Música
Nakar: “¿Quién puede permitirse ir por la vida en plan nihilista y pensando que no hay mañana? Nosotras no”

La banda donostiarra Nakar no se conforma con reflejar el espíritu de la época. Lo invoca para tratar de arrancarlo de las garras del derrotismo con su pospunk electrónico y pasional.
Nakar en el festival Euskal Herria Zuzenean en junio de 2024
Actuación de Nakar en el festival Euskal Herria Zuzenean en junio de 2024. Foto: Jonxa Zabala.
24 ene 2025 06:00

Un poco a la manera de los tatuajes de amor y odio en los nudillos de Harry Powell en La noche del cazador o de su remezcla décadas después en los anillacos de Radio Raheem en Haz lo que debas. Con amabilidad para quien la merezca y a cara de perro con las estructuras que siembran nuestro desasosiego cotidiano. Esa es la actitud con la que entró en nuestros auriculares Nakar en 2023. Si su debut Lore ta Laban —Flor y cuchillo— dejaba con ganas de más, el grupo de Donosti ampliaba el menú a finales del pasado verano con seis temas nuevos. Jone Laspiur (voz), Xalba Ramirez, Jokin Azpiazu (ambos a las programaciones, sintes, samplers y coros) y Andoni Olaetxea (guitarra) han confirmado en Epelkeriaren Kontra —Contra la tibieza— que son una banda decidida no a conformarse con captar el espíritu de la época, sino a recuperarlo de las garras de la desesperación, a ayudarnos a ampliar el paisaje, a que dejemos de quemarnos las cejas con entorchados individuales.

Etiquetarlos como pospunk electrónico sería perezoso y veníamos a lo contrario. Publicado con el colectivo autogestionado de apoyo mutuo entre músicos Balio Dute en alianza con la veterana distribuidora bilbaína DDT, Epelkeriaren Kontra es un gimnasio para quien se resiste a que, como canta Nakar, sea más fácil imaginar el fin de la poesía que el de la policía, el del amor que el del dinero. Una asamblea a todo trapo de las que ansían que rechinar dientes cambie de bando, de las de ese “terapia sí; fuego también” que la banda pronunciaba en su homenaje a la librería de Iruña Katakrak.

Al discurso de Cyrus instando a las pandillas neoyorquinas a dejar de jugar al parchís identitario y tomar la ciudad en The Warriors le urgía una actualización. Y así funciona la primera canción de lo último de Nakar. Como manifiesto contra el conformismo disfrazado de temple, contra esa inercia de pedir la hora aun cuando estamos perdiendo el partido, contra el repliegue que se cree victoria. Su letra es una llamada a la acción para fugitivas de la serotonina, hardcoretas con la necesidad metafísica de un beso, ninjas del amor, poetas de la calma diaria, kamikazes de la empatía, cazadores de bailes sucios, coleccionistas de domingos solitarios o pirómanas de la nostalgia. Mientras eliges en qué brigada estarías y planeas en qué concierto verlos, hablamos con Nakar.

Venís de otros grupos como Pelax, Koban, Olor o Physis vs Nomos, ¿cómo nace Nakar?
Hay poco misterio. Jone y Xalba se juntan en un momento de intenso drama amoroso y social porque en una feria de fanzines ven al grupo de Lasarte Pogrom, dicen “queremos hacer algo así, pero nuestro” y deciden montar un grupo de pospunk electrónico. Se ponen a ello, proponen a Jokin entrar en la banda para ayudar con la electrónica y se suma también Andoni, que toca la guitarra y puede tocar el bajo también. Ensayan desde diciembre de 2022 y surge la oportunidad de tocar en Astra, en Gernika, en el festival autogestionado Lekuek. En tres meses había que hacer canciones para poder tocar ahí y eso hicimos. Y luego ya se suceden una serie de acontecimientos atropellados.

