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Música
Le Parody, la canción del porvenir
La fascinación por los sonidos de las noches que nunca acaban, y por las máquinas que los crean, es el motor que ha impulsado a Le Parody en la grabación de su tercer disco, Porvenir. Música pesimista pero alegre, individual pero nunca solitaria.
De ser una cantautora —peculiar, sí, pero cantautora— con el ukelele al hombro a convertirse en maestra de ceremonias desde la cabina en fiestas interminables a las que el amanecer no inquieta, el proyecto musical de Le Parody alcanza en Porvenir, su nuevo disco, una altura considerable. Pero a ella no le da vértigo mezclar el beat, la zapatilla, la pista de baile, con el quejío flamenco y las coplillas populares. Lo hace, además, desde la autogestión, una vez comprobado —Hondo, su anterior trabajo, gozó de distribución a través de una multinacional— que nadie se encarga mejor que una misma de las cosas importantes.
Buena parte de las preguntas de esta entrevista están inspiradas en cosas que has comentado, sobre todo en Twitter. Es muy interesante, y poco común, lo que haces desde siempre de hablar sobre tu música y lo que la rodea. ¿Qué te lleva a ello?
Pues no lo tengo como algo poco común, sino simplemente que me gusta compartir procesos. Y en concreto, de la cosa de hacer música y vivir de ello, cuando empecé me parecía una cosa misteriosa, casi mágica, cómo habrán llegado allí, y cuando lo fui haciendo me lo tomé como un trabajo, un oficio, y me parecía interesante compartir lo que voy descubriendo. Son cosas bastante accesibles, pero si no se hablan parecen incomprensibles desde fuera. También es que me gusta la sensación de gremio, de intercambiar ideas e información con colegas y con gente que no se dedica a la música. Me gusta que circule la información.
No te cortes. Llevamos seis páginas de entrevista.
Vale, vale. [Risas].
“Estoy haciendo un disco inexplicable”, dijiste en Twitter el 28 de noviembre del año pasado. Una vez terminado, ¿eres capaz de explicarlo?
Soy capaz de explicar de dónde ha salido, pero sigo estando demasiado dentro como para ver realmente qué he hecho. No consigo ver el concepto unívoco de todo el disco, sí sé que viene de un cierto pesimismo, quizá de época y también personal. Pero es un pesimismo alegre, aunque decir esto sea raro: tengo mucho entusiasmo y alegría de vivir, de tirar para adelante, pero soy muy consciente de las cosas que no están funcionando a nivel global y personal. Todo eso se ha colado en el disco, tiene esa densidad.
Pero a la vez es un ejercicio técnico y estilístico muy distinto a los otros discos porque parte de los directos que he hecho durante dos años, improvisando con máquinas analógicas, como sesiones de electrónica. He querido atrapar todo eso que ha sucedido de forma irrepetible y traducirlo en un disco, dejarlo fijo ahí y que se pueda escuchar una y otra vez. Esto me suponía ciertos cambios a la hora de componer: son temas que no tienen una estructura fija, van evolucionando más orgánicamente y quizá por eso es raro escuchar de primeras, no sabes cuándo terminan las canciones o cuánto duran. Pero fui dando con la forma y me fue gustando cómo quedaba y lo dejé así. Igual la apuesta es esa, no saber exactamente qué es. Pero creo que dice cosas que quiero decir y que representa la música que estoy haciendo en directo, que es en lo que me interesa incidir más ahora. Y con toda esta explicación tan larga sigo sin poder explicarlo [risas]. Quizá en los otros discos lo tenía más atado porque eran canciones, iban de cosas más concretas, este me parece una cosa más etérea.
¿Explicarla es una parte más de hacer música?
Por desgracia sí, la verdad. Más que nada porque no me parece necesario: cuando escucho música no me hace falta que me la expliquen. La escucho y me entra, y si me interesa el autor o el tema, ya busco más información, por curiosidad. Pero hacerlo a priori, o hacerlo para promocionar... Me da pena que no se promocione sola, que no se pueda enviar un disco sin título ni ninguna explicación y que se hagan las reseñas como cada cual considere. Tienes que enviar la explicación y luego el periodista la copia y la pega. Me parece muy raro explicar la música con palabras.
