseguridades, contra tu desconfianza, contra lo que has hecho ya, contra un montón de factores, para lograr llegar a algo que, de alguna manera, te represente.
Debe de ser difícil seguir aprendiendo cuando se va teniendo una trayectoria larga como la tuya, ¿no?
Sí, pero tengo la suerte de haber tocado siempre con grandes músicos, con gente que me ha ayudado mucho, desde Carlos Raya a César Pop pasando por Toni Brunet en el último disco. Trabajar con alguien te abre ventanas en lugares que creías cerrados. Me gusta mucho compartir el proceso de composición y la responsabilidad de la grabación. La confianza de la gente con la que trabajas te hace aprender otras formas de llegar a sitios.
¿Qué necesidades te ha satisfecho la creación de este disco?
[Duda] La necesidad de seguir caminando y avanzando en mi trayectoria. La necesidad de comunicar, de seguir manteniendo un diálogo con mis seguidores, con la gente a la que le gustan mis canciones.
¿Te ves haciendo música cuando seas mayor o esto tiene también una edad de jubilación?
Sí me veo haciendo música en tanto en cuanto mantenga la ilusión que a día de hoy sigo teniendo pese a que me cuestione más. Siempre lo digo, después de 25 años es inevitable sufrir cierto desgaste, te tienes que sobreponer a los desencuentros que se producen cuando llevas mucho tiempo trabajando con alguien. Esto es un trabajo pero lo personal y la amistad, el compañerismo, son muy importantes. A veces hay desilusiones, decepciones y te vienes un poco abajo. Está tan ligado a lo personal que de vez en cuando pagas el precio.
De no haber tenido la suerte de poder dedicarme a la música como creador, habría hecho todo lo posible por buscarme la vida en un trabajo ligado a la música, igual hubiera podido ser un buen ‘backliner’ o un buen técnico, o incluso un buen periodista musical
¿Piensas cómo habría sido tu vida sin la música?
Pienso que de no haber tenido la suerte de poder dedicarme a la música como creador, habría hecho todo lo posible por buscarme la vida en un trabajo ligado a la música, igual hubiera podido ser un buen backliner o un buen técnico, o incluso un buen periodista musical. Hubiera hecho todo lo posible por estar cerca y hacer algo que tuviera que ver con la música. Pero otras veces pienso que si no hubiera podido dedicarme a esto, no sé qué hubiera sido de mi vida porque pienso honestamente que la música me ha salvado, me ha dado una manera de vivir, no solo una forma de ganarme la vida.
Se lo pregunté a Josele Santiago y me dijo que una vez había escuchado a Raimundo Amador en la tele diciendo que sin la música seguramente hubiera sido un hijoputa y que pensaba que, en su caso, por ahí podrían haber ido los tiros.
Puede ser. A los que estamos en la música nos ha salvado la vida. A la mayoría.
Siempre que he tenido contacto con las multinacionales, que he vuelto a trabajar con ellos, aunque sea para la distribución de un disco, he tenido problemas
En 2003 publicaste el manifiesto Peleando a la contra. Fue el anuncio de tu ruptura con las multinaciones y el inicio de tu aventura de autogestión con Varsovia Records. ¿Cómo ves ahora esa decisión?
De las mejores decisiones que he tomado en la vida. Ahora hay mucha gente que se autogestiona, se pueden grabar discos en casa, trabajar y salir adelante con más posibilidades de continuidad que antes, pero cuando empecé, la única manera de grabar un disco era que te respondieran de una de las cuatro multinacionales. Los estudios eran carísimos, no tenías otra posibilidad. Era algo temerario hacerlo por tu cuenta. Mucha gente me dijo que lo estaba tirando todo por la borda y, sin embargo, fue una de las mejores decisiones que he tomado. Me quitaba mucha energía discutir con ellos, había mucha incomprensión. Tengo un sentido de la justicia bastante elevado y veía cosas muy feas que me desanimaban muchísimo y me hacían perder mucho tiempo, me hacían estar encabronado. Ya llevo casi 15 años con Varsovia. Siempre que he tenido contacto con las multinacionales, que he vuelto a trabajar con ellos, aunque sea para la distribución de un disco, he tenido problemas. La última vez, a los dos meses de salir el disco me di cuenta de que me estaban robando dinero. Y no es que lo diga yo, es que me lo tuvieron que devolver, que es la prueba fehaciente de que esto estaba sucediendo. Eso desanima mucho. La penúltima había sido en Warner, que decidí irme porque estaban pidiendo un porcentaje de los conciertos, cuando el 90% de los músicos nunca ha vivido de vender discos porque hemos tenido unos royalties de mierda y nunca les hemos pedido ni se les ha ocurrido subirnos los royalties para poder vivir un poco mejor y mantenernos de la venta de discos. No he visto a nadie de una multinacional subirse a una furgoneta y el campo es para quien se lo trabaja. No le veo sentido, era una situación manifiestamente injusta y decidí volver a autoeditarme.
¿Te sientes un privilegiado por cómo se ha desarrollado tu carrera?
Sin duda. Hay mucho trabajo detrás y me he dedicado en cuerpo y alma a las canciones, cuando me ha ido bien y cuando no me ha ido tan bien. Cuanto tocaba en bares y ahora tocando en teatros o sitios más grandes. Me ha permitido tener una buena vida, por supuesto que me siento un privilegiado. La música me ha dado muchísimas más cosas de las que yo le he dado a la música.