Nos daría mucha pena intentar seguir un camino marcado previamente sobre por dónde va un grupo: haz canciones, presenta un single, decide una estética, haz un videoclip, avance de disco, disco, presentaciones, etcétera

Desde fuera, parece un tiempo intenso y rápido para el grupo. Sin embargo, tengo la sensación de que uno de vuestros principales objetivos es estar a gusto con lo que hacéis. Me hace pensar también en algo que excede a la música, tan importante en un grupo y de lo que se habla bastante últimamente: la revalorización de la amistad.
Está siendo todo rápido, sin duda. Nuestro primer concierto fue en marzo de 2023 y desde entonces han llovido muchas cosas: conciertos, temas para recopilaciones, un LP y un EP. Hay varios factores que afectan a nuestro ritmo, una combinación entre no querer hacer las cosas de forma automática o estandarizada, por un lado, y, por otro, las condiciones reales de nuestras vidas. Intentamos hacer malabares con las segundas para que la primera pueda satisfacerse. Nos daría mucha pena intentar seguir un camino marcado previamente sobre por dónde va un grupo: haz canciones, presenta un single, decide una estética, haz un videoclip, avance de disco, disco, presentaciones, etcétera. Eso puede servirle a muchos grupos, pero pensamos que hay que dejar lugar a la sorpresa, al desastre, a la improvisación en la forma de funcionar. Porque si no, cierras planes y todo lo que queda fuera se vuelve automáticamente imposible. Como decimos, no es fácil esto cuando tenemos nuestras vidas ahí llamando a la puerta, pero lo intentamos. Y a lo mejor también somos un poco desastres. Diría que en ese contexto surgen las posibilidades de dar valor a la amistad y al tipo de relaciones que pueden surgir dentro del núcleo del grupo, pero también alrededor de él.

En vuestra música están bell hooks o James Baldwin, pero también puede pensarse que encontráis inspiración para vuestras canciones hablando con las amigas, leyendo los titulares de cada desastre diario o haciendo scroll infinito en redes.
Somos bastante remixers de lo lírico. A lo mejor hay temas que tratan de cosas más internas, digamos, que están escritos desde más adentro, que remezclan un poco menos, pero en el fondo las letras son collages de conversaciones, memes y lecturas de todo tipo. A menudo se trata de intentar crear una narrativa abierta desde la combinación de frases, palabras, sonidos, ritmos y alteraciones. Lo ha hecho muchísima gente antes, no inventamos mucho, me temo.

Hablemos de las letras. ¿Qué preocupa y qué enciende a Nakar?
Cosas parecidas a mucha otra gente. Lo que intentamos es que las letras no pequen de excesiva metaforización, que es uno de los males del siglo, y puedan hablar de manera directa pero no por ello evidente. Intentamos que tengan un poco de humor porque, sinceramente, a menudo nos reímos de cosas serias. Desde ese lugar, por ejemplo, en el último disco hablamos de la policía o de la utopía política como coro de voces. O del amor, hablamos bastante del amor, porque nos gusta mucho el amor.

El amor es sin duda un motor de cambio, por mucho que a menudo sea la rabia la gasolina que usamos para poner la máquina en marcha

El amor está bien presente, pero no de la manera dramática en la que se le ha acercado tradicionalmente la música. Hay ideas potentes como que para encender un fuego no deberíamos quemar a nadie.
Bueno, nos preocupamos por el amor como idea y como práctica. Como idea nos interesa el punto de intersección entre el amor y la revolución social, esa idea que estuvo tan presente en los escritos y prácticas del movimiento anarquista y comunista no autoritario durante décadas, y que también está muy presente en las prácticas feministas. El amor es sin duda un motor de cambio, por mucho que a menudo sea la rabia la gasolina que usamos para poner la máquina en marcha. También nos interesa, claro, la práctica del amor, la forma en la que vamos pensando cómo relacionarnos a través de formas que implican amor, como la amistad o las relaciones sexoafectivas. Cómo nos movemos, cómo las pensamos, cómo darle fuerte al fuego sin quemarnos demasiado.