En Porvenir hay una intención de juntar dos mundos con poco en común: la canción popular, romántica, tradicional, y la música electrónica.
Esto me ha vuelto un poco loca personalmente. Antes sentía que no tenían nada que ver y no me entendía a mí misma, era una forma de disociarme: ¿por qué me gusta tantísimo, por igual, salir a bailar techno y escuchar flamenco? También lo extrapolo a la vida: por qué me gusta mucho hacer lentejas pero también me gusta drogarme. A veces he intentado aplastar una parte y conservar la otra, hasta que, haciendo este disco, y por haberle dado muchas vueltas a este tema, me di cuenta de que tienen todo que ver. Si coges los dos extremos más aparentemente alejados, el techno y el flamenco, en ambos hay algo muy crudo, muy visceral. El techno es muy del cuerpo, y en los cantes del flamenco, en las formas de expresarlo, también siento esa cosa muy visceral, básica y compleja.
Te has ido desprendiendo de instrumentos, compones más con los oídos que con las manos. ¿Cómo ha sido?
Ha sido muy por el gusto que tengo por las máquinas y por haber ido profundizando en ello, de irme metiendo en algo que me interesa. Me compré una Tempest, una máquina complicadísima de utilizar, he estado un año y medio aprendiendo a usarla bien. Me flipa entrar en los sonidos, poder tocarlos y saber lo que estoy haciendo. También el tema matemático-físico de saber cómo funciona una onda y cómo manipularla, aunque quede en una capa muy enterrada del disco porque no soy experta en sintetizadores y programación, pero me gusta saber cómo funciona el sonido en esas capas.
Por un lado, un motor que me mueve mucho es la imitación. Cuando veo algo que me gusta quiero imitarlo, hacer que suceda. Eso me pasó yendo a bailar a sesiones de electrónica, esos eventos en los que la gente puede bailar durante horas sin interrupciones y casi no es relevante la figura de quien pincha, no hay esa veneración. Es una fórmula que me encanta vivir como público y me imaginaba cómo sería formar parte de ello haciendo la música. He querido tender hacia ahí. Pero también tengo el rollo de que me gusta mucho la parte folclórica, la cosa presencial personal, de alguien que te cuenta una historia y puedes ver a esa persona. Me gusta tener un punto de referencia aunque sea muy lejano, porque por el camino siempre me encuentro cosas.
¿En algún momento te desprenderás de la voz, de las letras?
Lo pensé mucho. Con la excusa de mi fascinación por la electrónica me quedé bloqueada mucho tiempo, pensando en no usar más la voz. Luego he descubierto que hay gente con voces muy bonitas y no les gusta. La voz es un poco como la cara, es tuyo y está muy bien. Es una parte de la identidad bastante importante. Me imagino haciendo proyectos que sean instrumentales, porque me gustaría explorar esa parte, pero no renunciar a la voz.
Lo que más me llena es llegarle a la gente que tengo cerca, poder moverme en entornos manejables, tomar unas cañas con la gente que ha venido al concierto. Es lo que me parece más importante, porque genera una red muy sólida
Las letras de este disco suenan como si fueran versos anónimos de hace tiempo, cantados en la calle.
Sí, es una de las exploraciones más grandes para este disco. Tengo como 200 folios de borradores de letras, le he dado muchas vueltas. La idea era esa, de siempre me han fascinado las coplas populares, las que he escuchado en cantes flamencos tradicionales o letrillas típicas de canción popular. Hay alguna letra que está cogida directamente del cancionero popular. Desde siempre también me ha gustado hacer collage, coger cosas de la fuente, dejarlas tal cual, mezclarlas o reinterpretarlas. Para este disco estuve recordando y releyendo muchas de estas letras, y de verdad me flipa cómo funcionan. Una coplilla popular bien hecha, de las que perduran en el tiempo, funciona a todos los niveles. Son letras muy cortas, con muy pocas palabras, con elementos muy básicos y simples de la vida —el agua, el río, el aire, el fuego—, y con ellas dicen verdades muy grandes. Tenía el gran reto de imitar algo así, llevar sentimientos muy personales a una fórmula muy universal. También mezclar las dos partes, como hacen en los cantes, para que en una misma estrofa se pueda colar algo muy personal y algo muy político. La dificultad en hacer este tipo de letras está en que te mueves en la delgada línea entre caer en el cliché que no dice nada y hacer algo que funcione en ese eje personal-universal. Y es una línea delgadísima. María Salgado me revisó los textos. ¿Cómo dices “los malos nos roban”, que realmente es verdad, para que no parezca una chorrada?
