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Música
El rock espacial y ácido de Chaqueta de Chándal se enfrenta a las Cayetanas de este mundo terrenal
Empieza suave y luego va subiendo. La música flota, sin hacer mucho ruido, mientras una voz femenina va recitando una serie de deseos para una persona llamada Cayetana. Finalmente todo se desmadra, con un teclado desbocado y una batería contundente y precisa. Pero la explosión no llega a producirse, parece una voladura controlada.
En su nueva canción, dedicada a la XIV marquesa de Casa Fuerte y cuyo vídeo estrena El Salto, el trío Chaqueta de Chándal expone perfectamente la tesis que defiende en sus grabaciones: el rock ha de ser molesto pero divertido, debe meter el dedo en el ojo del poderoso y echar sal mientras los vúmetros llegan al once y las carcajadas atruenan, cabe alargar casi al infinito un ritmo y a la vez cagarse en todo lo que se menea. España (y el rock) es un estado de ánimo.
Es lo que vienen haciendo Natalia Brovedanni (guitarra y voz), Guillem Caballero (teclado y percusiones) y Alfonso ‘Pocho’ Méndez (batería) desde que decidieron formar un grupo de música una noche mientras jugaban al ping pong en un parque en Barcelona. En octubre de 2019 salió a la venta su primer disco, Gimnasia menor, que contiene una colección de versos sobre la socialdemocracia y el estado-nación, la cultura moderna y lo underground, el dinero y las costumbres que bien pudiera haber firmado Evaristo Páramos. Y la música remite a ese rock alemán de los años 70 de largos desarrollos instrumentales pero sin perder nunca el norte. Aunque alguno de los tres, como queda claro en la entrevista, tiene cierta fijación con el grupo británico Yes. A lo que no parecen prestar mucha atención es a las tendencias que hoy mandan en la música. Y hacen bien, seguramente.
No sois novatos ni este es vuestro primer grupo. ¿Cómo habéis llegado a Chaqueta de Chándal?
Alfonso ‘Pocho’ Méndez: Yo empecé a tocar por casualidad. A mi hermano le habían ofrecido tocar en un grupo y como no le apetecía me lo dijo a mí. Por aquel entonces no sabíamos ni que los instrumentos tenían que afinarse entre sí.... Después de 20 años tocando con casi la misma gente, y tras breves pasos por otros grupos (Fighter Pillow, Sta), la casualidad hizo que Guille y yo trabajásemos juntos. De ahí surgió una bonita amistad que dura hasta nuestros días.
Natalia Brovedanni: Cuando tenía 14 formé parte de un grupillo donde solo cantaba y lo hacía de espaldas al público con una capucha puesta. Fueron solo dos conciertos. Ya en España, unos 10 años más tarde, cogí una guitarra por primera vez. En verdad, soy una entusiasta del instrumento, nada profesional ni académica. A la vista está.
Guillem Caballero: Mi hermano, mayor que yo, tenía un Casiotone de pequeño, pero enseguida le sedujo más tocar la guitarra y yo heredé ese organillo. Supongo que me encantó el rollo, porque entonces mis padres me apuntaron a clases de piano. Al cabo de unos años las dejé y dejé de tocar, básicamente hasta los 20 años o así, cuando empecé a aporrear cosas, precisamente con mi hermano, en El Niño del Parche y Muletitas, un grupo de versiones de Los Chichos, el Príncipe Gitano y demás. Supongo que me volvió a encantar el rollo y ya no lo dejé más, hasta hoy.
Y, quizá más importante, ¿por qué?
A.M.: Porque nos gusta tocar y pasar tiempo en el local de ensayo.
G.C.: El Pocho ya apuntaba el porqué: trabajábamos juntos, Natalia venía mucho a vernos, era un bar, nos hicimos amigas, fantaseamos con la idea de hacer un grupo como mera extensión de esa amistad —entre otras muchas fantasías, algunas de ellas también cumplidas—, y aquí estamos. Ahora todo es un poco más, digamos, serio, pero la amistad sigue siendo el puntal de todo.
N.B.: Suscribo lo anterior. Ganas de compartir.
¿Cómo es vuestro acercamiento a la música? No sois chavales que empiezan, tampoco parece el mejor momento para tratar de vivir de tocar.
A.M.: Es algo natural y muy poco premeditado. Nunca es el mejor momento para vivir de tocar, aunque creo que si llevamos tantos años en ello es precisamente porque nuestra principal motivación para hacer música nunca ha sido el dinero.
G.C.: Totalmente, el dinero siempre ha sido muy poco prioritario. Quizás lo es ahora más que nunca porque somos más viejis, más conscientes de que hay que valorizar el trabajo, y también más precarias que antaño, aunque sigue sin ser el motor, para nada. Pocho y yo íbamos a decidir vivir de la música antes de que llegase la pandemia, pero no creo que ahora lo tengamos tan claro...