Os preguntáis dónde están los gudaris de las palabras amables y a la vez en vuestra música está la pulsión de querer reventarlo todo. La flor y el cuchillo. La mezcla entre ternura y arrojo.
Titulamos el nuevo EP Epelkeriaren Kontra, contra la tibieza, que es algo que nos hacía mucha gracia de un blog de memes, Punk y Cursi. La idea aquí era que debemos poner la intensidad y la pasión en el centro siempre que podamos. La ternura es obviamente intensidad y el arrojo también. El enfado y la mala leche. La euforia de la amistad y el amor. Más allá de las lecturas patologizadoras de la intensidad, como esa frase de 0,60 que tan de moda se puso: “Uy, mira que eres intensa”, podemos pensar la intensidad como la medida de una potencia. Al fin y al cabo, el desarrollo de la acción revolucionaria no es más que desvelar la potencia del mundo. ¿Cuánta potencia hay en una situación para que provoque un cambio profundo? ¿Cuánto hay que intensificar la potencia de un malestar para que reviente y se lleve por delante la injusticia? Pero, claro, si la intensidad es la medida de la potencia, no hay que darle demasiadas vueltas para saber que de la intensidad hay que saber volver si se quiere volver a ir. No se trata de reeditar el “vive rápido y muere joven”, se trata de aprender de la pasión de las enamoradas de todas las edades, de quienes no pueden dormir porque la energía se les desborda dentro y de quienes dosifican esa energía con mucho cuidado para poder usarla cuando realmente lo ven importante. Quienes van al desahucio sin apenas dormir y quienes bajan con la muleta porque la edad no les deja caminar al ritmo que lo hacían antes. Ambas están dándole fuerte a la intensidad y pasando de tibiezas.

A lo mejor no es el desbloqueo de la utopía futura lo que activa las luchas sociales hoy, quizás es la activación de las luchas sociales lo que desbloquea el imaginario sobre el futuro

En Nakar se mira hacia adelante. ¿Renunciar al futuro es un lujo que no podemos permitirnos?
Claro. De hecho, la pregunta es ¿quién se puede permitir ir por la vida en plan nihilista y pensando que no hay mañana? Nosotras no, al menos. Nuestra forma de vivir, el lugar en el que nos han puesto, nos lleva a pensar constantemente en cómo salir de aquí y eso implica ir a otro sitio. Por ejemplo, no queremos pasarnos la vida trabajando por dinero. Pero o empujamos hacia otro futuro o eso no cambiará. Desde luego, no porque alguien que no tiene esa preocupación diga que el futuro ya no es lo que era. Otro mundo puede ser una utopía romántica para alguna gente. Para otra es una necesidad. Y si, además de pensar en nosotras mismas pensamos también en quienes nos rodean, pues es ya una obligación. A lo mejor no es el desbloqueo de la utopía futura lo que activa las luchas sociales hoy, quizás es la activación de las luchas sociales lo que desbloquea el imaginario sobre el futuro. O, al menos, hay una alimentación mutua.

Rechazasteis tocar en el próximo Bilbao BBK Live por no estar de acuerdo con el modelo de macrofestivales. Explicadnos más sobre esa decisión.
Se nos ocurrió, y es algo muy acorde con los tiempos, publicar eso en redes sin pensar demasiado. En verdad, no es tan importante que no toquemos ahí. Sabemos que hay más grupos que lo han hecho, algunos puramente por principios y otros porque las condiciones que les ofrecía este u otro festival no eran dignas. Quizás lo que tenemos que empezar a pensar es cómo seguir haciendo red entre grupos de música, público, programadoras, periodistas y otras que están articulando poco a poco una práctica y discurso contra el expolio cultural por parte de grandes empresas y sus aliados en las instituciones. Pero, sobre todo, pensar esas redes no como una cuestión cultural que implica solo a los grupos sociales que acabo de mencionar. Los festivales se sustentan en la explotación de camareras, runners, técnicas, montadoras, cartelistas, hosteleros de las ciudades donde se celebran, etcétera. De hecho, dudo mucho que, para nosotras, estuviera tan claro el tema del BBK Live si no hubieran existido, en los años previos, las campañas que denunciaban las jornadas interminables de quienes trabajaban allí en las barras, o sus sueldos indignos, o el dinero que, a través de la concesión de servicios, se desvía de la Diputación de Bizkaia al festival. Todo eso contribuye a generar el ruido que necesitamos para oponernos a este tipo de maniobras de expolio y explotación en nombre de la cultura.

