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Música
Poison Arrow, antropología y machetes en la pista de baile
Poison Arrow, el proyecto de música electrónica que desarrolla la colombiana Natalia Escobar, trata de “desamores, crímenes pasionales, patriarcado, identidad de género y empoderamiento”. Mucha materia para incendiar la discoteca. O la cantina.
Una de las primeras veces que la entonces adolescente Natalia Escobar (Manizales, Colombia, 1986) fue a una fiesta de música electrónica vio cómo ametrallaban a una persona a su lado. También a esa edad, antes de cumplir los 15 años, entró en una cantina en su pueblo, que además era un strip club. Un lugar sórdido pero sincero, según lo recuerda, donde contempló a mujeres desnudas y poderosas.
Ambas experiencias se intuyen en Poison Arrow, un proyecto de música electrónica en el que rinde homenaje a las mujeres de las cantinas colombianas, esos locales en los que se cuentan historias duras y se escucha música carrilera.
Armada con un par de machetes, la artista recibe a El Salto después de la prueba de sonido para su actuación en el festival She Makes Noise, celebrado entre los días 3 y 6 de octubre en La Casa Encendida, Madrid.
¿Qué se puede conocer de Colombia escuchando tu música?
De la música en sí se puede conocer la música carrilera. Poison Arrow viene de esta música de despecho, la música que la gente escucha en Colombia cuando tiene el corazón roto. Mi propuesta es hablar de cuando Cupido tira la flecha pero la tira mal [risas]. Me gusta contar estas historias de cantina, que se escuchan en pueblos cafeteros colombianos. También se puede conocer ese misticismo que hay alrededor de esta música.
¿Que se conozca Colombia es uno de tus objetivos al crear música?
Sí, llevo mucho tiempo fuera de Colombia pero soy colombiana y siento esa conexión. Obviamente, a Colombia la gente la conoce por el narcotráfico y, a veces, por el café pero hay muchas más cosas por descubrir. Y me interesa que la gente conozca Colombia de otra forma a través de mi música.
¿Qué buscas con la música?
Contar historias. Con Poison Arrow me expreso sónicamente pero también visualmente, va mano a mano, no podría hacer lo uno sin lo otro. Siento que mi música es un poco antropológica también. En los vídeos intento que haya un poco de documental, me interesa seguir ese camino.
¿De qué trata Poison Arrow?
Trata de desamores, de crímenes pasionales, de patriarcado, de identidad de género. Y de empoderamiento.
¿Qué importancia le das a la puesta en escena? Me recuerda a Arca.
Es súper importante para mí. El año pasado hice cinco directos y cada vez fue diferente. Me interesa hacer una inmersión en las historias que cuento, de manera que se transporten en el espacio en el que actúo. Ahora es la primera vez que lo hago con visuales, es más complicado e interesante.
Es como un viaje en la psique femenina, historias de cantinas de diferentes mujeres, lo que significa ser una mujer en un país tan machista como Colombia. En Manizales hay un grupo de mujeres trans, Las Guapas, y ellas cuentan sus historias de cómo las maltratan pero están juntas y se cuidan. Cuento estas historias, tengo entrevistas con ellas. Mi idea es poner al público en esa cantina, en ese escenario, y mezclarlo con los sentimientos de esas personas, lo que pasa fuera y lo que pasa dentro.
Arca me encanta, es un artista increíble, sus producciones son impecables y es muy interesante lo que hace, muy crudo, poderoso y muy bien hecho.
La imagen de lo que haces tiene un punto queer. ¿Te interesan esa teoría y esa estética?
Sí, me interesa, siempre he estado en esa escena. En Colombia hay muchos colectivos, como Las Tupamaras, que hacen voguing con merengue. Creo que están haciendo algo importante para cambiar la escena en el país.
Los dos vídeos son como pequeñas películas. ¿Qué quieres contar en ellas?
Casa Show es una cantina en Manizales, también un strip club donde la gente miraba a las mujeres. Fui cuando tenía 14 o 15 años y me acuerdo que sentí que perdí mi inocencia en cierta forma. Es un lugar donde todo el mundo era aceptado, donde nadie tenía mascarada. Es un lugar donde se escucha la música carrilera.
En el vídeo quería comunicar algo muy voyeurístico pero al mismo tiempo respetuoso. Y también veía a las mujeres tan empoderadas a través de su sexualidad sin que nadie las pudiera tocar.
No eran actores, estaban allí jugando al billar. Andrea vino y bailó reguetón, fue todo en una toma, sin repetición, no los dirigimos.
En las dos canciones del ep, especialmente en “If you don’t love me, I’ll cut your face”, recuerdas a Las Hermanitas Calle. ¿Quiénes eran?