N.B.: No somos chavales, no. En verdad nunca me propuse vivir de la música sino disfrutarla.
¿Qué buscáis con este grupo?, ¿ha ido cambiando eso con el tiempo?
A.M.: Diversión y felicidad. Poco más. Y si me pagan, pues fantástico.
G.C.: Por añadir cosas, también buscamos aprender, mejorar, explorar, explicar, ser felices creando cosas nuevas, a riesgo de que suene pretencioso. Pero es así.
N.B.: Quizás algo ha cambiado, sí. De más joven eres más soñadora... e igual proyectas más. Tal y como está el patio es mejor que nos acostumbremos a vivir el ahora.
¿Y qué habéis encontrado?
A.M.: Diversión y felicidad. Y que nos paguen algo también [risas].
G.C.: Hemos encontrado las ganas de seguir haciendo cosas juntas, que no es poco. También la posibilidad de viajar de vez en cuando. Y mucha gente muy muy maja.
N.B.: Una familia sonora irremplazable.
Podemos disfrutar mucho en el local con un tema de 15 minutos, pero siempre acabamos pensando en el bien común y recortamos un poco
¿Hacéis música por satisfacción propia o por la de quienes os escuchan?
A.M.: Supongo que por satisfacción propia, pero somos empáticos y siempre pensamos en no ser demasiado pesados para no dar una turra infernal a nuestro público. Al final nosotros podemos disfrutar mucho en el local con un tema de 15 minutos, pero siempre acabamos pensando en el bien común y recortamos un poco.
G.C.: Exactamente. He de decir que dudo mucho que alguien haga música más por los demás que por sí mismo, en plan generosidad extrema. Aunque olvidarte de que quien te escucha y te sigue es el motivo básico por el que tú puedes seguir haciéndola con cierta estabilidad sería muy estúpido y horrorosamente arrogante.
N.B.: Por nosotros y si al resto les gusta, pues mira qué bien.
¿Cuál es el hábitat natural de Chaqueta de Chándal?
A.M.: Estamos acostumbrados a salas pequeñas, autogestionadas y hogareñas.
G.C.: Eso es casa, totalmente.
N.B.: Cualquier sitio donde haya amigues y ruralidad.
Hay una cierta intención punk en un sonido, en general, más progresivo, ¿mezclan bien esos dos mundos?
A.M.: Hemos escuchado mucho punk los tres. No hay intención de nada, pero nuestras influencias nos delatan. No sé si lo que hacemos se puede llamar progresivo, pero en tal caso, sí. Mezclan muy bien.
G.C.: A nosotras nos mezclan, desde luego. Y, bueno, a Greg Graffin de Bad Religion también, por ejemplo; tan solo hay que escuchar su segundo disco, el Into the Unknown... Se ve que es muy fan de Yes, como algún miembro de Chaqueta. ¡Viva Yes! [Risas].
N.B.: Si está bien o no os lo dejamos a los oyentes. A nosotros nos sale así.
El sentido del humor es de las cosas más bonitas que se pueden compartir, así como la queja
También llaman la atención las letras. ¿A quién os dirigís con ellas?
A.M.: En realidad casi que a nosotros mismos. Son cosas que pensamos, que hablamos, que nos dan rabia y que nos hacen reír también. Si las letras te transmiten algo, entonces nos dirigimos a ti.
G.C.: Nos dirigimos también a nuestras amistades, serían bromas y reflexiones que haríamos con ellas en un bar, desde luego. El sentido del humor es de las cosas más bonitas que se pueden compartir, así como la queja.
N.B.: Suscribo lo anterior. Rebeldes de entrada de edad que usan la actualidad y los problemas de ahora y de siempre como excusa para hablar de cosas.
¿Se os ha pasado por la cabeza que os puedan traer problemas?
A.M.: Hemos hecho bromas al respecto, aunque siempre pienso que lo nuestro es demasiado inocente como para que alguien se ofenda tanto.
G.C.: Siempre tienen esa coraza de la ironía, nunca acaban de ser del todo explícitas, sobre todo porque no queremos pontificar ni dar lecciones de nada. No creo que vaya a pasar nada chungo, aunque con la que está cayendo nunca se sabe.
¿Sirve para algo escribir letras como las de vuestras canciones o son un desahogo, que ya es bastante?
A.M.: Guille es el letrista de casi todos los temas, que conteste él. Para mí es un desahogo cantarlas, sin duda.
