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Música
La década prodigiosa (y polémica) de Beyoncé como icono político
Que la cultura de masas es terreno abonado para la disputa política es una afirmación difícil de rebatir desde, como poco, los años 20 y 30 del pasado siglo, con los postulados de la Escuela de Frankfurt. Si entonces la teoría crítica de Horkheimer y Adorno entendía que era imposible escapar del mensaje uniforme vehiculado a través de la industria cultural y sus nuevas formas de producción de significado para sus consumidores, otras voces han explicado que en el entramado de esa industria cultural existen huecos, fisuras abiertas por las que se pueden colar discursos diferentes. Es ahí donde la doctora en Sociología Elena Herrera Quintana sitúa a Beyoncé, la estrella más grande del universo pop occidental en el siglo XXI. “La cultura pop es un lugar como cualquier otro desde el que lanzar mensajes políticos y desde el cual iniciar la mecha para tener conversaciones amplias sobre temas políticos como el feminismo o el antirracismo”, asegura Herrera Quintana, autora de Beyoncé en la intersección (Dos Bigotes, 2022), un ensayo en el que trata la evolución de la cantante en la última década y las reacciones que ese trayecto ha suscitado. Porque de la Beyoncé de “Crazy in love”, su primer gran éxito tras dejar el nido de Destiny’s Child, a la que homenajea a la diáspora africana hay un buen trecho que no todas las figuras millonarias del pop están dispuestas a recorrer. Que se lo pregunten a Kanye West, por ejemplo.
Desde su proclamación como feminista hasta las citas de Malcolm X en canciones, en estos años Beyoncé ha integrado en su narrativa elementos simbólicos relativos al empoderamiento de las mujeres o la memoria de la lucha contra la esclavitud. Lo ha hecho dirigiéndose a una audiencia multitudinaria y desde los mayores escenarios del mundo, y lo ha hecho en tres discos formidables, llenos de música exuberante, poderosa conjunción de ritmos y estilos en la que pasado y presente se dan la mano. Y lo ha hecho, también, levantando ampollas.
“La reacción contra Beyoncé, especialmente en Estados Unidos, pero también en España, ha desvelado el poso racista y machista de nuestras sociedades”, opina la socióloga Elena Herrera Quintana
Herrera Quintana cree que el posicionamiento de Beyoncé ha motivado conversaciones en torno a diversos temas que ya estaban sobre la mesa o que se han recuperado, y recuerda que ha tocado teclas que han hecho que la derecha estadounidense y algunos sectores de la izquierda sacasen a pasear parte de su argumentario más conservador. “La reacción contra Beyoncé, especialmente en Estados Unidos, pero también en España, ha desvelado el poso racista y machista de nuestras sociedades que hace tiempo llevan denunciando tanto el movimiento antirracista como los feminismos afrocentrados, dentro y fuera de nuestro país”, opina la socióloga, quien sostiene la tesis de que el trabajo artístico de Beyoncé ejemplifica “el aparataje que se pone en marcha para desacreditar o prejuzgar en muchos casos estos mensajes cuando son lanzados desde el pop y especialmente por una mujer negra”.
Feminismo pop
Sin previo aviso, en una maniobra inusual en el negocio musical, Beyoncé publicó en diciembre de 2013 su quinto disco, Beyoncé. En “Flawless”, una de sus canciones, incluía partes de una conferencia que la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie había impartido en abril de ese año, titulada We should all be feminist (Todos deberíamos ser feministas). En agosto de 2014, Beyoncé protagonizó la actuación principal en la entrega de premios de la cadena musical MTV y proyectó en pantallas gigantes varios textos de esa conferencia. Al final del concierto, la palabra “FEMINIST” se quedó en las pantallas. Fue la primera vez que Beyoncé se identificó públicamente como feminista.
En Beyoncé en la intersección, Herrera Quintana apunta que hay un sentimiento generalizado de que Beyoncé no es lo suficientemente auténtica como para ser considerada un icono feminista, un icono antirracista, una artista o todo eso a la vez. Esa supuesta falta de autenticidad deslegitima los movimientos que la cantante pueda hacer, en cualquiera de esas facetas. “Como icono político, para muchas personas se queda corto en tanto que Beyoncé se inserta en ese entramado altamente producido que es la celebridad”, afirma la autora. Por ser una mujer negra y rica, “se asume que no puede aportar nada respecto a la discriminación de género y de raza”; y como artista, al tratarse de una cantante pop, “se ponen sobre la mesa todas las ideas en torno al pop como lugar superficial y banal y sus artistas como personas sin agencia, al servicio de los intereses de la industria”. Sobre esto último, Herrera Quintana comenta que para entender algunas de las propuestas que vienen desde el pop en general, y el trabajo de Beyoncé en particular, “la tarea de las audiencias pasa por desprendernos de algunos prejuicios que todavía dirigen muchas de las opiniones que tenemos”. Uno de esos prejuicios, según esta socióloga, es la extendida idea de que “la cultura pop es por naturaleza un espacio superficial y apolítico, que los mensajes políticos no pueden insertarse en esos espacios y abrir grietas de significado”.
