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Música
Cómo Mohammed Assaf, de ‘Arab Idol’, se convirtió en el símbolo de la resistencia palestina
Mohammed Assaf, cantante nacido en 1989, ganó hace diez años la segunda temporada de Arab Idol, un concurso musical basado en el programa británico Pop Idol. En aquella edición de 2013, las audiciones se celebraron en Egipto. Una auténtica odisea para Assaf ya que tuvo que viajar desde la Franja de Gaza, lo que le llevó dos días enteros debido a complicaciones en la frontera. Primero, tuvo que convencer a la seguridad egipcia en el paso fronterizo para que abandonara Gaza. Después, tuvo que trepar por un muro para poder entrar al hotel de El Cairo donde se realizaban las audiciones. Una vez allí, se sentó desesperadamente en el pasillo donde otros concursantes esperaban su turno, comenzó a cantar para los concursantes, y uno de ellos —el cual era también palestino—, lo escuchó y le dio su número diciendo: “Sé que no llegaré a la final, pero tú sí”.
La vida de Assaf nunca fue fácil. Nacido en Libia, se trasladó junto a su familia a un campo de refugiados de Khan Younis en la Franja de Gaza a los cuatro años, donde asistió a una escuela de la ONU. Hijo de una profesora de matemáticas, logró ingresar en la Universidad de Palestina en la ciudad de Gaza para estudiar Comunicación y Relaciones Públicas, una excusa que escondía su verdadero deseo: ser cantante profesional. Atendió a televisiones locales, trabajó con sellos locales y cantó en bodas y eventos privados, con la casualidad de que en uno estuviera el mismísimo expresidente Yasser Arafat.
Assaf simbolizó, antes y ahora, la esperanza y la aspiración de una nación soberana para muchos que soporta una agotadora existencia bajo la ocupación
Assaf fue el primer palestino en llegar a la final del concurso y ganarlo, cautivando al mundo árabe y a toda la diáspora palestina con su interpretación de canciones tradicionales, muchas inevitablemente lamentando la pérdida de su patria. Assaf simbolizó, antes y ahora, la esperanza y la aspiración de una nación soberana para muchos que soporta una agotadora existencia bajo la ocupación. No es casualidad que escogiera para la final en Beirut la canción “Ali al-kuffiyeh” (alza la kufiya), un llamamiento a la liberación del pueblo palestino mediante su prenda más simbólica, el pañuelo.
En el momento en el que se anunció su nombre, sucedió algo sin precedentes: los palestinos salieron a las calles y festejaron como si su tierra hubiera sido finalmente liberada. Personas que carecen del derecho a reunirse —y que normalmente reciben disparos, gases lacrimógenos y encarcelamiento cuando lo hacen—, se habían reunido y nadie se atrevió a detenerlos. Palestina tenía, por fin, un referente y una razón para sonreír. A partir de ese momento, Mohammad Assaf fue nombrado embajador de la ONU, hizo giras por todo el mundo y obtuvo un pasaporte diplomático para que pudiera hacerlo libremente. El mundo estaba con él.
La canción más famosa de Assaf desapareció en mayo de 2023 simultáneamente de las plataformas Spotify, Apple Music, Tidal, Amazon y Deezer por “incitar sentimientos antiisraelíes”
Diez años más tarde, en mayo de 2023, la comunidad palestina ponía el grito al cielo al ver que la canción más famosa de Mohammed Assaf “Ana Damni Falastini” (mi sangre es palestina) desaparecía simultáneamente de las plataformas Spotify, Apple Music, Tidal, Amazon y Deezer por “incitar sentimientos antiisraelíes”. La canción volvió a las plataformas dos días más tarde, pero su peso ha trascendido cualquier expectativa.
Bajo el contexto actual, y superando unas cifras de desplazamiento más grandes que las del Nakba de 1948, estamos viendo cómo las nuevas generaciones de artistas están reutilizando este tema y cargándolo de significado, siendo escuchado tanto en protestas como en pistas de baile de todo el mundo.
La DJ saudí Nooriyah se viralizó, entre otras cosas, gracias a incorporar la famosa canción de Assaf en uno de sus sets más recientes de Boiler Room. El DJ y productor palestine afincado en Nueva York Mossy Mugler sacó un edit en SoundCloud versionándolo con la icónica productora trans (ya fallecida) SOPHIE. La música electrónica, al igual que la existencia palestina, siempre ha estado unida a la resistencia; y por lo tanto no puede ser agnóstica ni mantenerse al margen de la opresión.