“Amo el underground. La fama a gran escala me parece más maldición que beneficio”, tuiteaste el 31 de octubre. Es una declaración con mucho fondo, que implica un posicionamiento casi vital.
Sí, también tengo que decir que no conozco la fama mundial [risas] y mi posición es la que es, que a veces criticamos las cosas y si luego te cae a ver qué hacemos con ello [risas]. No sé si lo que tengo es algo que he buscado porque lo quería o porque me gusta. Cuando empecé a hacer música sí tenía alguna ensoñación de tocar en grandes festivales, pero ahora me gusta mucho la escena en la que me muevo. Para mí tiene mucha importancia ser artista local. En la música, sobre todo al comienzo, se coge como referente a gente que triunfa, concebido el triunfo como llegar a muchísima gente de cualquier manera, y a mí, por la experiencia de estos años dedicándome a esto a full, lo que más me llena es llegarle a la gente que tengo cerca, poder moverme en entornos manejables, tomar unas cañas con la gente que ha venido al concierto. Es lo que me parece más importante, porque genera una red muy sólida. También es verdad que me da un poco de miedo sacar un tercer disco tan raro, sin una gran cantidad de fans esperándolo, igual me voy a comer una mierda. Pero voy viendo que sí hay gente que se interesa porque en algún momento ha formado parte de esa especie de red horizontal, no porque te vea como a un ídolo.
¿Sigue teniendo sentido diferenciar entre underground y mainstream?
Es que underground es un término cogido de prestado de lo anglo… La diferencia es la difusión. Si te difunde Sony, llegas a 30 millones de personas, y si lo haces tú sola, puedes llegar a 2.000. Pero hay escalas y gradaciones, hay gente que solo se mueve en internet y no da bolos, hay muchas formas de moverse, muchísimos tipos de escenas, de difundirse.
Llevo haciendo esto un tiempecito y a lo mejor la escena se agota, a lo mejor no puedo seguir ganando pasta con ello si me muevo solo en estos círculos pequeños. No lo sé, está por ver
¿Hasta qué punto lo subterráneo en música es una estación de paso? Es algo que sucede en el teatro, la literatura... Considerarlo no tanto un fin en sí mismo, sino un medio para ganar experiencia, darte a conocer y luego pasar de pantalla.
[Se lo piensa] Me parece una pena considerarlo un medio y no un fin en sí mismo. Puedo entender a la gente que empieza en el underground y por lo que hace o cómo se mueve va llegando a más gente y acaba moviéndose en otros ámbitos. Siempre me han generado desazón esos músicos frustrados que se quejan de que siempre tocan para sus amigos. Y a mí me parece que hacer bailar a tus amigos en una sala es lo mejor que puede pasar. Pero también tengo mis miedos; llevo haciendo esto un tiempecito y a lo mejor la escena se agota, a lo mejor no puedo seguir ganando pasta con ello si me muevo solo en estos círculos pequeños. No lo sé, está por ver. Es que me parecen metas muy irreales. Ese concepto de ‘el salto’ a…
Ya. A Noé le vas a hablar de lluvia.
[Risas] De verdad, es que no lo he visto todavía, eso de dar el salto: he visto a gente que curra mucho o que tiene contactos o que sabe moverse y mueve los hilos. A veces hay golpes de suerte, obviamente, pero yo no sé cómo se hace.
Tú has habitado ambos mundos, puesto que Hondo se distribuyó por una multinacional, Warner. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión?