Pantera negra
En abril de 2016, Beyoncé lanzó su sexto disco, Lemonade, acompañado por un documental. Un fantástico caleidoscopio de géneros musicales junto a una propuesta estética de regreso a las raíces afroamericanas. Beyoncé no hizo sola este trabajo dual sino que se rodeó de músicos —Kendrick Lamar, Jack White, James Blake, Outkast— y famosos como la tenista Serena Williams. También contó con las madres de Trayvon Martin, Michael Brown y Eric Garner, tres jóvenes negros asesinados por agentes de policía. En febrero de ese año había publicado “Formation”, el primer adelanto del álbum en el que se situaba en la ciudad de Nueva Orleans tras el huracán Katrina. En el videoclip de esa canción, Beyoncé aparece subida a un coche de policía, una imagen que se interpretó como un mensaje contra las fuerzas de seguridad. El día después del lanzamiento de “Formation”, Beyoncé actuó en el descanso de la Super Bowl, el partido final de la liga de fútbol americano (NFL), con una retransmisión televisiva cuya audiencia superó los 111 millones de espectadores. En el concierto, Beyoncé rindió homenaje al 50 aniversario de la fundación de las Panteras Negras y mostró su apoyo al movimiento de denuncia del racismo policial #BlackLivesMatter, con ella misma y sus bailarinas vestidas con uniforme y boina.
Tras esta actuación, que escoció en el establishment blanco estadounidense, algunos sindicatos policiales llamaron al boicot de los conciertos de Beyoncé. “La actuación de Beyoncé en la Super Bowl como mujer negra —se lee en Beyoncé en la intersección—, cuya presencia en la estructura de la NFL es nula, se torna ciertamente más política de lo que pudiese parecer. Ya no solo por el show en sí, sino por decidir estrenarlo en ese escenario”.
En “Don’t hurt yourself”, otra de las canciones de Lemonade, Beyoncé cita un discurso de Malcolm X sobre el estatuto de las mujeres negras en Estados Unidos y también incluye un sample en el que se escucha al activista antirracista y líder social asesinado en 1965. “Si no conocemos a Malcolm X o a Chimamanda Ngozi Adichie, será difícil reconocer el valor o el alcance político de samplear discursos de estas personas en una canción”, afirma Herrera Quintana, que en el libro critica la “ignorancia blanca” de los medios de comunicación españoles sobre algunas cuestiones que Beyoncé plantea. Esa mirada sesgada, en su opinión, es incapaz de decodificar las capas del discurso que emite la artista y provoca que el foco de la crítica se centre en las desavenencias entre ella y su pareja, el también músico Jay-Z, reflejadas en la canción “Sorry”, y no en la multitud de asuntos que toca en Lemonade.
Para la socióloga, el trabajo de la artista “no tiene, de forma aislada, sentido en sí mismo, sino que su potencia política se revela en relación con los mitos, contramitos e ideologías de la cultura a la que pertenece”. Por eso considera que no se puede entender la propuesta de Beyoncé sin conectarla con una tradición reivindicativa afroamericana femenina que, desde la música popular y en un complejo entramado industrial, ha reclamado cuestiones políticas. Herrera Quintana nombra a Billie Holiday, Nina Simone, Lauryn Hill o Queen Latifah como eslabones de esa tradición musical. En su discurso de aceptación del Grammy al mejor álbum urbano contemporáneo en 2017 por Lemonade, Beyoncé lo dejaba claro: “Mi intención para la película y el álbum era dar voz a nuestro dolor, nuestras luchas, nuestra oscuridad y nuestra historia, confrontar imágenes que nos hacen sentir incómodas”.
La Beyoncé empresaria
El libro de Herrera Quintana, profuso en citas y referencias bibliográficas, recoge ejemplos de las numerosas críticas que ha recibido Beyoncé durante la última década, desde la hipersexualización del cuerpo que proyecta a la apropiación para su beneficio de un imaginario ajeno a su realidad pasando por la acusación de erigirse en portavoz de una discriminación que no conoce o el elevado precio de las entradas para sus conciertos. La cuestión material está muy presente en esas críticas, como la que realizó la escritora bell hooks en el artículo “Moving beyond pain” donde calificó Lemonade como “el negocio del dinero capitalista en su mejor versión”. Para la autora de Beyoncé en la intersección, la artista “encarna un lugar específico en el espacio social, su posición es diferente a la de otras mujeres e implica una clase económica privilegiada, pero sigue estando atravesada por otras variables de opresión inherentes a su género y a su raza”.