Donosti se convierte en un lugar que no existe cuando, a pesar de tener la ciudad vetada, todo el mundo actúa como si la city del festival de cine, el turismo cool y los pinchos a cuatro euros fuera su ciudad

Cantáis que Donosti es un “lugar que ya no existe”. ¿Por qué?
Sería bueno preguntarse cuánto hace que no existe. Cualquiera que viva aquí o haya pasado más de diez minutos en este sitio sabe que es atosigante vivir en una ciudad tan burguesa, a menos que seas uno de ellos. Las clases populares de esta ciudad se siguen desplazando a la periferia en un proceso constante desde hace décadas. Quienes nacieron en un barrio obrero ven ahora cómo, al tratar de independizarse, su barrio no es ya una opción, hay que tirar un barrio más hacia afuera y sustituir a la población de ese barrio que asimismo se moverá a otro barrio o población. Hay una parte enorme de la gente de Donosti para quien hay zonas de la ciudad que le son totalmente ajenas. El centro siempre lo ha sido, porque todo es carísimo, desde la vivienda hasta el café, pero hay otras zonas que están ahora convirtiéndose en prohibitivas, como por ejemplo el casco viejo. En este contexto, Donosti se convierte en un lugar que no existe cuando, a pesar de tener la ciudad vetada, todo el mundo actúa como si la city del festival de cine, el turismo cool y los pinchos a cuatro euros fuera su ciudad. Compramos la idea de ciudad burguesa para que los turistas ingleses compren gin-tonics a 10 euros.

Momento para que hagáis de dealers musicales: ¿qué otras bandas ocupan vuestros corazones? También libros, si os apetece.
Nos pasamos el día escuchando música y mandándonos referencias: electrónica, pospunk, death metal y todos sus afluentes, folk, pop y de todo. Tratamos de dejar suficiente lugar para las bandas que están aquí cerca, porque todo el mundo sabe que lo mejor es hacerte superfan de grupos locales: los vas a ver tocar todo lo que quieras, a buen precio, y luego puedes charlar un rato. Nos ha flipado el concierto de Bloñ en Euskal Herria Zuzenean, y también su disco. Mice, directo impresionante. La “nueva” escenilla indie con sus raíces en el punk: Tatxers, Txopet, Borla, Ezezez, Sei Sega, Kotoi, Zikin... Reinas de la electrónica como Labar o Lamia Mari, Furia, Gauak, Katarsi, Haira, Neu Troia... Nos estamos olvidando de muchas otras, pero mayormente nos flipa estar atentas a lo que surge. Y sí, estamos leyendo, pero menos de lo que quisiéramos. El libro de Jon Urzelai sobre festivales de música en Euskal Herria, cosas sobre racismo con Arun Kundnani o Ainhoa Nadia Douhaibi y Salma Amazian. También cositas sobre la digitalización del capitalismo, McKenzie Wark o Justin Joque.

Vivimos en una especie de tiranía productivista en la que todo parece tener que servir para algo. ¿Soléis pasear por mero placer?
Paseamos. Cada una de maneras distintas, en verdad. Hay quien es más de paseo urbano y quien se va más a la montaña. Cada cual busca su forma de abandono, y diríamos que tenemos diferentes niveles de éxito con ello. También te digo que a veces simplemente corremos de un lado a otro como pollos sin cabeza.

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