Fue una recomendación de un colega que intentaba ayudar, pero… Fue solo una licencia de distribución, pero no hubo un movimiento muy activo por su parte para apoyarme. Es verdad que con que Warner envíe un mailing con tu nuevo vídeo lo pueden ver muchas más personas. Me apetecía probar, por ver hasta dónde me llevaba. Puse bastantes condiciones que me guardaron las espaldas, como que solo fuera para un disco y que se restringiera a España; en el resto del mundo tenía una pequeña distribuidora americana.
Fue una apuesta por intentar hacer las cosas a mi manera, pero también por lo que había escuchado sobre cómo se deben hacer para crecer. Porque me interesaba llegar a más gente: aunque te digo esto del underground, no quiere decir que solo quiera que me escuchen mis amigos, me encantaría compartir lo que hago con más gente porque para mí es importante. Pero no es mi objetivo principal. Esto lo probé con Hondo, y tuvo cosas buenas y otras que no sé medir si fueron buenas o malas. Ahora he vuelto a la autogestión, pero con todo el conocimiento de haber hecho las cosas de otra manera. Trabajo con mi sello, con gente bonita con la que estoy muy a gusto.
¿Cómo es ese mundo de una multinacional de la música?
Un poco lo que esperaba. Tampoco fue negativo, simplemente que no apuestan mucho y, por tanto, no lo mueven mucho. Lo que hago no es un producto que se pueda vender fácilmente. Son cosas lógicas dentro de la lógica capitalista, aunque si yo puse el esfuerzo, prácticamente toda la inversión económica y toda la energía para moverlo, sería más lógico que yo recaudara más. Pero las cosas de la industria de la música tienen esta dimensión mágica rarísima del prestigio, que todavía nadie sabemos cómo se traduce en comida.
En una entrevista hace cinco años me dijiste que “no se llega al gran público haciendo buena música, sino con una buena estrategia de márketing, y ahí yo me pierdo”. ¿Quieres llegar a ese gran público o ya lo has descartado?
Sigo jugando un poco, sigo sin entender bien cómo funciona. Respetando mi forma de ser y mi forma de entender políticamente las cosas, intento ir teniendo mayor alcance. En lo que sé hacer, intento hacer la música cada vez mejor. Este disco es el que más me gusta de los que he hecho, suena mejor y canto más a gusto. Con eso me siento más segura y eso me da pie a querer ‘venderlo’ mejor, estoy más confiada. Pero sé que hay estrategias que van mucho más allá: compra de seguidores en redes sociales, acuerdos con prensa que, en realidad, llevan por detrás un sponsor, compra de portadas de revistas. Son cosas en las que no entro porque económicamente no me las puedo permitir y porque éticamente tampoco me interesan. Las cosas funcionan así, pero por ahora voy a ver si se sigue rulando con el boca a oreja y con los pasitos que estamos dando para difundirlo por los medios normales.
Vivo de la música, pero más bien sobrevivo de la música, no me deja grandes márgenes. Y vivir así supone desprenderse de deseos, de seguridad. Y eso es un gran esfuerzo emocional
Ese 31 de octubre también tuiteaste que desde hace unos años “vivo de mi música (conciertos, talleres, limosnillas de derechos), y es verdad que vivo con bastante poco, pero cada día aprecio el lujo que es hacer todo el tiempo lo que quieres estar haciendo”. ¿Te sientes privilegiada por ello?