Es una versión de “La cuchilla” de Las Hermanitas Calle. En el vídeo salen ellas cantando, Fabiola Calle y Nely Calle, aunque esta falleció y ahora la reemplaza Lina. Es un homenaje a la música carrilera y ellas son los iconos más grandes de la música carrilera. Yo amo esa canción y siempre las escuchaba de chiquita y la cantaba. Quería contar su historia, son unas duras de la música, fueron de las primeras mujeres en hacer conciertos en Colombia.
¿Cómo es la música carrilera?
Tiene influencia de las rancheras, los tangos argentinos, la música de México,... Se llama así porque era lo que llegaba a través del tren. Es una combinación de todo pero con un ritmo muy simple. En las letras tienen un humor negro, muy crudo. La mayoría de quienes cantaban eran mujeres.
¿Qué tienen en común esa música tradicional colombiana y la música electrónica, que aparentemente son dos mundos opuestos?
No tienen nada que ver [risas], lo que yo hago es interpretar ese misticismo que hay alrededor pero no los combino. En mi producción musical hay cosas muy simples, por ahí puede haber algo en común.
¿Te resulta difícil a la hora de mezclarlas?
No, la mezcla es más conceptual que literal, realmente.
Hay en los últimos años una cierta exploración en ese sentido, conjugando sonidos electrónicos y tradicionales, con nombres que se han hecho muy populares como Chancha Via Circuito, Meridian Brothers, Dengue Dengue Dengue o Nicola Cruz. ¿A qué se debe?
La música latina te llega al corazón, te hace bailar. Creo que antes no hubo mucha evolución y ahora sí se está dando en los nuevos artistas. Ahora hay también un enfoque mayor hacia Latinoamérica.
Incluso anteriormente Ricardo Villalobos, con su fantástico disco Alcachofa.
Sí, ese disco de Ricardo es increíble. Ricardo es increíble.
Has vivido en Francia, Inglaterra y Alemania. ¿Ya hacías música cuando vivías en Colombia o empezaste al salir de allí?
Cuando me fui. En Londres estudié Bellas Artes y allí empecé a hacer instalaciones. En ellas empecé a utilizar sonido, vídeo, luz. Hacía grabaciones de campo, paisajes sonoros. Hubo una transición hacia la música desde las instalaciones. Creo que todo eso, esa formación, se refleja un poco en lo que hago con Poison Arrow, en la puesta en escena y los vídeos.
Eres titulada en Bellas Artes en Central Saint Martins en Londres, ¿cómo se relaciona la academia con lo que haces en directo?
Siento que es como un trabajo antropológico que estoy haciendo y también es como si fuera una instalación, pero performativa. La conceptualización y los métodos que utilizo los aprendí en la universidad. Saint Martins es una escuela muy libre, tenías espacio para hacer muchas cosas.
¿Y cómo lo hace vivir en Berlín?
Esos sonidos electrónicos oscuros [risas]. Donde vives te influencia, la calle, los personajes, en Berlín hay muchos personajes, los kneipes, que son como cantinas abiertas 24 horas en los que encuentras gente muy interesante. Me interesa mucho la antropología y se refleja eso un poco.
Allí organizas las fiestas Delicia Latina. ¿Cómo se han recibido?
Empezamos en bares muy chiquitos en Neukölln y Kreuzberg. A mí me encantan la salsa, el merengue, el reguetón, la cumbia, y casi no había lugares para escuchar esta música, así que lo empezamos a hacer para los amigos, algo chiquito. Luego lo hicimos en Schwuz, el club queer más grande de Berlín. Lo hacemos con Hot Topic, unas fiestas para recaudar fondos para diferentes causas sociales de grupos LGTIB. La gente que va es increíble, es súper queer. Vienen refugiados de Siria, toda la gente queer que no ves en clubes como Berghain. Es super lindo ver a alguien de Afganistán bailando salsa. Son fiestas muy divertidas. Tenemos un público muy variado y las hacemos cada dos o tres meses.
¿Cómo has vivido desde la lejanía lo sucedido en Colombia en los últimos años, el proceso de paz y el referéndum?
Es una lástima, yo no entiendo cómo la gente no votó a favor. El país está muy jodido por los políticos tan corruptos que tenemos y la gente no votó para hacer algo. Me parece horrible que Duque esté en el poder. Duele, porque en Colombia hemos sufrido mucho. Ahora siento que el país está volviendo atrás, el paramilitarismo está cogiendo mucha fuerza otra vez. Y luego la gente piensa que si sale algún político de izquierda, va a ser comunista, socialista y el país se va a volver Venezuela. Es una cosa muy ignorante.
¿Fue la situación política y militar una razón para que dejases el país?
Yo me fui en 2001, era una época muy violenta. Hubo cosas muy duras, secuestraron a papás de algunos amigos, mataron a otros. Esto pasaba en Colombia. Yo no quería vivir en un país así. Una de las primeras veces que fui a una fiesta electrónica mataron a alguien como a tres metros de mí. Llegaron con metralletas y lo mataron. Es difícil vivir así.