G.C.: ¡Que sean un desahogo ya es muchísimo! Si a alguien le sirven para reflexionar o para profundizar en algo, pues maravilloso, aunque el mérito de la reflexión posterior sería básicamente suyo, ya digo, no creo que sean muy profundas en sí, son bastante simplonas.
¿Os veis como la versión politizada de otros grupos que suenan parecido?
A.M.: Mmm.... No tengo muy claro a quien piensa la gente que sonamos, pero entre los grupos que yo podría identificar estilísticamente al escuchar nuestra música, hay muchos que ya tocaban o tocan la política en sus letras.
G.C.: Somos gente bastante politizada, al menos en teoría, pero a mí me cuesta más imaginar a quién te refieres con grupos que suenan parecido, no porque seamos la hostia en vinagre y súperoriginales, sino porque no conozco mucho la música que se hace hoy, la verdad... Soy un antiguo. Si los grupos a los que sonamos parecido son grupos como Yes, entonces sí, somos su versión politizada [Risas].
¿Os sentís como un oasis en el desierto o hay otra gente en coordenadas parecidas a las vuestras?
A.M.: Yo me siento bien acompañado. La música y la política o la queja social van de la mano desde tiempos remotos.
G.C.: Gente en coordenadas parecidas a las nuestras la hay, tanto que toquen como que no. Supongo que te refieres a grupos de música, en ese caso yo creo que sí. Esta última semana hemos tocado con Sandré en Barcelona y con Carrera en Valencia, y nos encantaría repetir con ambas dos; para mí eso es estar en las mismas coordenadas.
“Indie” es una marca de la industria, hoy en día. Como lo es “hippie”, “grunge” o Frigo
¿Es lo indie de derechas?
A.M.: Creo que no. Algo habrá, seguro...
N.B.: ¿Indie de derechas? Pues no lo hubiera dicho, no. Si lo dices por la gente que sigue a grupos indies, pues igual también hay gente de derechas que ama la música clásica o el pop.
G.C.: Esta es buena, daría para debate. Yo soy muy de soltar rollos que quizás no van a ningún lado, lo siento si es así, pero ahí voy. Para empezar, me cuesta un poco comprender qué es exactamente “lo indie”. Pero lo que sí que tengo claro es que la “industria” está plagada de gente currante, honrada, generosa y maja que seguramente sea de izquierdas, y que deja su sello, pero también que la estructura económica sobre la cual trabajan es de derechas, no es justa ni equitativa y sigue lógicas capitalistas y de mercado. Como pasó con la contracultura en los años 60, el monstruo se comió al pececito. El neoliberalismo es como un blandiblu, toma la forma que le conviene para lucrarse, y si algo tiene espíritu renovador y heterodoxo, lo convierte en una marca, te vende cervezas con ello y ya está, a seguir. Evidentemente hay muchas cosas que están al margen y que no siguen esa lógica, que deben de ser el verdadero “indie”, y ojalá se reescriba un poco todo pasada la pandemia, pero de momento creo que esto es lo que hay. Para mí, “indie” es una marca de la industria, hoy en día. Como lo es “hippie”, “grunge” o Frigo.
¿Cómo os relacionais con la música popular de ahora?, ¿os afecta de alguna manera, ya sea como oyentes o como músicos?
A.M.: Sinceramente consumo poca música actual... Cuando encuentro algo que me gusta mucho, todavía me sorprende. Tiro mucho de clásicos...
N.B.: El entorno afecta siempre. Habrá que ver de qué manera lo consigue, si nutre o resta. A mí me gusta escuchar música actual de todo tipo y dejarme llevar evitando los prejuicios. Muchas veces me sorprendo.
G.C.: Después del tostón previo, me limito a decir que estoy totalmente de acuerdo [Risas].
El tejido cultural ha de recuperarse desde la base para que realmente siga con la transformación social, que siga provocando, alertando, informando o molestando
¿Cómo será el rock de garito pequeño después de la pandemia?, ¿seguirá existiendo?
A.M.: Yo creo sinceramente que todo volverá a la normalidad tarde o temprano.
N.B.: Ojalá. El tejido cultural ha de recuperarse desde la base para que realmente siga con la transformación social, que siga provocando, alertando, informando o molestando. Si se muere el “garito pequeño”, estaremos en problemas.
G.C.: Yo no creo que todo vaya a volver a la “normalidad” nunca más, soy un poco pesimista en ese sentido... Pero bueno, el garito pequeño seguro que se resiste todo lo que pueda a desaparecer. Habrá que ver cómo. Hay gente que dice que después de la pandemia viviremos unos nuevos “felices años 20”, como después de la Primera Guerra Mundial, con desenfreno y a lo loco... Si eso sucede, al menos nos quedan algunos años de disfrutar los garitos pequeños. Ya luego vendrá otra crisis, imagino, y a ver qué pasa...