Un poco sí. Es muy frágil y tengo la sensación de tener mucha suerte, soy consciente de haber tenido el respaldo de mis padres, he podido elegir mi educación y prolongarla bastante tiempo, aprendiendo a mi ritmo sin tener que trabajar demasiado. Es una base que no puedo negar, no puedo decir que todo ha salido de mi sangre y mi sudor. Pero es una cosa que conlleva mucho esfuerzo, no solo por hacer la música, moverla, sacar rendimiento de ello, sino también esfuerzo por vivir de esta manera, por disfrutar por despertarme tarde todos los días de una semana en la que no tengo conciertos. Hay mucho sentimiento de culpa por no producir. Me puedo tirar dos meses currando 12 horas al día, como cuando estaba grabando el disco que fueron siete meses a full, y luego me tiro un mes saliendo a tomar el sol o a bailar y ya me parece que no estoy haciendo nada. Pero lucho mucho por vivir así, me parece que es algo que debería ser para todo el mundo: gestionar tu tiempo y vivir sin estar produciendo. Hacer eso es estar de espaldas al sistema de producción en cadena en el que estamos metidos y también supone un trabajo de pensar que lo has elegido, que no eres inmadura, que no eres menos por vivir así. Vivo de la música, pero más bien sobrevivo de la música, no me deja grandes márgenes. Y vivir así supone desprenderse de deseos, de seguridad. Y eso es un gran esfuerzo emocional.
¿Hay que hablar más de dinero, de las condiciones materiales en las que se hace música?
Sí, la putada es que siempre que se habla de dinero se hace en tono de queja, que es normal, pero creo que habría que hablar de ello como una cosa más, absolutamente básica, por desgracia, para el sistema en el que vivimos. Yo lo tengo como un ideal, pero me cuesta mucho hacerlo, hablar de dinero. Porque el dinero también es muy simbólico, simbólico y pragmático a la vez. Por eso es delicado hablarlo: te puede situar en lugares que, si no te explicas muy bien, se pueden malinterpretar. Todo el mundo debería hablar de dinero de una forma clara, tendría que ser como la comida, de la que todo el mundo habla y sube fotos a Instagram. De hecho, el dinero es lo que se intercambia por comida.
En 2018 participaste en un proyecto que has calificado como el más bonito en el que te has involucrado: Cancionero, con alumnado de Primaria del colegio Emilia Pardo Bazán, de Lavapiés (Madrid). ¿Cuál fue tu papel?
Este proyecto fue increíble. Se hizo a través de una subvención de la fundación Carasso para desarrollar un trabajo entre una institución educativa pública y una artista. Durante todo el curso me reuní con los chavales de Primaria. Lo viví como un intercambio, una especie de juego con mi forma de hacer canciones. Yo se la abrí a ellos para ver qué pasaba.
¿El objetivo era registrar las canciones, grabarlas, o eso fue saliendo?
No, yo dejé muy claro a los profesores que no quería objetivos productivistas. Ya está bien, ya bastante tenemos en la vida con esa obligación de producir como para imponérselo a los niños. Además, no nos conocíamos y yo hago música sola, no sabía qué podía salir. Lo que pasa es que me fui entusiasmando, y a mí me gusta mucho el formato disco. Como tenía un material muy precioso de lo que iba saliendo en las sesiones y quería tener un recuerdo —los discos son como fotos en tres dimensiones—, y a ellos también les hacía mucha ilusión, lo hicimos.
¿Qué aprendiste?
Me di cuenta de que estamos en una sociedad muy segregada por edades. Me parece alucinante no haberme dado cuenta hasta el año pasado. He estado en un duelo importante después de que se terminara el proyecto porque he aprendido que me gusta relacionarme con gente de diez años. Tiene una visión del mundo que no tengo, no me hablan de las mismas cosas que me hablan mis amigos en un bar. Ahora lo echo de menos, fue un privilegio compartir esa experiencia de hacer música con gente de otras edades.
¿Qué crees que aprendieron?
Me dio la sensación de que se sentían muy libres en los talleres y que lo que hacían era muy valioso sin que les supusiera un esfuerzo, que era algo que ya estaba en ellos.
¿Está la música maltratada en la escuela pública?
Creo que sí. Supongo que hay colegios mejores que otros en este sentido, en el Emilia hay profesores muy involucrados que le dedican muchas horas fuera del horario lectivo.
¿Se escucha de alguna manera esta experiencia en tus nuevas canciones?
Creo que se me ha pegado esa libertad de hacer un poco lo que a uno le late. Quizá por eso la estructura del disco es la que es, de ir haciendo un paisaje con lo que me he encontrado. De hecho, los niños colaboran haciendo un coro en una canción porque hemos mantenido la relación.