El desarrollo empresarial de Beyoncé ha sido objeto de una justificada crítica, por caer en una práctica ampliamente denunciada: la deslocalización para aplicar peores condiciones laborales
El desarrollo empresarial de Beyoncé también ha sido objeto de una justificada crítica, por caer en una práctica ampliamente denunciada: la deslocalización para aplicar peores condiciones laborales. En 2016 se produjo el lanzamiento de su marca de ropa deportiva, Ivy Park. El periódico británico sensacionalista The Sun publicó que la marca fabricaba en Sri Lanka y mantenía a sus trabajadoras en condiciones de explotación laboral. Ivy Park era propiedad de Parkwood Entertainment (la empresa fundada por Beyoncé en 2010) al 50% y de Topshop al otro 50%, siendo esta la encargada de la producción de las prendas. En 2018 la empresa de Beyoncé compró ese 50% a Topshop como respuesta a las informaciones que aseguraban que el presidente de Topshop, Philip Green, había emprendido acciones legales para evitar la publicación de las demandas de acoso laboral y sexual que se habían interpuesto contra él. En 2019 Ivy Park se fusionó con Adidas.
Herrera Quintana también señala que la periodista sudafricana Rufaro Samanga publicó que el concierto de Beyoncé en Nigeria en 2006 fue pagado por el presidente Goodluck Jonathan, con un dinero que en principio iba a ser dedicado a paliar la pobreza en el país; y que en 2010 ofreció un concierto privado para Gadafi y su familia.
“Ser una mujer negra en el punto de mira siempre va a dar pie a críticas que a un hombre blanco no se harían o se les deja pasar, precisamente por el racismo y machismo que hay en el mundo en el que vivimos”, dice Kathy, una de las voces del trío The Sey Sisters
“Está claro que Beyoncé forma parte de esta industria capitalista que hace una apología enorme del dinero y es algo criticable, de hecho es algo que a nosotras no nos gusta y no nos representa para nada. Pero ser una mujer negra en el punto de mira siempre va a dar pie a críticas que a un hombre blanco no se harían o se les deja pasar, precisamente por el racismo y machismo que hay en el mundo en el que vivimos”. Así habla Kathy, una de las hermanas catalanas de ascendencia ghanesa que forman el trío The Sey Sisters, un conjunto vocal de soul que funciona desde 2006 y ha grabado tres discos. Kathy cuenta que han escuchado a Beyoncé desde niñas, cuando la artista formaba parte de Destiny’s Child, y que han ido a un par de sus conciertos en Barcelona. “Ha sido una referente como cantante impresionante que es y como mujer negra muy potente”, resume.
Su hermana Edna añade que para ellas, mujeres negras, activistas y artistas, su influencia como mujer negra empoderada que crea desde su experiencia es “muy importante”, al igual que ver “cómo utiliza su influencia y poder para poner el foco en el racismo que sufrimos como ciudadanas negras”.
A Yolanda, la tercera hermana Sey, le interesan de Beyoncé “su perseverancia y su fuerza” y también valora especialmente el “compromiso hacia la comunidad negra en general y afroamericana en concreto, sabe muy bien lo importante que es la representación y la diversidad en ella, así que utiliza cualquier ocasión para mostrarlo”. Yolanda destaca el documental que Beyoncé hizo sobre su participación en el festival Coachella en 2018 porque “se ve a una gran artista, montó ese concierto muy poco después de parir a sus gemelos y enseña la dificultad y todo lo que le supuso exigirse tanto”.
Volviendo a casa
Homecoming, dirigido por la propia Beyoncé y estrenado por Netflix en 2019, es un documento muy interesante para entender lo que la artista propone en los últimos tiempos. El impresionante espectáculo de las dos actuaciones en Coachella es la base para una película que muestra cómo Beyoncé preparó durante varios meses esos conciertos, que supusieron su vuelta a los escenarios tras ser madre, con un objetivo fijado: llevar su cultura negra a un festival que nunca había presentado como cabeza de cartel a un artista afroamericano. Para cumplirlo organizó una “orquesta negra” con casi 200 músicos y bailarinas que formaban cuadros en cada canción. En el documental, Beyoncé intercala sus palabras con citas de las escritoras Toni Morrison, Alice Walker y Maya Angelou, también de W.E.B. Du Bois.
Durante ese mismo 2018 Beyoncé y su marido, Jay-Z, también publicaron Everything is love, un disco conjunto bajo el alias The Carters. Un álbum más orientado al hip hop pero en el que ella deja la impronta de su maestría como vocalista. La imagen de este trabajo sitúa a la pareja en el Museo del Louvre en París, una institución cultural europea construida, como tantas otras, sobre el expolio artístico y patrimonial llevado a cabo por los imperios coloniales.
Los últimos movimientos de Beyoncé la han llevado a la pista de baile y a una cierta reivindicación de la cultura LGTBIQ. En Renaissance, su nuevo álbum de larga duración publicado a finales de julio como primera parte de una trilogía, la artista rinde homenaje a la música disco, con citas a Donna Summer, Madonna o Giorgio Moroder y la colaboración de Grace Jones, una de las músicas más destacadas de esa escena a finales de los años 70.
En Beyoncé en la intersección, Herrera Quintana resume la clave del éxito conseguido por la cantante nacida en Houston en 1981, tal vez lo que explica por qué ella sí y tantas otras no: “La gracia del trabajo de Beyoncé es que es capaz de conciliar dos niveles: lo concreto y lo abstracto se unen mágicamente para crear productos generalistas pero que a la vez interpelan a una determinada ‘comunidad interpretativa’”.