También tuiteaste que cada vez hay menos espacios para la fiesta en Madrid y más “espacios culturales” hablando de “la noche”. Decías que eso es perverso.
Es por una situación muy concreta que se da en Madrid que es que prácticamente todos los espacios para la fiesta nocturna han sido perseguidos por el Ayuntamiento. Ha habido multas brutales, incluso a sitios que estaban haciendo todos los esfuerzos por conseguir licencia para poder funcionar, como es el caso de Abismal. Tanto espacios autogestionados que quieren funcionar de manera legal como otros que lo hacen de forma más bien alegal, también con mucha persecución policial. El derecho al descanso de los vecinos es fundamental, pero también hay un derecho a la fiesta que es respetable y ambos deberían ser compatibles. El espacio para la fiesta en condiciones, tanto de sonido como de horario, está cada vez más asfixiado y no se hace nada porque se tiene totalmente estigmatizada esta forma de relacionarse y de estar en la ciudad.
Por otra parte, para mi sorpresa e incredulidad, este año ha habido varios ciclos en museos y centros de arte sobre cultura de la noche, cultura del baile, cultura de la fiesta, con un montón de textos teóricos y de rollos que generan una especie de burbuja rarísima sobre la efervescencia de la noche en Madrid cuando, en realidad, es algo que no se puede hacer.
Te has mostrado muy crítica con algunas medidas aplicadas por el Ayuntamiento de Madrid. ¿Hay decepción?
Igual no tengo los conocimientos adecuados como para opinar en profundidad. Obviamente, he notado el cambio, ha habido un cambio a mejor en muchos aspectos que a mí me facilitan la vida, pero hay otras cosas muy básicas que se juegan en esta liga dual de que todo parezca muy guay cuando en realidad no es así: el tema de los desahucios y los desalojos, por ejemplo; en cultura, lo de las subvenciones para todos cuando hay una autocensura brutal porque han caído hostias para según qué cosas. Quien quiere entrar y recibir esas subvenciones se cuida muy mucho de lanzar ciertos mensajes. Me da la sensación de que por el alivio que supuso el cambio hemos perdido espíritu crítico, y eso me parece muy peligroso.
Este mes se cumplen ocho años del 15M. ¿Hasta qué punto influyó en tu manera de acercarte a la música?
Tengo la hipótesis de que el 15M fue un momento de excepción que nos transformó y nos situó en un lugar muy nuevo para mí, otra gente ya se lo llevaba currando mucho tiempo. Había mucho entusiasmo y eso generó mucha fuerza y ganas de hacer. Se puede establecer un paralelismo con las primaveras árabes, en países donde había dictaduras muy chungas y la gente se organizó para protestar, reclamar democracia y cambiar gobiernos. En los dos mundos ha habido una respuesta represiva brutal. En Siria ha habido una guerra civil que ahí sigue, y aquí, a otra escala mil veces menor, pero con efectos tremendos en la vida de la gente, se ha orquestado un aparato contrarrevolucionario de un sistema que tiene muchísimos más medios que los que tenía la gente en las plazas.
Es verdad que noto y participo de ese nuevo estado de pesimismo, de tener menos fuerza, de gente cansada y mucha precariedad, pero creo que habría que descargarse de responsabilidad: es algo que nos están haciendo, es muy difícil mantener la energía y las ganas de hacer contra un sistema que con pequeñas leyes, con pequeñas prácticas, te va haciendo la vida cada vez más precaria y te va segregando. Ahora ya casi no se puede estar en la calle, hay casi toque de queda. Ha ocurrido de forma gradual, pero es que nos están aplastando. Creo que hay que ser muy conscientes de contra qué estamos luchando. Algo muy gordo debimos de hacer para que se orquestara tanta represión.
El disco se titula Porvenir. ¿Qué nos espera?
La verdad es que veo un porvenir un poco oscuro en lo global, es lo que siento. Pero en lo local, en lo pequeño, sigo viendo alegría. Aunque es un disco un poco cargado, pesimista, creo que también tiene notas alegres. Conjuga esas dos cosas.